Pocas veces se puede ver sobre los escenarios un duelo interpretativo como el que Ivan Benet y Andreu Benito, actores con un curioso juego de apellidos, llevan a cabo en En la solitud dels camps de cotó, obra escrita por el dramaturgo francés Bernard-Marie Koltès, dirigida por Joan Ollé y estrenada en el TNC el pasado 19 de enero, una experiencia teatral que reduce la ilusión escénica al mínimo para abrirnos una puerta a los abismos de la esencia humana.
En la solitud dels camps de cotó es, así, una apuesta descarnada donde asistimos al enfrentamiento entre dos personajes opuestos de los cuáles no conoceremos demasiado, que se encuentran por la noche en un callejón oscuro de la ciudad y que inician un duelo verbal, casi existencial. Si bien, nunca sabremos quiénes son ni qué es lo que realmente ansían, tan solo seremos testigos de la relación que se establece entre ellos, una negociación o intercambio dominado por la voluntad de subyugar al adversario.
Lo primero que destaca de la obra es el texto. En la solitud dels camps de cotó es una pieza de ingeniería textual, en el que Koltès transmuta la prosa en poesía, elaborando diálogos firmes e impenetrables, centrados más en la situación que se establece entre los dos protagonistas que en los personajes.
Una vez que comienza la representación los motivos y las razones que mueven a los personajes desaparecen, y lo único que queda expuesto ante el espectador son las palabras y las intenciones, aunque estas últimas nunca llegarán a definirse del todo. Así, los diálogos escritos magistralmente por Koltès arremeten no tan solo contra los protagonistas sino también contra los espectadores, que inútilmente intentarán descifrarlos a lo largo de la representación.
La acertada dirección de Ollé se observa en lo definido y lo sólido de las actuaciones y en la consistencia de la puesta en escena, creando una obra casi desde la nada. A esto se ha de sumar unas interpretaciones despiadadas y en algunos momentos también violentas. Un Benito enorme y magistral que aporta, además, una gran presencia sobre el escenario. Y un Benet que avanza con pasos firmes en su carrera y que nos muestra una réplica al rojo vivo.
La acción de la obra, o mejor dicho, la situación escénica, se desarrolla en un espacio sin forma, configurado tan solo por un sutil juego de luces y sustentado por una plataforma móvil, que acompaña el movimiento de los actores y que confirma la idea de un abismo, en el que lo único auténtico son las palabras y las emociones.
En la solitud dels camps de cotó es, como decía, una experiencia teatral, un tour de force entre dos grandes actores que juega con los elementos propios del teatro para llegar directamente a la conciencia del espectador. Una ocasión para disfrutar de la interpretación de Benito y Benet y de una propuesta innovadora tanto en su escritura como en la forma que adopta sobre el escenario. Una oportunidad imposible de rechazar.
Autor: Bernard-Marie Koltès
Dirección: Joan Ollé
Traducción: Sergi Belbel
Reparto: Ivan Benet y Andreu Benito
Escenografía: Sebastià Brosa
Vestuario: Míriam Compte
Iluminación: Lionel Spycher
Sonido: Damien Bazin
Movimiento: Andrés Corchero
Caracterización: Núria Llunell
Producción: Teatre Nacional de Catalunya
Horarios: de miércoles a sábado a las 20:00 horas y los domingos a las 18:00 horas Precio: 23€ Duración: 1 hora y 15 minutos, sin entreacto Idioma: catalán
Como es bien sabido, los avances tecnológicos comportan cambios en las vidas de aquellos que los utilizan y, a la larga, modificaciones a la hora de valorar nuestra propia existencia. He aquí una de las claves de L’Inframón, obra estrenada en el Teatre Lliure de Gràcia el pasado 21 de septiembre, escrita por Jennifer Haley y dirigida por Juan Carlos Martel Bayod, y que nos propone una reflexión sobre el límite entre lo que es legal y lo que no en el mundo virtual de internet.
L’Inframón es una thriller de ciencia-ficción con un adn muy cinematográfico en el que Haley reflexiona sobre el impacto de las nuevas tecnologías e internet en el mundo actual. Así, la obra nos presenta una investigación policial en el inframundo, el internet del futuro, que el agente Morris (Mar Ulldemolins) lleva a cabo con el objetivo de desarticular un negocio virtual vinculado con el abuso de menores y la violencia regentado por Sims (Andreu Benito).
Este supuesto permite a Haley no solo crear una trama de intriga policial al estilo hollywoodiense, con giros e insinuaciones falsas en la trama, sino hacernos reflexionar también sobre el uso que le damos a la tecnología que tenemos a nuestro alcance, presentándonos “el inframundo”, una red de conexión a internet evolucionada que permite integrar las sensaciones en la experiencia virtual. De esta forma, la obra nos hace dudar y, por lo tanto reflexionar, sobre la naturaleza de la realidad que percibimos, y sobre qué vidas son más reales, aquellas que nuestros avatares pueden llevar a cabo en internet o las nuestra propias.
La trama se ubica en un futuro cercano pero indefinido y se estructura en un doble relato escénico. Por un lado seremos testigos de la investigación policial que se está realizando en el plano real, mientras que por otra parte podremos presenciar la investigación que se lleva a cabo en el ámbito virtual, todo ello exquisitamente resuelto con la utilización combinada de audiovisuales y juegos de luces y superficies, que permiten hacer aparecer y desvanecer espacios sobre el escenario, permitiendo a los espectadores, así, situarse a la perfección en la doble realidad de la que nos habla la historia.
La obra, como ya he comentado, trata además temas sensibles en la actualidad como son la actividad maliciosa en el mundo virtual de internet, la violencia y, sobre todo, el abuso de menores. Aún así, Haley y Martel Bayod examinan estas temáticas con gran elegancia, algo que potencia, además, el alcance y el acierto de la propuesta.
Por lo que respecta a las interpretaciones, Benito, Ulldemolins y Carreras dan vida a los personajes principales de la trama. Benito acierta, como siempre, en la composición del personaje oscuro sobre el que gira la trama y el mundo virtual que nos es presentado; Carreras, aunque de forma secundaria, muestra su destreza interpretativa, si bien Ulldemolins no acaba de encontrar su lugar a la hora de dar vida a la investigadora policial del inframundo que lleva a cabo la investigación del negocio de Sims. Y, cabe destacar por su frescura y pericia, la jovencísima Carla Schilt que da vida a Iris, seguramente el personaje clave de la obra.
L’Inframón en una reflexión que hace uso de los géneros de la ciencia-ficción y de la intriga en el teatro de forma firme e intensa, pero que no acaba de ser un producto redondo, ya sea debido a su naturaleza próxima al episodio televisivo o al thriller cinematográfico de éxito, que la asemejan a tantas otras propuestas ya conocidas, o porqué, y siendo muy puristas, no acaba de rizar el rizo en lo que respecta a la conclusión de la historia.
En lo que sí que destaca la propuesta del Lliure es en su voluntad de hacernos meditar sobre temas importantísimos en nuestra vida cotidiana y que cada vez lo serán más a medida que evolucione la tecnología y con ella nuestra forma de comprender la realidad. L’Inframón es, pues, una excelente oportunidad para ver el teatro de otra forma e intuir hacia dónde nos puede llevar el avance tecnológico, y algunos de los dilemas legales y morales que, seguro, este generará.
Autora: Jennifer Haley
Dirección: Juan Carlos Martel Bayod
Reparto: Andreu Benito, Joan Carreras, Carla Schilt, Víctor Pi y Mar Ulldemolins
Traducción: Neus Bonill
Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar
Caracterización: Eva Fernández
Iluminación: David Bofarull (a.a.i.)
Sonido: Damien Bazin
Producción: Teatre Lliure y GREC 2016 Festival de Barcelona
Horarios: de miércoles a viernes a las 20:30 horas; sábados a las 17:30 y a las 21:00 horas y domingos a las 18:00 horas Precios: de 15 a 29€ Idioma: catalán Duración: 1 hora y 20 minutos sin pausa
Si el público relaciona con algún medio a Woody Allen, este no es otro, qué duda cabe, que el del cine. Allen es uno de los directores más significativos e influyentes, con una carrera que se inicia como guionista en la década de los 50 y que se mantiene activa en la actualidad. Por eso puede sorprender al público que Allen aterrice en Barcelona sobre los escenarios, con una adaptación teatral de Maridos y mujeres (1992) dirigida por Àlex Rigola e interpretada por Andreu Benito, Joan Carreras, Mònica Glaenzel, Sandra Monclús, Lluís Villanueva y Mar Ulldemolins.
«Andreu, escritor y profesor de literatura, y su mujer Mónica, que trabaja en una revista de arte, no pueden creerse que sus mejores amigos, Sandra y Joan, aparentemente una pareja perfecta, hayan decidido separarse. A partir de esta noticia, ellos mismos empezarán a plantearse si su matrimonio se basa o no en una relación realmente sólida».
Como su título indica, la obra trata sobre el mundo de la pareja y las contracciones que se acumulan en ella con el paso del tiempo. No descubro nada nuevo si afirmo que no hay misterio mayor, en el plano emocional, que el funcionamiento de una pareja, ya supere esta los diferentes obstáculos que se le presentan en la vida o se vea afectada por crisis de subsistencia más o menos serias. No existe, pues, un planteamiento escénico más complicado que el que intenta analizar la naturaleza de la pareja, sea esta del tipo que sea.
De ahí que el resultado, escrito por Allen y adaptado por Rigola, sea eso, una propuesta enmarañada, esto es, un relato con escenas trazadas, giros, vericuetos y más de una sorpresa. Marits y mullers nos muestra el día a día de dos parejas, una que se mantiene y otra que se desintegra, a través de toda una serie de secuencias que se precipitan una detrás de otra, como la vida misma. Por esta razón, los actores siempre están sobre el escenario, ya sea interpretando a sus personajes o a la espera de incorporarse a la representación en cualquier momento.
La puesta en escena de la obra intenta potenciar la cercanía del espectador al recorrido emotivo de los personajes, por lo que sobre un escenario central veremos poco más que una mesa baja rodeada por varios sofás, ocupados indistintamente por los actores y los espectadores, hecho que favorece la intimidad de las situaciones que nos son mostradas. Una proximidad fomentada, además, por el hecho de que los personajes conservan en la representación los nombres de pila de los actores.
En relación al reparto, el trabajo de casting ha sido mucho más que provechoso. A Andreu Benito, el alter ego de Woody Allen, Joan Carreras y Lluís Villanueva, todos en muy buena forma, se ha de sumar la interpretación de Mònica Glaenzel, Sandra Monclús y Mar Ulldemolins, que se dejan imbuir por los reflejos emocionales de los personajes femeninos a los que interpretan.
Aún así, y reconociendo el acierto del casting, la calidad de las interpretaciones y de la dirección, el contexto de la obra se nos hace algo lejano. Quiero decir con esto que se hace difícil para el espectador entender unos comportamientos y unas formas de ser tan lejanas y tan carismáticamente neoyorquinas como las que se nos muestran. De esta manera, y aún el esfuerzo que el director y los actores han invertido en la obra, algunos comportamientos no acaban de cuadrar con los actores que los interpretan, lo que provoca que el resultado final pierda algo de credibilidad.
Marits i Mullers representa, además, un trabajo laborioso de adaptación de un texto muy peculiar, que Rigola ya conoce, ya que él fue el responsable de una primera adaptación del guión de Allen para el Teatro de la Abadía de Madrid en el año 2013. De lo que se deriva que Rigola ha hecho el texto suyo, lo que le permite llevar a cabo una dirección precisa y envolvente de la obra, ayudado, claro está, por la interpretación destacada de unos actores y actrices que se sienten muy cómodos sobre el escenario.
Una obra recomendada, pues, para aquellos a los que les gusta analizar el mundo de la pareja, y para los que disfrutan con las historias escritas y dirigidas por Allen, una mirada muy personal que estará en cartelera en La Villarroel hasta el 10 de enero de 2016..
Basado en el guión de: Woody Allen
Dirección y adaptación: Àlex Rigola
Reparto: Andreu Benito, Joan Carreras, Mònica Glaenzel, Sandra Monclús, Lluís Villanueva y Mar Ulldemolins
Escenografía: Max Glaenzel
Vestuario: Silvia Delagneau
Iluminación: Maria Domènech
Realización de la escenografía: Teatro de La Abadía
Producción: Heartbreak Hotel, Teatro de La Abadía, Trànsit Projectes y La Villarroel
Horarios: de martes a viernes a las 20:30 horas; sábados a las 18:00 y a las 20:30 horas y domingos a las 18:00 horas Precio: de 24 a 28 € Duración: 1 hora y 30 minutos Idioma: catalán
Ya saben que al teatro le gusta tratar sobre muchas cosas, a veces inmerecidas, y en no pocas ocasiones le place reflexionar sobre sí mismo y su acomodamiento en la vida política, social, y económica. Una de estas ocasiones la representa L’art de la comedia, de Eduardo de Filippo, que el TNC estrenó el pasado 12 de febrero, dirigida por Lluís Homar e interpretada por él mismo, Victòria Pagès, Joan Carreras, Lluís Villanueva y Andreu Benito entre otros.
«En una ciudad de provincias italiana, el nuevo prefecto se dispone a recibir a las visitas de su primer día de trabajo. Para distraerse un rato, aceptará escuchar al director de una troupe ambulante que ha perdido su teatrillo debido a un incendio, y que pretende invitarle a asistir a su espectáculo para que el nuevo dirigente, con su presencia, demuestre a la ciudadanía que ese arte aún tiene una gran importancia social. Tras una apasionada controversia en la que político y humorista harán patentes sus desavenencias, el artista se llevará por error la lista de visitas del prefecto, y saldrá por la puerta amenazando con hacer que su familia teatral convierta esa sala de audiencias en una zona de incertidumbre»
Como ven una idea bien labrada que permite a Filippo tratar sobre la ligazón entre la política y el teatro (intensa a veces, vilipendiada otras) y sobre las diferencias que existen entre la realidad y la figuración, en un momento en el que la relación en este país entre el gobierno y la cultura se ve contaminada por una política desubicada que incluye la subida del IVA cultural al 21% con las nocivas consecuencias que esta medida ha provocado en el sector. El TNC, Homar y Filippo se alían de esta forma para dar un espaldarazo al teatro igualándolo a la política y aún más, a la misma realidad, ya que nunca sabremos con certeza, aunque lo podamos intuir, si la retahíla de personajes y situaciones que desfilan ante el nuevo prefecto son personas reales o personajes ficticios, lo que crea la fuente de humor, crítica y reflexión que posee la obra.
Sin embargo, L’art de la comedia, que juega en su título con la inversión del término Commedia dell’arte, no es una obra equilibrada del todo, lo que la convierte en una propuesta irregular. La obra se divide, así de primeras, en dos grandes secciones. La primera, como presentación, nos permite presenciar la conversación entre Campese (un bravo Homar) y el prefecto De Caro (Carreras), en la que veremos cuál es la opinión de cada uno sobre la relación entre el teatro y la política. Un acto este que se extiende en demasía, es en parte iterativo y le roba parte del ritmo a la obra.
A lo largo de la segunda parte podremos observar como toda una serie de personajes hilarantes y/o con ideas descabelladas, se suceden al otro lado del escritorio del prefecto, desquiciando progresivamente a la autoridad, que no podrá saber nunca si lo que está pasando ante sus ojos es realidad o ficción, algo que en sí mismo habla de lo sublime del artificio teatral. En esta segunda parte, por desgracia, la representación es muy irregular y la comicidad a veces escasa, excepto en la historia narrada por Mosén Salvati (Andreu Benito) que le sabe dar a su historia el humor que necesita el personaje.
Como prueba del artificio teatral la propuesta de Homar ha optado por permitir al público ver el truco existente en la obra misma, a través de un escenario y de un vestuario que se van construyendo poco a poco con la ayuda de los integrantes de la compañía, una opción que sorprende inicialmente al espectador, pero que después se convierte en un recurso algo repetitivo y acaba dejando un escenario extraño y difuso. Por lo que respecta al trabajo de los actores y actrices, se debe destacar a Homar y Carreras en la primera parte de la representación, y a Benito en la segunda, aportando a la obra el único acto de verdadera comicidad a la representación.
L’art de la comedia es, por otra parte, una obra que se entiende en un autor como Filippo que vivió toda su vida en el seno del teatro, ya fuera en la compañía familiar o, posteriormente, en sus propias compañías, circunstancia que no solo le permitió dominar la ficción propia del teatro, sino conocer en su misma persona la relación de este con la política y con la vida.
Como ven L’art de la comedia nos permite, de nuevo, reflexionar sobre el teatro, en esta ocasión sobre su vinculación con la política y la subvención pública, y la consideración que la autoridad tiene de la cultura y, más concretamente, de la profesión teatral. Puede ser que muchas cosas hayan cambiado desde la redacción de esta obra en el año 1964, aunque parece que la cultura siempre queda en un segundo lugar en referencia a las cosas importantes de esta vida. Un acierto, un error… todo depende del punto de vista des del que se mire.
Autor: Eduardo de Filippo
Dirección: Lluís Homar
Traducción: Xavier Albertí
Reparto: Lluís Homar, Pau Viñals, Victòria Pagès, Joan Carreras, Lluís Villanueva, Roger Casamajor, Andreu Benito, Mar Ulldemolins, Oscar Valsecchi, Eduard Muntada y Quimet Pla
Escenografía: Lluc Castells y Jose Novoa
Vestuario: Nina Pawlowsky
Iluminación: Ignasi Camprodon
Sonido: Jordi Bonet
Caracterización: Toni Santos
Horarios: miércoles y viernes a las 20:00 horas; jueves a las 17:00 horas; sábados a las 17:00 y a las 21:30 horas y domingos a las 18:00 horas Precio: 28 € / Disponibilidad de descuentos Idioma: catalán Duración: 2 horas y 10 minutos
Seguro que si os digo que la vida se puede reducir a una obra de teatro, la mayoría de vosotros pensaríais que probablemente sí, que con una buena obra de teatro todo es posible. Pero si os dijera que la vida se puede reducir a una partida de cartas, y más concretamente a una de póker, posiblemente me costaría más convenceros. Pues bien, este es el objetivo de Julio Manrique, que con el estreno de La partida nos presenta un esbozo de la vida de varios hombres marcadas por las figuras del póker.
La obra nos sitúa en el restaurante Carta, regentado por Esteve (Ramon Madaula), en el que todos los sábados por la noche se organiza una timba de póker en la que participan él mismo; Carles (Oriol Vila), su hijo; Santi (Joan Carreras), el cocinero y Maxi (Marc Rodríguez) y Frankie (Andrew Tarbet), los dos camareros del local. Pero esta noche se apunta a la partida Ash (Andreu Benito), un jugador profesional con el que Carles ha contraído una fuerte deuda de juego, lo que convertirá la velada en una partida en la que los miedos, las frustraciones y los sueños se cambiarán por fichas de póker.
Manrique nos propone una disertación teatral sobre la vida de un grupo de hombres marcados por el fracaso y la desorientación, una temática muy al gusto del director, y que ya tratara en obras como Coses que dèiem avui, montaje a partir de textos de Neil LaBute y American Buffalo de David Mamet, ambas estrenadas inicialmente en el año 2010 y de marcado cuño norteamericano. Por lo que hemos de tener en cuenta que la historia que da forma a la obra no pertenece tanto a nuestra realidad mediterránea como a un mundo de marcada origo estadounidense, en la cual el juego y el póker se vive de una forma muy diferente a la que estamos acostumbrados la mayoría de nosotros, aunque esto es algo que internet está empezando a cambiar.
La partida nos muestra un retrato de 6 hombres marcados por la tragedia o la derrota que aunque intentan mantenerse firmes sobre suelo resbaladizo, no consiguen darle un sentido estable a su existencia y en la que la esperanza toma la forma de una partida de póker en la que lo pueden ganar o perder todo y donde la victoria de uno siempre supone la derrota de los otros.
El escenario donde se jugará la partida nos muestra la sala del restaurante y la cocina, pero en esta ocasión la escena del Romea sale de su ubicación habitual y se ubica en el espacio central del teatro, rodeado a banda y banda por las filas de espectadores. Si bien más tarde este doble escenario sufre una metamorfosis que lo transforma en el sótano en el que se jugara la partida que da nombre a la obra.
Como os decía las experiencias individuales que nos narra la obra son lejanas y singulares, aunque poseen, creo yo, la fuerza necesaria para hablarnos sobre la vida en pleno siglo XXI, en la que los sueños y las esperanzas dependen muchas veces de factores en gran parte incontrolables o que no sabemos controlar. Para explicarnos todo esto Manrique utiliza a un grupo de actores que destacan por su buen hacer, y que encarnan de forma mimética a los personajes diseñados por Marber. Ramón Madaula da vida al propietario del restaurante que intenta proteger y a la vez controlar al resto; Joan Carreras interpreta a Santi, capaz de jugarse hasta el último euro en la partida; Marc Rodríguez encarna al típico soñador atolondrado que no es consciente de la realidad que le rodea y que en parte nunca ha dejado de ser un niño; Andrew Tarbet da vida al segundo camarero del restaurante, de paso por Barcelona y en cuyos sueños no aparece nadie más que él; Oscar Vila interpreta a Carles, el hijo de Esteve con graves problemas de adicción al juego y capaz de vender a familiares y amigos con el objetivo de saldar sus deudas. Por último Andreu Benito encarna al jugador profesional sin escrúpulos que hará lo necesario para recuperar su dinero. Un elenco teatral sin duda de primera.
Sin embargo a la obra le falta principalmente ritmo, tanto en la primera parte de la representación, en la que se presenta a los caracteres y las situaciones y sobre todo en la segunda, donde a veces la partida parece interminable. A lo que se suma el hecho de que la obra nos dice pocas cosas que no sepamos y que no podamos corroborar en nuestras experiencias personales.
A pesar de ello La partida mantiene su poder de convocatoria y su fuerza de espíritu gracias al altísimo nivel en el que se mueven los actores, entre los que destacan Madaula y Benito, y por la creación de una realidad escénica que a veces parece que no avance y que forme parte de un limbo existencial en el que los protagonistas se hallan atrapados y del que no pueden huir, un efecto potenciado además por la música y los efectos sonoros. Una partida, en definitiva, que vale la pena jugar, aunque para ello debamos apostar con una mano que no nos garantiza el éxito final.
«La partida» se representa en el Teatre Romea del 2 de julio al 3 de agosto de 2014.
Autor: Patrick Marber
Traducción / Adaptación: Cristina Genebat
Dirección: Julio Manrique
Reparto: Ramon Madaula, Joan Carreras, Marc Rodríguez, Andrew Tarbet, Oriol Vila y Andreu Benito
Escenografía: Sebastià Brosa
Vestuario: Maria Armengol
Iluminación: Jaume Ventura
Espacio sonoro: Ramon Ciércoles
Producción: Grec 2014 Festival de Barcelona y el Teatre Romea
Horario: de martes a viernes a las 20:30 horas; sábados a las 18:00 y a las 21:30 horas y los domingos a las 18:00 horas. Precio: 17 – 27 € Duración: 120 minutos Idioma: catalán
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¿Cuál es el mundo de las ratas? ¿Cómo viven? ¿Qué clase de comunidad crean? ¿Una parecida a la humana? y si es así ¿qué lugar ocupan en ella el arte o la ciencia? Estos son algunos de los temas por los que transita El policía de las ratas, la adaptación llevada a cabo por Àlex Rigola del cuento de Roberto Bolaño en cartelera en el Teatre Lliure hasta el próximo 24 de noviembre.
Rigola nos presenta una experiencia teatral basada en el texto de intriga y crítica social compuesto por el escritor y poeta chileno en el que Pepe «el Tira», una rata policía, solitaria y perteneciente a una familia de ratas artistas, se enfrenta a un misterio: el hallazgo de dos ratas asesinadas, una hembra y otra bebe. Algo demasiado insólito en una sociedad, la de las ratas, donde el asesinato no existe y donde el trabajo y la colectividad se imponen sobre todo lo demás. Pepe iniciará entonces una investigación para esclarecer la causa de los asesinatos y detener al culpable de los mismos, luchando al mismo tiempo contra los tabús y los espejismos sociales.
El policía de las ratas es una reflexión sobre la realidad social humana, sobre el lugar que ocupan el arte y la ciencia y sobre el papel de la individualidad en el colectivo humano. La propuesta se construye a partir de una atmósfera de intriga y misterio potenciada por la puesta en escena de la obra. La adaptación nos presenta, así, una situación tenebrosa, aunque a veces es también agobiante y poética, construida a partir de una magistral sencillez escénica.
La obra se desarrolla sobre un escenario en el que predominan las tonalidades en blanco y negro, como haciendo referencia al género negro que subyace en la narración de Bolaño. El atrezo es mínimo, casi inexistente, compuesto por dos sillas, dos micrófonos, una bolsa de sangre y el cadáver de una rata. Si a este minimalismo le sumamos el hieratismo proyectado por los actores obtenemos como resultado un espectáculo en el que predomina la palabra, hecho que obliga al espectador a centrar su atención en la figura y la voz de los actores y de esta forma en el desarrollo del cuento escenificado de Bolaño.
Una historia que nos sirve para reflexionar sobre el papel del individuo dentro de la sociedad. Una cavilación representada en la voluntad de la rata Pepe de ser diferente, de adentrarse en experiencias que la colectividad rechaza y en poner en duda verdades que la comunidad da por establecidas. De ahí que la rata protagonista se empeñe en investigar unas muertes que la mayoría, siguiendo el dogma oficial, da por ataques de animales externos aunque los indicios criminales puedan indicar lo contrario.
La obra, además, nos permite especular sobre cuál es el papel del arte y la ciencia en nuestra sociedad. En el mundo de las ratas, el arte se ve como una peculiaridad extraña, más digna de lástima que de aprobación. Por su lado la investigación que lleva a adquirir conocimientos que pueden contradecir los dogmas oficiales en uso necesarios para mantener el orden y la vida en sociedad se consideran peligrosos para la comunidad, y por tanto se vetan siempre que es posible. Todo ello en una sociedad liderada por una rata reina, una descriptiva metáfora de los poderes políticos y financieros que controlan el mundo de los humanos.
Como ven la idoneidad de la obra no puede ser mayor, un hecho acentuado por el acierto de la puesta en escena y la interpretación sobria y mesurada de sus dos actores. Joan Carreras encarna a Pepe «el Tira», la rata policía que lleva a cabo la investigación en cuestión con una elogiosa formalidad y un perceptible peso interior; Andreu Benito encarna, por su parte, a diversos de los personajes secundarios que acompañan la investigación, con la prestancia y el refinamiento acostumbrados en él. Ambos no solo juegan con la interpretación sino también con la tonalidad y la impostura de sus voces, para proveer de mayor realismo y diversidad a sus interpretaciones.
El policía de las ratas es una ejercicio teatral que conecta con el yo interno e individual de cada uno de nosotros y nos obliga a analizar el funcionamiento de las sociedades humanas, fijándonos, irónicamente, en la colectividad formada por las ratas. Y nos permite reflexionar sobre el peligro que comporta el desarrollo del espíritu crítico en una sociedad como la nuestra dominada por poderes que ven en esta cualidad humana una amenaza para el status quo existente. Un peligro para la propia sociedad sobre todo en una época como en la que vivimos en la que el equilibrio y la justicia social están en retroceso.
«El policía de las ratas» se representa en el Teatre Lliure de Gràcia del 31 de octubre al 24 de noviembre de 2013.
Autor: Roberto Bolaño
adaptación y dirección: Àlex Rigola
Compañía: Heartbreak Hotel
intérpretes: Andreu Benito y Joan Carreras
Escenografía: Max Glaenzel y Raquel Bonillo
Vestuario: Berta Riera
Iluminación: August Viladomat
Producción: Teatre Lliure y Heartbreak Hotel
Idioma: castellano Duración: 55 minutos sin pausa Horarios: de miércoles a viernes a las 20:30 horas; sábados a las 17:30 y a las 21 horas y domingos a las 18 horas. Precio: 29 €; miércoles y sábados por la tarde días del espectador, 22 €
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En alguna que otra reseña he afirmado que a nivel de programación teatral anual tanto el Lliure como el TNC se llevan la palma en Barcelona por la calidad y el acierto de sus propuestas, diferentes, claro está, pero que consiguen ambas desparramar un fulgor de calidad y pedigrí teatral que ilumina sus respectivos escenarios.
Y la programación de Els feréstecs es una prueba indiscutible de lo que digo, tanto por la filigrana creativa de su autor, Carlo Goldoni; por la finura de la comedia por él escrita; por el trabajo de los actores y actrices que intervienen en ella; y por su sencilla y discreta puesta en escena.
A ver, lo intentaré explicar comenzando por el principio. Els feréstecs es una comedia escrita por Carlo Goldoni en el año 1760 que analiza los cambios en las formas de pensar que se vislumbraban ya por aquella época (recuerden que en 1789 estalló la Revolución Francesa) y la perenne guerra entre sexos que tiene su origen en el alba de los tiempos.
La acción se desarrolla, en esta ocasión, en tierras catalanas, en un pueblo de comarcas. Allí no todos sus habitantes ven con buenos ojos las diversas novedades que en las costumbres sociales y en el comportamiento ha promovido el nuevo régimen político, la I República española (1873-1874), fruto prematuro del desarrollo político del siglo XIX basado en el liberalismo político y fallido reformador de todas las desigualdades propias del Antiguo Régimen.
En concreto, dos cabezas de familia, intolerantes y bravíos, están intentando concluir un acuerdo de matrimonio para enlazar a sus respectivos hijos, en Quimet (Pol López) y la Llucieta (Laura Aubert). Aquellos, chapados a la antigua, no solo rechazan cualquier innovación en cualquier ámbito sino que actúan siempre en base a las normas y costumbres de sus antepasados. Así, a los implicados en el matrimonio se les niega, incluso, el derecho a conocerse antes de la boda y mucho menos se les permite decidir con quién quieren casarse.
Por su parte las mujeres de ambas familias (Rosa Renom y Rosa Vila) poseen unos espíritus más abiertos y rebeldes, y ayudadas por Victòria (Laura Conejero) pretenden al menos permitir a los jóvenes casaderos verse antes de tan crucial acontecimiento. Las continuas riñas y trifulcas entre hombres y mujeres generarán un sinfín de situaciones hilarantes, que dan forma a la trama de la obra.
La puesta en escena de esta versión de Els feréstecs es extremadamente sencilla, hiper-minimalista (a veces incluso demasiado) y me bastará con decirles que a nivel de escenografía tan solo hallaremos la propia decoración de la sala Fabià Puigserver y un reducido juego de sillas, que junto a la existencia de diversas puertas crearán metafóricamente los espacios interiores de las viviendas en las que se desarrolla la acción.
Lluís Pascual, el director, ha optado por ambientar la pieza, como les decía, en un pueblo del interior de Cataluña, un espacio ideal para situar la numantina resistencia ideológica de los feréstecs, y por trocar el veneciano del texto original de Goldoni por una suma de dialectos (mallorquín, valenciano, leridano y gerundense), a veces algo costoso de seguir, sobre todo a aquellos con reducida sensibilidad auditiva, como el que estas líneas escribe, pero que generan toda una serie de giros y chanzas que potencian la comicidad de la obra.
La dirección de Pascual ha favorecido, además, una interpretación extremada de sus actores y actrices que resalta con mucho la hilaridad de la representación, acompañada de una serie de ademanes y dichos que aderezan el imponente resultado final. De esta forma destaca, como siempre, Jordi Bosch, que desarrolla un carácter estúpido y bonachón, si bien riguroso, con una solvencia como la que ya vimos en La Bête. En el bando agreste le siguen Boris Ruiz, Xicu Masó, magnífico en su composición aunque bastante secundario y Andreu Benito, al que le falla en algo, a veces, la partitura de su personaje. Por su parte Pol López encarna al hijo casadero en cuestión.
Del bando femenino, en el que hallamos a Rosa Vila, Laura Conejero, Rosa Renom y Laura Aubert, no se puede más que destacar, también, el trabajo coral de todas ellas, cuyas contradicciones entre sus ideas más domesticas y liberales y su situación y anclaje en unas familias y una sociedad ampliamente machistas, generan las circunstancias idóneas para fabricar humor y del bueno.
El resultado, aunque superando unas fallas técnicas importantes que provocaron el parón por unos días en las representaciones, es una pieza con toques de «obra maestra» sobre el escenario, uno de esos momentos en los que el teatro, el arte y la cultura se unen para dar un respiro al alma, en este caso en forma de comedia, con el que descubrimos que lo actual y lo contemporáneo acostumbra a tener su raíz en los clásicos, y que es la suma de tradición, innovación y adaptación lo que muchas veces permite alcanzar la palma del triunfo.
Parece, pues, que el Teatre Lliure ha tocado el cielo, alcanzando, de nuevo, un enorme acierto a la hora de programar su temporada teatral.
Un hurra por el Lliure!!
«Els feréstecs» se representa en el Teatre Lliure del 16 de abril al 19 de junio de 2013.
Autor: Carlo Goldoni
Dirección: Lluís Pasqual
Reparto: Laura Aubert, Andreu Benito, Jordi Bosch, Laura Conejero, Pol López, Carles Martínez, Xicu Masó, Rosa Renom, Boris Ruiz y Rosa Vila
Traducción del veneciano: Lluís Pasqual
Escenografía: Paco Azorín
Vestuario: Alejandro Andújar y Luis Espinosa
Caracterización: Eva Fernández
Iluminación: Rai Garcia y Lluís Pasqual
Producción: Teatre Lliure
Horario: de miércoles a viernes a las 20:30 horas; sábados a las 17:30 y a las 21 horas y domingos a las 18 horas. Precios: 30,25 €; 21,30 € (miércoles, día del espectador) / 25,75€ con descuento Idioma: catalán y castellano Duración: 1 hora y 30 minutos sin pausa
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Que Albert Espinosa regrese a los escenarios siempre es una buena noticia, lo mismo, claro está, que publique una nueva novela o que participe en una película o una serie televisiva. El «universo espinosa» siempre nos emociona de una forma directa y nos sirve para reflexionar sobre nuestras propias vidas. De ahí que fuera una de las buenas noticias de finales del año pasado el estreno de Els nostres tigres beuen llet en el Teatre Nacional de Catalunya, obra escrita y dirigida por Albert Espinosa.
Un partido de futbol que juegan cinco hermanos. Una enfermedad que hace caer en la inconsciencia. Una madre en el lecho de muerte. Un padre riguroso que quiere a su familia. Una muerte que lo cambia todo. Un acontecimiento de la infancia que marcará la vida de todos los miembros de la familia. Un secreto que nos permite acabar de entenderlo todo. El mundo visto a través del cine…
Espinosa nos abre de nuevo las puertas de su fecundo mundo interior para explicarnos una pequeña historia que afecta a una familia, a todos sus integrantes, y que nos permite reflexionar sobre algunos de los temas insignia del autor: la enfermedad, la muerte, el desvanecimiento de la memoria o la importancia de los episodios que han marcado la infancia de cada uno de nosotros.
El autor construye su historia en dos tiempos: el primero el de la infancia en el que poco a poco iremos conociendo qué es lo que pasó y cómo paso, el día que la madre (Angela Jové) murió, y que consecuencias funestas tuvo para toda la familia. El segundo es lo que podríamos considerar la actualidad, el momento en que el padre (Andreu Benito), reconocido director de cine afectado de alzhéimer, se está muriendo. Dos de los hermanos prometieron a su madre que cuidarían de él en sus últimos días de su vida. Por ello vuelven al hogar, junto a su hermana pequeña, y engañan a sus otros tres hermanos para hacerlos regresar.
La enfermedad confunde la mente del padre forzándole a creer que está realizando una nueva película que rememora la muerte de su mujer, y que sus hijos son parte del equipo técnico que rodará el film a sus órdenes. Todos los ingredientes necesarios para que la verdad y los reproches salgan a la luz y por fin la familia pueda lavar sus trapos sucios.
Como les decía Espinosa trata en Els nostres tigres beuen llet varios temas por los que ha mostrado siempre un gran interés. El primero la enfermedad. La obra está subyugada por ella. La enfermedad de carácter hereditario que sufren la mayoría de los miembros de la familia y que les hace desmayarse de forma repentina en cualquier momento; la muerte de la madre; el alzhéimer que acaba sufriendo el padre… todo ello nos remite a la relación con la enfermedad del propio Espinosa, que pasó diez años de su vida en el hospital lidiando contra el cáncer. El segundo los recuerdos, ya sea la revisión del hecho que marcó la infancia de los cinco hermanos o la pérdida de la memoria (es decir, la pérdida de los recuerdos, de lo que nos hace a cada uno de nosotros) que sufre el padre. El tercero la muerte, la de la madre y la anunciada muerte del padre, que no llegaremos a presenciar pero que marcará el desenlace de la obra.
Por medio los entresijos de una familia destrozada tanto por la enfermedad, por la muerte y por los recuerdos. Espinosa nos sitúan de lleno en el epicentro de un terremoto familiar causado por el acontecer propio de la vida, que se asemeja, aunque de una forma mucho más trágica, a aquellas inercias que marcan la evolución de cualquier familia.
Si bien Els nostres tigres beuen llet no nos explica nada nuevo, o casi nada, del «universo espinosa». La obra es un compendio de temas, de situaciones e incluso de actores habituales que ya conocemos del autor. De esta forma, la propuesta atraerá a aquellos que compartan el cosmos de ideas y principios espinosianos y no gustará a aquellos que no apreciaron los intentos previos del autor. La obra posee además un planteamiento algo abstracto y complejo que puede dificualtar su recepción por parte del espectador.
Espinosa ha optado en Els nostres tigres beuen llet por una actuación minimalista, esto es, a excepción de Benito, el resto de los actores, ya sea en su representación juvenil o adulta, no poseen grandes discursos (en extensión digo) ya que la obra se construye con la suma de los breves textos de cada uno de sus 13 protagonistas. De esta forma pesa más, la mayoría de las veces, la situación escénica que los diálogos entre los mismos protagonistas. Permítanme, sin embargo, que destaque la actuación de Andreu Benito, una de aquellas presencias que llenan el escenario y que derrochan un potencial interpretativo aposentado con el paso de los años. Algo que Espinosa sabe muy bien, y que aprovecha al hacer girar la trama alrededor de la figura y actuación del personaje encarnado por Benito.
A la suya, se suman las interpretaciones de seis jóvenes promesas (Jaume Madaula, Carlos Cuevas, Mikel Iglesias, Daniel Sicart, Albert Baró y Clara de Ramon) y de cuatro actores y una actriz con holgada experiencia (Francesc Garrido, Joan Carreras, Andrés Herrera, Andreu Rifé y Àngela Jové), a la que se suma la actuación del propio Espinosa.
La obra realiza, además, un continuo homenaje al cine, ya sea por el oficio del padre, director de cine al que su enfermedad le obliga a rodar una película para poder explicar a sus hijos lo que sucedió en el pasado; los nombres de los cinco hijos o el propio rodaje fantasmagórico de la ficticia película… Todo ello nos sumerge en la magia del cine (en el teatro), y nos permite entender la influencia que el arte cinematográfico tiene en la vida de muchos de nosotros.
Els nostres tigres beuen llet es un paso más en la actividad creativa de Espinosa que, por desgracia, no nos muestra mucho más de lo que ya sabíamos. Sin embargo posee parte de esa magia que el autor sabe dar a todo aquello que toca, ya sea en la escritura de libros o en, y permítanme que lo cite con fervor emotivo, en la guionización de la película Herois (Pau Freixas, 2010), una de aquellas joyas que iluminan la cartelera cinematográfica muy de tanto en tanto.
Así, pues, ya lo saben… después de leer esta reseña han de proceder ustedes mismos y decidir si van a ver Els nostres tigres beuen llet o no… Yo les recomiendo que no se lo piensen tanto… si son fans de Espinosa la obra les saludará amablemente, sin ninguna pretensión… si no lo son descubrirán o reencontrarán un universo que al menos por su carácter vital y positivista vale la pena. Y si les gusta el teatro contemplarán una propuesta interesante en formatos y conceptos.
«Els nostres tigres beuen llet» se representa en el TNC del 20 de diciembre de 2012 al 3 de febrero de 2013.
Dirección: Albert Espinosa
Reparto: Andreu Benito, Francesc Garrido, Joan Carreras , Andrés Herrera, Albert Espinosa, Andreu Rifé, Jaume Madaula, Carlos Cuevas, Mikel Iglesias, Daniel Sicart, Albert Baró, Àngela Jové, Clara de Ramon y Òscar Blanco
Escenografía: Max Glaenzel
Vestuario: Berta Riera
Iluminación: Kiko Planas
Sonido: Pepe Bel
Producción: Teatre Nacional de Catalunya
Horarios: miércoles a viernes a las 20:00 horas; sábado a las 17:00 y a las 21:30 horas y domingo a las 18:00 horas.
Sábado 5 de enero de 2013, función única a las 21:30 horas.
A partir del 9 de enero, también miércoles y jueves a las 17:00 horas. Precio: de 19,05 a 38,09 € Coloquio: viernes 11 de enero de 2013 Audiodescripción: sábado 26 de enero de 2013 Espectáculo recomendado a partir de 12 años
Quatre homes units per una malaltissa afició al pòquer, i amb unes vides marcades pel fracàs constant, són els protagonistes del darrer espectacle presentat al Teatre Lliure de Gràcia, Els jugadors, un impecable drama disfressat de comèdia que porta la signatura d’un dels dramaturgs més interessants i elogiats de l’escena catalana, Pau Miró, i que els espectadors han convertit en un èxit des del mateix dia de la seva estrena, el passat 19 d’abril.
L’acurada escenografia d’Enric Planas ha transformat el Lliure en la cuina d’un pis antic, el lloc on troben refugi quatre ànimes solitàries que s’apropen als 60 anys, cadascun d’ells amb un drama important al seu darrere, un pes enorme que es fa més suportable quan es reuneixen al voltant d’una taula per a jugar a les cartes, únic consol a les seves existències mediocres. D’aquesta manera, els quatre esperen que arribi un canvi en les seves vides, un cop de sort que faci que, per fi, la fortuna els somrigui i puguin fer realitat els seus somnis; per aconseguir-ho, però, aquests antiherois hauran de prendre una decisió dràstica, una última jugada mestra que els permeti abandonar aquest rol de perdedors que el destí, implacable i cruel, els ha atorgat.
Pau Miró és l’autor d’aquest magnífic text, una història que ens presenta els seus protagonistes –i les tragèdies que els acompanyen– sense presses, amb uns diàlegs pausats que permeten a l’espectador descobrir, poc a poc, la vida i les circumstàncies de cada personatge. Miró reflexiona sobre la solitud d’uns homes sense gaires esperances en el futur, desencisats amb la vida, frustrats per haver apostat les seves il·lusions a un número de la ruleta que mai surt; així, l’autor utilitza el joc com a metàfora d’una partida molt més important, la de la vida, un joc en què els quatre van perdent en el moment decisiu. Amb tot, Els jugadors no es recrea en l’amargor o la tristesa, ja que els quatre s’uneixen en un últim i desesperat intent, una darrera juguesca que hàbilment transforma el drama que s’apunta en la primera part de l’obra en comèdia, sense oblidar un exquisit apunt musical que converteix la cuina en un lluminós escenari de Las Vegas, un delicat homenatge a Dean Martin, músic present, d’una manera o una altra, en els vuitanta minuts de la funció.
El gran encert, però, d’aquest espectacle el trobem en la tria dels seus protagonistes, una selecció d’actors experimentats capaços de fer que aquests personatges crepusculars evolucionin de la tragèdia inicial a la comèdia final sense perjudicar-ne la credibilitat; els quatre realitzen unes esplèndides interpretacions, tan contingudes en els silencis com en els diàlegs que els mostren desorientats i sense ànim per continuar la lluita diària. Així, Andreu Benito és el professor que acull a casa seva els seus amics, Jordi Boixaderas interpreta un actor a qui se li dispara l’adrenalina quan roba en els supermercats, Jordi Bosch és l’enterramorts que busca consol en braços d’una prostituta, i Boris Ruiz es posa en la pell d’un barber que ha perdut el seu negoci i aviat perdrà també la seva dona, que l’enganya amb un altre.
Un text intel·ligent, una excel·lent direcció, una perfecta posada en escena i, sobretot, uns actors extraordinaris avalen Els jugadors, una bona oportunitat per a descobrir com n’és, de difícil, la vida d’uns homes solitaris i sense il·lusions, sens dubte un dels millors espectacles de la temporada barcelonina, que ha estat tan ben rebut pel públic que els responsables del Teatre Lliure de Gràcia s’han vist obligats a prorrogar les seves funcions.
Els jugadors es representarà al Teatre Lliure de Gràcia del 19 d’abril fins al 20 de maig de 2012, i tornarà a programar-se del 6 de juny fins al 17 del mateix mes. PRÒRROGA: L’obra es prorroga per segona vegada del 20 de juny a l’1 de juliol de 2012.
Dramatúrgia i direcció: Pau Miró
Intèrprets: Andreu Benito, Jordi Boixaderas, Jordi Bosch i Boris Ruiz
Escenografia: Enric Planas
Vestuari: Berta Riera
Il·luminació: Xavier Clot
Espai sonor: Sila
So: Marta Folch
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Horaris:de dimecres a divendres, a les 20:30 hores; dissabte, a les 18:00 hores i 22:00 hores; diumenge, a les 18:00 hores Preu: 25 € Idioma: català Durada: una hora i vint minuts
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Escrit per: Robert Martínez Colomé