Vivimos en tiempo de pandemia, de restricciones y de afectación anímica, por eso el humor, la comedia y la distensión son más necesarias que nunca. Y más aún la buena comedia, como lo es Els Brugarol, que se representa en el Teatre Poliorama hasta el próximo 2 de mayo.
Nos hallamos ante una comedia familiar, mejor dicho, una comedia de familia escrita por Ramon Madaula y dirigida por Mònica Bofill, un tándem que se entiende a la primera. La interpretan el propio Madaula junto a su sobrino Jaume Madaula y Estel Solé, que nos presentan una obra original que se centra en las relaciones familiares y en las contradicciones generacionales.
La trama da comienzo al final de una velada familiar en la que el patriarca de los Brugarol de Sabadell, Antoni (Ramon Madaula), chapado a la antigua y su yerno (Jaume Madaula) progresista y activista social matan el tiempo antes de ir al teatro con el resto de la familia. La conversación entre ellos fluye, al inicio de forma tensa, con el paso del tiempo más fluida. El tema central: Anna (Estel Solé), la pubilla, quiere cambiarse el primer apellido Brugarol por el de su madre, Artigues, debido al turbio pasado esclavista de la familia. Un golpe bajo del que su padre se ha enterado y que quiere evitar a toda costa para que el apellido familiar no desaparezca.
Esta es la clave de la comedia que hará las delicias y hará reír, incluso a carcajadas, al público asistente. Madaula ha escrito una obra en tres actos con un muy acertado tono cómico, que inicia bien su andanza escénica y va incrementando poco a poco la intensidad. Un humor basado en las relaciones familiares y en los objetivos vitales y profesionales de los miembros de la familia, con todos los choques y situaciones que esto puede provocar.
Mònica Bofill, por su parte, ha sabido hacerse con la trama dirigiendo a los Madaula y a Solé, obteniendo las tonalidades cómicas que la representación requiere. Madaula está genial como ostentador de la historia y tradición de su familia. Cuando él está en escena se desencadena el humor, en este caso inteligente. Madaula está muy bien acompañado por Jaume Madaula y Estel Solé, ambos bien integrados en la comedia, él con sus principios activistas en fase de remodelación y ella como la hija desencantada con la opresiva herencia familiar.
El escenario, por su parte, muy tenue, ocupado por algunos muebles, un tresillo y en el que destaca el retrato del creador del patrimonio familiar, que domina el espacio en el que se desarrolla la vida de los Brugarol.
Hacía tiempo que una comedia no me convencía como lo ha hecho Els Brugarol. Una propuesta muy recomendable para todos aquellos y aquellas que quieran pasar un buen rato contemplando las miserias de una familia bien de Sabadell en clave de comedia y por qué no, de las propias, ya que como saben, en todas las familias cuecen habas…
«Els Brugarol» se representa en el Teatre Poliorama del 11 de marzo de al 2 de mayo de 2021.
Autoria: Ramon Madaula Dirección: Mònica Bofill Reparto: Ramon Madaula, Jaume Madaula y Estel Solé / Júlia Truyol Escenografía: Laura Clos (Closca) y Sergi Corbera Vestuario: Isabel Domènech Iluminación / jefe técnico: Jordi Berch Producción: Bitò Produccions Horarios: de miércoles a viernes a las 20:00 horas; sábados a las 17:00 y a las 20:00 horas y domingos a las 18:30 horas Precio: web Teatre Poliorama Duracion: 80 minutos Idioma: catalán NOTA CULTURALIA: 8,5 —— Jorge Pisa
El pasado lunes en la Librería La Central de Barcelona desafiaba Mario Gas: “Hay que acercarse a Shakespeare con cierta ingenuidad” y habilitaba embarcaciones para “dejarse llevar por el río que propone”.
Cuatro días antes, Montse Vellvehí, aplicada directora, advertía en el programa del X Festival Shakespeare que se trata este acontecimiento de “una acción a favor del momento que vivimos: una lucha a favor de las personas, a favor del pensamiento, del conocimiento y de todas aquellas facultades que nos hacen más humanos y más civilizados”.
Actuemos.
Naveguemos.
Pensamiento el de Moreno Bernardi abriendo el fuego de sus “(H) Works” en la Biblioteca de Catalunya con un solo de danza contemporánea (“7 dances for H.”) en el que un Hamlet atrapado por un mecanicismo coreográfico extenuante no puede liberarse del compás de una voz cuasidemiurga que invoca el dilema existencial de tan atormentado personaje. Y la agitación de su torturado cuerpo parece que en cualquier momento le vaya a destruir a la vez que la actitud de lucha constante evidencian una dicotomía fascinantemente terrenal. Después llegó “RadioHamlet” en el que Bernardi prende fuego a un público extenuado con una lectura dramatizada o conjunción de voces de él mismo, ahora solista de atronadora voz, y su coro (integrado de forma extraordinaria por Jaume Madaula, Ilona Muñoz y Mònica Portillo), que viaja de lo tribal al grito desgarrador convirtiéndose en orquesta vocal por arte y talento de la batuta de Moreno. Este sorprende con la estridencia de su recitado; impresiona con la versatilidad de su voz; y conmociona con su portentosa cadencia. Y Hamlet obtiene inevitablemente una expresividad superlativa.
Micrófonos ardientes
Conocimiento el de Quim Lecina que, con su tríada de musas-brujas, ofrecía en “Big Will Shakespeare!!” deseoso inventario artístico de su carrera profesional, poderosamente influida por la obra shakesperiana. Los cuatro, un piano alegremente excitado, un saxofón que enmudece y enaltece, y un violoncelo nada receloso, exponen con entusiasmo momentos de algunas de las piezas clave del omnipresente William. Como si de un espectáculo de cabaret se tratase, la comicidad y la tragedia se suceden en un ejercicio docente algo pretencioso que ameniza especialmente Montserrat Bertral, con su sugerente voz de mezzosoprano y sus resultones recursos dramáticos.
Humanidad, la de la reconfortante serenidad de Lluís Soler al declamar los “Sonets encadenats de Will Shakespeare”. Cuando Lluís abre la boca, después de ser exquisitamente provocada por la excelencia de los dos violoncelos acariciados por Maria Bou y Marta Roma, todos le consagramos nuestros tímpanos. “Solo si te das a ti mismo sobrevivirás.” susurra Soler. Y él y su público entregado dejamos de ser entidades distintas. ”Solo no serás nada.” prosigue. Ahora somos, juntos, todo. Incluso cuando el juglar de voz ronca y penetrante ironiza sobre la hipocresía del amor de alcoba (“adulados, caminamos”) deseamos arrancar de nuestros lechos cualquier sábana que intercepte el deseo de aprender a amar mejor y a quien se acuesta a nuestro lado. Finalmente, y ya sin posar sus ojos en el papel, el gran recitador que es Lluís proclama la comparación del sentimiento más noble con un faro, aquel que siempre ilumina al ser querido, que para la ocasión es (¿qué duda cabe?) el respetable.
Civilización. También. Esta vez desde el foro del Teatre Romea y bajo los rasgos de Mario Gas, inmenso “Julio César” lanzado a una catarata de conspiraciones por quienes pretenden salvar al pueblo (esto es, de nuevo el público) de un populismo irresistible. Mario reina por encima del histrionismo que lastra parcialmente la puesta en escena de Paco Azorín, demasiado grandilocuente en la interpretación de algunos de los actores así como desmesurado es el obelisco sepultado en medio del escenario y que pretende erigirse en principal símbolo de la grandeza del poder del controvertido emperador. Volvamos a Mario y a su lección de que menos es más: su rotunda corpulencia, su dicción carismática y la frescura de su entonación se magnifican después de ser aniquilado en escena para aparecer proyectado con gesto temible y mayestático y reaparecer después transformado en ambiguo ángel exterminador que no detendrá su venganza aunque para ello no pueda abandonar el más allá. Sergio Peris-Mencheta sabe cómo recoger con firmeza el testigo y su discurso en el Senado desde la piel del sufriente e implacable Marco Antonio es estremecedor.
El augusto Señor Gas cerrará esta crónica con palabras sabias: “Cada época se inventa un Shakespeare”. Pues bien, en estos tiempos tan castigados por el inmovilismo y amenaza constante de perder lo poco que nos dicen a diario que tenemos, hablar del ser humano en un mundo de cambios como hacía el tal William nos permite empezar a doblegar la crisis. Este Festival es prueba fehaciente de ello.
Que Albert Espinosa regrese a los escenarios siempre es una buena noticia, lo mismo, claro está, que publique una nueva novela o que participe en una película o una serie televisiva. El «universo espinosa» siempre nos emociona de una forma directa y nos sirve para reflexionar sobre nuestras propias vidas. De ahí que fuera una de las buenas noticias de finales del año pasado el estreno de Els nostres tigres beuen llet en el Teatre Nacional de Catalunya, obra escrita y dirigida por Albert Espinosa.
Un partido de futbol que juegan cinco hermanos. Una enfermedad que hace caer en la inconsciencia. Una madre en el lecho de muerte. Un padre riguroso que quiere a su familia. Una muerte que lo cambia todo. Un acontecimiento de la infancia que marcará la vida de todos los miembros de la familia. Un secreto que nos permite acabar de entenderlo todo. El mundo visto a través del cine…
Espinosa nos abre de nuevo las puertas de su fecundo mundo interior para explicarnos una pequeña historia que afecta a una familia, a todos sus integrantes, y que nos permite reflexionar sobre algunos de los temas insignia del autor: la enfermedad, la muerte, el desvanecimiento de la memoria o la importancia de los episodios que han marcado la infancia de cada uno de nosotros.
El autor construye su historia en dos tiempos: el primero el de la infancia en el que poco a poco iremos conociendo qué es lo que pasó y cómo paso, el día que la madre (Angela Jové) murió, y que consecuencias funestas tuvo para toda la familia. El segundo es lo que podríamos considerar la actualidad, el momento en que el padre (Andreu Benito), reconocido director de cine afectado de alzhéimer, se está muriendo. Dos de los hermanos prometieron a su madre que cuidarían de él en sus últimos días de su vida. Por ello vuelven al hogar, junto a su hermana pequeña, y engañan a sus otros tres hermanos para hacerlos regresar.
La enfermedad confunde la mente del padre forzándole a creer que está realizando una nueva película que rememora la muerte de su mujer, y que sus hijos son parte del equipo técnico que rodará el film a sus órdenes. Todos los ingredientes necesarios para que la verdad y los reproches salgan a la luz y por fin la familia pueda lavar sus trapos sucios.
Como les decía Espinosa trata en Els nostres tigres beuen llet varios temas por los que ha mostrado siempre un gran interés. El primero la enfermedad. La obra está subyugada por ella. La enfermedad de carácter hereditario que sufren la mayoría de los miembros de la familia y que les hace desmayarse de forma repentina en cualquier momento; la muerte de la madre; el alzhéimer que acaba sufriendo el padre… todo ello nos remite a la relación con la enfermedad del propio Espinosa, que pasó diez años de su vida en el hospital lidiando contra el cáncer. El segundo los recuerdos, ya sea la revisión del hecho que marcó la infancia de los cinco hermanos o la pérdida de la memoria (es decir, la pérdida de los recuerdos, de lo que nos hace a cada uno de nosotros) que sufre el padre. El tercero la muerte, la de la madre y la anunciada muerte del padre, que no llegaremos a presenciar pero que marcará el desenlace de la obra.
Por medio los entresijos de una familia destrozada tanto por la enfermedad, por la muerte y por los recuerdos. Espinosa nos sitúan de lleno en el epicentro de un terremoto familiar causado por el acontecer propio de la vida, que se asemeja, aunque de una forma mucho más trágica, a aquellas inercias que marcan la evolución de cualquier familia.
Si bien Els nostres tigres beuen llet no nos explica nada nuevo, o casi nada, del «universo espinosa». La obra es un compendio de temas, de situaciones e incluso de actores habituales que ya conocemos del autor. De esta forma, la propuesta atraerá a aquellos que compartan el cosmos de ideas y principios espinosianos y no gustará a aquellos que no apreciaron los intentos previos del autor. La obra posee además un planteamiento algo abstracto y complejo que puede dificualtar su recepción por parte del espectador.
Espinosa ha optado en Els nostres tigres beuen llet por una actuación minimalista, esto es, a excepción de Benito, el resto de los actores, ya sea en su representación juvenil o adulta, no poseen grandes discursos (en extensión digo) ya que la obra se construye con la suma de los breves textos de cada uno de sus 13 protagonistas. De esta forma pesa más, la mayoría de las veces, la situación escénica que los diálogos entre los mismos protagonistas. Permítanme, sin embargo, que destaque la actuación de Andreu Benito, una de aquellas presencias que llenan el escenario y que derrochan un potencial interpretativo aposentado con el paso de los años. Algo que Espinosa sabe muy bien, y que aprovecha al hacer girar la trama alrededor de la figura y actuación del personaje encarnado por Benito.
A la suya, se suman las interpretaciones de seis jóvenes promesas (Jaume Madaula, Carlos Cuevas, Mikel Iglesias, Daniel Sicart, Albert Baró y Clara de Ramon) y de cuatro actores y una actriz con holgada experiencia (Francesc Garrido, Joan Carreras, Andrés Herrera, Andreu Rifé y Àngela Jové), a la que se suma la actuación del propio Espinosa.
La obra realiza, además, un continuo homenaje al cine, ya sea por el oficio del padre, director de cine al que su enfermedad le obliga a rodar una película para poder explicar a sus hijos lo que sucedió en el pasado; los nombres de los cinco hijos o el propio rodaje fantasmagórico de la ficticia película… Todo ello nos sumerge en la magia del cine (en el teatro), y nos permite entender la influencia que el arte cinematográfico tiene en la vida de muchos de nosotros.
Els nostres tigres beuen llet es un paso más en la actividad creativa de Espinosa que, por desgracia, no nos muestra mucho más de lo que ya sabíamos. Sin embargo posee parte de esa magia que el autor sabe dar a todo aquello que toca, ya sea en la escritura de libros o en, y permítanme que lo cite con fervor emotivo, en la guionización de la película Herois (Pau Freixas, 2010), una de aquellas joyas que iluminan la cartelera cinematográfica muy de tanto en tanto.
Así, pues, ya lo saben… después de leer esta reseña han de proceder ustedes mismos y decidir si van a ver Els nostres tigres beuen llet o no… Yo les recomiendo que no se lo piensen tanto… si son fans de Espinosa la obra les saludará amablemente, sin ninguna pretensión… si no lo son descubrirán o reencontrarán un universo que al menos por su carácter vital y positivista vale la pena. Y si les gusta el teatro contemplarán una propuesta interesante en formatos y conceptos.
«Els nostres tigres beuen llet» se representa en el TNC del 20 de diciembre de 2012 al 3 de febrero de 2013.
Dirección: Albert Espinosa
Reparto: Andreu Benito, Francesc Garrido, Joan Carreras , Andrés Herrera, Albert Espinosa, Andreu Rifé, Jaume Madaula, Carlos Cuevas, Mikel Iglesias, Daniel Sicart, Albert Baró, Àngela Jové, Clara de Ramon y Òscar Blanco
Escenografía: Max Glaenzel
Vestuario: Berta Riera
Iluminación: Kiko Planas
Sonido: Pepe Bel
Producción: Teatre Nacional de Catalunya
Horarios: miércoles a viernes a las 20:00 horas; sábado a las 17:00 y a las 21:30 horas y domingo a las 18:00 horas.
Sábado 5 de enero de 2013, función única a las 21:30 horas.
A partir del 9 de enero, también miércoles y jueves a las 17:00 horas. Precio: de 19,05 a 38,09 € Coloquio: viernes 11 de enero de 2013 Audiodescripción: sábado 26 de enero de 2013 Espectáculo recomendado a partir de 12 años