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Crítica cinematográfica: Wonder Wheel, de Woody Allen

A sus ochenta y dos años recién cumplidos, Woody Allen sigue en buena forma y mantiene la cita anual con sus seguidores con el estreno de Wonder Wheel, un espléndido drama con toques de tragedia griega ambientado en Coney Island durante los primeros años cincuenta, un film que sigue la línea establecida en 2013 con Blue Jasmine y que, como aquella, a buen seguro reportará enormes alegrías a su protagonista, una Kate Winslet sensacional, capaz de defender un personaje (Ginny) emocionalmente inestable y que sostiene la película con su presencia en la mayoría de las escenas.

A punto de cumplir los cuarenta, Ginny comprueba que su vida nada tiene que ver con aquello que había soñado en su juventud: fracasó en su intento de ser actriz, su primer matrimonio no funcionó, encontró refugio en otro hombre desdichado (Humpty, responsable de los caballitos del parque), pero tampoco él supo hacerla feliz; además, es incapaz de controlar las tendencias pirómanas de su hijo. En ese momento de máxima frustración vital aparece en su camino Mickey (narrador de esta historia), un socorrista aspirante a escritor que se convertirá en el hombre que tanto anhelaba. Sin embargo, la llegada de su hijastra (Carolina), perseguida por la mafia, pondrá en riesgo ese momentáneo oasis de felicidad.

Justin Timberlake y Kate Winslet, en una imagen de la película.
Justin Timberlake y Kate Winslet, en una imagen de la película.

Wonder Wheel es el desolador retrato de una mujer compleja, voluble, protagonista de una historia de pasión, de celos, de arrebatos que implican consecuencias imprevistas, un personaje que Winslet (capaz de eclipsar a sus compañeros de reparto) hace brillar, con dos soliloquios impresionantes ante su amante (el primero, cuando le confiesa su pasado, y, el segundo, en la conversación final entre ambos); su contrapunto es Carolina, a quien Juno Temple dota de una especial dulzura e inocencia desde el primer instante en que aparece en pantalla (rímel corrido y con la famosa noria a su espalda). Por su parte, James Belushi defiende con acierto a Humpty, mientras que Justin Timberlake es el seductor aspirante a escritor (Mickey) que interpela al espectador desde su puesto de vigilancia en la playa.

Allen presenta una visión pesimista y oscura de la vida, utiliza un entorno en apariencia idílico (el parque de atracciones de Coney Island) para esbozar un drama desprovisto de cualquier indicio de sentido del humor (tan solo el niño pirómano funciona como gag recurrente), con guiños cómplices a las piezas de Tennessee Williams y al cine de la época (Winchester 73), y en el que destaca el enorme trabajo de Vittorio Storaro para iluminar ese parque de atracciones de aire crepuscular.

Así, un año más Woody Allen firma una nueva película (¡y ya van cuarenta y siete!). Y un año más, surgirá la misma pregunta: ¿Está al nivel de sus mejores films? Esta es, sin duda, una cuestión difícil de responder si tenemos en cuenta que entre sus cintas más clásicas hay indiscutibles obras maestras. Sea como sea, lo que sí es cierto es que Wonder Wheel no desentonará entre los títulos más recordados del cineasta neoyorquino.

Título: Wonder Wheel
Dirección: Woody Allen
Intérpretes: Kate Winslet, Justin Timberlake, Juno Temple, James Belushi, Max Casella, Marko Caka, Jack Gore
País: USA
Duración: 101 minutos
Género: Drama
Guión: Woody Allen
Fotografía: Vittorio Storaro

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Escrito por: Robert Martínez

Crítica teatral: Marits i mullers, en La Villarroel

Si el público relaciona con algún medio a Woody Allen, este no es otro, qué duda cabe, que el del cine. Allen es uno de los directores más significativos e influyentes, con una carrera que se inicia como guionista en la década de los 50 y que se mantiene activa en la actualidad. Por eso puede sorprender al público que Allen aterrice en Barcelona sobre los escenarios, con una adaptación teatral de Maridos y mujeres (1992) dirigida por Àlex Rigola e interpretada por Andreu Benito, Joan Carreras, Mònica Glaenzel, Sandra Monclús, Lluís Villanueva y Mar Ulldemolins.

«Andreu, escritor y profesor de literatura, y su mujer Mónica, que trabaja en una revista de arte, no pueden creerse que sus mejores amigos, Sandra y Joan, aparentemente una pareja perfecta, hayan decidido separarse. A partir de esta noticia, ellos mismos empezarán a plantearse si su matrimonio se basa o no en una relación realmente sólida».

Como su título indica, la obra trata sobre el mundo de la pareja y las contracciones que se acumulan en ella con el paso del tiempo. No descubro nada nuevo si afirmo que no hay misterio mayor, en el plano emocional, que el funcionamiento de una pareja, ya supere esta los diferentes obstáculos que se le presentan en la vida o se vea afectada por crisis de subsistencia más o menos serias. No existe, pues, un planteamiento escénico más complicado que el que intenta analizar la naturaleza de la pareja, sea esta del tipo que sea.

De ahí que el resultado, escrito por Allen y adaptado por Rigola, sea eso, una propuesta enmarañada, esto es, un relato con escenas trazadas, giros, vericuetos y más de una sorpresa. Marits y mullers nos muestra el día a día de dos parejas, una que se mantiene y otra que se desintegra, a través de toda una serie de secuencias que se precipitan una detrás de otra, como la vida misma. Por esta razón, los actores siempre están sobre el escenario, ya sea interpretando a sus personajes o a la espera de incorporarse a la representación en cualquier momento.

La puesta en escena de la obra intenta potenciar la cercanía del espectador al recorrido emotivo de los personajes, por lo que sobre un escenario central veremos poco más que una mesa baja rodeada por varios sofás, ocupados indistintamente por los actores y los espectadores, hecho que favorece la intimidad de las situaciones que nos son mostradas. Una proximidad fomentada, además, por el hecho de que los personajes conservan en la representación los nombres de pila de los actores.

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En relación al reparto, el trabajo de casting ha sido mucho más que provechoso. A Andreu Benito, el alter ego de Woody Allen, Joan Carreras y Lluís Villanueva, todos en muy buena forma, se ha de sumar la interpretación de Mònica Glaenzel, Sandra Monclús y Mar Ulldemolins, que se dejan imbuir por los reflejos emocionales de los personajes femeninos a los que interpretan.

Aún así, y reconociendo el acierto del casting, la calidad de las interpretaciones y de la dirección, el contexto de la obra se nos hace algo lejano. Quiero decir con esto que se hace difícil para el espectador entender unos comportamientos y unas formas de ser tan lejanas y tan carismáticamente neoyorquinas como las que se nos muestran. De esta manera, y aún el esfuerzo que el director y los actores han invertido en la obra, algunos comportamientos no acaban de cuadrar con los actores que los interpretan, lo que provoca que el resultado final pierda algo de credibilidad.

Marits i Mullers representa, además, un trabajo laborioso de adaptación de un texto muy peculiar, que Rigola ya conoce, ya que él fue el responsable de una primera adaptación del guión de Allen para el Teatro de la Abadía de Madrid en el año 2013. De lo que se deriva que Rigola ha hecho el texto suyo, lo que le permite llevar a cabo una dirección precisa y envolvente de la obra, ayudado, claro está, por la interpretación destacada de unos actores y actrices que se sienten muy cómodos sobre el escenario.

Una obra recomendada, pues, para aquellos a los que les gusta analizar el mundo de la pareja, y para los que disfrutan con las historias escritas y dirigidas por Allen, una mirada muy personal que estará en cartelera en La Villarroel hasta el 10 de enero de 2016..

«Marits i Mullers» se representa en La Villarroel del 18 de septiembre al 29 de noviembre de 2015.

Basado en el guión de: Woody Allen
Dirección y adaptación: Àlex Rigola
Reparto: Andreu Benito, Joan Carreras, Mònica Glaenzel, Sandra Monclús, Lluís Villanueva y Mar Ulldemolins
Escenografía: Max Glaenzel
Vestuario: Silvia Delagneau
Iluminación: Maria Domènech
Realización de la escenografía: Teatro de La Abadía
Producción: Heartbreak Hotel, Teatro de La Abadía, Trànsit Projectes y La Villarroel

Horarios: de martes a viernes a las 20:30 horas; sábados a las 18:00 y a las 20:30 horas y domingos a las 18:00 horas
Precio: de 24 a 28 €
Duración: 1 hora y 30 minutos
Idioma: catalán

NOTA CULTURALIA: 8,5
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Jorge Pisa