Llega al Romea Edipo. a través de las llamas, una reflexión sobre el héroe y la búsqueda de la verdad que reelabora el clásico de Sófocles desde una perspectiva crítica y postmoderna.
«Edipo duerme, al borde de un camino, hasta que despierta al escuchar la voz de una extraña presencia; un hombre, que, oculto bajo un casco de metal, comienza a hablarle acerca de un monstruo, una ciudad y una recompensa. Edipo, desconfiado, rechaza la invitación del misterioso caballero, que no duda en seguir insistiendo hasta conseguir que Edipo se desvíe de su camino, se enfrente al monstruo y, convertido en rey, termine entrando en la ciudad de Tebas.»
Ya sabéis que la revisitación de un clásico tiene siempre la capacidad de hacernos reflexionar sobre nosotros mismos y sobre los problemas que arrastra nuestra propia sociedad. Y la trama del Edipo de Sófocles, que constituye el armazón de la propuesta escrita por Paco Bezerra y dirigida por Luis Luque, no es una excepción, ya que se basa en la tragedia griega para plantearnos la realidad que subyace en el heroísmo y la el conocimiento, valores estos devaluados en el mundo actual.
A través del mito seremos testigos del futuro que le espera al héroe, Edipo, al intentar remediar los problemas de Tebas, la ciudad de la que es rey, impotente ante las consecuencias que sus acciones van a provocar. Vamos, la trama típica que envuelve al héroe clásico griego.
La propuesta que llega al Romea, coproducida por el Festival de Mérida y el Teatro Español, no por otra es la adaptación de un clásico, actualiza el contexto escénico, ubicando la acción en un espacio indefinido, en el que la historia se va desarrollando entre tonos fríos y ante las imágenes que se nos muestran en una gran pantalla, que, sin duda, enlaza la trama con el mundo multipantalla actual. La dirección de Luque hace centrar la atención en los actores y especialmente en la vigorosa interpretación de Alejo Sauras, que encarna al desdichado rey Edipo, que poco a poco irá descubriendo las fatídicas consecuencias de sus acciones. Sauras está acompañado en el rol femenino principal por Mina El Hammani que da vida a la desdichada reina Yocasta. Ambos están acompañados a modo de coro clásico silencioso, de un elenco que representa, en parte, lo ominoso de la existencia humana.
Edipo. A través de las llamas nos permite, así, reflexionar, como ya os dije, sobre el destino que cada uno de nosotros y de nosotras intenta fraguar a lo largo de su existencia, y como a veces, la vida se puede torcer, ya sea por la voluntad de los dioses o por la resistencia propia de la realidad que nos rodea. Y es en esas situaciones en las que el heroísmo personal hace acto de presencia, y nos dirige hacia el destino que cada uno de nosotros y de nosotras debemos alcanzar.
Perdón, me equivocaba!! Eso es tan solo la trama de una antigua tragedia griega, escrita por un antiguo autor griego. Se me olvidaba que en el mundo en el que hoy vivimos la tenacidad, el heroísmo y, sobre todo, la voluntad de conocer la verdad, tienen un valor muy pero que muy relativo.
Os presentamos hoy una entrevista con Joel Minguet, actor y alma mater de Lorca que se representa hasta el 5 de mayo en el Off Side del Teatre Romea. Un espectáculo que transita a través de poemas, epistolas y sentiminetos por la amistad que forjaron dos genios como Dalí y Federico García Lorca. Una pequeña pieza pero con grandes dimensiones.
El joven Lorca, Dalí, literatura, pintura, música… Háblanos un poco de cómo surgió la idea y de cómo se desarrolló el proceso creativo.
Topo comenzó hace un par de años. Me rondaba la cabeza la idea de hacer algo sobre Lorca. No sabía qué, no tenía idea. Venía de una época de mucho trabajo y cuando acabé hice una parada. Después comencé a recopilar información, a leer su obra, e hice un poco de inmersión en lo que es la persona de Lorca. Decidí entonces cargar la moto con la guitarra y me dirigí a la costa este de Francia y estuve allí durante un mes. Los últimos 15 días hice campamento base en Cadaqués. Iba leyendo, hablando con gente y me di cuenta de la huella que había dejado Lorca en la zona, de su amistad con Dalí. Me hablaron de un libro que se titula Querido Salvador, querido Lorquito, que recoge la correspondencia que mantenían ellos dos, y a partir de aquí estiré del hilo. Y pude ir acotando la inmensidad de Lorca en sus años de juventud, en la época que vivió en la Residencia de Estudiantes, de 1919 al 1927, cuando conoció a Dalí, Buñuel, Unamuno, Alberti. Seguí tirando del hilo y encontré que podía mezclar estos diferentes lenguajes, desde la poesía, las cartas, el anecdotario que servía de hilo conductor y los monólogos de principio y final que se convierten el envoltorio de la obra. Fue un proceso creativo muy natural, sin una idea de inicio y poco a poco me he ido encontrando lo que ahora mismo es la obra Lorca.
Cantautor, recitador, trovador, cuentacuentos, parlautor (hablautor). Dónde crees que se puede ubicar mejor tu obra?
A mí me gusta mucho el concepto de parlautor (hablautor), que proviene del de cantautor. Todo viene de una anécdota. Hace unos años me propusieron hacer un espectáculo musicando canciones antiguas mías, de hacía unos 20 años. Yo no me acababa de sentir a gusto. Mi tesitura de voz había ido cambiando. Se lo comenté a Marcos Bayón, que es quien me ha producido el disco de Lorca, y él me dijo entonces, claro Joel, tú más que cantar tendrías que recitar. Tienes una voz de actor trabajada. Mira cuáles son tus influencias: Lou Reed, Leonard Cohen, Tom Waits… A partir de aquí fue apareciendo la idea de parlautor, emulando al cantautor, y creo que el espectáculo Lorca tiene mucho de esto.
Te has empapado de la obra de Lorca para crear este espectáculo. Qué ha quedado de Lorca en Minguet? Cómo te ha afectado? Te ha dejado algún resto?
Tenía muy claro desde el principio que no quería tratar este material de Lorca desde el conocimiento. Existen muchos trabajos y especialistas de Lorca… Yo quería tratarlo desde la barriga, desde un lugar mucho más emocional, porqué ese ha sido el proceso natural con el que me he ido encontrando. Y claro, después de un año y medio picando piedra, trabajando y poniendo el corazón evidentemente te vas empapando. Por ejemplo, cuando hice la elección de los poemas recitados fue como si hiciera una playlist, los poemas me gustaban porque me conectaban con alguna cosa, y cuando tuve los poemas escogidos, fui creando la dramaturgia.
Por eso, si al espectador un verso, una palabra, un acorde de guitarra o una expresión le toca en algún lugar y le hacen volar, el objetivo está conseguido. Y por eso el espectáculo es tan atmosférico, y juego en él con los efectos sonoros, con los delays, el chorus, las reverbs largas para buscar esa emocionalidad y la atmosfera que nos lleva a conectarnos con la emoción. Yo me conecto y de alguna manera es lo que busco con el público. Ir de la mano en este viaje y que nos pasen cosas, que te toquen un lugar y que te olvides de todo lo demás.
Cómo ves la intensa relación de amistad entre Lorca y Dalí? Háblanos un poco más de la etapa lorquiana de Dalí y de la etapa daliniana de Lorca.
En el espectáculo aparece y transitamos por ello, son unos artistas tan polifacéticos y la influencia de uno sobre el otro era tan bestia… Entre Dalí y Lorca la influencia era capital, Por ejemplo, a Dalí se le puso entre ceja y ceja que Lorca dibujara y en 1927 escribe la reseña de la exposición de dibujos que se hace de Lorca en la Galería Dalmau de Barcelona. También Lorca animaba a escribir a Dalí y en 1928 Francisco García Lorca, hermano de Federico y director literario de la revista granadina El gallo, publica en español el artículo San Sebastián de Dalí.
Claro, Lorca son sus poemas, es su teatro, pero también son sus dibujos, su música… Eran artistas multidisciplinarios. En la obra la influencia de ambos se nota, fruto de la amistad, de un juego de seducciones que construyeron entre ambos. Lorca tuvo una época en que estuvo enamorado de Dalí, y todo esto está en ellos. La obra se centra en la época de la Residencia de Estudiantes y en las estancias de Lorca en Cadaqués. Una época en la que la amistad entre los dos y la influencia era brutal. Uno bebía del otro. En esto me he querido centrar en el espectáculo.
Me ha sido imposible no recordar los arreglos de Paco Ibáñez a la hora de musicar los textos. Ha sido una influencia? Háblanos del disco producido al mismo tiempo que la obra. Fue fácil musicar los versos de Lorca?
La influencia de Paco Ibáñez es inevitable. Me emociona lo que dices porque mi padre había sido representante de Ibáñez. Y lo he mamado mucho desde pequeño. He ido a muchos conciertos de Ibáñez a los que me llevaba mi padre. Aún así, la influencia de Paco Ibáñez en el espectáculo no la he buscado, ha salido de forma natural.
Musicar los textos ha sido muy natural, muy espontáneo. Yo comencé a tocar la guitarra con ocho años. Yo de pequeño soñaba con ser músico. Esta era mi ilusión. Pero la vida me llevó hacia la interpretación. Y la música se quedó en un ámbito no profesional. Y ahora con este Lorca es cuando las dos cosas se han unido. Por ello la composición de la música no fue difícil, fue algo muy natural. El espectáculo me pedía guitarra. Por ello me siento muy cómodo. Y por otro lado como la música ha nacido de esta espontaneidad es muy fresca, muy natural, fluye de una manera por mi cuerpo franca y honesta. La música y la palabra van de la mano en la obra.
El resultado musical incluye recitación, canción y toda una serie de onomatopeyas y efectos sonoros y musicales. Háblanos un poco de todo esto. Requerimiento de producción o una voluntad, también, de actualizar a Lorca?
Grabar el disco del espectáculo ha sido el gran trabajo. Yo no había grabado un disco en mi vida, ni pensaba en hacerlo. Pero fue apareciendo a medida que el espectáculo iba creciendo. Cuando Lorca llegó al Off-side del Romea, Jordi Musquera productor y uno de los grandes valedores de la propuesta, me dijo: Joel, hemos de hacer un disco de esto. Gravé los previos de voz y guitarra en Prasat Studio. Los primeros resultados que me envió fueron «guau, es impresionantes, pero para el Sonar de día». Yo quería que el disco oliera, hiciera olor al espectáculo. Esta ha sido una de las grandes dificultades, al intentar ser fiel a Lorca.
Con el espectáculo no quería tan solo desarrollar la voz y la guitarra sino que quería darle un plus. Y este plus nos lo daba la tecnología. Jugar con los delays, con las reverbs largas, con las que se crea la atmósfera del espectáculo. Por otro lado, el espectáculo tiene un escenario vacío, con dos guitarras, una flamenca y una española y un rack de efectos sonoros en los pies.
Lorca, Margarida Xirgu, Teatre Romea… La elección del escenario fue casualidad o una elección buscada?
Carles Canut, director del Teatre Romea, es el máximo valedor del espectáculo. En el momento en el que le hice la propuesta y la escuchó lo vio clarísimo. Yo buscaba un lugar en Barcelona que tuviera una solera o conexión con la obra. Ciertamente Margadida Xirgu era la actriz fetiche de Lorca. ¿Cuántas noches Margarida Xirgu estuvo en el Romea? Existen muchas historias de la Xirgu en el Romea. Era un sueño que poco a poco se iba haciendo realidad y a la vez poco buscado en un inicio.
Con este espectáculo han ido pasando una serie de cosas de forma natural. La propuesta que le hicimos a Canut fue también muy fácil, ya que él es un gran amante de Lorca. Así, poder cerrar el ciclo Off-side del Romea este año con este espectáculo es un regalo. Y es que todo esto, Lorca, la Xirgu está en el Romea… El espacio es ideal para un espectáculo como Lorca. Siempre hemos intentado que los espacios donde representáramos la obra tuvieran una energía, que por sí solo formen parte de la escenografía.
Cómo crees que viviría Lorca en un mundo como el nuestro?
Lorca está en el imaginario de todos. Lorca, lo digo en el espectáculo, era un ser nacido para la libertad. Yo lo siento tan actual, era tan atemporal… Cómo se sentiría él ahora, esto no lo he querido obviar en el espectáculo. La obra se centra en la época de juventud, pero hago una elipsis al final, un monólogo final que es una bofetada sin mano. Habla de aquellas España, un pueblo de mancos, un país de paletos manipulables. Se lo cargaron. Lo fusilaron con 38 años. Alguien que con 38 años hizo todo lo que hizo, si no lo hubieran matado no me puedo imaginar a dónde hubiera llegado, seguramente hubiera sido un Nobel.
Su obra en general es tan bestia, es tan inmensa que hoy en día forma parte de nosotros. Mi objetivo no es polemizar, el espectáculo tiene otra línea, muy diferente… abarca una época de luz de Lorca, pero no he querido pasar por alto este tema, de cuál fue su final y que fue una tragedia. Hoy en día, creo que estos delays y estos efectos sonoros se le quedarían cortos, experimentaría, era tan avanzado a su tiempo… es que era atemporal.
Tienes en tu historial trabajo en el teatro, en el cine, en la televisión, como músico, como docente. Dinos en qué estás trabajando, si tienes algún nuevo proyecto y en qué ámbito?
Yo espero que este espectáculo tenga un recorrido largo. Llevamos un año y medio con él, pero justamente ahora está comenzando. Espero que en el Romea lo pueda ver mucha gente, y que a partir de aquí podamos viajar por Cataluña, por España y quién sabe. Pero espero que tenga un largo recorrido. Creo que este espectáculo me acompañará mucho tiempo…
Aún así, en estos momentos he comenzado ensayos de un espectáculo teatral que se llama Human de la productora Dactilar, una producción medio inglesa y medio de aquí, que estrenaremos el 1 de junio en Barcelona. Es una obra de teatro con texto de Pepe Castejón, un texto maravillos. Y ahora en estos momentos estoy compaginando los ensayos de una cosa y la otra, conviven los dos textos en mi cabeza. En Human yo estoy solo como actor, pero Lorca es algo mío que he ayudado a concebir, y estará mucho tiempo conmigo. Espero y deseo que guste, y que tenga su vuelo. A ver dónde nos llevará.
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Como os decía en la anterior crítica, este año el Festival Grec posee un claro adn político, en un esfuerzo de acercar el teatro a la realidad que nos rodea y que a veces nos sobrecoge. Este también es el caso de Esplendor, de Abi Morgan, dirigida por Carme Portacelli, una obra interpretada por Míriam Iscla, Lluïsa Castell, Gabriela Flores i Laura Aubert que nos habla del final de un régimen y de una realidad que está justo a punto de desaparecer.
“En una sala opulenta del Palacio Presidencial de un tirano europeo cuatro mujeres mantienen una frágil capa de cordialidad civilizada mientras fuera, con un clima terrible, una guerra se va acercando cada vez más. Una fotógrafa corresponsal de guerra espera el retorno del tirano, del presidente. Ella ha venido para hacerle una foto. La mujer del presidente, su mejor amiga y una intérprete le esperan con ella. Zapatos de Prada, vasos de vodka… hacen pasar el tiempo de espera. Él llega tarde, muy tarde… Las cuatro mujeres tienen secretos y sospechas. Las cuatro están en peligro”.
Esplendor es una obra que, así a primeras, nos propone un título algo confuso, ya que más que mostrarnos un momento de apogeo de un régimen político, lo que evidencia es justamente lo contrario, es decir, el episodio de hundimiento final de una realidad política a través de cuatro mujeres relacionadas de alguna forma con el presidente al que se está a punto de derrocar. De ahí que la obra pretenda, en parte, reflexionar sobre el poder y sobre lo frágil que este puede llegar a ser, a veces. Una reflexión con un claro toque femenino, propio de Morgan, autora de guiones como Shame, Sufragistas o La Dama de Hierro.
Las cuatro mujeres (Míriam Iscla, Lluïsa Castell, Gabriela Flores y Laura Aubert) nos detallan lo que pasa en la sala del palacio presidencial a través de un relato narrativo que se irá enriqueciendo con las vivencias y las opiniones de cada una de ellas. De ahí que la confusión prevalezca a menos en los primeros momentos de representación, ya que el espectador será testigo de la misma escena en varias ocasiones, aunque relatada desde diversos puntos de vista, algo que le obligará a estar muy atento a lo que se hace y se dice sobre el escenario.
Por lo que respecta a la puesta en escena, la acción se desarrolla en un espacio dominado por un piano cubierto por bebidas, vasos y copas, hecho este que nos permite confirmar lo privilegiado de su situación y que podremos corroborar al conocer la situación del país de la mano de las cuatro mujeres reunidas. Puede incluso, que estemos asistiendo al último festín organizado por el presidente de la nación.
Y el tema que pretende analizar la obra, que no es otro que el poder o el “final” del poder, queda algo difuso, primero porque nunca sabremos en qué país se desarrolla la acción y porque la reflexión se queda en la mayor parte en titulares, aquellos que acostumbramos, por desgracia, a ver en los informativos y que en pocas ocasiones van más allá de una simple exposición.
La directora, Carme Portacelli ya nos propuso una reflexión acerca del poder o del poder tirano en El president de Thomas Bernhard, estrenada en el TNC el año pasado. En aquel caso la configuración de la obra era en parte similar a la de Esplendor, si bien en este caso a la obra le falta algo más de profundidad y de espíritu combativo, con el cual capturar al espectador y llevarlo a meditar sobre la realidad política actual. Una lástima ya que la temática y la producción prometían, ciertamente, algo más.
Por lo que respecta a las interpretaciones, todas las actrices están correctas, aunque parece que la trivialidad de la obra en general no les ayuda a elevar sus interpretaciones. El único momento en el que la emoción se desparrama sobre el escenario es hacia el término de la obra en el que la primera dama (Míriam Iscla) nos ofrece un acto final de valentía vital.
Esplendor es una obra compleja, posiblemente demasiado, en su desarrollo escénico e interesante en el tema que trata, que obliga al público a permanecer atento, si bien este es un esfuerzo del que no se extrae demasiado provecho, ya que el espectador abandona el teatro con la sensación de no haber obtenido impulso visceral o reflexivo alguno. Toda una lástima.
Autora: Abi Morgan
Directora: Carme Portaceli
Traducción: Neus Bonilla Benages y Carme Camacho Pérez
Intérpretes: Míriam Iscla, Lluïsa Castell, Gabriela Flores y Laura Aubert
Espacio escénico: Anna Alcubierre
Banda sonora: Jordi Collet
Vestuario: Antonio Belart
Iluminación: Ignasi Camprodón
Horarios: de martes a sábado a las 21:00 horas y domingos a las 18:30 horas Precio: 18 – 28 € Duración: 1 hora y 40 minutos Idioma: catalán
Seguramente no existen personajes históricos más conocidos y representados que los de César y Cleopatra, a los que hemos visto en innumerables películas, series, obras de teatro y de los que hemos leído en innumerables libros. De ahí que no sea una novedad volvernos a encontrar con ellos en el Romea en César & Cleopatra, una obra creada por Emilio Hernández, dirigida por Magüi Mira e interpretada por Ángela Molina, Emilio Gutiérrez Caba, Ernesto Arias y Carolina Yuste.
“En el limbo de la eternidad César y Cleopatra, dos de los mayores hitos del poder y la seducción se reencuentran en 2015. Dos amantes, dos cómplices, dos aliados, dos formas de ejercer el poder, como hombre y como mujer, se enfrentan o se suman. Desde su perspectiva de hoy recuerdan, ironizan y debaten sobre lo que vivieron y lo que han visto suceder en el mundo desde aquel lejano día de su muerte”.
César & Cleopatra es una producción avalada por su estreno en el año 2015 en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, si bien sus atributos no acaban de estar a la altura de las expectativas. La obra se estructura como un reencuentro en la actualidad de las almas de César y Cleopatra que dispondrán de un breve espacio de tiempo, poco más de hora y media, para rememorar sus historias y su apasionada relación amorosa.
La obra, sin embargo, pretende demasiado y alcanza poco de su objetivo final debido a una producción algo escasa y a una dramaturgia y dirección endebles. La obra desdobla físicamente a los personajes de César y Cleopatra para poder diferenciar las reflexiones de los protagonistas en 2015 de los actos de los personajes en el siglo I a.C. Aunque la idea es buena, la representación se pierde al llevarnos del humor fácil a la reflexión falsamente profunda, con un intento, eso sí, de reivindicar la figura política de Cleopatra, algo, esto último, muy en boga en la reconsideración histórica actual sobre su figura. A los vaivenes de la obra en este sentido se suman anécdotas históricas de la vida de los personajes algo banalizadas y reflexiones sobre la actualidad con un toque aleccionador.
Por lo que respecta a la documentación de la obra, si bien el inicio guarda una interesante relación con la historicidad de los personajes, la parte final del espectáculo falla en la configuración del relato, en un intento de obviar el papel de Marco Antonio, heredero del poder de César y de su historia de amor con Cleopatra, convirtiendo el relato escénico en casi ininteligible y dando a la representación un final trágico, teatralmente hablando.
Como veis, pocas cosas en la obra son a destacar. La dramaturgia falla al retratar y relatarnos la vida de personajes históricos (algo bastante habitual en las adaptaciones teatrales); la dirección, en este caso a cargo de Magüi Mira, carece de la lucidez o de la fuerza necesaria para guiar el proyecto, por otra parte interesante; a lo que se suma una producción “económica”, una opción que si bien en el teatro de Mérida, donde se estrenó la obra, se puede equilibrar gracias al esplendor patrimonial del escenario, desdibuja la obra en cualquier otro espacio, y unas actuaciones que caen en un grado de medianía que no es el propio de actores como Caba o Molina.
César & Cleopatra es una propuesta decepcionante, algo que nos recuerda que a pesar de la elección de personajes célebres o de temáticas atractivas (el poder y la manera de ejercerlo…) lo importante en cualquier proyecto escénico reside en la urdimbre de la dramaturgia, en la composición del ritmo escénico y en el acierto de la dirección. Sin eso, cualquier obra teatral corre el riesgo de naufragar en su intento de alcanzar buen puerto.
Autor: Emilio Hernández
Dirección: Magüi Mira
Reparto: Ángela Molina, Emilio Gutiérrez Caba, Ernesto Arias y Carolina Yuste
Iluminación: José Manuel Guerra
Coreografía: Nuria Castejón
Música original: David San José
Ambientación vestuario: María Calderón
Producción: Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y Pentación Espectáculos
Horario: de miércoles a sábado a las 20:30 horas y domingos a las 18:00 horas Precios: de 18 a 24 € Idioma: castellano Duración: 1 hora y 30 minutos
Solo hace falta echar una ojeada por los noticiarios televisivos para ser conscientes de que la migración es un problema cada vez más acuciante para un número mayor de países. No solo existe el miedo a lo “foráneo”, sino también el temor a las consecuencias que puede provocar en el entorno de acogida la llegada masiva de personas que poseen una cultura y una forma de vida diferente. De ahí que sea idóneo el estreno de Panorama des del pont, una reflexión sobre la inmigración italiana a EE.UU en la década de los años 50 enmarcada en una historia de pasión prohibida, escrita por Arthur Miller, dirigida por Georges Lavaudant e interpretada por Eduard Fernández, Jordi Martínez, Mercè Pons, Marina Salas, Marcel Borràs, Pep Ambròs, Rafa Cruz y Sergi Vallès.
“En 1955, diez años después del desenlace de la Segunda Guerra Mundial, la inmigración ilegal es una realidad generalizada en los Estados Unidos. Eddie Carbone, un honrado trabajador de origen italiano, vive obsesionado por la pasión devastadora que siente hacia su sobrina, a quién recogieron él y su esposa tras quedarse huérfana. Una situación insostenible que le superará, le hará traicionar a su familia y romperá la ley del silencio establecida entre los trabajadores, mayoritariamente inmigrantes, del puerto de Nueva York”.
La propuesta teatral parte de una base que además de actual es íntegra, ya que nos presenta el problema desde el punto de vista general y particular. El primero nos relata el esfuerzo de millares de europeos, en este caso italianos, por alcanzar una vida mejor en Norteamérica; el segundo nos muestra el infierno familiar que se cuece en el hogar de uno de aquellos que han conseguido instalarse en el Nuevo Mundo. Así, pues, el texto de Miller nos habla, como ya lo hiciera en Muerte de un viajante y en otras de sus obras, de la realidad americana, y más concretamente de aquella que no conseguía subirse al “sueño americano” y que poseía facetas más miserables.
Sin embargo la propuesta carece de la fuerza necesaria para acabar imponiéndose. La adaptación de la obra ha comportado cambios en la narración, como la potenciación del personaje del abogado Alfieri (Jordi Martínez) como el narrador de la historia que se vierte sobre el escenario. Por otra parte, la escenografía, ágil e innovadora, crea un espacio demasiado frío y vacío como para favorecer el desarrollo de la trama, a lo que se suma una “comedización” de la historia que esta no poseía en su origen. Por último, la actuación de Eduard Fernández, la que provee de mayor intensidad a la representación, no está siempre en el grado de tensión en el que debería. Este hecho, aunque atenuado por el trabajo actoral del resto del elenco, en el que destacan Jordi Martínez, Mercè Pons y Marcel Borràs, le restan credibilidad a la propuesta.
Superando estos aspectos, que nos son de poca importancia, la obra analiza una temática a la que no somos ajenos. La propuesta, pues, genera debate, si bien aunque el contexto general sea el de la inmigración ilegal, el meollo de la historia se centra en la tensión sexual y el deseo prohibido nacido en el seno de una familia de inmigrantes italianos, una fuerza que lo destruirá todo y que encaminará la historia hacia un final trágico, en el que ninguno de los personajes podrá luchar contra el destino ominoso que les afectará, de una forma u otra, a todos.
Georges Lavaudant nos presenta, pues, una obra con una puesta en escena innovadora y creativa a la vez que algo fría, un toque personal que caracteriza sus últimas producciones en suelo catalán como El misantrop en el TNC, estrenada en el año 2011. Una buena oportunidad, en definitiva, para ver que tienen que decir los clásicos del siglo XX de los problemas del siglo XXI. Una reflexión muy apropiada para los tiempos en los que vivimos y que, además, nos evidencia que los europeos también tuvimos que emigrar en el pasado, algo que a veces no recordamos todo lo bien que debiéramos…
Autor: Arthur Miller
Traducción: Joan Sellent
Dirección: Georges Lavaudant
Reparto: Eduard Fernández, Jordi Martínez, Mercè Pons, Marina Salas, Marcel Borràs, Pep Ambròs, Rafa Cruz y Sergi Vallès
Escenografía y vestuario: Jean-Pierre Vergier
Iluminación: Georges Lavaudant
Espacio sonoro: Jean-Louis Imbert
Producción: Teatre Romea y LG Théâtre
Horarios: de miércoles a viernes a las 20:30 horas; sábados a las 18:00 y a las 21:30 horas y domingos a las 18:00 horas. Precio: 18 a 24 € Idioma: catalán Duración: 2 horas (sin entreacto)
Como suele ser habitual, aquellos disfrutes de los que más esperamos son los que habitualmente más nos decepcionan. Y este es el caso de Sócrates, juicio y muerte de un ciudadano, la obra de teatro estrenada en el Teatre Romea el pasado 16 de julio en el marco del Festival Grec de Barcelona, escrita por Alberto Iglesias y Mario Gas, dirigida por este último e interpretada en su papel principal por Josep Maria Pou.
Parece, pues, así, que la expectación que uno tiene por el estreno de una obra, las más de las veces juega en su contra. En este caso, a un plantel de primera y una temática interesante, se le sumaba su paso por el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y una escenografía que, a simple vista, suscitaba grandes expectativas. Pero parece que el resultado final recorre un sendero que no es el que uno esperaba transitar.
«Sócratesserá juzgado y condenado por sus conciudadanos tras haber denunciado la corrupción en Atenas y haber advertido sobre el papel supersticioso y manipulador de la religión oficial. Acusado de despreciar a los dioses y corromper a la juventud, se negó a huir, como le proponían sus discípulos, cuando fue condenado a ingerir una copa de cicuta. Y su muerte acabó convertida en una de las más famosas de la historia».
La obra de Gas e Iglesias se convierte en el panegírico de un personaje histórico que renace sobre el escenario para recordarnos los males de la antigua democracia griega, y como corolario, los achaques y perversiones que envenenan a la nuestra. Pero el fresco escénico resulta ser demasiado frío y distante en la recreación del personaje. Sócrates se nos mostrará tan perfecto que se nos queda demasiado lejos, hecho este que impide a los espectadores familiarizarse con el protagonista e incluso con sus reflexiones.
A la obra además, le falta algo de ritmo y de profundización en el contexto histórico al que hace referencia. Sócrates se nos aparece en solitario, con sus ideas y reflexiones, pero separado, en parte de la realidad que le hizo ser Sócrates. Es de imaginar que esto es debido a la voluntad de facilitar la comprensión del público y de convertirla en una reflexión mucho más actual.
Asimismo la obra minusvalora a la mayoría de los actores que aparecen sobre el escenario. Tal como se desarrolla la representación, con dos a tres actores el esfuerzo interpretativo hubiera quedado más que completo. Y por último, la obra infrautiliza también el escenario, esto es, la disposición de los asientos de un espacio de reunión que debería enmarcar, al menos, un duelo dialéctico entre los diferentes personajes. Algo que el texto no apoya, ya que lo que presenciaremos principalmente son los monólogos de Pou-Sócrates, que se acaban imponiendo sobre todo lo demás. Toda una serie de yerros en la creación y la dirección que atenúan las posibilidades de éxito del proyecto.
Si hasta aquí he hablado, según mi opinión, de lo que no funciona en la obra, me toca ahora hablar de lo que sí que lo hace. Y en una primera acotación ha de quedar bien claro que las interpretaciones están a un nivel mucho más que notable, aunque esto tan solo se pueda decir de algunos actores, ya que los secundarios actúan tan poco que es difícil valorar su interpretación. Aún así, en varias ocasiones la representación es más académica que teatral, lo que no le hace sumar positivos a la obra.
En lo que respecta a las escenas, es digno destacar la defensa que Sócrates hace de sí mismo ante el tribunal, en la que se ha sabido reflejar la forma de razonamiento característica del filósofo ateniense, y la escena que protagoniza Jantipa (Amparo Pamplona), la mujer del Sócrates, uno de los escasos momentos que nos acercará al aspecto más humano del pensador griego.
Como ven, Sócrates, juicio y muerte de un ciudadano no es lo que podría haber sido, sobre todo si tenemos en cuenta la valía de los profesionales que están encima y detrás del escenario. Aún así, la obra nos permite ser conscientes de que los problemas sociales, económicos y políticos a los que se enfrentaban los griegos de hace 2.500 años son, más o menos, los mismos a los que nos enfrentamos nosotros. Si bien, hemos de tener presente que Sócrates no solo culpaba a los políticos y a los codiciosos del mal gobierno de la ciudad, sino que acusaba a todos aquellos que consideraban la riqueza y la ostentación un objetivo vital superior que el de la búsqueda de la verdad, algo que, por desgracia, nos inculparía a la mayoría de nosotros en nuestra incapacidad para distinguir de forma egoísta, entre lo que es bueno para uno mismo y lo que es bueno para todos.
Autor: Mario Gas y Alberto Iglesias
Dirección: Mario Gas
Reparto: Josep Maria Pou, Carles Canut, Amparo Pamplona, Pep Molina, Borja Espinosa, Ramon Pujol y Guillem Motos
Escenografía: Paco Azorín
Iluminación: Txema Orriols
Espacio sonoro: Àlex Polls
Sastrería: Rosario Macías
Producción: Grec 2015 Festival de Barcelona, Teatre Romea y Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida
Horarios: de martes a viernes a las 20:30 horas; sábados a las 18:30 y las 21:30 horas y domingos a las 18:30 horas. Duración: 90 minutos Idioma: catalán Precio: 18-28 €
No digo nada nuevo si afirmo que aunque los vecinos no nos son mostrados a la hora de comprar o alquilar una vivienda, su existencia puede llegar a ser un verdadero hándicap para el sostenimiento de la frágil, a veces, salud familiar. De esto, en parte, nos habla Els veïns de dalt, obra estrenada en el Teatre Romea el pasado 23 de marzo, dirigida por Cesc Gay e interpretada por Pere Arquillué, Àgata Roca, Nora Navas y Jordi Rico, una tragicomedia sobre la crisis de la pareja y la relación con los vecinos «de arriba».
Els veïns de dalt es una comedia con una alta graduación de tragedia que nos habla del mundo de la pareja, aquel en el que, de una forma u otra, acaban morando la mayor parte de los mortales, y nos permite ser testigos de los últimos momentos de una relación sentimental, aquellos presididos por la inercia, los reproches y las ganas de dañarse mutuamente. Gay construye además, su historia con muy poco y nos lleva, como el operario de una pequeña montaña rusa, de un extremo a otro de la tragicomedia justo en el momento de la representación que él quiere.
La situación nos es presentada con el regreso de Juli (Pere Arquillué) a casa finalizada la jornada laboral. Anna (Àgata Roca) le recuerda que han invitado a los vecinos de arriba, Laura (Nora Navas) y Salva (Jordi Rico) a un pica a pica para agradecerles su ayuda durante su traslado e instalación en el piso. Las excusas y las estrategias de Juli para evitar la velada y las referencias a los molestos ruidos de los vecinos, nos mostrarán los primeros problemas visibles en la pareja. La reunión y la revelación de las prácticas sexuales «liberales» que mantienen los vecinos de arriba llevarán a Juli y a Anna a un viaje de recriminaciones y descubrimientos en el que las dos parejas se sincerarán.
Las claves de la obra son pues la constatación de los problemas en la relación entre Anna y Juli, mostrándosenos unas veces en clave de comedia y en otras con un tono más bien trágico, y el descubrimiento de las singulares prácticas sexuales de los vecinos. Gay ya tiene experiencia narrando los problemas cotidianos de las parejas, solo hace falta recordar sus años de guionista en la series Jet lag (2001-2006) o la dirección del filme Una pistola en cada mano (2012) para ser consciente de su habilidad en la temática. Si a eso le sumamos el voltaje cómico que posee la confesión de las prácticas íntimas de los vecinos y la confrontación entre las relaciones que mantienen ambas parejas, obtendremos el mix de comedia y de melodrama que os comentaba antes.
Sin embargo, la obra decae algo hacia el final de la representación, cuando una reunión más o menos realista entre vecinos en clave de comedia, se convierte en una poco creíble sesión de terapia de pareja, en la que la acción se desarrolla de forma «facilona» para llegar, por fin, a la conclusión de la obra con un aceptable final feliz. Es esta parte de la representación la más predecible y la que alarga una trama que hasta ese instante había avanzado con firmeza.
Las interpretaciones están todas muy en el tono de la tragicomedia que vamos a ver. En ellas destacan las de la pareja protagonista principal: Àgata Roca se nos presenta como una mujer que ha perdido la esperanza en su relación pero que la mantiene por inercia. Luce, además, un modelo que realza con mucho su atractivo físico. Pere Arquillué, por su parte, lleva el peso de la comicidad en la obra. Jordi Rico y Nora Navas se compenetran a la perfección como pareja moderna, liberal y sin prejuicios que intentará ayudar a sus vecinos a superar sus agudos problemas. La escenografía nos introduce en el ámbito del diseño contemporáneo, como indicándonos la universalidad de los problemas de pareja que se nos relata.
En resumen, una buena oportunidad para echarse unas risas viendo los problemas de los otros (que a veces son también los nuestros) y para ser conscientes de lo singulares y cómicos que, como vecinos, seguro podemos parecer a los demás si les explicamos nuestras interioridades emocionales y comportamentales. Una comedia algo trágica sin mayores expectativas que les hará pasar un rato agradable para poder escaparse, de nuevo, de sus problemas más acuciantes.
Autor y director: Cesc Gay
Reparto: Pere Arquillué, Àgata Roca, Nora Navas y Jordi Rico
Escenografía: Alejandro Andújar
Vestuario: Anna Güell
Iluminación: Carlos Lucena
Producción: Elefant, Teatre Romea, Mola Produccions, ICEC (Generalitat de Catalunya) i la colaboración del Teatre La Sala de Rubí
Horarios: de martes a viernes a las 20:30 horas; sábados a las 18:00 y a las 21:00 horas y domingos a las 18:00 horas. Precio: de 18 a 28 € Idioma: catalán Duración: 1 hora y 25 minutos
La comunicació és la millor manera de baixar als inferns propis. Quan ens relacionem amb els altres i els prenem seriosament, quelcom dins nostre tremola: Ens adonem que ni som tan feliços, ni tan equilibrats ni molt menys sabem aparentar-ho tan bé als ulls aliens.
Per això, tendim a defugir el contacte amb aquells que podrien amenaçar-nos amb més garanties d’èxit: la parella, la família, els companys de feina i els veïns. De tots ells, ens quedarem amb els primers i amb els darrers.
Aquesta és una història sobre dos que no s’entenen i que trobaran una segona oportunitat quan obren la porta de la seva llar a uns altres dos que viuen justament a dalt i que vénen amb una bona nova.
En Cesc Gay, després d’explorar amb sensibilitat l’univers individual dels sers humans i el boicot propi a la seva realització personal a pel·lícules com “En la ciudad” o “Ficció”, es llença ara la piscina de la comèdia teatral comercial sobre parelletes en crisi seguint el rastre del seu altre film “V.O.S.”. I troba uns banyistes que neden amb bona tècnica: un quartet d’actors continguts (excepte algunes concessions d’en Pere Arquillué a la galeria), expressius i creïbles. L’aigua que els manté a la superficie és un text eficaç (malgrat la seva previsibilitat) perquè tracta novament com la llibertat sexual no només pot alleujar la crispació sentimental, sinó que a més pot arribar a refermar el vincle tan pesant de la parella. I, en aquest sentit, el públic torna a mossegar l’ham: Seguim sent criatures reprimides. No només al llit o sobre la catifa. També a l’hora d’expressar-nos emocionalment. Per tant, ens cal rebre contínues lliçons per aprendre a superar-ho.
Aquests “veïns de dalt” aposten molt encertadament per la vis còmica d’Àgata Roca (magnífica amb les seves onomatopeies i monosíl·labs i el seu tarannà liberal cada cop més destapat), la naturalitat de Nora Navas (graciosa i deliciosa com a progre llibertina), la frescor de Jordi Rico i el carisma de l’Arquillué. La història, plena de moments divertits, no aporta cap novetat al subgènere de la comèdia negra burgesa urbana però té un bon ritme, perquè ni resulta afectada ni barroera. I perd una mica el nord en la seva part final amb la teràpia improvisada, per un afany d’en Gay d’alliçonar un públic que podria arribar també a la mateixa conclusió sense tantes facilitats.
El teatro es, como ya saben, una suma de emociones: las sufridas por los autores y directores, que se transportan a través del texto y de las interpretaciones de los actores hacia un público que las recibe con el objetivo de cerrar él mismo su significado. Y si hablamos de pasiones, seguramente pocos las han sabido plasmar de forma tan brillante como los autores clásicos, aquellos que en los inicios del teatro supieron captar sus raíces vitales y comunicarlas de forma apasionada, no tan solo a los públicos de entonces, sino también a los futuros.
Y uno de sus frutos más representativos es, seguramente, Fedra, obra adaptada en 1677 por Racine a partir de las tragedias de Eurípides y Séneca, y que nos muestra las fatales consecuencias de la pasión enfermiza y descontrolada de una mujer que afectan trágicamente a todos aquellos que la rodean.
«Fedra, enamorada de su hijastro Hipólito y empujada por su confidente, Enona, confiesa su pasión. Herida por el rechazo de Hipólito, ella no puede esconder sus sentimientos ante su esposo y rey de Atenas, Teseo. Azotada por un profundo sentimiento de culpa, Fedra se adentra en un infierno personal. Su pasión desbordante e irrefrenable la conducirá, a ella y al resto de personajes, a un trágico destino».
Con la Fedra de Racine, dirigida por Belbel y acompañada por un nutrido cuerpo de contrastados actores y actrices, asistimos al atropello de pasiones, deseos y tumultos que tan del gusto era de los antiguos, y que a los espectadores del siglo XX les queda, puede, algo lejos, si no es en lo que se refiere a la creatividad artística, la puesta en escena y el registro de las interpretaciones. En el caso que nos toca, no todo está a la misma altura.
Hablemos primero de una puesta en escena que alcanza unos altos valores estéticos, con un escenario que comunica con la platea y que nos muestra un territorio desolado, como los sentimientos y los efectos de las pasiones que se desarrollarán sobre él, iluminado por la mortecina luz de una gran esfera solar que se irá eclipsando, como indicando la fatalidad de la acción, y un juego de luces que provee a la obra de un tamiz casi apocalíptico. Sobre este inquietante escenario es donde falla una parte importantísima de la obra, que no es otra que el de las interpretaciones y con ellas la dirección. Aunque el reparto de actores y actrices es magnífico, solo hay que citarlo para darse cuenta de ello (Emma Vilarasau, Mercè Sampietro, Lluís Soler, Xavier Ripoll y Jordi Banacolocha entre otros), algo no funciona. Vilarasau compone una interpretación demasiado impostada y artificial, que le roba magnificencia a su papel, primordial en la obra. Su yerro solo es equilibrado, en parte, por la actuación de otros actores, como Soler, Banacolocha o Ripoll, que sí que saben impregnar sus intervenciones con la soberbia e intensidad que el texto y las pasiones que este mueve se merecen.
Hay que ser conscientes, por otra parte, de que la interpretación de la obra se embellece, a la par que se dificulta, con la plasmación de los originales versos alejandrinos escritos por Racine, adaptados por el propio Belbel, que parecen aún no asumidos en la declamación por los actores, algo comprensible la noche del estreno, y que a veces complica la comprensión de un texto riquísimo y complejo por sí mismo.
De todo ello podemos resumir que, si bien la forma es muy bella, al espectáculo le falta precisión y aroma interpretativos. Esperemos que su propia desenvoltura en el tiempo sea lo necesariamente corregidora para llegar a la simbiosis dramática que requiere el espectador, no por otra Fedra nos habla de las pasiones, en este caso la amorosa y la sexual, del sentimiento de culpa, del amor no correspondido, de los tabús que acompañan a la civilización y de las consecuencias trágicas de nuestros hechos, sean estos los que sean, algo que desde siempre y por siempre acompañarán al ser humano en su singladura existencial.
Así, pues, a la Fedra de Belbel y Vilarasau le queda aún recorrido por hacer. Esperemos que lo alcance y nos muestre la radiación que un trágico elaborado en las manos de Eurípides y Séneca, urdido en la pluma de Racine y adaptado en el Romea en este siglo XXI se merece.
«Fedra» se representa en el Teatre Romea del 20 de enero al 15 de marzo de 2015.
Autor: Jean Racine
Traducción y dirección: Sergi Belbel
Reparto: Emma Vilarasau, Mercè Sampietro, Lluís Soler, Xavier Ripoll, Jordi Banacolocha, Queralt Casasayas y Gemma Martínez
Escenografía: Max Glaenzel
Iluminación: Kiko Planas
Vestuario: Mercè Paloma
Espacio sonoro: Jordi Bonet
Caracterización: Toni Santos
Producción: Teatre Romea
Horarios: de martes a sábado a las 20:30 horas y domingos a las 18:00 horas. Precio: 18 – 28 € Duración: 2 horas y 15 minutos Idioma: catalán
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Existe un tipo de obras de teatro, de historias en definitiva, que podríamos considerar generacionales y que no solo están interpretadas por actores y actrices de una cierta generación, sino que están dirigidas principalmente a un público también de esa generación. En el estanque dorado es una de ellas y nos habla sobre la vejez, los últimos años dorados, de una pareja que, como cada año, va a pasar los meses estivales en la cabaña que poseen cerca del lago.
Ethel y Norman Thayer son un anciano matrimonio que pasa sus vacaciones en un lugar paradisíaco: El Estanque Dorado. Norman, un hombre muy activo, soporta muy mal las limitaciones de la vejez y la proximidad de la muerte. Inesperadamente, llega de visita Chelsea, la hija de los Thayer, que siempre ha mantenido unas relaciones muy tensas con su padre.
La obra de Ernest Thompson es un clásico del teatro contemporáneo traducida a treinta idiomas y representada en más de 40 países. El Romea nos ofrece, en esta ocasión, una versión de Emilio Hernández dirigida por Magüi Mira, que actualiza mínimamente la obra representada por primera vez en Estados Unidos en el año 1979.
En el estanque dorado nos habla de la vejez y de la proximidad de la muerte. Ethel (Lola Herrera) está en la sesentena aunque mantiene un espíritu joven y activo. Norman (Héctor Alterio), está en la setentena rayando la ochentena, posee un carácter burlón y cínico, su salud ha empeorado en los últimos años y vive afectado por los pensamientos de una muerte cercana. La tranquila estancia de la pareja se verá alterada por la llegada de Chelsea (Luz Valdenebro) y su nueva pareja (Camilo Rodríguez), que acompañados por Billy(Adrián Lamana), el hijo de él , pasarán unos días en la cabaña del estanque. La llegada de Chelsea y Billy afectarán de pleno el día a día de los Thayer y permitirá el contacto entre generaciones diferentes. La representación se divide en diferentes actos que marcan los diferentes meses de la estancia en la cabaña. Gracias a ellos iremos conociendo el carácter y la personalidad de Ethel y Norman y la situación vital en la que se hallan.
Al reseñar esta obra uno se ha de sentir influenciado, claro está, por la versión que en el año 1980 interpretaron en la gran pantalla Henry Fonda y Katherine Hepburn, dirigidos por Mark Rydell y en la que la propia hija de Fonda, Jane, interpretaba el papel de Chelsea. Un listón muy alto, que la versión de Hernández y Mira sigue muy de cerca y de la que solo cambia algunas formas en la expresión y en el estilo de la obra, corriendo la representación por los cauces originales. Es por ello que la obra se convierte en una oportunidad de lucimiento para los actores principales, Herrera y Alterio, que saben proveer a esta tragicomedia de los momentos de humor oportunos y de los instantes de emoción y ternura que requiere. Casi podríamos decir que la obra está hecha para ellos, Herrera haciendo de Herrera y Alterio proveyendo al personaje de ese ingrediente de fragilidad y sorna que requiere.
Es así que la obra es un producto redondo y reconocible. Redondo porque la propuesta está bien concebida y desarrollada y reconocible porqué se mantiene en los cauces clásicos del proyecto original. La representación, además de enriquecerse con las interpretaciones de Herrera y Alterio, se nos presenta envuelta en un magnífico escenario que nos muestra el interior de la cabaña en la que acontece la acción de la obra y que acaba potenciando la sensación de familiaridad que de por sí ya genera el texto.
En el estanque dorado es una nueva oportunidad de gozar de Herrera y de ver a Alterio sobre los escenarios barceloneses, y es una apropiada propuesta para la época del año en la que estamos, en la que la familia y la tradición marcan, sin duda, la agenda de nuestras vidas, al menos hasta que acaben las fiestas navideñas y, como en la obra, recojamos todo y esperemos que la Navidad regrese el año que viene!
Autor: Ernest Thompson
Versión: Emilio Hernández
Dirección: Magüi Mira
Reparto: Lola Herrera, Héctor Alterio, Luz Valdenebro, Camilo Rodríguez y Adrián Lamana
Diseño escenografía: Gabriel Carrascal
Diseño iluminación: José Manuel Guerra
Diseño vestuario: Rodrigo Claro y Cuca Ansaldo
Espacio sonoro: David San José
Producción: Teatre Romea y Pentación Espectáculos
Horarios: de martes a viernes a las 20:30 horas; sábados a las 19:30 horas y domingo a las 18:00 horas Precio: de 18 a 28 € Idioma: castellano Duración: 1 hora y 45 minutos
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