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Crítica teatral: L’art de la comedia, en el TNC

L'art de la comediaYa saben que al teatro le gusta tratar sobre muchas cosas, a veces inmerecidas, y en no pocas ocasiones le place reflexionar sobre sí mismo y su acomodamiento en la vida política, social, y económica. Una de estas ocasiones la representa L’art de la comedia, de Eduardo de Filippo, que el TNC estrenó el pasado 12 de febrero, dirigida por Lluís Homar e interpretada por él mismo, Victòria Pagès, Joan Carreras, Lluís Villanueva y Andreu Benito entre otros.

«En una ciudad de provincias italiana, el nuevo prefecto se dispone a recibir a las visitas de su primer día de trabajo. Para distraerse un rato, aceptará escuchar al director de una troupe ambulante que ha perdido su teatrillo debido a un incendio, y que pretende invitarle a asistir a su espectáculo para que el nuevo dirigente, con su presencia, demuestre a la ciudadanía que ese arte aún tiene una gran importancia social. Tras una apasionada controversia en la que político y humorista harán patentes sus desavenencias, el artista se llevará por error la lista de visitas del prefecto, y saldrá por la puerta amenazando con hacer que su familia teatral convierta esa sala de audiencias en una zona de incertidumbre»

Como ven una idea bien labrada que permite a Filippo tratar sobre la ligazón entre la política y el teatro (intensa a veces, vilipendiada otras) y sobre las diferencias que existen entre la realidad y la figuración, en un momento en el que la relación en este país entre el gobierno y la cultura se ve contaminada por una política desubicada que incluye la subida del IVA cultural al 21% con las nocivas consecuencias que esta medida ha provocado en el sector. El TNC, Homar y Filippo se alían de esta forma para dar un espaldarazo al teatro igualándolo a la política y aún más, a la misma realidad, ya que nunca sabremos con certeza, aunque lo podamos intuir, si la retahíla de personajes y situaciones que desfilan ante el nuevo prefecto son personas reales o personajes ficticios, lo que crea la fuente de humor, crítica y reflexión que posee la obra.

Sin embargo, L’art de la comedia, que juega en su título con la inversión del término Commedia dell’arte, no es una obra equilibrada del todo, lo que la convierte en una propuesta irregular. La obra se divide, así de primeras, en dos grandes secciones. La primera, como presentación, nos permite presenciar la conversación entre Campese (un bravo Homar) y el prefecto De Caro (Carreras), en la que veremos cuál es la opinión de cada uno sobre la relación entre el teatro y la política. Un acto este que se extiende en demasía, es en parte iterativo y le roba parte del ritmo a la obra.

L'art de la comedia2A lo largo de la segunda parte podremos observar como toda una serie de personajes hilarantes y/o con ideas descabelladas, se suceden al otro lado del escritorio del prefecto, desquiciando progresivamente a la autoridad, que no podrá saber nunca si lo que está pasando ante sus ojos es realidad o ficción, algo que en sí mismo habla de lo sublime del artificio teatral. En esta segunda parte, por desgracia, la representación es muy irregular y la comicidad a veces escasa, excepto en la historia narrada por Mosén Salvati (Andreu Benito) que le sabe dar a su historia el humor que necesita el personaje.

Como prueba del artificio teatral la propuesta de Homar ha optado por permitir al público ver el truco existente en la obra misma, a través de un escenario y de un vestuario que se van construyendo poco a poco con la ayuda de los integrantes de la compañía, una opción que sorprende inicialmente al espectador, pero que después se convierte en un recurso algo repetitivo y acaba dejando un escenario extraño y difuso. Por lo que respecta al trabajo de los actores y actrices, se debe destacar a Homar y Carreras en la primera parte de la representación, y a Benito en la segunda, aportando a la obra el único acto de verdadera comicidad a la representación.

L’art de la comedia es, por otra parte, una obra que se entiende en un autor como Filippo que vivió toda su vida en el seno del teatro, ya fuera en la compañía familiar o, posteriormente, en sus propias compañías, circunstancia que no solo le permitió dominar la ficción propia del teatro, sino conocer en su misma persona la relación de este con la política y con la vida.

Como ven L’art de la comedia nos permite, de nuevo, reflexionar sobre el teatro, en esta ocasión sobre su vinculación con la política y la subvención pública, y la consideración que la autoridad tiene de la cultura y, más concretamente, de la profesión teatral. Puede ser que muchas cosas hayan cambiado desde la redacción de esta obra en el año 1964, aunque parece que la cultura siempre queda en un segundo lugar en referencia a las cosas importantes de esta vida. Un acierto, un error… todo depende del punto de vista des del que se mire.

«L’art de la comèdia» se representa en el TNC del 12 de febrero al 12 de abril de 2015.

Autor: Eduardo de Filippo
Dirección: Lluís Homar
Traducción: Xavier Albertí
Reparto: Lluís Homar, Pau Viñals, Victòria Pagès, Joan Carreras, Lluís Villanueva, Roger Casamajor, Andreu Benito, Mar Ulldemolins, Oscar Valsecchi, Eduard Muntada y Quimet Pla
Escenografía: Lluc Castells y Jose Novoa
Vestuario: Nina Pawlowsky
Iluminación: Ignasi Camprodon
Sonido: Jordi Bonet
Caracterización: Toni Santos

Horarios: miércoles y viernes a las 20:00 horas; jueves a las 17:00 horas; sábados a las 17:00 y a las 21:30 horas y domingos a las 18:00 horas
Precio: 28 € / Disponibilidad de descuentos
Idioma: catalán
Duración: 2 horas y 10 minutos

NOTA CULTURALIA: 7 SOBRE 10
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Jorge Pisa

Crítica teatral: Una vella, coneguda olor, en el TNC.


Cada uno de los barrios de una ciudad tiene una personalidad y un carácter propios, parecidos a los que posee una persona cualquiera. Así, pues, si nos preguntaran por alguno de los barrios con más personalidad de Barcelona, uno pensaría rápidamente en el Raval. El TNC nos propone un pequeño homenaje a este barrio con la programación de Una vella, coneguda olor de Josep M. Benet y Jornet, la primera parte de una trilogía que nos habla de Barcelona o más concretamente de una de las posibles Barcelonas, una ciudad y un barrio con un olor inconfundible.

Benet i Jornet escribió Una vella, coneguda olor en el año 1962 con la pretensión de realizar una fotografía teatral del barrio en el que había nacido y crecido, de aquí el “sentido de realidad” que posee la obra. Un retrato de un barrio popular y de sus habitantes que nos muestra el día a día de un grupo de vecinos que comparten sus vidas y los espacios comunes, los patios interiores de sus viviendas.

Un barrio, sin embargo, que no es percibido igual por todos sus habitantes. Maria (Sara Espígul), su protagonista, podríamos decir, principal, se siente abrumada por él. El lugar donde vive la mantiene aprisionada en un mundo de simpleza, de vulgaridad y de cotidianeidad insoportable para ella, que durante algunos años consiguió escapar de él, al menos parcialmente, al ser admitida en un colegio religioso de pago fuera del Raval. Su aparente libertad, sin embargo, terminó con la muerte de su padre y con el inicio de las penurias económicas que le siguieron. Por eso Maria quiere huir del encarcelamiento que representa su vida en el barrio, en el que se siente una extraña y en el que se ve obligada a convivir con una familia y unos vecinos con los que no puede compartir nada. Su única salida es Joan (Pau Roca) un joven vecino con estudios que trabaja en una entidad bancaria, aunque esta opción le exigirá demasiado.

Una vella, coneguda olor es, pues, una fiel fotografía que se materializa en el escenario. De nuevo el Teatre Nacional nos sorprende con la recreación “híper-realista” de una escenografía, en este caso de un patio de vecinos del barrio del Raval de los años sesenta. Todos los detalles en él son perfectos: los balcones, las cortinas, la ropa tendida, los trastos, las baldosas… Un escenario ideal para mostrarnos la vida diaria y privada de un barrio a punto de desaparecer afectado por el Plan Porcioles. Un barrio que en breve dejaría de ser él mismo para ser otra cosa. Un capítulo de la historia de una ciudad que se suma a muchos otros que con el paso del tiempo han ido transformando la piel de Barcelona: el derribo de las murallas, el Pla Cerdà, la especulación de los años 60, la Barcelona olímpica, el Plan 22@, todos ellos hitos de la historia de una ciudad que como un ser viviente se modifica, se transforma y evoluciona. Y también una oportunidad para Maria para liberarse de la tiranía del barrio que la oprime.

Para dar vida a los vecinos del Raval la obra necesita de dos generaciones de actores y actrices, los unos con más experiencia y los otros con una nueva mirada. Entre los primeros están Mercè Aránega, que destaca sin duda en la representación, Imma Colomer, Maife Gil, Fina Rius y Quimet Pla, no se resignan a que los echen de su barrio e intentarán organizarse y defenderse ante la amenaza. Los más jóvenes Sara Espígul, Gemma Martínez, Pau Roca y Pep Ambrós, están construyendo sus vidas y para ello han de vivir y experimentar de forma egoísta sus propias experiencias. Aquí es donde observamos la fotografía de los comportamientos: Mercè, la madre de Maria, que necesita y demanda el apoyo de su hija; Manel, el hermano con prometida pero que necesita saciar sus necesidades carnales antes de la boda con prostitutas (estamos hablando, recuerden, de la época franquista); Eulàlia, la vecina cotilla, que necesita saber todo lo que pasa a su alrededor y explicarlo, también, todo; Joan, el joven oficinista que quiere prosperar en la vida; Teresa, la hija del comerciante del barrio llena de arrogancia o Quimet, el escritor anónimo (puede que el mismo Benet i Jornet) que se documenta para escribir su obra… Dos generaciones que viven de forma diferente el final del barrio, los unos con tristeza y beligerancia, los otros con alegría o sin darle excesiva importancia.

Una interpretación totalmente adaptada a la esencia de la obra. Una suma de esfuerzos teatrales que acaban dando la impresión de que hemos presenciado un tiempo “en suspensión” de la vida de un barrio humilde, popular y con carácter; que hemos asistido, en definitiva, a un episodio cotidiano de la historia del Raval, del que salimos con la sensación de no haber ido al teatro sino de habernos quedado a charlar con los vecinos y de haber conocido, de primera mano, el día a día de un barrio repleto de sueños, de deseos y de proyectos dispuestos a ser derribados por la vida misma. Parece, pues, como si hubiéramos desempolvado un viejo álbum de fotos y nos hubiéramos dedicado a recordar el ayer, dejando fluir nuestros recuerdos.

Benet i Jornet sabe, pues, mostrarnos la esencia de un barrio, de “un entonces”, de una Barcelona y de un pasado que no era pasado cuando se escribió y que fue vivido muy de cerca por el autor. Una vella, coneguda olor es eso, es recuerdo del ayer y de las personas que existieron en él, un ejercicio de memoria histórica realizado con una precisión de miniaturista.

Una vella, coneguda olor” se representa en la Sala Petita del TNC del 29 de septiembre al 27 de noviembre de 2011.

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Autor: Josep M. Benet y Jornet
Dirección: Sergi Belbel
Reparto: Pep Ambrós, Mercè Aránega, Imma Colomer, Sara Espígul, Borja Espinosa, Maife Gil, Gemma Martínez, Quimet Pla, Fina Rius y Pau Roca
Con las voces de: Jordi Boixaderas, Camilo Garcia, Maria Jesús Lleonart y Jan Pol Roig Paloma
Escenografía: Max Glaenzel con la colaboración de Estel Cristià
Vestuario: Mercè Paloma
Iluminación: Kiko Planas (aai)
Música: Òscar Roig
Banda sonora: José A. Gutiérrez
Caracterización: Toni Santos
Producción: Teatre Nacional de Catalunya y Centre d’Arts Escèniques de Terrassa

Horarios: miércoles y viernes a las 20:00 horas; jueves a las 17:00 horas; sábado a las 17:00 horas y 21:30 horas y domingos a las 18:00 horas.
Precio: 10-26 €
Duración de la obra:
1 hora y 25 minutos
Idioma:
catalán
Coloquio: viernes 7 de octubre
Espectáculo recomendado a partir de 12 años
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Escrito por: Jorge Pisa Sánchez