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Crítica teatro: La nit de la iguana, en el TNC

Llega al TNC, en medio de la pandemia, uno de los momentos de la temporada teatral, con el estreno el pasado 11 de febrero de La nit de la iguana, uno de los textos más reconocidos de Tennessee Williams, estrenado en el año 1961 y que dirige de lleno nuestra mirada hacia el declive y la crisis vital.

«Años cuarenta, en un rincón perdido de la costa del Pacífico en México. Mientras grupos de turistas alemanes celebran en bañador los bombardeos de la Luftwaffe sobre Londres, el exreverendo Lawrence T. Shannon, reconvertido en guía turístico tras haber sido expulsado de su iglesia y haber pasado una temporada en un hospital psiquiátrico, se reencuentra con una antigua amante que dirige un pequeño hotel».

Lo primero que sorprende de la versión de Carlota Subirós cuando uno entra a la Sala Gran del TNC es la exuberante escenografía, obra de Max Glaenzel, que nos muestra la terraza del hotel mejicano en el que se desarrolla el drama humano en el que nos embarca el dramaturgo estadounidense. Y este no es otro que el análisis de la insolvencia vital de los protagonistas de la obra.

La nit de la iguana_1

En el hotel de segundas se reunirán varios personajes todos tocados por la fatalidad. El principal no es otro que el exreverendo Shannon (Joan Carreras), expulsado de la Iglesia y que se gana la vida guiando grupos turísticos católicos, con una debilidad especial por la seducción de jovencitas. El reverendo llega al hotel en plena crisis profesional y de consciencia en busca de la paz de aquello conocido. En él hallará a la propietaria y antigua amante (Nora Navas), una viuda reciente que vive de forma despreocupada; un grupo de turistas alemanes y una pareja formada por un poeta nonagenario en busca de su último poema (Lluís Soler) y su nieta, una joven artista que vende su obra de forma itinerante (Màrcia Cisteró). A lo que se sumará la responsable del grupo católico que guía el reverendo (Antònia Jaume) y la joven que este ha seducido (Paula Jornet). Como ven, un panorama que dirige inevitablemente la trama hacia el desastre. Williams, para variar, se interesa por las grietas del alma humana y, también, por su capacidad de resistencia.

La versión de Subirós es valiente, como lo ha de ser cualquier adaptación de Williams, en la que destaca, como decía, una escenografía pletórica y las interpretaciones del reparto. El texto está fabricado para el lucimiento del protagonista principal, el reverendo Shannon, interpretado por Joan Carreras, que provee al carácter de una naturaleza quebradiza de alto voltaje. Nora Navas no acaba de perfilar del todo su personaje de viuda Faulk; Màrcia Cisteró configura, por su parte, una interpretación plácidamente apasionada y Lluís Soler cumple en la encarnación de un personaje secundario pero importante para el relato de la obra.

Y todo ello envuelto en el simbolismo mítico de Williams que se materializa en la caza de la iguana, que intenta mostrar al público el hecho de que todos los personajes del drama, y todos nosotros también, estamos atados a nuestra naturaleza de la que no podemos escapar, ya sea a las debilidades de un sacerdote, a la desidia de la propietaria del hotel, al deseo de crear de un viejo poeta o a la simpleza virginal de una joven artista… o a aquello que nos pesa y nos marca en el fondo de nuestra alma y que dirige nuestros pasos a veces hacia la tragedia.

El TNC acierta, con Tennessee Williams es fácil acertar, y más en la época de crisis personal y social en la que vivimos, pero al intento le falta algo, relacionado con la propia adaptación de una obra compleja muy ligada a una época y a un país muy concreto. Aún así, vale, y mucho, la pena asistir a una representación de La nit de la iguana, para disfrutar de una forma de hacer teatro, de la genialidad creativa de un autor y de la energía interpretativa de un Carreras que sigue avanzando firmemente en su carrera actoral.

«La nit de la iguana» se representa en el TNC del 11 de febrero al 28 de marzo de 2021.

Autor: Tennessee Williams
Traducción y dirección: Carlota Subirós
Dramaturgia: Ferran Dordal i Lalueza
Reparto: Paul Berrondo, Joan Carreras, Màrcia Cisteró, Ricardo Cornelius, Antònia Jaume, Paula Jornet, Wanja Manuel Kahlert, Nora Navas, Hans Richter, Juan Andrés Ríos, Claudia Schneider y Lluís Soler
Escenografía: Max Glaenzel
Vestuario y Caracterización: Marta Rafa Serra
Iluminación: Mingo Albir
Sonido: Damien Bazin
Maquillaje y peluquería: Anna Rosillo

Horarios: de miércoles a sábado a las 19:00 horas y domingos a las 18:00 horas
Precio: 29€
Duración: 2 horas y 5 minutos
Idioma: catalán
NOTA CULTURALIA: 8
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Jorge Pisa

Crítica teatro: Les tres germanes, en el Teatre lliure

Chéjov regresa al Teatre Lliure, y lo hace de nuevo con una versión de Les tres germanes realizada por Marc Artigau, Cristina Genebat y Julio Manrique y dirigida por este último, un análisis del alma humana en una época de cambio y de crisis.

«La historia de tres hermanas (Masha, Olga e Irina) y un hermano (Andrei) es la vida insatisfecha y decadente de las clases privilegiadas en la Rusia rural. Moscú es el principal elemento simbólico de la pieza, siempre idealizado y deseado por los personajes, atrapados en su burbuja, ansiando un nuevo mundo que ya despunta».

Les tres germanes es una reflexión sobre el alma humana que si originalmente se ambientaba en la Rusia rural de finales del XIX y principios del XX, Manrique se ha dispuesto a sintetizar, actualizar y reconfigurar, como es su habitual, con el objetivo de acercarla más al público del siglo XXI y con ello abarcarnos a todos y todas en la reflexión.

La propuesta nos provee de una ponderación del alma humana elaborada desde el desasosiego que nos presenta a los hermanos, o mejor dicho, a las hermanas Prozorov, que tras la muerte del patriarca se verán obligadas a hacer frente a unas vidas vacías, sin dirección y repletas de sueños rotos. Nadie se salvará del abismo que provocan las vidas no deseadas ya sea por motivos sentimentales, profesionales o existenciales.

La vida en la casa familiar de los Prozorov se irá haciendo con el paso del tiempo más triste y asfixiante: Masha (Maria Rodríguez) con una relación de pareja vacía e inconsistente; Olga (Cristina Genebat) con un trabajo como profesora que no le llena e Irina (Elena Tarrats) con unos anhelos de juventud y de futuro que no llegará a cumplir nunca y que sumirán su vida en la desesperanza. Por su parte, Andrei (Marc Rius), el hermano, no será capaz tampoco de realizarse ni profesional ni familiarmente, una situación que lo atrapará y abocará, también, al desánimo.

Les tres germanes_1

Como veis un panorama triste y demoledor que se completa con la situación de todos los personajes relacionados con la familia, y que se verán también atrapados en vidas mediocres o en situaciones no deseadas. De ahí que la idea de trasladarse a Moscú, la capital, y cambiar de vida será el único anhelo que dará coherencia a sus respectivas existencias. A lo que acompañará una constante reflexión filosófica de varios de los personajes sobre el futuro del hombre y de la humanidad, como una alegoría de su incapacidad para cambiar y mejorar.

Así, pues, Les tres germanes, en las manos de Manrique, se convierte en un análisis de la desesperanza, de la vacuidad de la vida, que no tan solo atañe a los que están sobre el escenario, sino que nos puede afectar a todos y a todas, tan solo al dejar de lado aquello que mueve nuestras entrañas y que hace que nos esforcemos por lo que queremos. Cuando no atendemos a esa energía vital, abrimos las puertas de nuestro ser al vacío y al desasosiego, y en consecuencia al fracaso. Como ven algo muy profundo, nada a extrañar si recordamos que la obra es, en origen, de Chéjov.

La adaptación de Marc Artigau, Cristina Genebat y Julio Manrique ha transfigurado así un texto clásico y, si me lo permiten, delicioso, en una propuesta actual con una puesta en escena contemporánea y con un grupo de actrices y actores que dan mucho de sí en la representación.

A Genebat, Rodríguez, Tarrats y Rius, que conforman el cuerpo principal de las actuaciones, se suma el esfuerzo actoral de Mireia Aixalà, Joan Amargós, Ivan Benet, Carme Fortuny, Lluís Soler y Jordi Rico, que completan el elenco de la obra.

La escenografía es a la vez sencilla y al mismo tiempo sorprendente, ya que el escenario se convierte en una pecera, en la que veremos como se desarrolla la vida de los personajes, sin capacidad alguna de estos de escapar de ella… Una acertada alegoría a la situación vital que pretende mostrar la obra.

Un empeño, el de versionar a Chéjov, del que ya salió con éxito Manrique en el 2010 al adaptar L’hort del cirerers en el teatro Romea, y que deja un buen sabor de boca en el espectador, aunque el ritmo de la obra no sea siempre todo lo dinámico que debería. Aún así, Les tres germanes es una propuesta a tener en cuenta, un Chéjov, ya sabéis, siempre lo es, y más cuando la obra nos habla de la esencia de la vida, de aquello que nos llena como personas y que nos hace ser lo que somos, cumplamos nuestros anhelos o no.

«Les tres germanes», se representa en el Teatre lliure de Montjuïc del 10 de diciembre de 2020 al 17 de enero de 2021.

Autor: Anton Chéjov
Adaptació: Marc Artigau, Cristina Genebat y Julio Manrique
Dirección: Julio Manrique
Interpretes: Mireia Aixalà,Joan Amargós, Ivan Benet, Carme Fortuny, Cristina Genebat, Jordi Rico, Marc Rius, Maria Rodríguez, Lluís Soler y Elena Tarrats
Espacio escénico: Lluc Castells
Vestuario: Maria Armengol
Caracterización: Núria Llunell
Iluminación: Jaume Ventura
Espacio sonoro: Damien Bazin
Producción: Teatre Lliure

Horarios: de miércoles a sábados a las 19:00 horas; domingos a las 18:00 horas
• Martes 22/12 y 29/12 a las 19:00 horas
Precio: de 9€ a 29€
Idioma: Català
Duración: 2 horas y 15 minutos
NOTA CULTURALIA: 8

Crítica teatral: El poema de Guilgamesh, rei d’Uruk, en el Teatre Grec

Llegado el Festival Grec de Barcelona, que se celebra desde finales del mes de junio y a lo largo del mes de julio, es lo acostumbrado en este site reseñar alguna de las propuestas que el macroevento teatral del verano en la ciudad condal nos ofrece.

Y este año iniciamos la crítica del festival con una propuesta diferente: El poema de Guilgamesh, rei d’Uruk, que se representó en el Teatre Grec del 2 al 4 de julio. Una obra especial porque adapta escénicamente uno de los mitos más antiguos de la humanidad, que no es otro que el Gilgamesh, rey de Uruk, héroe legendario de la mitología sumeria de principios del III milenio a.C. Un mito muy antiguo que ha realizado un trayecto muy largo en el tiempo para llegar al festival. Un trayecto con aciertos y desaciertos ya que una propuesta de este tipo representa un esfuerzo más bien atípico en el teatro.

Oriol Broggi, su director, de la mano de Jeroni Rubió Rodon, han optado por un formato que bascula entre la representación coral y el estilo de cuentacuentos. De esta forma, la interpretación del personaje principal, Gilgamesh, se lleva a cabo de forma colectiva, entre diversos actores a medida que avanza el relato. Actores que irán transmutándose a sí mismos para dar forma a los personajes principales del mito. De ahí que la obra recuerde en algo a las representaciones en la Grecia clásica, en la que el coro grupal formaba parte importante de la narración escénica. Esta opción provee a la obra, además, de un elemento de fábula o leyenda que enlaza muy bien con la naturaleza del relato épico original.

Al grupo actoral principal, integrado por Màrcia Cisteró, Toni Gomila, Sergi Torrecilla, David Vert y Ernest Villegas, se suman otros actores que dan vida a otros personajes más particulares de la trama, como Clara Segura, Lluís Soler, Marta Marco o Ramon Vila, y que aportan un carácter más fogueado al elenco.

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La adaptación, sin embargo, adolece de un ritmo algo lento. Uno llega a la conclusión de que las adaptaciones de los clásicos han de adoptar, obligatoriamente, un ritmo lento y mayestático para ensalzar su naturaleza justamente de «clásico». En el caso que nos interesa, podríamos dividir la representación en dos secciones: la primera, que narra la juventud heroica de Gilgamesh, el encuentro con Enkidu, su compañero de aventuras, y las primeras gestas heroicas, padece de un ritmo más lento que hastía, seguro, a parte del público. La segunda parte, por el contrario, en la que Gilgamesh tras la muerte de Enkidu inicia la búsqueda de la inmortalidad, mejora en mucho el ritmo del relato, que lo direcciona correctamente hacia el final heroico del mismo. Una sección esta que a través de la historia del Diluvio, nos permite ver las afinidades entre las diferentes mitologías humanas de los pueblos antiguos.

La escenografía ha optado por mostramos un suelo de arena, a imitación de un un desierto o la orilla de una playa, lo que nos permite ubicar correctamente la narración en un ambiente del Próximo Oriente Antiguo (Mesopotamia) o en la ribera del Mediterráneo. La escenografía se potencia con la utilización de efectos visuales que hacen aparecer el mar sobre el escenario. Por último el relato está acompañado por la música a través de guitarra presente sobre el escenario y que nos remite también a las mismas coordenadas geográficas.

No es otro elemento que el ritmo el que hace vacilar la valoración de la obra. Si bien la interpretación coral es un acierto en relación a la naturaleza épica del relato original y la dirección de Broggi hace fluir correctamente la sustancia mitológica sobre el escenario, el ritmo en algunos momentos, sobre todo en la primera parte, y la constante iteración de la representación, hace que el relato se ralentice por momentos.

Aún así, El poema de Guilgamesh, rei d’Uruk alcanza el notable como propuesta escénica y como oportunidad para viajar y/o conocer los mitos más antiguos de la humanidad, que nos pertenecen un poco a todos nosotros, y que solo por eso valen la pena ser conocidos, relatados y trasladados al siglo XXI.

«El poema de Guilgamesh, rei d’Uruk» se representó en el Teatre Grec del 2 al 4 de julio de 2018

Dirección: Oriol Broggi
Versión: Jeroni Rubió Rodon
Coreografía: Marina Mascarell
Interpretación: Màrcia Cisteró, Toni Gomila, Sergi Torrecilla, David Vert, Ernest Villegas, Marta Marco, Clara Segura, Lluís Soler y Ramon Vila
Coro de actores y actrices: Carles Algué, Marc Artigau, Gina Barbeta, Anna Castells, Babou Cham, Clara de Ramon, Jordi Figueras, Lídia Figueras, Joan Garriga, Marissa Josa, Anna Juncadella, Dani Klamburg, Oscar Muñoz, Marc Rius, Pau Roca, Marià Roch, Xavi Ruano, Enric Serra, Marc Serra, Montse Vellvehí y un caballo
Interpretación musical: Yannis Papaioannou
Vestuario: Daphna Munz
Iluminación: Quico Guitérrez (A.A.I.)
Sonido: Damien Bazin
Producción: Grec 2018 Festival de Barcelona y La Perla 29

Duración: 1 hora y 55 minutos
Idioma: catalán

NOTA CULTURALIA: 7
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Jorge Pisa

Crítica teatral: Fedra, en el Teatre Romea.

image El teatro es, como ya saben, una suma de emociones: las sufridas por los autores y directores, que se transportan a través del texto y de las interpretaciones de los actores hacia un público que las recibe con el objetivo de cerrar él mismo su significado. Y si hablamos de pasiones, seguramente pocos las han sabido plasmar de forma tan brillante como los autores clásicos, aquellos que en los inicios del teatro supieron captar sus raíces vitales y comunicarlas de forma apasionada, no tan solo a los públicos de entonces, sino también a los futuros.

Y uno de sus frutos más representativos es, seguramente, Fedra, obra adaptada en 1677 por Racine a partir de las tragedias de Eurípides y Séneca, y que nos muestra las fatales consecuencias de la pasión enfermiza y descontrolada de una mujer que afectan trágicamente a todos aquellos que la rodean.

«Fedra, enamorada de su hijastro Hipólito y empujada por su confidente, Enona, confiesa su pasión. Herida por el rechazo de Hipólito, ella no puede esconder sus sentimientos ante su esposo y rey de Atenas, Teseo. Azotada por un profundo sentimiento de culpa, Fedra se adentra en un infierno personal. Su pasión desbordante e irrefrenable la conducirá, a ella y al resto de personajes, a un trágico destino».

Con la Fedra de Racine, dirigida por Belbel y acompañada por un nutrido cuerpo de contrastados actores y actrices, asistimos al atropello de pasiones, deseos y tumultos que tan del gusto era de los antiguos, y que a los espectadores del siglo XX les queda, puede, algo lejos, si no es en lo que se refiere a la creatividad artística, la puesta en escena y el registro de las interpretaciones. En el caso que nos toca, no todo está a la misma altura.

image(6)Hablemos primero de una puesta en escena que alcanza unos altos valores estéticos, con un escenario que comunica con la platea y que nos muestra un territorio desolado, como los sentimientos y los efectos de las pasiones que se desarrollarán sobre él, iluminado por la mortecina luz de una gran esfera solar que se irá eclipsando, como indicando la fatalidad de la acción, y un juego de luces que provee a la obra de un tamiz casi apocalíptico. Sobre este inquietante escenario es donde falla una parte importantísima de la obra, que no es otra que el de las interpretaciones y con ellas la dirección. Aunque el reparto de actores y actrices es magnífico, solo hay que citarlo para darse cuenta de ello (Emma Vilarasau, Mercè Sampietro, Lluís Soler, Xavier Ripoll y Jordi Banacolocha entre otros), algo no funciona. Vilarasau compone una interpretación demasiado impostada y artificial, que le roba magnificencia a su papel, primordial en la obra. Su yerro solo es equilibrado, en parte, por la actuación de otros actores, como Soler, Banacolocha o Ripoll, que sí que saben impregnar sus intervenciones con la soberbia e intensidad que el texto y las pasiones que este mueve se merecen.

Hay que ser conscientes, por otra parte, de que la interpretación de la obra se embellece, a la par que se dificulta, con la plasmación de los originales versos alejandrinos escritos por Racine, adaptados por el propio Belbel, que parecen aún no asumidos en la declamación por los actores, algo comprensible la noche del estreno, y que a veces complica la comprensión de un texto riquísimo y complejo por sí mismo.

De todo ello podemos resumir que, si bien la forma es muy bella, al espectáculo le falta precisión y aroma interpretativos. Esperemos que su propia desenvoltura en el tiempo sea lo necesariamente corregidora para llegar a la simbiosis dramática que requiere el espectador, no por otra Fedra nos habla de las pasiones, en este caso la amorosa y la sexual, del sentimiento de culpa, del amor no correspondido, de los tabús que acompañan a la civilización y de las consecuencias trágicas de nuestros hechos, sean estos los que sean, algo que desde siempre y por siempre acompañarán al ser humano en su singladura existencial.

Así, pues, a la Fedra de Belbel y Vilarasau le queda aún recorrido por hacer. Esperemos que lo alcance y nos muestre la radiación que un trágico elaborado en las manos de Eurípides y Séneca, urdido en la pluma de Racine y adaptado en el Romea en este siglo XXI se merece.

«Fedra» se representa en el Teatre Romea del 20 de enero al 15 de marzo de 2015.

Autor: Jean Racine
Traducción y dirección: Sergi Belbel
Reparto: Emma Vilarasau, Mercè Sampietro, Lluís Soler, Xavier Ripoll, Jordi Banacolocha, Queralt Casasayas y Gemma Martínez
Escenografía: Max Glaenzel
Iluminación: Kiko Planas
Vestuario: Mercè Paloma
Espacio sonoro: Jordi Bonet
Caracterización: Toni Santos
Producción: Teatre Romea

Horarios: de martes a sábado a las 20:30 horas y domingos a las 18:00 horas.
Precio: 18 – 28 €
Duración: 2 horas y 15 minutos
Idioma: catalán
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Jorge Pisa

Crítica teatral: Bartolomé encadenado, en el Teatre Grec.

PROJECCIO_CARA-1_2_El pasado 18 de julio llegó al Teatre Grec Bartolomé encadenado, una de las producciones más significativas del Festival tanto por el tema que trataba como por la forma en la que lo hacía, una oda tragicómica que reflexionaba sobre la crisis económica y sus graves consecuencias sociales escrita por José Sanchis Sinisterra, dirigida por Antonio Simón Rodríguez e interpretada por Lluís Soler, Manel Barceló, Maria Molins, Tilda Espluga, Montse Vellvehí, Bernat Quintana, Xavier Ruano y un nutrido grupo de 14 jóvenes graduados del Institut del Teatre.

En ella hallamos a Bartolomé encaramado a un pilar inacabado de un puente que la crisis económica ha dejado a medio construir. Bartolomé está acabado, la crisis ha consumido sus reservas económicas, físicas y vitales y ha decidido suicidarse en un espacio público para que todo el mundo sea consciente de los monstruos provocados por el trance económico que vive su país y gran parte de la órbita europea. Debajo de Bartolomé y alrededor de la base del pilar, se congrega un circo mediático y social, tanto aquellos que quieren ayudar a Bartolomé a cumplir sus deseos, como los medios que se desplazan hacia allí para dar cobertura a la noticia e incluso la autoridad competente que intentará poner orden en la situación.

Sanchis Sinisterra es el encargado de dar inicio a un nuevo proyecto en el marco del Grec en el que cada año un autor presentará una pieza teatral sobre un tema actual, utilizando los principios formales del teatro griego. Y en este caso ha contado con la ayuda de Simón Rodríguez en una propuesta que aunque atrayente visualmente y, evidentemente actual en el tema que analiza, la crisis económica omnipresente de la cual aún sufrimos sus amargas consecuencias, resulta bastante vacía con respecto a los asuntos sobre los que trata.

El modelo a partir del que se crea la obra es el del Prometeo encadenado, tragedia griega en la que el titán Prometeo, que favorece el conocimiento y la civilización de los hombres en detrimento de los dioses, es castigado por Zeus, una leyenda que se transmuta en la versión escénica de los hechos que llevaron al jubilado griego Dimitris Khristulas a suicidarse en abril del año 2012 delante del Parlamento griego debido a la situación de indigencia a la que le condenaba la crisis económica griega.

Por desgracia, Bartolomé encadenado es una obra de titulares periodísticos, en los que el texto no va más allá de las ideas, contundentes, eso sí, que aquellos pueden contener y que, si lo pensamos bien, ya conocemos, aunque solo sea por el «machaconismo» de los medios de comunicación. Así en Bartolomé encadenado se habla acerca de la crisis económica, de la actuación del Estado y de las fuerzas de seguridad, del papel de los medios de comunicación, del poder detrás del poder, de la pasividad de parte del cuerpo social ante las vejaciones provocadas por la crisis, de la actitud ominosa de parte de la juventud… Aunque, y como les decía, sin la más mínima intención de profundizar en estos temas, que aunque actuales e importantes, digo yo, importantísimos, quedan en agua de borrajas tras haber acabado la función, no conociendo el espectador mucho más de lo que ya intuía cuando ocupaba su asiento al inicio de la función.

COR_I_TORRE_2_El aspecto visual de la obra sí que destaca algo más que el contenido. Bartolomé nos es presentado como un antiguo anacoreta, o más concretamente como un estilita, uno de aquellos ermitaños que vivieron en época medieval sobre columnas, como símbolo de su rechazo a la sociedad materialista. La representación está estructurada, en parte, como una obra clásica griega, en la que los actores interactúan con una especie de coro conformado por los jóvenes graduados del Institut del Teatre, y nos hace revivir, en parte, como sería una obra representada durante la antigüedad. Además el espectáculo hace uso de un potente audiovisual, que acompaña al desarrollo de la obra y que impacta en el público en más de una ocasión.

La obra está cocinada con dos ingredientes principales: la tragedia de la situación que vive Bartolomé y que le ha forzado a acabar con su vida de forma pública y la comedia que se desarrolla a su alrededor y en la que los periodistas, la familia y el grupo de jóvenes, que dan forma al coro y a veces al cuerpo de danza, intentan mostrar al público algunas de las flaquezas de nuestra sociedad occidental. La obra, sin embargo, en su avance va derivando poco a poco hacia una especie de drama familiar que debilita en parte su potencia narrativa.

En Bartolomé encadenado destacan sobre las demás las interpretaciones tanto de Lluís Soler, el hacedor de la situación que nos narra el espectáculo y la breve actuación de Manel Barceló, que da vida a uno de los secuaces del poder invisible de los mercados. Maria Molins interpreta a una periodista que se verá afectada por lo que está pasando sobre y en los aledaños de la plaza escenario de los acontecimientos; Tilda Espluga y Bernat Quintana encarnan a dos policías muy peculiares; Montse Vellvehí interpreta a una alocada aspirante a periodista y finalmente Xavier Ruano encarna a un cámara que sigue a Molins alrededor del mundo proveyendo al público de la cadena de las imágenes de los conflictos que cubren como periodistas, y es el protagonista, seguro, de uno de los speechs con más fuerza que se oyen a lo largo de la representación.

Bartolomé encadenado representa, así, una promesa escénica que va perdiendo fuelle a medida que avanza la representación y que se salva por lo actual de su contenido y por el trabajo de los actores que dan vida a los personajes en liza, aunque el desarrollo de la obra no sea tan competente ni trascendente de principio a final. Esperemos, pues, que este proyecto escénico dentro del Festival Grec de Barcelona se vigorice algo más en futuras ediciones.

«Bartolomé encadenado» se representa en el Teatre Grec del 18 al 20 de julio del 2014.

Autor: José Sanchis Sinisterra
Dirección: Antonio Simón Rodríguez
Intérpretes: Lluís Soler, Manel Barceló, Maria Molins, Tilda Espluga, Montse Vellvehí, Bernat Quintana y Xavier Ruano
Coros: Arnau Armengol, Ramon Bonvehí, Carles Calabuig, Laura Calvet, Anna Farriol, Ana Roche, Alberto Ruiz, Ivan Giménez, Alicia Lorente, Anna Massó, Marina Mulet, Ariadna Pastor, Laia Pastor y Andrea Portella
Escenografía: Ramon Simó
Vestuario: Irantzu Ortiz
Espacio sonoro: Lucas Ariel Vallejos y Damien Bazin
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Jorge Pisa Sánchez

«Cosmètica de l’enemic» en la Sala Muntaner de Barcelona: Despedid a vuestro abogado.

«El culpable va hacia el castigo como el agua va al mar.»
Lo que en esta pieza teatral suena a amenaza puede camuflarse de advertencia.
Pero en la función de la Sala Muntaner no se detendrá aquí. Sino que acabará suponiendo un alivio para su protagonista. Aclaremos, no obstante, que no sin tener que pagar un precio al alcance de pocos bolsillos.


«Cosmètica de l’enemic» consiste, pues, en un juicio inesperado para su acusado, que primero rechaza y finalmente se erige en liberador. El fiscal es un despiadado avasallador que con su discurso relleno de amistosas intenciones destruye la calma del anónimo transeúnte. Esto no es más que el punto de partida de un proceso cuyo objetivo fundamental es averiguar si la impunidad social constituye una buena compensación para quien no puede garantizar su derecho a formar parte del grupo.

Magda Puyo, la instructora penal (y desde su posición de directora escénica) limpia casi por completo el escenario de artificios para dejar reposar en él los tres elementos esenciales del espectáculo, a los que saca lustre: la pareja de actores y el suspense.

Como cabezas visibles, Xavier Ripoll y Lluís Soler. El primero, objeto de martirio del segundo. Ripoll juega su papel de víctima combinando su diminuta presencia con un autoritario timbre. Ante el rechazo frontal del héroe, Soler contraataca con su esbelta figura y encantadora expresión demente.

Ambos personajes descifran la trama mediante un diálogo sin marcha atrás cuyo gran logro radica en la habilidad con que maneja los intrincados resortes de la ambigüedad, la sugestión en la manipulación y una estimulante insistencia en la creación de interrogantes. La ejecución por ambos intérpretes de sus réplicas adolece de cierta aceleración y alcanza sus cotas más altas cuando se ve bruscamente interrumpida. En esos momentos en que los dos personajes llegan a arañarse con los ojos y a salvaguardar su más celosa intimidad a escasos centímetros de distancia el uno del otro, reina un silencio inteligente que acrecenta la tensión y dota a los actores de una mayor entidad escénica. Y los aspavientos de Xavier que resquebrajan a su agredido «Jérôme» son tan estremecedores como la narración juguetona de Lluís al filosofar su «Textor» sobre los límites morales entre deseo, dominio y pasión amorosa.

El público, forzado a dictar sentencia, devora con mórbido interés el desarrollo de la trama. Y cuando llega el desenlace, los efectismos empleados resultarán tan acertados que no solo se nos congela la sangre. También temblamos al asumir nuestra misión de Jurado mientras aplaudimos y nos disponemos a abandonar la sala sumidos en una confusión tan atractiva que saldremos más imperfectos y bellos.

 por Juan Marea

 Image¿Xavier Soler y Lluís Ripoll?

http://www.salamuntaner.com/

Magda Puyo, directora de “Cosmètica de l’enemic”: “La cultura es incomodidad.”

Magda ríe a mandíbula batiente y dispara pasión por su trabajo. Ni la grabadora está segura. Pero no seré yo quien consiga evitarlo.

 ¿Qué es “Cosmètica de l’enemic”?

Es la historia de un hombre que encuentra a su álter ego y este le ayudará a conocerse. Siente pánico porque tiene un lado oscuro. Al igual que hace Amélie Nothomb en su novela homónima, nuestra propuesta combina comedia y thriller psicológico.

¿Al público actual, en estos momentos, le gusta que le mostremos este lado?

Sí y mucho. Porque todos lo tenemos. Si alguien nos tirase un poco de la lengua, seguramente saldrían aspectos de nuestra personalidad mucho más negros que el blanco que enseñamos aparentemente. La obra habla de emociones fuertes y la gente las necesita. Aunque sean de ficción, las puede contrastar con sus propios miedos, con su angustia. Así dejamos escapar nuestra parte negativa. Y ello nos permite descansar. También es una forma de reírnos de nosotros mismos, de ironizar sobre la realidad. Y es que la vida es una tragicomedia grotesca.

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Lo que tenemos dentro no podemos rechazarlo. Lo importante es saber que lo tenemos y no negarlo. No te escondas de lo que tú también eres.

Definís la obra como un “juego ambiguo y seductor entre el Bien y el Mal”. ¿Por qué es tan tentador el Mal?

¿Por qué nos atraen los acantilados? Pues porque sabemos que si los traspasamos ocurrirá algo absolutamente desconocido y quizás descubriremos cosas de nosotros mismos que nos asusten mucho y que prefiramos ocultar. De todas maneras, el Mal es muy relativo: Muchas cosas que calificamos socialmente como buenas son malas en realidad. Y al revés.

La obra transcurre en la sala de espera un aeropuerto. ¿Es relevante que los hechos sucedan allí?

Por supuesto. En primer lugar, porque la sala de espera es tierra de nadie y en ella no estás protegido. En segundo lugar, mientras esperas tu mente puede estar en blanco porque no estás haciendo nada en concreto. Y finalmente porque no puedes escaparte de allí. Solo tienes una salida: Subir al avión. Después de encontrarse Jérôme Angust, el ejecutivo protagonista, con Textor Texel en dicho aeropuerto, el primero solo podrá dirigirse hacia una puerta, la del abismo.

La obra se centra en dos personajes antagonistas que “se oponen, se cruzan y finalmente se confunden”. Eso también ocurría en “Alma i Elisabeth”, la obra que estrenaste el pasado mes de junio adaptando “Persona” de Ingmar Bergman.

Es curioso pero no lo busqué intencionadamente. Ambas propuestas me las hizo Carles Manrique, el productor ejecutivo. En ambas se plantea la dualidad del ser humano. ¡Quizás fue mi subconsciente el que me llevó a ellas!. Mi hijo, al ver las dos obras, me preguntó si me pasaba algo, si tenía algún problema… Yo le contesté como hace todo el mundo: que no. Tanto Amélie Nothomb como Ingmar Bergman son personas muy contradictorias, en lucha constante consigo mismos y con la realidad y la sociedad. Sus obras son también muy complejas. Últimamente me divierto mucho haciendo cosas tan duras.

El título de la obra, “Cosmètica de l’enemic”, es extraño.

La “cosmética” (que viene de “cosmos”) es la ciencia que estudia el equilibrio del cosmos, es el “arte del equilibrio”. Textor equilibrará a esa persona que es Jérôme y su dualidad.

Te enfrentas al estilo de Nothomb, íntimo y hermético.

Amélie es muy dual. Nunca es tan hermética o grotesca como para llegar al límite. Siempre te permite volver. Lo combina muy bien. Algunos elementos de su obra, como cuando habla del jansenismo, de Pascal o incluso cierta influencia freudiana, podrían resultar herméticos. Pero al mismo tiempo es una novelista popular por su forma clara y diáfana de hacer que corra la acción y su capacidad de seducir al público. Además, Amélie tiene un sentido del humor negro. Y eso gusta mucho por la perversidad que todos llevamos dentro.

¿Cómo adaptasteis Pablo Ley y tú la novela?

La literatura de Amélie es muy teatral. Nos limitamos prácticamente a sintetizar su texto. A medida que avanza la obra, se abren puertas falsas repentinas que te llevan por otro lado. Intentamos no dejarnos ninguna de esas puertas. Quisimos mantener ese suspense, elemento frecuente en la obra de Nothomb. Nosotros solo hemos intentado no perder el equilibrio que su obra ya tiene.

Los actores, Lluís Soler y Xavier Ripoll, destacan por la gravedad de sus voces.

Sus voces contrastan muy bien. La de Xavier es algo volátil mientras que la de Lluís es más profunda, rasgo muy apropiado ya que él interpreta precisamente al enemigo interior. De ambos actores, destaco además su capacidad de hacer verdadero todo lo que aquí interpretan.

El espacio escénico es tuyo y de Martí Torras.

Yo quería contar la metáfora de la mente humana. Representarlo con algo que recordara al cerebro mediante formas organizadas. Y que el público formara parte del espectáculo de modo que puntualmente se sintiera en un aeropuerto abriendo una ventana hacia la mente de alguien para poder mirar adentro.

¿Cuáles son tus inquietudes como directora?

A mí me gusta crear espacios poéticos. Hacer una propuesta estética que incluya una complejidad ideológica. No me interesa hacer una copia de la realidad. Y me encanta trabajar la corporalidad de los actores. El cuerpo explica cosas irracionales mientras que la palabra siempre es racional. Por ello, el cuerpo lleva a lugares personales mucho más profundos.

¿Es la ambigüedad una forma de no mojarse?

El teatro es hacer preguntas. La respuesta debe darla el público formulándose más preguntas. El arte causa incógnitas. Cuando miramos un cuadro de Pollock, lo entendemos desde la emoción y la sensación, y no desde la razón. No obstante, a veces los directores y dramaturgos no sabemos explicar lo que queremos decir.

¿A quién va dirigida vuestra propuesta?

Es una obra con diversos niveles de lectura. Nos está sorprendiendo que venga a verla gente muy joven, que es un sector social poco habituado al teatro. Los domingos por la tarde, en cambio, el patio de butacas se llena de gente mayor. El público que estamos teniendo es un buen reflejo de la combinación que “Cosmètica de l’enemic” ofrece de lo popular y lo ambiguo. Estaremos en la Sala Muntaner hasta el 9 de noviembre y después tenemos catorce “bolos” por Catalunya.

Recomiéndame una obra que hayas visto recientemente.

La marquesa de Sade” dirigida por Emilià Carilla y protagonizada por Agnès Romeu, Muntsa Alcañiz, Àngels Bassas, Andrea Montero, Laura Fité y Enka Alonso en el Teatre Akadèmia de Barcelona. El trabajo de las actrices es muy interesante.

¿Cómo ves el panorama teatral catalán actual?

Hiperconservador y muy acomodaticio. Es necesario iniciar un proceso de liberación. La cultura y el arte de este país son un patrimonio muy rico: Por un lado, somos cuatro gatos y en cambio tenemos muchos artistas. Este proceso se inició en un momento dado pero ha quedado paralizado. Lo que tenemos ahora es un localismo patético.

¿A qué se debe esta situación?

Hace mucho tiempo que las instituciones públicas siguen un camino equivocado potenciando una serie de propuestas insuficientes para crear un tejido cultural pero que lucen mucho en el aparador. Esto pasa ahora más que nunca. Los proyectos mueren donde se estrenan y fundamentalmente en Barcelona: No hay una red de exhibición, solo edificios con sus focos. Todo son ladrillos y ordenadores. Y lo importante es que los artistas estén en el escenario. Por otra parte, los profesionales tenemos que depender menos de las instituciones.

¿Qué es la cultura para ti?

Un espacio de placer y reflexión. Un lugar donde buscarse como persona y como país. Es una de las pocas cosas que te hacen avanzar humanamente. Y empieza en la esfera más privada. Si la cultura local no es potente, nunca podrá dar el salto hacia lo universal. Y lo universal nace de la potenciación de aquello que proviene del territorio propio. Cuando lo que se promueve es una colección de obviedades, los saltos son fuegos artificiales. La cultura es incomodidad. Solo así es posible la búsqueda de algo mejor.

Apago la grabadora. Ahora soy yo el que debe responder a Magda.

por Juan Marea

trio
Magda, Xavier y Lluís, cosmonautas

X Festival Shakespeare: Poco ruido y excelsas nueces

Trabajos de Amor Disfrutados

El pasado lunes en la Librería La Central de Barcelona desafiaba Mario Gas: “Hay que acercarse a Shakespeare con cierta ingenuidad” y habilitaba embarcaciones para “dejarse llevar por el río que propone”.

Cuatro días antes, Montse Vellvehí, aplicada directora, advertía en el programa del X Festival Shakespeare que se trata este acontecimiento de “una acción a favor del momento que vivimos: una lucha a favor de las personas, a favor del pensamiento, del conocimiento y de todas aquellas facultades que nos hacen más humanos y más civilizados”.
Actuemos.
Naveguemos.

Pensamiento el de Moreno Bernardi abriendo el fuego de sus “(H) Works” en la Biblioteca de Catalunya con un solo de danza contemporánea (“7 dances for H.”) en el que un Hamlet atrapado por un mecanicismo coreográfico extenuante no puede liberarse del compás de una voz cuasidemiurga que invoca el dilema existencial de tan atormentado personaje. Y la agitación de su torturado cuerpo parece que en cualquier momento le vaya a destruir a la vez que la actitud de lucha constante evidencian una dicotomía fascinantemente terrenal. Después llegó “RadioHamlet” en el que Bernardi prende fuego a un público extenuado con una lectura dramatizada o conjunción de voces de él mismo, ahora solista de atronadora voz, y su coro (integrado de forma extraordinaria por Jaume Madaula, Ilona Muñoz y Mònica Portillo), que viaja de lo tribal al grito desgarrador convirtiéndose en orquesta vocal por arte y talento de la batuta de Moreno. Este sorprende con la estridencia de su recitado; impresiona con la versatilidad de su voz; y conmociona con su portentosa cadencia. Y Hamlet obtiene inevitablemente una expresividad superlativa.

Micrófonos ardientes

Conocimiento el de Quim Lecina que, con su tríada de musas-brujas, ofrecía en “Big Will Shakespeare!!” deseoso inventario artístico de su carrera profesional, poderosamente influida por la obra shakesperiana. Los cuatro, un piano alegremente excitado, un saxofón que enmudece y enaltece, y un violoncelo nada receloso, exponen con entusiasmo momentos de algunas de las piezas clave del omnipresente William. Como si de un espectáculo de cabaret se tratase, la comicidad y la tragedia se suceden en un ejercicio docente algo pretencioso que ameniza especialmente Montserrat Bertral, con su sugerente voz de mezzosoprano y sus resultones recursos dramáticos.

Humanidad, la de la reconfortante serenidad de Lluís Soler al declamar los “Sonets encadenats de Will Shakespeare”. Cuando Lluís abre la boca, después de ser exquisitamente provocada por la excelencia de los dos violoncelos acariciados por Maria Bou y Marta Roma, todos le consagramos nuestros tímpanos. “Solo si te das a ti mismo sobrevivirás.” susurra Soler. Y él y su público entregado dejamos de ser entidades distintas. ”Solo no serás nada.” prosigue. Ahora somos, juntos, todo. Incluso cuando el juglar de voz ronca y penetrante ironiza sobre la hipocresía del amor de alcoba (“adulados, caminamos”) deseamos arrancar de nuestros lechos cualquier sábana que intercepte el deseo de aprender a amar mejor y a quien se acuesta a nuestro lado. Finalmente, y ya sin posar sus ojos en el papel, el gran recitador que es Lluís proclama la comparación del sentimiento más noble con un faro, aquel que siempre ilumina al ser querido, que para la ocasión es (¿qué duda cabe?) el respetable.

Civilización. También. Esta vez desde el foro del Teatre Romea y bajo los rasgos de Mario Gas, inmenso “Julio César” lanzado a una catarata de conspiraciones por quienes pretenden salvar al pueblo (esto es, de nuevo el público) de un populismo irresistible. Mario reina por encima del histrionismo que lastra parcialmente la puesta en escena de Paco Azorín, demasiado grandilocuente en la interpretación de algunos de los actores así como desmesurado es el obelisco sepultado en medio del escenario y que pretende erigirse en principal símbolo de la grandeza del poder del controvertido emperador. Volvamos a Mario y a su lección de que menos es más: su rotunda corpulencia, su dicción carismática y la frescura de su entonación se magnifican después de ser aniquilado en escena para aparecer proyectado con gesto temible y mayestático y reaparecer después transformado en ambiguo ángel exterminador que no detendrá su venganza aunque para ello no pueda abandonar el más allá. Sergio Peris-Mencheta sabe cómo recoger con firmeza el testigo y su discurso en el Senado desde la piel del sufriente e implacable Marco Antonio es estremecedor.

El augusto Señor Gas cerrará esta crónica con palabras sabias: “Cada época se inventa un Shakespeare”. Pues bien, en estos tiempos tan  castigados por el inmovilismo y amenaza constante de perder lo poco que nos dicen a diario que tenemos, hablar del ser humano en un mundo de cambios como hacía el tal William nos permite empezar a doblegar la crisis. Este Festival es prueba fehaciente de ello.

por Juan Marea

X Festival Shakespeare
del 6 al 12 de junio
http://www.festivalshakespeare.com

Crítica teatral: Luces de bohemía, en la Biblioteca de Catalunya.


Ayer finalizaron en el espacio escénico de la Biblioteca de Catalunya las representaciones de la adaptación de la obra de teatro de Valle-Inclán Luces de Bohemia, un maravilloso ejemplo del esperpento literario, político y social de la España de principios del siglo XX y, también, de la España de inicios del siglo XXI.

Ciertas obras escritas se acaban convirtiendo a lo largo del tiempo, debido a diversos factores, en una referencia clásica para épocas posteriores que despliegan la amplitud de su mirada para, de vez en cuando, fijarla en sus páginas y extraer de ellas motivos e ideas válidas para su momento histórico concreto y aprovecharse, de esta manera, de la fuerza creativa del pasado para redirigirla hacia el presente y a veces, incluso, hacia el futuro.

Todo lo dicho en el párrafo anterior se podría aplicar a esta Luces de Bohemia adaptada por la compañía La Perla 29 y que se ha representado dentro del marco del Festival Grec de Barcelona 2011 en la Biblioteca de Catalunya. Un esfuerzo teatral destacado que se ha visto recompensado con la asistencia masiva del público que, como si fuera un partido de futbol, ha llenado las graderías/patio de butacas del teatro incluso en las sesiones de los días previos al final de sus representaciones, algo insólito en la oferta teatral de la ciudad y, más aún, a finales del mes de julio.

Y el éxito reside en la calidad y la clarividencia del texto, no por otra razón la obra más conocida de Ramón del Valle-Inclán, por el acierto en la adaptación de La Perla 29 liderada por Oriol Broggi y por la elección del cartel de actores, entre ellos Lluis Soler, Manel Dueso, Marissa Josa, Camilo García o Jordi Martínez, un seguro de profesionalidad y de “pedigrí” teatral.

Aunque me imagino que la trama de Luces de Bohemia es conocida por muchos, la sección en la que escribo me obliga a hacer una breve sinopsis de su argumento, que no es otro que el malsano pulular nocturno de Max Estrella, escritor y poeta ciego venido a menos, por las calles de un Madrid opresivo y bohemio de principios de la década de los años veinte del siglo pasado. La necesidad económica obliga a Estrella a salir de su casa para intentar deshacer una venta de libros al librero Zaratustra. La imposibilidad de llevar a buen fin esta transacción obliga a Estrella, acompañado de su “fiel” amigo Latino, a iniciar una odisea noctámbula que le hará recorrer calles, tabernas, prisión e incluso los despachos de un ministro excompañero suyo, lo que le hará entrar en contacto con algunos de los moradores de la noche, ya sean bohemios, prostitutas, guardias civiles, revoltosos, o anarquistas y le llevará a iniciar una última experiencia vital en la que será fiel testigo de las inmundicias de una España que se dirigía a marchas forzadas hacia el enfrentamiento político y social que desencadenaría la Guerra Civil y la instauración de un régimen fascista y dictatorial encarnado por la figura del general Franco.

Si aquellos que están leyendo ahora mismo esta reseña lo consideran correcto, evitaremos aquí hacer un análisis histórico de la obra de teatro, que necesitaría mucho más espacio del disponible aquí (y muchas más capacidades de las detentadas por mi persona), y nos centraremos más en la adaptación realizada por la compañía La Perla 29, que tendría que ser en un principio lo que más nos interesa.

Lo primero, sin duda, es el espacio en el que se desarrolla la obra. El escenario está cercado en forma de U por tres graderías que delimitan el desarrollo de la trama y aproximan el espectáculo al espectador. En el único límite abierto del mismo se ubica una entrada que tanto se convertirá en la parte exterior de una taberna como en el linde de un espacio interior. No hace falta que diga nada sobre el contenido arquitectónico y estructural del espacio teatral de la Biblioteca de Catalunya, un elemento que potencia el clasicismo y la sustancia de la obra en representación.

La adaptación de Broggi le da un tono animado a la obra. Son los mismos actores, en segundo plano, los que presentan las escenas que los focos se encargan de delimitar visualmente. De nuevo el final de un acto se reconvierte en el inicio del siguiente cuando se retiran o se resitúan los pocos elementos de atrezo que se muestran, entre ellos algunas mesas, sillones y cajones, lo que da a la obra un importante dinamismo. El único inconveniente para los espectadores lo representa la extremadamente alargada extensión del escenario rectangular que impide, en determinadas ocasiones y desde determinados sectores, poder seguir visualmente el acontecer dramático de la trama.

Broggi ha decidido mantener el esquema clásico (pensemos en los años veinte del siglo pasado) de la obra, manteniendo el formato visual de la misma, con un vestuario adecuado y unas formas precisas y ubicables temporalmente, hecho que se agradece y mucho en estos tiempos en los que casi cualquier cosa se actualiza y «tunea artísticamente» a la medida, consiguiendo, muchas veces, tan solo alborotar y confundir al respetable que resulta desorientado por el hecho de no establecer una relación clara entre lo que oye y lo que ve.

Y por último el trabajo de unos actores que enriquecen y redondean un artículo ya de por sí precioso. De nuevo nos hallamos con Luces de bohemia en presencia de lo que podríamos llamar, y permítanme que utilice de nuevo un símil futbolístico, una plantilla de Champions que incluye, y quiero citarlos a todos, a Lluis Soler, Xavier Boada, Màrcia Cisteró, Manel Dueso, Marissa Josa, Camilo García, Jordi Martínez y Jacob Torres, interpretando todos los personajes necesarios para la dramatización de la obra, lo que obliga a alguno de ellos a encarnar a más de un carácter. Creo, pues, que no hace falta decir nada más de la “potencia” actoral y teatral de la obra después de haber citado a los actores y las actrices que actúan en ella, las “horas de vuelo” de los cuáles garantizan un espectáculo de alta categoría y un reclamo seguro en taquilla, algo que ya se podía suponer, como así ha ocurrido, desde un principio.

Ya para finalizar, aunque el inicio del párrafo anterior comenzaba con un “Y por último”, destacar la categoría literaria del texto y del autor adaptados, Luces de Bohemia y Ramón María del Valle-Inclán, dos clásicos de la literatura en letras hispánicas y, como no podría ser de otra forma, también de la literatura universal, que producen una sensación de empequeñecimiento en el espectador que acude a una representación de la obra y le genera unas irrefrenables ganas de conocer algo más de la vida y de la obra de un gigante, en este caso de uno sobre pies de hierro colado.

Luces de Bohemia” se representó en el espacio escénico de la Biblioteca de Catalunya del 22 de junio al 24 de julio de 2011.

REESTRENO: La obra se repone en el espacio escénico de la Biblioteca de Catalunya del 20 de septiembre al 2 de diciembre de 2012.

Autor: Ramón María del Valle-Inclán
Dirección: Oriol Broggi
Intérpretes: Lluís Soler, Xavier Boada, Màrcia Cisteró, Manel Dueso, Camilo García, Marissa Josa, Jordi Martínez y Jacob Torres
Espacio: Oriol Broggi y Sebastià Brossa
Iluminación: Pep Barcons
Vestuario: Berta Riera
Sonido: Jordi Agut
Técnico: Guillem Gelabert
Producción: La Perla 29 con la colaboración del Grec 2011 Festival Barcelona
Horarios: de martes a sábado a las 20:30 horas y los domingos a las 18:30 horas.
Precio: 22 €.
Idioma: castellano.
Duración de la obra: 120 minutos.
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Escrito por: Jorge Pisa Sánchez

Estreno teatral: Luces de Bohemia, en la Biblioteca de Catalunya.


Llega al espacio escénico de la Biblioteca de Catalunya la adaptación teatral de Luces de Bohemia de Valle-Inclán, realizada por la compañía La Perla 29 y dirigida por Oriol Broggi, un repaso a la vida literaria y a la sociedad española de principios del siglo xx.

Max Estrella, el escritor, artista, quizás un payaso que vive al margen del sistema, se pasea por Madrid en un itinerario que pasa por cafés, tabernas y prisiones y que es, de hecho, un cruel repaso a la vida literaria y a la sociedad española de principios del siglo xx. La decadencia de un país y sus ciudadanos son los protagonistas de la obra, donde Valle-Inclán proyecta su ácida mirada a través de los ojos de un miserable poeta que, en su ceguera, es el único que logra ver con claridad más allá de la uniformidad que lo rodea.

Valle-Incánescribió Luces de bohemia desde una actitud crítica radical respecto a la España oficial de su tiempo, siendo muy consciente que el sistema político de la restauración estaba agotado y que por un lado iban los políticos y por otro la realidad social. Denunció los excesos del sistema, a través de la sátira. Y la obra realmente fue más allá, explicando una manera de entender la cultura española y al mismo tiempo proponiendo una visión muy trágica de la existencia. Entre la sátira y la elegía grotesca encontramos el recorrido completo del Esperpento. Max Estrella encarna al artista bohemio del cambio de siglo anterior, para pasar revista al fracaso de sus ideas y a sus contradicciones, con un cierto tono elegíaco…Valle-Inclán tiene la habilidad de sintetizar elementos diversos y concretos, a la vez que puede plantear grandes preguntas.

Es así como Luces de bohemia es un repaso de la actualidad política y social española, y una profunda reflexión sobre la cultura española y, a la vez, sobre la existencia.

Yo estoy arrepentido de haber cultivado tanto tiempo la literatura por la literatura, el arte por el arte. Por eso dedico ahora mis esfuerzos a una literatura especial que llamo de los Esperpentos. Actualmente en la vida ya no se observan más que eso: esperpentos.” R. De Valle- Inclán.

Luces de Bohemia” se representa en el espacio escénico de la Biblioteca de Catalunya del 22 de junio al 24 de julio de 2011.

REESTRENO: La obra se repone en el espacio escénico de la Biblioteca de Catalunya del 20 de septiembre al 2 de diciembre de 2012.

Autor: Ramón María del Valle-Inclán
Dirección: Oriol Broggi
Intérpretes: Lluís Soler, Xavier Boada, Màrcia Cisteró, Manel Dueso, Camilo García, Marissa Josa, Jordi Martínez y Jacob Torres
Espacio: Oriol Broggi y Sebastià Brossa
Iluminación: Pep Barcons
Vestuario: Berta Riera
Sonido: Jordi Agut
Técnico: Guillem Gelabert
Producción: La Perla 29 con la colaboración del Grec 2011 Festival Barcelona.

Horarios: de martes a sábado a las 20:30 horas y los domingos a las 18:30 horas.
Precio: 22 €.
Idioma: castellano.
Duración de la obra: 120 minutos.

Crítica de la obra en Culturalia: https://cinelatura.wordpress.com/2011/08/01/critica-teatral-luces-de-bohemia-en-la-biblioteca-de-catalunya/