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Crítica teatral: Fedra, en el Teatre Romea.

image El teatro es, como ya saben, una suma de emociones: las sufridas por los autores y directores, que se transportan a través del texto y de las interpretaciones de los actores hacia un público que las recibe con el objetivo de cerrar él mismo su significado. Y si hablamos de pasiones, seguramente pocos las han sabido plasmar de forma tan brillante como los autores clásicos, aquellos que en los inicios del teatro supieron captar sus raíces vitales y comunicarlas de forma apasionada, no tan solo a los públicos de entonces, sino también a los futuros.

Y uno de sus frutos más representativos es, seguramente, Fedra, obra adaptada en 1677 por Racine a partir de las tragedias de Eurípides y Séneca, y que nos muestra las fatales consecuencias de la pasión enfermiza y descontrolada de una mujer que afectan trágicamente a todos aquellos que la rodean.

«Fedra, enamorada de su hijastro Hipólito y empujada por su confidente, Enona, confiesa su pasión. Herida por el rechazo de Hipólito, ella no puede esconder sus sentimientos ante su esposo y rey de Atenas, Teseo. Azotada por un profundo sentimiento de culpa, Fedra se adentra en un infierno personal. Su pasión desbordante e irrefrenable la conducirá, a ella y al resto de personajes, a un trágico destino».

Con la Fedra de Racine, dirigida por Belbel y acompañada por un nutrido cuerpo de contrastados actores y actrices, asistimos al atropello de pasiones, deseos y tumultos que tan del gusto era de los antiguos, y que a los espectadores del siglo XX les queda, puede, algo lejos, si no es en lo que se refiere a la creatividad artística, la puesta en escena y el registro de las interpretaciones. En el caso que nos toca, no todo está a la misma altura.

image(6)Hablemos primero de una puesta en escena que alcanza unos altos valores estéticos, con un escenario que comunica con la platea y que nos muestra un territorio desolado, como los sentimientos y los efectos de las pasiones que se desarrollarán sobre él, iluminado por la mortecina luz de una gran esfera solar que se irá eclipsando, como indicando la fatalidad de la acción, y un juego de luces que provee a la obra de un tamiz casi apocalíptico. Sobre este inquietante escenario es donde falla una parte importantísima de la obra, que no es otra que el de las interpretaciones y con ellas la dirección. Aunque el reparto de actores y actrices es magnífico, solo hay que citarlo para darse cuenta de ello (Emma Vilarasau, Mercè Sampietro, Lluís Soler, Xavier Ripoll y Jordi Banacolocha entre otros), algo no funciona. Vilarasau compone una interpretación demasiado impostada y artificial, que le roba magnificencia a su papel, primordial en la obra. Su yerro solo es equilibrado, en parte, por la actuación de otros actores, como Soler, Banacolocha o Ripoll, que sí que saben impregnar sus intervenciones con la soberbia e intensidad que el texto y las pasiones que este mueve se merecen.

Hay que ser conscientes, por otra parte, de que la interpretación de la obra se embellece, a la par que se dificulta, con la plasmación de los originales versos alejandrinos escritos por Racine, adaptados por el propio Belbel, que parecen aún no asumidos en la declamación por los actores, algo comprensible la noche del estreno, y que a veces complica la comprensión de un texto riquísimo y complejo por sí mismo.

De todo ello podemos resumir que, si bien la forma es muy bella, al espectáculo le falta precisión y aroma interpretativos. Esperemos que su propia desenvoltura en el tiempo sea lo necesariamente corregidora para llegar a la simbiosis dramática que requiere el espectador, no por otra Fedra nos habla de las pasiones, en este caso la amorosa y la sexual, del sentimiento de culpa, del amor no correspondido, de los tabús que acompañan a la civilización y de las consecuencias trágicas de nuestros hechos, sean estos los que sean, algo que desde siempre y por siempre acompañarán al ser humano en su singladura existencial.

Así, pues, a la Fedra de Belbel y Vilarasau le queda aún recorrido por hacer. Esperemos que lo alcance y nos muestre la radiación que un trágico elaborado en las manos de Eurípides y Séneca, urdido en la pluma de Racine y adaptado en el Romea en este siglo XXI se merece.

«Fedra» se representa en el Teatre Romea del 20 de enero al 15 de marzo de 2015.

Autor: Jean Racine
Traducción y dirección: Sergi Belbel
Reparto: Emma Vilarasau, Mercè Sampietro, Lluís Soler, Xavier Ripoll, Jordi Banacolocha, Queralt Casasayas y Gemma Martínez
Escenografía: Max Glaenzel
Iluminación: Kiko Planas
Vestuario: Mercè Paloma
Espacio sonoro: Jordi Bonet
Caracterización: Toni Santos
Producción: Teatre Romea

Horarios: de martes a sábado a las 20:30 horas y domingos a las 18:00 horas.
Precio: 18 – 28 €
Duración: 2 horas y 15 minutos
Idioma: catalán
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Jorge Pisa

“Merda d’artista” al Teatre Poliorama: No estireu la cadena!

L’impuls de defecar és, a banda d’una necessitat fisiològica, una tendència defensiva individual cada cop més generalitzada: Ens caguem en tot. I ho solem fer tan convençuts que moltes vegades ni tan sols ens preocupem de netejar-nos bé el cul.

Heus ací el trajecte d’un artista visual que anava d’alternatiu i que no pogué escapar de les seves tenebres. En Piero Manzoni vivia amb tant d’entossudiment la seva concepció de l’art com a instrument per sacsejar consciències que va decidir signar la seva darrera obra (revalorada, és clar, de manera pòstuma) envasant al buit la seva pròpia femta tot aplicant el principi següent: Si l’art és una merda, la merda ha de ser art.

 

I ara empudeguen l’escenari del Poliorama els responsables d’aquella joia d’encisadora bijuteria que va ser “Pegados” amb el detall dels darrers dies d’intensitat intestinal d’en Manzoni, embolcallats de la lluentor de l’or. Si al seu anterior espectacle van brillar amb la frescor d’una distingida senzillesa, “Merda d’artista” és un luxós entreteniment d’escenografia enginyosa, vestuari exquisit i cinc actors entusiastes i excepcionalment compenetrats: Tres femelles magnífiques (sublim Gemma Martínez com a marxant càustica i múltiplement intoxicada; elegant Xènia Reguant interpretant el submís i desenganyat descans del guerrer; i deliciosa Nanina Rosebud amb els dits secs, molt secs, d’una caputxeta vermella periodista) més dos mascles que saben rondar-les amb gràcia (un vigorós Frank Capdet com a fracassat pintor abstracte i, finalment, el turmentat Piero, a qui dóna presència un Ferran González sensible però un pèl afectat).

Tots cinc (amb la col•laboració sorprenent i eficaç d’en Joan Miquel Pérez com a pianista sarcàstic molt eixerit) formen un equip indestructible quan desfilen plegats a l’escenari alternant comicitat ocurrent i dinamisme coreogràfic. És llavors quan “Merda d’artista” demostra orgullosa que ja tenim Musical a Barcelona per a la propera temporada. Perquè la versatilitat dels intèrprets actuant, cantant i ballant juntament amb la màgia que reparteixen per tota la platea és d’espectacle de primer nivell.

Només grinyola la proposta en aquell aspecte que, paradoxalment, pretén ser el seu leitmotiv: la banalitat. La del Món de l’Art, que fa mites vivents de cretins mediocres. La dels compradors de les seves obres per esnobisme patològic. Però també la de la dramatúrgia, que estira la lleu trama argumental fins a extrems gairebé ridículs, forçant situacions divertides amb la intenció de donar volada a una història merament anecdòtica perquè no arriba a desenvolupar els seus aspectes dramàtics. Els autors (els propis González i Pérez) equilibren aquestes limitacions amb un joc metateatral constant molt eficaç i sobretot amb uns números musicals que en algunes ocasions són gairebé excel•lents (el que executa molt originalment González amb el vàter còmplice; el que dóna títol a l’obra, d’un optimisme encomanadís; l’hilarant que explica la Història de l’Art, proper al “Prehistoric Man” de l’”On the town” de Gene Kelly i Stanley Donen; l’irresistible joc de seducció d’una carismàtica Martínez a una acovardida Reguant o el fabulós tango on la no tan ximpleta periodista Rosebud confessa que se sent com una meuca al seu «nou client»); d’altres, encisadors (el treball en equip a l’hora de preparar la “Gran Obra”; el de Reguant i Rosebud mentre esperen impacients un mateix amant, que recorda molt a “Nine” de Maury Yeston; la celebrada proclamació als quatre vents de la colossalitat de l’art per Capdet) i algun altre impressionant per la seva sinceritat (el crit punyent de Manzoni-González atrapat en el seu patiment per la mort de l’etern rival).

Acabo amb ferum de la bona: La merda compartida pot ser un elixir miraculós. Per al gaudi de l’esperit i per a l’elevació de l’ànim. I aquí tenim companyia de la bona.

Per Juan Marea
“Merda d’artista” es representa al Teatre Poliorama fins al 27 de juliol.
http://www.teatrepoliorama.com/ca/merda-dartista-el-musical/

MIERDA-DE-ARTISTA2Artistes que fan  esplèndida pudor

 

Crítica teatral: La Bête, en el Teatre Nacional de Catalunya.

Si tuviéramos, al final de la temporada teatral, que decidir qué teatro ha estrenado en Barcelona no la mejor obra sino la mejor programación en conjunto, no sería extraño que muchos se decantaran por el Teatre Nacional de Catalunya. Su éxito en este aspecto se debe en parte al presupuesto, porque engañarnos, pero también al acierto en la elección y la puesta en escena de las obras que programa y a la solvencia de los artistas y profesionales que actúan y trabajan en ellas.

Y un claro ejemplo de lo que digo lo manifiesta la programación de La Bête, de David Hirson, una comedia adaptada por Joan Sellent y dirigida por Sergi Belbel que analiza de forma brillante el teatro a través del teatro.

Hirson nos sitúa en la Francia de mediados del siglo XVII. El príncipe Conti (Abel Folk) quiere proveer de nuevos aires creativos a la compañía de teatro de la que es mecenas. El aristócrata está algo aburrido de los tediosos dramas escritos últimamente por el gran dramaturgo Elomire (Jordi Boixaderas), y quiere dar a las obras de la compañía un toque más alegre, mundano y popular, con la incorporación de Valere (Jordi Bosch), uno de los autores con más éxito del momento, cuyas obras aunque no poseen demasiada calidad artística tienen un gran éxito de público.

Así, pues, la voluntad del príncipe Conti generará el enfrentamiento entre dos formas de entender el teatro y la vida: la alta cultura que representa Elomire y el teatro más popular y de entretenimiento que defiende Valere.

La obra de Hirson, estrenada originalmente en el año 1991, trata un tema polémico en la actualidad que no es otro que esa dramática oposición entre el producto teatral (léase cultural) con aspiraciones artísticas y el mero producto de entretenimiento producido para satisfacer y agradar masivamente. Un debate que se me antoja muy propio de los siglos XX y XXI, en los cuales, y por primer vez en la historia, el consumo cultural se ha difundido entre todos los sectores de la sociedad, y avanza a pasos agigantados con el desarrollo de internet y las nuevas tecnologías. Lo que muchas veces ha provocado un desarrollo excesivo del entretenimiento cultural en antítesis con la cultura entendida como arte.

Hirson traslada dramatúrgicamente este debate cultural al siglo XVII, el siglo de Moliere, uno de los iconos del teatro mundial y del que Elomire toma su nombre por medio de un juego anagramático. Belbel ha realizado una magnífica adaptación y dirección de la obra, que ha sufrido, por desgracia, el menoscabo de la pérdida de su intérprete principal, Anna Lizaran, que debido a problemas de salud se vio obligada a abandonar los ensayos. Si bien su relevo, por parte de Jordi Bosch, ha sido, a pesar de las circunstancias, y sin duda alguna, un acierto total, ya que el actor provee a su personaje de un toque burlón y popular de sobras necesario en la obra.

Pero bien, vayamos a la reseña propiamente dicha. La Bête nos deslumbra desde su inicio. Y para ello no necesita de grandes escenarios ni de efectos de atrezo magníficos, tan solo de un texto bellísimo, adaptado del original en verso por Joan Sellent, y que aporta una gran belleza poética a la obra. Sobre el entramado textual se ha creado una escenografía sencilla pero bella también que marcará el referente espacial de la obra, y que nos muestra un sencillo ambiente teatral donde ensaya sus obras la compañía de Elomire.

Y como broche final el atractivo del espectáculo se construye en base a las grandes interpretaciones de los actores que integran el reparto, en las que destaca, sobre todo, Jordi Bosch, que deslumbra con la comicidad y la incontinencia poética que emana de su personaje. Bosch se deja llevar, en el buen sentido de la palabra, y se empapa de la vulgaridad y el exhibicionismo del zafio Valere, y nos fascina con los largos discursos en verso que su personaje declama en diversos momento de la obra. Su rival en escena es Jordi Boixaderas, que da vida a Elomire, un autor intelectual y valedor del teatro como obra artística y de reflexión y contrario a degradar el arte a mero entretenimiento grosero y vulgar, pero que se ha convertido en un autor aburrido que no conecta ya con el público.

El resto de actores quedan relegados, decisión del propio autor de la obra, a un segundo plano, del que solo se liberarán en parte en el segundo acto de la obra. Tan solo la actuación de Carles Martínez, que interpreta a Bejart, el hombre de confianza de Elomire, consigue individualizarse en esta neblina actoral de carácter unamuniano, hecho que le permite tomar algo más de presencia en el desarrollo de la representación.

Y la temática, como les decía, no deja de ser interesante en la propia trama y en su traslación al mundo en el que hoy vivimos. ¿El arte por ser arte ha de mantener siempre un carácter elevado? ¿Existe alguna forma de que la alta cultura, representada por los aburridos dramas que escribe Elomire, pueda agradar a una población que busca principalmente entretenimiento en los sectores de la cultura como el teatro, el cine o la literatura? ¿El arte, el entretenimiento y el consumo popular pueden llegar a entenderse, o el resultado siempre será una traición artística y una concesión hacia lo popular, hacia lo comercial?

La Bête trata, en su desarrollo, otros temas como el papel del mecenazgo personificado en la actividad de patrocinio del príncipe Conti, cuya magnanimidad económica permite a la compañía de Elomire subsistir dignamente, pero que comporta una cadena creativa que también la tiraniza, y que, por otra parte, da inicio al argumento. Un tema este candente en un mundo como el nuestro en el que el arte depende, en muchos casos, de las subvenciones del Estado y de los límites que estas imponen en sus exigencias o en sus concesiones. Otra temática que analiza la obra es la labor de la crítica y el papel que esta juega en el mundo del teatro, y que parece en crisis con la consolidación de la sociedad de la comunicación y de la sobreabundancia de información que esta comporta.

La Bête, como les decía, es una reflexión sobre el teatro desde el mismo teatro, pero al mismo tiempo es un deleite: por su texto en verso, por su humor elevado, por sus magníficas interpretaciones; por un decorado espectacular de pequeño formato y porque pone sobre el escenario, y nunca mejor dicho, el debate sobre la cultura.

Todo esto y más lo hallarán en La Bête, y además se lo pasarán en grande con la sillería artística y poética con la que está construida la obra. Una oportunidad que, espero, no se pierdan.

La Bête” se representa en el TNC del 24 de octubre al 25 de noviembre de 2012.

Autor: David Hirson
Traducción: Joan Sellent
Dirección: Sergi Belbel
Reparto: Jordi Boixaderas, Carles Martínez, Gemma Martínez, Pepo Blasco, Míriam Alamany, Manuel Veiga, Anna Briansó, Jordi Bosch, Abel Folk y Queralt Casasayas
Escenografía: Max Glaenzel
Vestuario: Maria Araujo
Iluminación: Kiko Planas
Sonido: Jordi Bonet
Movimiento: Anna Briansó
Caracterización: Toni Santos
Producción: Teatre Nacional de Catalunya y Bitò Produccions

Horarios: de miércoles a viernes a las 20:00 horas; sábado a las 21:30 horas y domingo, 18:00 horas.
Precio: de 19,05 a 38,09 €
Duración de la obra: 2 horas y 40 minutos (entreacto incluido)

Espectáculo recomendado a partir de 14 años

Crítica teatral: Una vella, coneguda olor, en el TNC.


Cada uno de los barrios de una ciudad tiene una personalidad y un carácter propios, parecidos a los que posee una persona cualquiera. Así, pues, si nos preguntaran por alguno de los barrios con más personalidad de Barcelona, uno pensaría rápidamente en el Raval. El TNC nos propone un pequeño homenaje a este barrio con la programación de Una vella, coneguda olor de Josep M. Benet y Jornet, la primera parte de una trilogía que nos habla de Barcelona o más concretamente de una de las posibles Barcelonas, una ciudad y un barrio con un olor inconfundible.

Benet i Jornet escribió Una vella, coneguda olor en el año 1962 con la pretensión de realizar una fotografía teatral del barrio en el que había nacido y crecido, de aquí el “sentido de realidad” que posee la obra. Un retrato de un barrio popular y de sus habitantes que nos muestra el día a día de un grupo de vecinos que comparten sus vidas y los espacios comunes, los patios interiores de sus viviendas.

Un barrio, sin embargo, que no es percibido igual por todos sus habitantes. Maria (Sara Espígul), su protagonista, podríamos decir, principal, se siente abrumada por él. El lugar donde vive la mantiene aprisionada en un mundo de simpleza, de vulgaridad y de cotidianeidad insoportable para ella, que durante algunos años consiguió escapar de él, al menos parcialmente, al ser admitida en un colegio religioso de pago fuera del Raval. Su aparente libertad, sin embargo, terminó con la muerte de su padre y con el inicio de las penurias económicas que le siguieron. Por eso Maria quiere huir del encarcelamiento que representa su vida en el barrio, en el que se siente una extraña y en el que se ve obligada a convivir con una familia y unos vecinos con los que no puede compartir nada. Su única salida es Joan (Pau Roca) un joven vecino con estudios que trabaja en una entidad bancaria, aunque esta opción le exigirá demasiado.

Una vella, coneguda olor es, pues, una fiel fotografía que se materializa en el escenario. De nuevo el Teatre Nacional nos sorprende con la recreación “híper-realista” de una escenografía, en este caso de un patio de vecinos del barrio del Raval de los años sesenta. Todos los detalles en él son perfectos: los balcones, las cortinas, la ropa tendida, los trastos, las baldosas… Un escenario ideal para mostrarnos la vida diaria y privada de un barrio a punto de desaparecer afectado por el Plan Porcioles. Un barrio que en breve dejaría de ser él mismo para ser otra cosa. Un capítulo de la historia de una ciudad que se suma a muchos otros que con el paso del tiempo han ido transformando la piel de Barcelona: el derribo de las murallas, el Pla Cerdà, la especulación de los años 60, la Barcelona olímpica, el Plan 22@, todos ellos hitos de la historia de una ciudad que como un ser viviente se modifica, se transforma y evoluciona. Y también una oportunidad para Maria para liberarse de la tiranía del barrio que la oprime.

Para dar vida a los vecinos del Raval la obra necesita de dos generaciones de actores y actrices, los unos con más experiencia y los otros con una nueva mirada. Entre los primeros están Mercè Aránega, que destaca sin duda en la representación, Imma Colomer, Maife Gil, Fina Rius y Quimet Pla, no se resignan a que los echen de su barrio e intentarán organizarse y defenderse ante la amenaza. Los más jóvenes Sara Espígul, Gemma Martínez, Pau Roca y Pep Ambrós, están construyendo sus vidas y para ello han de vivir y experimentar de forma egoísta sus propias experiencias. Aquí es donde observamos la fotografía de los comportamientos: Mercè, la madre de Maria, que necesita y demanda el apoyo de su hija; Manel, el hermano con prometida pero que necesita saciar sus necesidades carnales antes de la boda con prostitutas (estamos hablando, recuerden, de la época franquista); Eulàlia, la vecina cotilla, que necesita saber todo lo que pasa a su alrededor y explicarlo, también, todo; Joan, el joven oficinista que quiere prosperar en la vida; Teresa, la hija del comerciante del barrio llena de arrogancia o Quimet, el escritor anónimo (puede que el mismo Benet i Jornet) que se documenta para escribir su obra… Dos generaciones que viven de forma diferente el final del barrio, los unos con tristeza y beligerancia, los otros con alegría o sin darle excesiva importancia.

Una interpretación totalmente adaptada a la esencia de la obra. Una suma de esfuerzos teatrales que acaban dando la impresión de que hemos presenciado un tiempo “en suspensión” de la vida de un barrio humilde, popular y con carácter; que hemos asistido, en definitiva, a un episodio cotidiano de la historia del Raval, del que salimos con la sensación de no haber ido al teatro sino de habernos quedado a charlar con los vecinos y de haber conocido, de primera mano, el día a día de un barrio repleto de sueños, de deseos y de proyectos dispuestos a ser derribados por la vida misma. Parece, pues, como si hubiéramos desempolvado un viejo álbum de fotos y nos hubiéramos dedicado a recordar el ayer, dejando fluir nuestros recuerdos.

Benet i Jornet sabe, pues, mostrarnos la esencia de un barrio, de “un entonces”, de una Barcelona y de un pasado que no era pasado cuando se escribió y que fue vivido muy de cerca por el autor. Una vella, coneguda olor es eso, es recuerdo del ayer y de las personas que existieron en él, un ejercicio de memoria histórica realizado con una precisión de miniaturista.

Una vella, coneguda olor” se representa en la Sala Petita del TNC del 29 de septiembre al 27 de noviembre de 2011.

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Autor: Josep M. Benet y Jornet
Dirección: Sergi Belbel
Reparto: Pep Ambrós, Mercè Aránega, Imma Colomer, Sara Espígul, Borja Espinosa, Maife Gil, Gemma Martínez, Quimet Pla, Fina Rius y Pau Roca
Con las voces de: Jordi Boixaderas, Camilo Garcia, Maria Jesús Lleonart y Jan Pol Roig Paloma
Escenografía: Max Glaenzel con la colaboración de Estel Cristià
Vestuario: Mercè Paloma
Iluminación: Kiko Planas (aai)
Música: Òscar Roig
Banda sonora: José A. Gutiérrez
Caracterización: Toni Santos
Producción: Teatre Nacional de Catalunya y Centre d’Arts Escèniques de Terrassa

Horarios: miércoles y viernes a las 20:00 horas; jueves a las 17:00 horas; sábado a las 17:00 horas y 21:30 horas y domingos a las 18:00 horas.
Precio: 10-26 €
Duración de la obra:
1 hora y 25 minutos
Idioma:
catalán
Coloquio: viernes 7 de octubre
Espectáculo recomendado a partir de 12 años
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Escrito por: Jorge Pisa Sánchez

Crítica teatral: Pegados, en el teatro Club Capitol.

La nueva temporada aterriza en los teatros del grupo Balañà con el inicio del mes de septiembre. Y ha comenzado con uno de los platos fuertes a nivel musical. Bueno, más que un plato principal podríamos decir que el estreno de Pegados, un musical diferente es un plato consistente y original.
Después de finalizar sus representaciones en Barcelona la temporada pasada en el Almeria Teatre y de iniciar una exitosa gira por el territorio español, Pegados regresa a la cartelera barcelonesa esta vez de la mano de Grup Balañà y de la Sala 2 del Club Capitol. Un musical avalado por diversos premios Max y Butaca que vuelve a sorprender por su originalidad, su frescura y su temática sinuosa.

El argumento de la obra es, seguramente, conocido por todos, y si no es así haremos un breve aunque significativo resumen: El musical se inicia con el encuentro en una discoteca de dos jóvenes que deciden acabar su disfrute nocturno con una sesión de sexo en los lavabos del local. Lo que no se esperan ambos es que una vez finalizado “el acto” se queden pegados, tal como indica la propaganda del propio musical “un hecho normal pero no por ello común, o al menos entre humanos…”. La pareja “enganchada” es seguidamente llevada al hospital donde les atenderá una peculiar enfermera a la espera de la llegada del doctor, que no acaba de aparecer porque es, al mismo tiempo, el pianista y único músico del espectáculo.

Pues ya se pueden imaginar lo “estrambótico” (en el buen sentido de la palabra) del musical, que nos presenta una situación comprometida que, si no me equivoco, no estamos acostumbrados a ver sobre los escenarios. Pegados es un musical joven, fresco y sin ningún miramiento. La situación está totalmente abierta al humor. La espera por parte de los dos protagonistas “se hará interminable” no solo por el tiempo que ha de pasar sino por la situación y lo incómodo de la posición. Aún así, el “episodio” permitirá que los dos jóvenes se conozcan algo más y vayan descubriendo en el otro cosas que en un principio no habrían sospechado. ¡Elo, pues aquí!, la situación dantesca inicial se va transformando, poco a poco, en una historia de amor muy adecuada a cualquier musical que se precie.

Pegados es, leído lo leído, una comedia original y descarada pues nos presenta una trama insólita y jovial a la par que interesante. Aunque a los protagonistas se les haga eterna la espera el público se lo pasará en grande con el cúmulo de situaciones que tendrán que “superar” los personajes del musical: posiciones extrañas y forzadas, las atenciones y el cuidado de una “extraña” enfermera, la búsqueda de actividades que les sirvan para pasar el rato, la visita de las madres respectivas y sobre todo la aparición del amor. Todo ello sazonado con triviales aunque pegadizos temas musicales que, aunque a veces puedan caer en lo grosero, lo hacen de una forma inocente e ingenua.

Evidentemente los protagonistas principales destacan en el musical: Ferran González y Xènia Reguant son las dos estrellas del espectáculo. Y los dos hacen un trabajo ejemplar. Todo un reto sabiendo cuál es la temática de la obra y el esfuerzo físico y mental que la actuación conlleva. Si él es un chico apocado, no demasiado popular y con poca experiencia con las mujeres; ella es una chica defensivamente agresiva y necesitada, también, de mucho amor. González y Reguant nos demostrarán sus habilidades para el canto en situaciones y composiciones que, se lo aseguro, no serán nada fáciles. Los personajes secundarios están interpretados por Isa Mateu y Joan Miquel Pérez en el doble papel de pianista y médico. Ambos potencian el carácter humorístico del espectáculo, en cuya labor destaca sin duda alguna Mateu, que encarna a una enfermera/actriz que aporta los momentos más frenéticos y cómicos al musical. Dos personajes secundarios que no harán más que rasgar la cuarta pared teatral y destruir el tempus escénico, dando a la obra un toque meta-humorístico que la recorrerá de inicio a fin, todo un acierto!!.

En el apartado musical los temas interpretados son, como el resto del espectáculo, frescos, jóvenes y descarados, e irán evolucionando al compás de la obra de la comicidad al romanticismo. Unos temas que recuerdan el estilo Broadway adaptado a un contexto mucho más hispano. A destacar algunos de los guiños y referencias musicales externas como los hechos a las bandas sonoras de Forrest Gump (Alan Silvestri) o La sirenita (Alan Menken), dos momentos mágicos para los amantes de las BSO y muy adecuados para la ocasión.

Pegados, un musical diferente es eso, no engaña, es un espectáculo musical que nos presenta una situación que bien podría ser real (y comprometida) y que hará las delicias de aquellos que asistan a alguna de sus representaciones. Una apuesta valiente que ha merecido no solo un gran éxito sobre los escenarios catalanes y del resto del país sino que ha obtenido algunos de los galardones más importantes en el apartado musical. Se lo perderá???

Pegados» se representa en el Teatre Club Capitol del 7 de septiembre del 2011 al 26 de febrero del 2012.

REESTRENO: Pegados” se representa en el Club Capitol del 3 de octubre al 3 de noviembre de 2013.

Dirección: Víctor Conde
Texto: Ferran González
Música y letras: Ferran González y Alícia Serrat
Reparto: Xènia Reguant, Ferran González, Gemma Martínez y Joan Miquel Pérez
Arreglos y dirección musical: Joan Miquel Pérez
Producción: The Kaktus Music Corporation
Escenografía y vestuario: Enric Naudi y Elena Vitarelli
Iluminación: Marc Llobet
Diseño de sonido: Carles Aulí
Coreografía: Óscar Reyes

Horarios: jueves y viernes a las 20:30 horas; sábados a las 18:00 y a las 20:30 horas y domingos a las 17:30 horas.
Precio: 20 €

Horario: de miércoles a viernes a las 20:30 horas; sábados a las 18:30 y a las 20:30 horas y domingos a las 18:30 horas.
Precio: miércoles y jueves 19 €; viernes, sábado y domingo 24 €.
Idioma: castellano.
Duración del espectáculo: 90 minutos.

MÁS INFORMACIÓN: Web musical: http://www.pegadoselmusical.com/