El teatro real de Madrid estrena la ópera Tosca de Giacomo Puccini, estrenada en el Teatro Costanzi de Roma en 1900, y que se mantiene hasta hoy como una de las óperas más populares e incombustibles, un bocado apto para todos los paladares en una versión escénica de Paco Azorín estrenada en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, una lectura fresca y directa situada sobre un escenario giratorio y realzada con proyecciones.
Frente a la maquinaria represiva dirigida con mano de hierro por el siniestro Scarpia, los amantes Tosca y Cavaradossi no podrán elevar sus voces sino para expresar su desaliento y su derrota, retratándose así como víctimas y como habitantes de pleno derecho de un siglo que asistirá impotente al nacimiento del estado totalitario moderno, la destrucción masiva y el genocidio.
Que en este melodrama verista de rivalidades políticas, pasiones cruzadas y sangriento desenlace no se pronuncien jamás las palabras ‘honor’ o ‘venganza’ da una idea de las intenciones de Puccini de trascender y renovar el marco tanto del melodrama italiano como del verismo. Prueba de ello son el ritmo casi cinematográfico de la acción dramática, la profusión en el empleo del leitmotiv, o una masiva orquestación que alcanza sus picos en escenas como las del «Te Deum» o la del interrogatorio.
Ópera: Tosca, de Giacomo Puccini, en el Teatro Real de Madrid Melodramma en tres actos
Espacio: Teatro Real de Madrid Fechas: del 4 al 24 de julio de 2021 Música: Giacomo Puccini Libreto: Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, basado en la obra La Tosca de Victorien Sardou (1887) Estrenada en el Teatro Costanzi de Roma el 14 de enero de 1900 Estrenada en el Teatro Real el 15 de diciembre de 1900
Producción: Gran Teatre del Liceu de Barcelona y el Teatro de la Maestranza de Sevilla
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real (Coro Intermezzo / Orquesta Sinfónica de Madrid)
Equipo artístico Director musical: Nicola Luisotti Director de escena y escenógrafo: Paco Azorín Figurinista: Isidre Prunés Vestuario de Floria Tosca: Ulises Mérida Iluminador: Pedro Yagüe Vídeo: Alessandro Arcangeli Coreógrafo: Carlos Martos de la Vega Director del coro: Andrés Máspero
Reparto Floria Tosca | Sondra Radvanovsky, | Maria Agresta | Anna Netrebko
Mario Cavaradossi | Joseph Calleja | Michael Fabiano | Yusif Eyvazof | Jonas Kaufmann
El teatro, casi siempre, nos permite reflexionar sobre las contradicciones y los sinsabores de la vida. Se convierte, así, en una herramienta de introspección personal sobre temas que importaron en el pasado o temas candentes en la actualidad. Algo de todo esto lo tiene Esperando a Godot, obra representativa del teatro del absurdo escrita por Samuel Beckett a finales de los años 40 del siglo XX, dirigida para la ocasión por Antonio Simón e interpretada por Pepe Viyuela, Alberto Jiménez, Juan Díaz, Fernando Albizu y Jesús Lavi, que estará hasta el próximo 27 de septiembre en la cartelera del teatro Reina Victoria de Madrid.
«Vladimir (también llamado Didí, interpretado por Alberto Jiménez) y Estragón (conocido como Gogó, Pepe Viyuela) esperan la llegada de Godot junto a un camino, al lado de un árbol. Pasan el tiempo conversando y a veces discutiendo. Les interrumpe la llegada de Pozzo (Fernando Albizu), un hombre cruel que afirma ser el dueño de la tierra donde se encuentran, y que lleva atado del cuello a su criado Lucky (Juan Díaz), a quien parece controlar por medio de una larga cuerda. Tras la partida de Pozzo y Lucky, un Muchacho (Jesús Lavi) llega con un mensaje de Godot: “Aparentemente, no vendrá hoy, pero vendrá mañana por la tarde”.
La obra, la espera de un tal Godot por parte de dos amigos, Didí y Gogó, y todo lo que acontece mientras tanto, es la excusa con la que Beckett pretendía reflexionar, en clave de comedia oscura, sobre la vacuidad de la existencia y la inconsistencia de la comunicación humana. La espera se produce en un páramo desierto en el que solo aparecen las vías abandonadas de un tren y un árbol muerto, y en el que la humanidad de Didí y Gogó se nos hará evidente. No sabemos quiénes son, parecen mendigos y no sabemos a quién esperan ni por qué. Si bien sabremos que se conocen desde hace años y que comparten lo difícil de los tiempos. A ellos se sumarán, en el segundo acto de la representación, Pozzo y Lucky, personajes que nos demostrarán lo injusto de las convenciones sociales y el egoísmo del que se nutre la sociedad occidental.
Simón consigue crear una atmósfera en la que lo absurdo de Beckett se manifiesta de una forma conmovedora, con una dirección sutil pero a la vez diestra que permite deambular a los personajes sobre el escenario y mostrar su naturaleza «becketiana». Un trabajo de dirección atento que posibilita a los actores alcanzar la cota de actuación necesaria para la representación de una obra cargada del sentido de «lo absurdo» como esta. Pepe Viyuela y Alberto Jiménez consiguen transmitir la fuerza de unos personajes desquiciados que se quieren y que son conscientes de que la sociedad puede que no les quiera a ellos, en una espera que no tiene sentido en lo particular pero sí en lo trascendental. Los personajes principales están perfectamente arropados por Fernando Albizu y Juan Díaz, que materializan con sus roles la desigualdad propia de nuestra sociedad occidental. A ellos les acompaña Jesús Lavi como vocero de Godot, el cual, aunque presente no descubriremos nunca.
Una especial mención a la escenografía y a la iluminación decadente a la vez que poética que sirven de base al desarrollo de la acción escénica y a un vestuario de tonos fríos que refuerzan el sinsabor de todo lo que acontece ante nuestros ojos.
Esperando a Godot es una buena ocasión para ver qué nos pueden decir los clásicos, sí, también los del siglo XX, en estos tiempos difíciles y melancólicos y para disfrutar de una propuesta teatral con un tono oscuro que nos recuerda que el alma humana está sola cuando la colectividad hace oídos sordos a sus exigencias.
«Esperando a Godot» se representa en el teatro Reina Victoria de Madrid del 3 al 27 de septiembre de 2020.
Autor: Samuel Beckett
Dirección: Antonio Simón
Reparto: Pepe Viyuela, Alberto Jiménez, Juan Díaz, Fernando Albizu y Jesús Lavi
Diseño de escenografía: Paco Azorín
Diseño e iluminación: Pedro Yagüe
Vestuario: Ana Llena
Espacio Sonoro: Lucas Ariel Vallejos
Productor: Pentación
Horarios: de miércoles a viernes a las 20:00 horas; sábado a las 18:00 y a las 21:00 horas y domingos a las 19:00 horas Precio: de 24€ a 28€ Duración: 110 minutos aproximadamente Idioma: castellano Edad recomendada: mayores de 14 años NOTA CULTURALIA: 8,5 ——
La densidad del teatro de Pinter se escapa, las más de las veces, de la fácil comprensión por parte del espectador, algo que se puede confirmar en montajes como El muntaplats (Nau Ivanow, 2009), Celebració (Teatre Lliure Gràcia, 2011) o Terra de ningú (TNC, 2013). Las ideas que contienen sus textos acostumbran a enfundarse en vaguedades antes de alcanzar al público. Si bien tanto las situaciones como las relaciones que mantienen los personajes de sus obras captan la atención de todo aquel que opta por asistir a alguna de sus representaciones.
Un ejemplo de ello lo representa L’encarregat, otro nuevo intento y todo un acierto del Lliure de hacerse con la esencia escénica del dramaturgo inglés. Una propuesta dirigida por Xicu Masó e interpretada por el trío compuesto por Carles Martínez, Albert Pérez y Marc Rodríguez.
«Tras una pelea en un café, Anton acoge en su casa a un indigente, Daunis, para que pase la noche. A la mañana siguiente aparecerá Miki, el hermano de Anton, y los tres personajes empezarán a convivir en un triángulo magnético. Anton propondrá a Daunis que se convierta en el encargado del inmueble. Pero Daunis, para seguir protegido del mundo exterior, perturbará la vida en el interior de este habitáculo«.
La historia da inicio con la llegada de Anton y Daunis a la habitación/trastero de la que nunca saldremos como espectadores. Así, pues, la trama nos transporta a un universo interior en el que convivirán tres hombres muy diferentes entre ellos y en el que se establecerán relaciones de poder y subordinación que irán evolucionando a lo largo de la representación. Algo parecido a lo que el mismo Pinter, de la mano de Xavier Albertí, nos mostró en Terra de Ningú, obra representada en el TNC el año pasado, y en la que veíamos como también un espacio interior se abría a un intruso, hecho este que provocaba una alteración de las relaciones existentes en él.
En L’encarregat, escrita por Pinter 14 años antes, asistimos a una situación muy parecida en la que la habitación donde se desarrolla la acción queda casi totalmente aislada del exterior. De esta forma la obra transcurre en una irrealidad temporal y espacial de la que nunca acabaremos de conocer su significado y que obligará al espectador, de forma particular, a dotarla de contenido. En ella se nos habla de las relaciones que establece el ser humano, en este caso un trío de personajes que se esforzarán por imponerse los unos a los otros utilizando poco más que la palabra. Una coexistencia que se convertirá en difícil y que guiará el avance de la trama.
Pinter se esfuerza en mantener la incógnita sobre el pasado de sus personajes, excepto en el caso de Anton, encarnado por Carles Martínez, del que conoceremos su trágica historia en uno de los momentos más arrebatadores de la representación. De ahí que los personajes se diluyan en los contornos de la habitación que ocupan reflexionando sobre la futilidad de sus vidas y, también, sobre la insignificancia de las nuestras.
La obra posee elementos de intriga y de comedia. La primera se plasma en la incertidumbre con la que nos salpica la irrealidad que vemos sobre el escenario y la segunda, aunque no tan manifiesta, es generada por lo absurdo de las situaciones. A través de ambos componentes la obra nos permite reflexionar sobre los estrafalarios mundos internos que nos afanamos en erigir los seres humanos para mantener, a toda costa, nuestra propia ficción de dignidad, la cual tratamos de evidenciar a los demás y a veces contra los demás, de ahí que en la obra el indigente se considere incluso capacitado para denostar a los inmigrantes que cree que ocupan el inmueble, ya sean «moros, negros o rumanos«.
Masó se ha esforzado por ser fiel a la obra original de Pinter no solo en relación al texto sino también en su componente espacial. Por eso nos sorprende una escenografía que nos muestra una habitación, que bien podría ser un trastero, repleto de reliquias del pasado y de recuerdos que no sirven para nada, como las vidas de las personas que ocupan la estancia. Los únicos cambios que se han tenido en cuenta son los relativos a las referencias geográficas del texto original, muy presentes en la obra, con el objetivo de potenciar la cercanía de la trama al espectador.
En el apartado de las interpretaciones hallamos un triángulo interpretativo algo descompensado. Si bien Carles Martínez y Albert Pérez convencen con nota en sus roles respectivos de anfitrión algo afectado mentalmente y de indigente henchido de dignidad, Marc Rodríguez no abandona su línea interpretativa habitual sobre los escenarios, algo que afecta, en parte, el resultado final de una obra basada primordialmente en las interpretaciones del reparto.
L’encarregat, además, nos presenta de una forma muy cercana no solo el drama de los sin techo, y por tanto también de forma colateral el de los desahucios, tan ubicuos en la orgullosa y civilizada sociedad occidental en la que vivimos, sino que nos acerca al mundo de aquellos que no saben qué hacer con sus vidas, que malgastan su existencia sin las fuerzas necesarias para hacerse valer y que deambulan a nuestro alrededor sin un objetivo claro en el que invertir toda su energía y su empeño. Algo que, por desgracia, vemos cada vez más a menudo no solo por las calles de nuestra ciudad, sino también por los interiores de los edificios que la pueblan.
Autor: Harold Pinter
Dirección: Xicu Masó
Reparto: Carles Martínez, Albert Pérez y Marc Rodríguez
Traducción: Ernest Riera i Arbussà
Escenografía: Paco Azorín
Vestuario: María Araujo
Iluminación: August Viladomat
Sonido: Igor Pinto
Producción: Teatre Lliure
Horarios: de miércoles a viernes a las 21:00 horas; sábados a las 18:00 y a las 21:30 horas y domingos a las 18:30 horas Precio: 29 €; 22 € (miércoles y sábados por la tarde, días del espectador); 24,50 € con descuento Idioma: catalán Duración: 1 hora y 35 minutos sin pausa
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El pasado lunes en la Librería La Central de Barcelona desafiaba Mario Gas: “Hay que acercarse a Shakespeare con cierta ingenuidad” y habilitaba embarcaciones para “dejarse llevar por el río que propone”.
Cuatro días antes, Montse Vellvehí, aplicada directora, advertía en el programa del X Festival Shakespeare que se trata este acontecimiento de “una acción a favor del momento que vivimos: una lucha a favor de las personas, a favor del pensamiento, del conocimiento y de todas aquellas facultades que nos hacen más humanos y más civilizados”.
Actuemos.
Naveguemos.
Pensamiento el de Moreno Bernardi abriendo el fuego de sus “(H) Works” en la Biblioteca de Catalunya con un solo de danza contemporánea (“7 dances for H.”) en el que un Hamlet atrapado por un mecanicismo coreográfico extenuante no puede liberarse del compás de una voz cuasidemiurga que invoca el dilema existencial de tan atormentado personaje. Y la agitación de su torturado cuerpo parece que en cualquier momento le vaya a destruir a la vez que la actitud de lucha constante evidencian una dicotomía fascinantemente terrenal. Después llegó “RadioHamlet” en el que Bernardi prende fuego a un público extenuado con una lectura dramatizada o conjunción de voces de él mismo, ahora solista de atronadora voz, y su coro (integrado de forma extraordinaria por Jaume Madaula, Ilona Muñoz y Mònica Portillo), que viaja de lo tribal al grito desgarrador convirtiéndose en orquesta vocal por arte y talento de la batuta de Moreno. Este sorprende con la estridencia de su recitado; impresiona con la versatilidad de su voz; y conmociona con su portentosa cadencia. Y Hamlet obtiene inevitablemente una expresividad superlativa.
Micrófonos ardientes
Conocimiento el de Quim Lecina que, con su tríada de musas-brujas, ofrecía en “Big Will Shakespeare!!” deseoso inventario artístico de su carrera profesional, poderosamente influida por la obra shakesperiana. Los cuatro, un piano alegremente excitado, un saxofón que enmudece y enaltece, y un violoncelo nada receloso, exponen con entusiasmo momentos de algunas de las piezas clave del omnipresente William. Como si de un espectáculo de cabaret se tratase, la comicidad y la tragedia se suceden en un ejercicio docente algo pretencioso que ameniza especialmente Montserrat Bertral, con su sugerente voz de mezzosoprano y sus resultones recursos dramáticos.
Humanidad, la de la reconfortante serenidad de Lluís Soler al declamar los “Sonets encadenats de Will Shakespeare”. Cuando Lluís abre la boca, después de ser exquisitamente provocada por la excelencia de los dos violoncelos acariciados por Maria Bou y Marta Roma, todos le consagramos nuestros tímpanos. “Solo si te das a ti mismo sobrevivirás.” susurra Soler. Y él y su público entregado dejamos de ser entidades distintas. ”Solo no serás nada.” prosigue. Ahora somos, juntos, todo. Incluso cuando el juglar de voz ronca y penetrante ironiza sobre la hipocresía del amor de alcoba (“adulados, caminamos”) deseamos arrancar de nuestros lechos cualquier sábana que intercepte el deseo de aprender a amar mejor y a quien se acuesta a nuestro lado. Finalmente, y ya sin posar sus ojos en el papel, el gran recitador que es Lluís proclama la comparación del sentimiento más noble con un faro, aquel que siempre ilumina al ser querido, que para la ocasión es (¿qué duda cabe?) el respetable.
Civilización. También. Esta vez desde el foro del Teatre Romea y bajo los rasgos de Mario Gas, inmenso “Julio César” lanzado a una catarata de conspiraciones por quienes pretenden salvar al pueblo (esto es, de nuevo el público) de un populismo irresistible. Mario reina por encima del histrionismo que lastra parcialmente la puesta en escena de Paco Azorín, demasiado grandilocuente en la interpretación de algunos de los actores así como desmesurado es el obelisco sepultado en medio del escenario y que pretende erigirse en principal símbolo de la grandeza del poder del controvertido emperador. Volvamos a Mario y a su lección de que menos es más: su rotunda corpulencia, su dicción carismática y la frescura de su entonación se magnifican después de ser aniquilado en escena para aparecer proyectado con gesto temible y mayestático y reaparecer después transformado en ambiguo ángel exterminador que no detendrá su venganza aunque para ello no pueda abandonar el más allá. Sergio Peris-Mencheta sabe cómo recoger con firmeza el testigo y su discurso en el Senado desde la piel del sufriente e implacable Marco Antonio es estremecedor.
El augusto Señor Gas cerrará esta crónica con palabras sabias: “Cada época se inventa un Shakespeare”. Pues bien, en estos tiempos tan castigados por el inmovilismo y amenaza constante de perder lo poco que nos dicen a diario que tenemos, hablar del ser humano en un mundo de cambios como hacía el tal William nos permite empezar a doblegar la crisis. Este Festival es prueba fehaciente de ello.
Una de las claves del teatro y más en esta época de postmodernismo político, artístico y social, es la capacidad que tiene de transportar al escenario la realidad más cotidiana y azarosa, esperpéntica en algunas ocasiones, y examinarla desde múltiples y variados puntos de vista. Esto es lo que se ha propuesto el Teatre Condal con la programación de Sí, primer ministre, obra escrita por Antony Jay y Jonathan Lynn sobre el original que ellos mismos crearon para la popular serie televisiva del mismo título que se emitió en la BBC entre los años 1980 y 1988. Una sátira política dirigida por Abel Folk y que agrupa a la Focus-troupe (Joan Pera, Carles Canut i Ferran Rañé) a la que se suman Dafnis Balduz, Victòria Pagès i Marta Angelat.
La trama de la obra se desarrolla en lo que se podrían considerar las bambalinas del poder. El acuerdo económico que puede salvar a la Unión Europea está fracasando debido al individualismo egoísta de los diferentes países, con Inglaterra al frente, siempre reticente a actuar de forma conjunta con el continente, y más en materia económica. La única posibilidad de salvación es la propuesta del gobierno de Kumranistán relacionada con la explotación de sus enormes reservas de gas y la construcción de un gasoducto que una su país con Europa. Si bien las exigencias del embajador kumranistaní exceden con mucho las leyes y la moral occidental. ¿Accederá el gobierno inglés, liderado por el primer ministro Hacker, ante tales imposiciones? ¿Estarán los políticos ingleses a la altura de las circunstancia?
Abel Folk se pone al frente de un proyecto con una «denominación de origen» que promete entretenimiento y cargas de humor británico a discreción, no solo debido al buen hacer de sus autores sino también a la situación que describe la obra y a su actualidad, que vivimos día a día a través de los informativos. Sí, primer ministre se nos hace creíble porque la triste realidad, en este caso, supera la ficción.
Lo primero que nos sorprende es el decorado de la obra: una gran sala, la de la residencia de campo del primer ministro británico, con una decoración a la inversa donde se nos muestra una miríada de marcos de cuadros vacíos, que nos quieren avisar de lo hueca que está y ha estado siempre la actividad política. El juego de contradicciones se potenciará más tarde cuando, tras el entreacto, veamos como el decorado se ha invertido, que lo que estaba delante está ahora detrás, como materializando las vueltas y revueltas que la política obliga a dar a todo, principalmente a través del malsano uso de las palabras, con el objetivo de lograr sus metas.
En el despacho del primer ministro inglés podremos ver de todo: despropósitos varios, mentiras, marketing, corrupción, rivalidades políticas, deshonestidad, tráfico de influencias… en resumen, lo que estamos acostumbrados a hallar en cualquier despacho en el que se haga política. Algo que nos recuerda, seguro, los sobresueldos de Bárcenas y de la cúpula del PP; los casos de corrupción cada vez más comunes tanto en la Comunidad Valenciana, como en las Islas Baleares, en Catalunya o en cualquier comunidad autónoma que se precie; las «presuntas» irregularidades económicas perpetradas por el Instituto Nóos, realidades todas ellas donde aflora la inmoralidad y la avaricia de nuestros representantes políticos, ya sean de un color u otro.
Pero no se piensen que Sí, primer ministre, es un drama inquietante y revelador, sino que, como les decía, es una comedia ácida y satírica, de aquellas que poseen dobles juegos, triples relecturas, gags continuos y un suspense cómico que se desarrolla a lo largo de la obra. Algo que no podía ser de otra forma conociendo la serie en la que se basa la obra y el saber hacer de sus artífices.
Sí, primer ministre representa, sin embargo, un cambio en relación a las obras «made in Pera». Este es posiblemente su hándicap más pronunciado, ya que no está en la línea de lo que espera un fan del actor. El tipo de personaje y el humor interpretado por Pera en esta obra no es el habitual, hecho este que puede contrariar a los espectadores. Algo de esto se pudo observar el mismo día del estreno, al no producirse las habituales avalanchas de carcajadas que genera cualquier interpretación de Pera, y al constatarse que muchos de los gags de doble sentido típicamente británicos pasaban inadvertidos a la mayoría del público. Algo debido a las circunstancias propias del estreno pero también a una formalidad excesiva y a una ambientación que mantiene una toque demasiado británico para las latitudes catalanas en las que nos hallamos.
Por el contrario, la obra está plagada de ese humor inteligente que se atreve con todo: con la mediocridad política encarnada en la persona del primer ministro (que diferente, verdad, de la realidad española!!); con la falta de decencia de los políticos, con el todo vale; con los juegos de influencia y los retiros de oro…
La obra requiere de un esfuerzo intenso por parte de sus actores protagonistas. Pera y Canut aportan su veteranía y su presencia para dar cuerpo a los protagonistas principales: el primer ministro amenazado por una realidad política que le supera, y el viejo halcón de la política y consejero principal de Pera. Dafnis Balduz y Victòria Pagès encarnan a los subalternos oficiales, si bien con algunos altibajos, como si no se acabaran de creer la indigna grandeza de sus personajes. Ferran Rañé da vida al embajador del Kumranistán, en un trabajo muy secundario, como el de Marta Angelat, que encarna a la directora general de la BBC, y que nos sirven para ser conscientes de las diferencias culturales existentes entre los países, a veces enriquecedoras y a veces no tanto, o de las sombrías e íntimas afinidades que mantienen la política y los medios de comunicación.
Sí, primer ministre se convierte, pues, en un ejercicio de autocrítica, y más en un país como el nuestro afectado por la crisis económica, y lo que es más triste, por la peste de la corrupción política general, que nos permite no obstante reírnos de nuestros propios males de la mano de la precisión del humor inglés, y de la amabilidad de la comicidad «made in Pera«, pero recuerden, en un registro que no es el suyo habitual.
«Sí, primer ministre» se representa en el Teatre Condal del 19 de enero al 7 de abril de 2013.
Autores: Antony Jay y Jonathan Lynn
Versión y dirección: Abel Folk
Reparto: Joan Pera, Carles Canut, Dafnis Balduz , Victòria Pagès , Ferran Rañé y Marta Angelat
Escenografía: Paco Azorín
Iluminación: Jaume Ventura
Vestuario: Laia Muñoz
Diseño de sonido: Jordi Bonet
Caracterización: Toni Santos
Realización y edición audiovisual: Joan Riedweg
Horarios: de martes a viernes a las 21:00 horas; sábados a las 18:00 y a las 21:00 horas y domingos a las 18:00 horas. Precio: de 30,5 a 32 €. Duración: 2 horas y 15 minutos, con 15 minutos de entreacto Idioma: catalán
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A nadie se le escapa que es a estas alturas del año, en la época estival, cuando aquellos que permanecemos en la ciudad de Barcelona sufrimos las altas temperaturas y el bochorno de las tórridas tardes y noches de la ciudad. Un ambiente que el Teatre Gaudí Barcelona se ha obstinado en caldear con la programación en su cartelera de verano, de Lulú, primera nit, un espectáculo de danza escénica creado por la compañía Roberto G. Alonso y basado en la obra del dramaturgo alemán Frank Wedekind, en el que el deseo y la pasión sexual rezuman por todas partes.
El espectáculo deja a un lado todos los tabúes y prejuicios necesarios para mostrarnos cuatro cuerpos dominados por la pasión, por el sexo y por la fluidez erótica. Lulú nos aparece inicialmente como una joven falsamente inocente que no puede contener su deseo ante la visión la sexualidad masculina. La seducción, a través del cuerpo y de los movimientos, le forzará a introducirse en una vorágine de pasión y perversión ante la que no podrá ni querrá oponer resistencia.
Su necesidad de estimular y completar su sexualidad la llevará a iniciar una relación a tres bandas donde el sadismo, la brutalidad y el lesbianismo serán los caminos que le permitirán explorar sus deseos y pensamientos más íntimos, y será, también el señuelo que la conducirán a un final tenebroso en las desgarradoras manos de Jack el destripador.
La compañía Robertto G. Alonso nos propone un descenso a los infiernos (y creo que últimamente estoy utilizando demasiado esta frase…) para explorar nuestro interior más concupiscente y sensual, aquel que somos capaces de refrenar en la mayoría de las ocasiones, siguiendo las reglas y las normas establecidas por la sociedad. Una exploración basada en la contradicción, expresada en el uso de los blancos y los negros (¿inocencia y perversión?); en la interpretación de una coreografía donde los tabúes y la hipocresía dejan paso a la más íntima y voluptuosa expresión de los deseos y las necesidades sexuales y donde la música acaba de dar ese toque tenebroso y sensual que requiere el final del espectáculo y la conclusión de la trama narrada por Wedekind.
El Teatre Gaudí Barcelona se suma otro punto positivo al programar uno de los espectáculos más destacados de la trayectoria del coreógrafo Roberto G. Alonso. Lulú, primera nit se estrenó en el año 2000 en el Festival Internacional de Teatre de Sitges y se ha ido representando desde entonces en diversas salas y teatros catalanes. Una coreografía que, como les decía, hará subir la temperatura tanto de la sala como de aquella que llevamos dentro. Una propuesta no apta, no obstante, para aquellos poseedores de una concepción cerrada y reglamentista de lo que ha de ser el comportamiento y las costumbres de los hombres (…y de las mujeres).
«Lulú, primera nit» se representa en el Teatre Gaudí Barcelona del 10 de agosto al 30 de septiembre de 2012.
Coreografía y Dirección: Roberto G. Alonso
Dirección escénica: Toni Vives
Intérpretes: Cristina Martí, Toni Luque, Beatriz Torralvo y Roberto G. Alonso
Escenografía: Paco Azorín
Diseño de sonido: Josep M. Portavella
Diseño de iluminación: Toni Murchland
Coproducción: Cia. Roberto G. Alonso y Teatre Bartrina
Compañía: Roberto G. Alonso
Horarios: viernes y sábados a las 22:30 horas y domingos a las 20:00 horas. Precio: 18 € Sala Grande
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