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Crítica teatro: Justícia, en el TNC

¿Qué momento o episodio de la vida da inicio a la biografía de una persona? ¿En qué momento una persona da el primer paso hacia el resto de su vida? Estas son las preguntas que intenta responder Justícia, la obra escrita por Guillem Clua y dirigida por Josep Maria Mestres que se estrenó el pasado 13 de febrero en el TNC.

La propuesta nos permite repasar la biografía de Samuel Gallart (Josep Maria Pou), un juez de carrera y diputado retirado del Parlament afectado por algún tipo de demencia. De ahí que la representación se desarrolle en dos líneas temporales, la primera la celebración familiar en la actualidad de la trayectoria del juez Gallart, en la que se nos muestran las interioridades de una familia burguesa catalana, y una segunda en la que la mente del protagonista repasa algunos de los momentos decisivos de la historia familiar, desde el final de la Guerra Civil Española y la llegada de las tropas franquistas a Barcelona hasta, justamente, la cena de celebración.

A través de ese doble relato, Justícia nos narra la evolución de la vida del abogado y político Gallart y su progresión hacia la falsedad, la autorepresión y, como colofón final, la corrupción. De esta forma los diferentes episodios de la vida del juez nos permitirán entender como una vida se marchita y se corrompe, condicionada por la sociedad y la realidad en la que vive.

Clua ha estructurado un texto complejo que se desliza por el escenario de forma firme y sólida. La escenografía, que representa un hogar, una casa y una familia, se deconstruye a lo largo de la representación y nos permite contemplar lo que pasa en su interior y conocer los entresijos de los diferentes personajes y de la familia.

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Un doble relato temporal que muestra también el avance de la degradación del personaje principal, el juez Gallart, en cuya mente presente y pasado se fusionan de forma aleatoria. Una degradación y descomposición de los lazos familiares que se nos revela en el pasado y también en el presente, mostrándonos a una familia de clase alta en parte desestructurada, cuyos miembros también están afectados o amenazados por el engaño, la falsedad y por el qué dirán.

Justícia es además valiente al tratar la corrupción en la política catalana. En este aspecto vale la pena felicitar a Clua por lo atrevido de su propuesta, por cómo lo hace y por dónde lo hace. Las referencias están muy claras, la corrupción vinculada a Jordi Pujol y Convergència, que tropieza con el relato de la historia familiar para enturbiarlo todo. Magnífico el momento en el que el juez Gallart recomienda a su nieto que está iniciandose en la política, que en su primer discurso público utilice conceptos como Pàtria, Futuro y Libertad, según él, palabras vacías que ya se encargarán lo demás de llenar de sentido, en una más que clara referencia a la situación actual que vive la política catalana y española.

Como patriarca, Josep María Pou destaca en la interpretación del personaje central de la obra, cuyas contradicciones emocionales afectarán de una forma u otra al resto de miembros de la familia. De nuevo Pou se distingue con una interpretación sólida y compleja. El resto del elenco interpreta a diversos personajes de la historia familiar del pasado y del presente: Vicky Peña que encarna a la mujer y a la madre del juez Gallart; Pere Ponce que interpreta al padre y al yerno del juez o Manel Barceló, Anna Sahun, Roger Coma y Anna Ycobalzeta entre otros.

La dirección de Mestres pone orden en una propuesta asimismo compleja, permitiendo al público diferenciar entre las escenas actuales y las ubicadas en el pasado, ayudándose de juegos de luces y cambios de vestuario.

Justícia es una de aquellas obras que requieren una lectura atenta y reflexiva, ya que nos permite reflexionar sobre la vida de un país, España y Cataluña, desde la perspectiva de la historia de una familia bien situada. Todo tiende a empeorar, sobre todo cuando nuestros actos, nuestras ideas y nuestros sentimientos se degradan y desmoronan por el camino.

«Justícia» se representa en el TNC del 13 de febrero al 22 de marzo de 2020.

Autoría: Guillem Clua
Dirección: Josep Maria Mestres
Con: Manel Barceló, Alejandro Bordanove, Marc Bosch, Roger Coma, Vicky Peña, Pere Ponce, Josep Maria Pou, Anna Sahun, Anna Ycobalzeta y Katrin Vankova
Escenografía: Paco Azorín
Vestuario: Gabriela Salaverri
Iluminación: Ignasi Camprodon
Sonido: Jordi Bonet
Caracterización: Noemí Jiménez
Producción: Teatre Nacional de Catalunya

Horarios: miércoles a las 19:00 horas; jueves y viernes a las 20:00 horas; sábados a las 19:00 horas y domingos a las 18:00 horas
Precio: a partir de 14,5€; entrada general 29€
Duración: 2 horas y 50 minutos, entreacto incluido
Idioma: catalán
NOTA CULTURALIA: 8,5
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Jorge Pisa

Crítica teatral: Sócrates, juicio y muerte de un ciudadano, en el Teatre Romea

Como suele ser habitual, aquellos disfrutes de los que más esperamos son los que habitualmente más nos decepcionan. Y este es el caso de Sócrates, juicio y muerte de un ciudadano, la obra de teatro estrenada en el Teatre Romea el pasado 16 de julio en el marco del Festival Grec de Barcelona, escrita por Alberto Iglesias y Mario Gas, dirigida por este último e interpretada en su papel principal por Josep Maria Pou.

Parece, pues, así, que la expectación que uno tiene por el estreno de una obra, las más de las veces juega en su contra. En este caso, a un plantel de primera y una temática interesante, se le sumaba su paso por el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y una escenografía que, a simple vista, suscitaba grandes expectativas. Pero parece que el resultado final recorre un sendero que no es el que uno esperaba transitar.

«Sócrates será juzgado y condenado por sus conciudadanos tras haber denunciado la corrupción en Atenas y haber advertido sobre el papel supersticioso y manipulador de la religión oficial. Acusado de despreciar a los dioses y corromper a la juventud, se negó a huir, como le proponían sus discípulos, cuando fue condenado a ingerir una copa de cicuta. Y su muerte acabó convertida en una de las más famosas de la historia».

La obra de Gas e Iglesias se convierte en el panegírico de un personaje histórico que renace sobre el escenario para recordarnos los males de la antigua democracia griega, y como corolario, los achaques y perversiones que envenenan a la nuestra. Pero el fresco escénico resulta ser demasiado frío y distante en la recreación del personaje. Sócrates se nos mostrará tan perfecto que se nos queda demasiado lejos, hecho este que impide a los espectadores familiarizarse con el protagonista e incluso con sus reflexiones.

A la obra además, le falta algo de ritmo y de profundización en el contexto histórico al que hace referencia. Sócrates se nos aparece en solitario, con sus ideas y reflexiones, pero separado, en parte de la realidad que le hizo ser Sócrates. Es de imaginar que esto es debido a la voluntad de facilitar la comprensión del público y de convertirla en una reflexión mucho más actual.

Asimismo la obra minusvalora a la mayoría de los actores que aparecen sobre el escenario. Tal como se desarrolla la representación, con dos a tres actores el esfuerzo interpretativo hubiera quedado más que completo. Y por último, la obra infrautiliza también el escenario, esto es, la disposición de los asientos de un espacio de reunión que debería enmarcar, al menos, un duelo dialéctico entre los diferentes personajes. Algo que el texto no apoya, ya que lo que presenciaremos principalmente son los monólogos de Pou-Sócrates, que se acaban imponiendo sobre todo lo demás. Toda una serie de yerros en la creación y la dirección que atenúan las posibilidades de éxito del proyecto.

Si hasta aquí he hablado, según mi opinión, de lo que no funciona en la obra, me toca ahora hablar de lo que sí que lo hace. Y en una primera acotación ha de quedar bien claro que las interpretaciones están a un nivel mucho más que notable, aunque esto tan solo se pueda decir de algunos actores, ya que los secundarios actúan tan poco que es difícil valorar su interpretación. Aún así, en varias ocasiones la representación es más académica que teatral, lo que no le hace sumar positivos a la obra.

En lo que respecta a las escenas, es digno destacar la defensa que Sócrates hace de sí mismo ante el tribunal, en la que se ha sabido reflejar la forma de razonamiento característica del filósofo ateniense, y la escena que protagoniza Jantipa (Amparo Pamplona), la mujer del Sócrates, uno de los escasos momentos que nos acercará al aspecto más humano del pensador griego.

Como ven, Sócrates, juicio y muerte de un ciudadano no es lo que podría haber sido, sobre todo si tenemos en cuenta la valía de los profesionales que están encima y detrás del escenario. Aún así, la obra nos permite ser conscientes de que los problemas sociales, económicos y políticos a los que se enfrentaban los griegos de hace 2.500 años son, más o menos, los mismos a los que nos enfrentamos nosotros. Si bien, hemos de tener presente que Sócrates no solo culpaba a los políticos y a los codiciosos del mal gobierno de la ciudad, sino que acusaba a todos aquellos que consideraban la riqueza y la ostentación un objetivo vital superior que el de la búsqueda de la verdad, algo que, por desgracia, nos inculparía a la mayoría de nosotros en nuestra incapacidad para distinguir de forma egoísta, entre lo que es bueno para uno mismo y lo que es bueno para todos.

«Sócrates, juicio y muerte de un ciudadano» se representa en el Teatre Romea del 16 de julio al 2 de agosto de 2015.

Autor: Mario Gas y Alberto Iglesias
Dirección: Mario Gas
Reparto: Josep Maria Pou, Carles Canut, Amparo Pamplona, Pep Molina, Borja Espinosa, Ramon Pujol y Guillem Motos
Escenografía: Paco Azorín
Iluminación: Txema Orriols
Espacio sonoro: Àlex Polls
Sastrería: Rosario Macías
Producción: Grec 2015 Festival de Barcelona, Teatre Romea y Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida

Horarios: de martes a viernes a las 20:30 horas; sábados a las 18:30 y las 21:30 horas y domingos a las 18:30 horas.
Duración: 90 minutos
Idioma: catalán
Precio: 18-28 €

NOTA CULTURALIA: 6
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Jorge Pisa

Crítica teatral: Prendre partit, al Teatre Goya

prendre partit goya_2Josep Mª Pou des de fa uns anys es dedica a dirigir aquelles obres que li agradaria veure a ell, sense amoïnar-se de si estarà de moda i, sobretot, sense preocupar-se si el públic en general respondrà al seu missatge. Així que Pou ens està acostumant a un teatre que retorna a l’essencial de l’escenari, el text, la paraula i el silenci. Un teatre clàssic i de vegades fins i tot acadèmic que tracta de ferir el cap i les ments dels espectadors per remoure els seus valors o la manca d’ells.

Prendre partit ens explica la relació del director musical Wilhem Furtwängler amb el nazisme. I com, tot i fer un seguit d’investigacions sobre la seva vida pública i privada, no es va poder demostrar la seva afecció amb el règim. «¿Què havia de fer… Quedar-me o marxar?» diu Furtwängler, qui es sent impotent i exageradament passiu davant les preguntes intimidatòries del comandant Arnold. Aquesta pregunta, serà la llosa que arrossegarà el director després d’haver renunciat a fugir d’ Alemanya per dirigir l’Orquestra Filharmònica de Berlín durant el període nazi.

La posada en escena d’aquesta versió de ‘Prendre partit’ —l’original es va estrenar a Londres i Broadway el 1995 i el 1996, i es va adaptar al cinema (‘Taking Sides‘, 2001), sota la direcció d’István Szabó— aprofundeix en la lluita entre cultura i política, i l’ús que en fa el poder de la cultura a favor dels seus interessos, trepitjant la llibertat dels artistes. Aquesta contradicció enfronta els dos protagonistes del duel: el mateix director d’orquestra Wilhem Furtwängler (Josep Maria Pou) i el major nord-americà Steve Arnold (Andrés Herrera), un personatge obsessionat en trobar el punt feble, real o imaginari, dels acusats en els seus interrogatoris una vegada finalitzada la Segona Guerra Mundial.

L’obra pretén activar la reflexió de l’espectador i no cau en el maniqueisme, sinó al contrari, el públic surt fent-se la pregunta, “jo m’hagués quedat? Hagués marxat?» Una qüestió que es va repetint a mesura que avança l’interrogatori.

L’escenografia ajuda a l’espectador a entrar dins el contextt. Se’ns presenta un marc de postguerra i desolació, escenificat amb una edifici mig derruït. El saló gris amb els grans finestrals trencats, és el marc perfecte per simbolitzar no només l’Europa de la postguerra (l’edifici), sinó també la fragilitat de l’animà humana (els finestrals) dins una situació extrema, i com s’adapta a ella cadascun dels personatges.

prendre partit goyaEl que ha aconseguit Pou en la seva direcció és que cap dels personatges es mengi els altres, i per això tots tenen el seu propi espai de reflexió on despullen les seves misèries i personalitats. Per sobre de tots i com a conductor dels altres tenim al major Steve Arnold que en certs moments ens ha semblat massa intens. Pou com a contrapunt de l’exagerada adrenalina del seu inquisidor, es mostra seré i intel·ligent. Però per sobre de tots destaca el rol de l’actor Pepo Blasco en el paper de segon violí de la Filharmònica Helmuth Rode. Mesurat, humà, contingut, i ple de matisos. Blasco ens presenta així el seu personatge i aconsegueix enganyar l’espectador sobre la realitat que l’envolta fent tot un viatge interior des de l’ pretesa innocència fins a la caiguda als inferns.

L’obra en certs moments perd el seu ritme i resulta lenta, ja que ens trobem amb escenes amb llargs silencis que pretenen donar un espai de reflexió a l’espectador, perquè sigui ell qui construeixi la seva pròpia veritat. La situació d’aquest silencis està perfectament estudiada dins els interrogatoris i marquen una bretxa entre la cultura representada pel director musical i la política representada pel seu interrogador.

L’atmosfera està embolcallada per una banda sonora que neda entre els enregistraments de la Orquestra Filharmònica i el soroll dels bombardejos que retronen dins el cap del major Arnold, en un intent d’afrontar el que ha vist als camps de concentració. I aquesta visió és la que no deixa a Arnold soltar la presa, intentant per tots els mitjans dictar un judici interpretant les proves per condemnar a Furtwängler.

A l’espectacle, tot i tenir moments brillants, encara li falta recorregut. En alguns moments pot resultar dens, però l’estètica general, recolzada per una il·luminació i un vestuari molt encertat, ajuden a alleugerir-la. A més la feina dels actors acaba de perfilar una obra que ja s’espera dura per la mateixa temàtica que tracta.

«Prendre partit» es representa al Teatre Goya fins a l’1 de març de 2015.

Autor: Ronald Harwood
Traducció: Ernest Riera
Direcció: Josep Maria Pou
Repartiment: Josep Maria Pou, Andrés Herrera, Sandra Monclús, Anna Alarcón, Pepo Blasco i Sergi Torrecilla
Escenografia: Joan Sabaté
Il·luminació: David Pujol
Vestuari: María Araujo
Espai Sonor: Àlex Polls
Caracterització: Toni Santos
Producció: Focus

Horaris: de dimarts a divendres a les 20:30 hores; dissabtes a les 18:00 i a les 21:00 hores i diumenges a les 18:00 hores
Preu: de 24 a 28 €
Idioma: català
Duració: 1 hora i 50 minuts (sense entreacte)
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Tere Gilisbars

Crítica teatral: El zoo de vidre, en el Teatre Goya.

image(1)Uno siempre se considera afortunado cuando tiene la posibilidad de asistir a la representación de una obra de Tennessee Williams, y más cuando es una tan representativa de la dramaturgia del autor estadounidense como lo es El zoo de vidre, que nos provee, además, de elementos autobiográficos. Si a esto le sumamos la dirección de Josep Maria Pou, la creación de una magnífica escenografía y la interpretación de Míriam Iscla, Dafnis Balduz, Meritxell Calvo y Peter Vives, el resultado se convierte en un exquisitez teatral que apela a la fibra emocional del público asistente.

La obra nos traslada al Saint Louis de finales de los años 30 del siglo XX. En la casa de los Wingfield las cosas no van demasiado bien. Amanda Wingfield ha de hacer frente sola a las penalidades de la familia desde que la abandonó su marido. La economía familiar se ha encogido desde entonces. Laura, su hija, sufre desde pequeña un defecto físico en la pierna. Tom, su otro hijo, trabaja a desgana en una zapatería y es el único sustento de la familia, aunque su sueño es poder dedicarse a la poesía y abandonar de una vez por todas, como hizo su padre, un hogar con una atmósfera casi irrespirable. Amanda vive, además, obsesionada por la falta de pretendientes de su hija en edad de merecer y por el futuro desdichado que le espera si no consigue encontrar un buen esposo, un nuevo elemento de presión que provocará la ruptura final de la familia.

El Goya nos deleita de nuevo con la programación de una obra que aunque está ambientada en otro país y en otra época, es el claro reflejo del alma humana, y que por eso nos habla de situaciones que, seguro, quien más quien menos, hemos vivido o vivimos en nuestra realidad más cercana. Una de ellas es el espíritu de supervivencia de la familia Wingfield, que se ha de enfrentar a una dura realidad. Las riendas del hogar han quedado en manos de Amanda Wingfield, que se protege mentalmente de la lacerante situación por la que pasa la familia rememorando su feliz juventud, cuando innumerables pretendientes contendían por ganar sus favores. La segunda es la situación de discapacitación mental, y no tanto física, que sufre su hija, provocada, sin duda, por la sobreprotección recibida y que la mantiene reducida en un mundo infantil y hogareño. La tercera es el infierno que vive Tom, atrapado en una realidad que no le permite desarrollar todo su potencial y que le obliga a ir cada noche al cine para saciar su sed de aventuras y libertad.

Todo ello rematado por el carácter autobiográfico que Williams le da a la obra y que nos remite a los orígenes familiares del dramaturgo, a su lucha por hacerse un lugar en el teatro y a su voluntad de abandonar un hogar marcado por la figura materna, la mezquina indiferencia que recibió por parte de su padre y los problemas mentales de su hermana, ingredientes todos ellos que de una forma u otra veremos en la obra.

image(7)El Zoo de vidre, comienza con la presentación del propio Williams / Tom Wingfield, quien además de ser uno de los personajes principales de la obra, hará las veces de narrador y romperá, en diversos momentos, la representación de la obra para dirigirse directamente al público. Poco después se nos hará evidente el conflicto familiar y asistiremos afectados a la evolución del mismo.

Pou ha dado a luz un producto teatral con una envoltura escénica de gran calibre, que sabe aglutinar la suma de toda una serie de magnificas interpretaciones y que posee un touch teatral que respeta el espíritu de la obra y del autor. Así, pues, en el apartado de las interpretaciones destacan las de los caracteres principales: Míriam Iscla borda el papel de madre «obsesiva y controladora» que ha llevado a la familia a la situación opresiva en la que vive, si bien en algunos momentos pesa más la frecuencia cómica que la dramática en su caracterización; por su parte Dafnis Balduz hace lo propio al interpretar a Tom Wingfield (y en parte al propio Williams), y se sale con la suya al agenciarse gran parte del éxito de la obra. Meritxell Calvo interpreta a Laura Wingfield, la dulce e infantil muchacha que se convierte en la piedra de toque de la prisión familiar, y lo hace con una gran dulzura y naturalidad. Por último Peter Vives encarna a Jim O’Connor, amigo de Tom que éste presenta como un posible pretendiente a su madre y que disfrutará de una de las escenas más hermosas de la obra, aquella en la que lleva a cabo un ejercicio de coaching con Amanda y analiza cuál es exactamente la naturaleza de su carácter apocado.

El escenario sobre el que se desarrolla la acción es perfecto, ni demasiado exquisito ni demasiado minimalista, y posee un toque sudista que le proporciona a la obra más puntos positivos, lo mismo que el vestuario, magníficamente adaptado al tono de la historia que nos es narrada.

El zoo de vidre es, se lo aseguro, una magnífica ocasión para disfrutar del buen teatro, de majestuosas interpretaciones y de una dirección clara y precisa. Además nos desvela parte de la vida del propio Williams y nos permite reflexionar sobre la naturaleza del alma humana, y de los flujos y los reflujos que nos mueven a todos, tanto a aquellos que aspiran a algo mejor en sus vidas, sea esto lo que sea, como a los que se recluyen en su interior admirando bellos zoos de figuras de cristal, y crean sus propios espacios íntimos al verse incapaces de sobreponerse al mundo a veces anodino que descubren en el exterior.

«El zoo de vidre» se representa en el Teatre Goya del 21 de mayo al 6 de julio de 2014.

Autor: Tennessee Williams
Traducción: Emili Teixidor
Dirección: Josep Maria Pou
Reparto: Míriam Iscla, Dafnis Balduz, Meritxell Calvo y Peter Vives
Escenografía: Sebastià Brosa
Iluminación: Albert Faura
Vestuario: Maria Araujo
Espacio sonoro: Àlex Polls
Caracteritzación: Toni Santos

Horarios: de martes a viernes a las 20:30 horas; sábados a las 18:00 y a las 21:30 horas y domingos a las 18:00 horas.
Precio: web del Teatre Goya
Idioma: catalán
Duración: 2 horas y 15 minutos (entreacto incluido)

Crítica teatral: Terra de ningú, en el TNC.

_DSC3561_EditEl estreno de un Pinter siempre es una buena ocasión para ir al teatro sobre todo si en su puesta en escena hallamos el despliegue de medios del TNC y a actores de la talla de Josep Maria Pou y Lluis Homar sobre el escenario, y más si nos hallamos ante una de sus obras más inquietantes, como es el caso de Terra de ningú, una reflexión existencial repleta de interrogantes y reservas.

Terra de ningú nos presenta una situación, claustrofóbica por momentos y arcana en muchos otros. La acción da inicio de forma abrupta, como si en verdad la representación ya hubiera comenzado antes de presentarla al público. De repente vemos entrar a dos personas, las cuales parece que acaban de conocerse hace poco. La conversación que mantienen está marcada por lo extraño de la misma y regada extensamente con alcohol. Una charla extraña a la que parece que el público no puede acceder del todo, excepto a través de sus pinceladas de poesía y de sus toques de humor.

El espacio donde se desarrolla la acción es el majestuoso salón de la casa de uno de ellos. El invitado, Spooner (Lluís Homar), que no comparte el mismo nivel social que su anfitrión, Hirst (Josep Maria Pou), un literato enriquecido gracias al éxito, lo ha seguido hasta allí. Su diálogo es interrumpido en algún momento por los amigos/secretarios/criados del primero, Briggs (David Selves) y Foster (Ramon Pujol). Ambos parecen no estar complacidos con la irrupción del extraño en la casa. Al final el alcohol deja fuera combate al anfitrión que debe abandonar la sala ayudado por uno de sus criados.

Spooner se ha quedado a dormir, no sabemos por qué, encerrado en el salón de la casa. Después se almorzar volverá a encontrarse con su anfitrión, esta vez sobrio, que lo confunde con un antiguo amigo de juventud (bien, puede que en verdad lo fuera). Y da inicio una nueva conversación en la que la poesía, la ofensa, la caballerosidad y el alcohol vuelven a ser sus componentes. Todo ello en lo que parece ser una tierra de nadie.

_DSC3592_EditTerra de ningú nos presenta una situación, una atmósfera, que parece que está fuera de la realidad. Un espacio ocupado por varias personas que parece que no tiene substancia, como no la tienen los pensamientos o la memoria. En él, estas cuatro personas interactúan y conversan entre ellas aunque parece que nada de ello tenga demasiado sentido, como si el espacio colmase de irrealidad a todo lo que pasa o existe en él. De aquí que podamos decir que la obra, dirigida por Xavier Albertí, nos adentra, gracias a su asombroso texto, en un limbo misterioso del que al espectador le costará salir o hallar un sentido cierto o al menos real. Algo con lo que el autor, Pinter, jugó conscientemente.

Terra de ningú, parece así, un juego escénico, una composición en el que los fantasmas, los miedos y los anhelos de Pinter toman forma, aunque tenue y borrosa, como con la voluntad de mostrarnos tan solo una parte de su interior, una que ciertamente no podamos discernir del todo, como una invitación a poner de nuestra parte lo que no hallamos sobre el escenario.

La adaptación de Albertí está hecha con el buen gusto propio del TNC. Un espacio, el salón de la casa que parece flotar en un limbo intangible, en el que la interpretación de sus cuatro protagonistas, Lluís Homar, Josep Maria Pou, Ramon Pujol y David Selvas es tan estática e incorpórea como un texto de este tipo requiere. En ellas, como no podría ser de otra forma, destacan las de Pou, como el anfitrión alcoholizado que parece haber perdido el rumbo de una vida malograda por el éxito, y resplandece la de Homar, que construye un personaje sórdido e indescifrable del cual nunca acabaremos de conocer cuáles son sus intenciones. Pujol y Selvas encarnan a los dos amigos/criados que residen en la casa con una relación cuyos flecos tampoco llegaremos a conocer nunca.

Tras Taxi… Al TNC! el Teatre Nacional de Catalunya encamina su programación hacia un horizonte teatral que suma enteros con la elección de Terra de ningú, de Harold Pinter, una obra inquietante que traslada al espectador a un mundo entre la realidad y el sueño, por una senda que si bien puede parecer dificultosa consigue dirigir la mirada del público hacia la esencia del teatro y al examen que este puede hacer de sí mismo.

«Terra de ningú» se representa en el TNC del 17 de octubre al 24 de noviembre de 2013.

Autor: Harold Pinter
Dirección: Xavier Albertí
Reparto: Lluís Homar, Josep Maria Pou, Ramon Pujol y David Selvas
Traducción: Joan Sellent
Escenografía: Lluc Castells
Vestuario: María Araujo
Iluminación: David Bofarull
Producción: Teatre Nacional de Catalunya

Horarios: de miércoles a sábado a las 20:00 horas y domingos a las 18:00 horas.
Precio: de 11,5 a 23 €
Duración: 1 hora y 40 minutos (sin entreacto)
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Jorge Pisa Sánchez

Crítica teatral: CONCHA (Yo lo que quiero es bailar), en el teatro Goya.


La megafonía del teatro anuncia el inminente inicio de la función. El murmullo de los espectadores asistentes disminuye, los nervios se acrecientan… Se ilumina el escenario, la música comienza… y al poco tiempo, una figura aparece, una silueta que va delimitando unas formas femeninas, una textura experimentada y un dominio de la interpretación construido tras muchos años de ejercicio… Es Concha Velasco y el espectáculo es Concha (Yo lo que quiero es bailar), una obra que recorre la vida y la obra interpretativa de una de las figuras más conocidas y populares del cine y del teatro español.

Podríamos decir que el espectáculo que el teatro Goya estrenó el pasado 15 de octubre es algo así como un monólogo, cocido y enriquecido con recuerdos, con experiencias, con música en directo, pero sobre todo con la constancia y el trabajo de una actriz con más de 50 años de carrera profesional.

Concha, permítanme que la llame así, como si fuera de la familia, ya que la dinámica del espectáculo nos acerca a la Concha Velasco de verdad, a la mujer que ha interpretado a todo un sinfín de mujeres, nos narra, de viva voz, su vida, sus primeros pasos en el mundo del espectáculo a través de su pasión por el baile que la llevaría, debido a su especial atractivo y simpatía, a introducirse en el teatro y más tarde en el cine.

De la mano de Concha recordaremos sus primeras andanzas profesionales, pero también su desarrollo y aprendizaje vital, y seremos conscientes de la mujer que estuvo y está detrás de personajes como la chica de la Cruz Roja, la joven Susana de La Verbena de la Paloma, la Dolly Levi de Hello Dolly, o de Teresa de Jesús.

Para ello Concha no necesita nada más que un escenario y un patio de butacas. Todo lo demás parece excesivo, parece sobrante. Solo precisa de la ligazón que la ha mantenido unida con su público desde su debut. Es descriptivo de todo esto que les digo la apariencia del patio de butacas: los cabellos teñidos de blanco son los que destacan sobre los respaldos de las butacas. Y no solo eso, solo hace falta observar el trato y el vínculo que Concha establece con el público que la ha ido a ver. La Velasco solo necesita un foco de luz y una silla elevada donde sentarse de tanto en tanto. Y una historia, o mejor dicho, la historia de su vida. Solo ella, sin artilugios, sin un vestuario despampanante, sin efectos de luz deslumbrantes, tan solo ella y los recuerdos de una vida dedicada a la interpretación.

Bueno, esto no es del todo cierto. La Velasco no está totalmente sola. Un cuarteto de músicos (Xavier Mestres, Tomàs Alcaide, Roger Conesa y Xavi Sánchez) la acompaña durante las interpretaciones musicales que jalonan el espectáculo. Porque como usted ya sabe, la de La Velasco también es una carrera musical. Y son dos de estos momentos los que voy a escoger para profundizar un poco más en la obra: el primero la interpretación del tema central del Hello Dolly!!, obra musical que Concha interpretó en el teatro en el año 2001, y que aúna la magia de Broadway y el aroma de la gran Barbra Streisand con la veteranía y el savoir-faire de La Velasco; y el segundo, la interpretación que la actriz realiza al final de la actuación de su famosa Chica ye-ye, todo un ejemplo de la energía y el vigor que Concha Velasco sigue manteniendo a sus …ejem…ejem... años de edad.

Como les decía, éste es un espectáculo 100% Concha Velasco, y una biografía teatral con la que la actriz premia a un público fiel y entusiasmado. Por que no todo son nuevas tecnologías; por que no todo son nuevos lenguajes escénicos; por que no todo es innovación y diseño, el espectáculo que nos presenta Concha Velasco, dirigido por Josep Maria Pou, vale mucho la pena, sobre todo si usted vio crecer vital y profesionalmente a una mujer por la que parece que no pasan los años, aunque si que parece que pase la experiencia, el dominio y el control de la interpretación sobre el escenario.

Si todavía no ha visto CONCHA (Yo lo que quiero es bailar) aún tiene la posibilidad, hasta el 5 de febrero, de disfrutar de algunos retazos de la vida y de la obra de la actriz, y de un poco de la forma de hacer y de vivir el teatro de “antes”. No lo dude, aunque la oferta teatral es amplia, una oportunidad como ésta no se tiene cada día, aunque bien mirado, desde el mes de octubre si que la tiene cada noche en el Teatro Goya.


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«CONCHA (Yo lo que quiero es bailar)» se representa en el Teatre Goya del 15 de octubre de 2011 al 5 de febrero de 2012.

Dirección y dramaturgia: Josep Maria Pou
Texto: Juan Carlos Rubio (Sobre biografía y relato oral de Concha Velasco)
Intérprete: Concha Velasco
Dirección musical y arreglos: Xavier Mestres
Piano y vocal: Xavier Mestres
Violín, teclado y vocal: Tomàs Alcaide
Saxo, batería y vocal: Roger Conesa
Contrabajo y vocal: Xavi Sánchez
Colaboración especial: Salvador Vidal (Voz en off)
Escenografía y diseño de video: Eugenio Szwarcer
Iluminación: Juanjo Beloqui
Sonido: Jordi Ballbé
Vestuario: Nina Pawlowsky
Producción: Focus

Horarios: Miércoles a las 20:00 horas; jueves a las 17:00 y a las 20:00 horas; viernes a las 20:00 horas; sábados a las 17:30 y a las 20:30 horas y domingos a las 18:00 horas.
Precio: miércoles y jueves, 25 €; viernes, sábado, domingos y festivos, 30 €.
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Escrito por: Jorge Pisa Sánchez