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Crítica teatral: Esplendor, en el Teatre Romea

Como os decía en la anterior crítica, este año el Festival Grec posee un claro adn político, en un esfuerzo de acercar el teatro a la realidad que nos rodea y que a veces nos sobrecoge. Este también es el caso de Esplendor, de Abi Morgan, dirigida por Carme Portacelli, una obra interpretada por Míriam Iscla, Lluïsa Castell, Gabriela Flores i Laura Aubert que nos habla del final de un régimen y de una realidad que está justo a punto de desaparecer.

“En una sala opulenta del Palacio Presidencial de un tirano europeo cuatro mujeres mantienen una frágil capa de cordialidad civilizada mientras fuera, con un clima terrible, una guerra se va acercando cada vez más. Una fotógrafa corresponsal de guerra espera el retorno del tirano, del presidente. Ella ha venido para hacerle una foto. La mujer del presidente, su mejor amiga y una intérprete le esperan con ella. Zapatos de Prada, vasos de vodka… hacen pasar el tiempo de espera. Él llega tarde, muy tarde… Las cuatro mujeres tienen secretos y sospechas. Las cuatro están en peligro”.

Esplendor es una obra que, así a primeras, nos propone un título algo confuso, ya que más que mostrarnos un momento de apogeo de un régimen político, lo que evidencia es justamente lo contrario, es decir, el episodio de hundimiento final de una realidad política a través de cuatro mujeres relacionadas de alguna forma con el presidente al que se está a punto de derrocar. De ahí que la obra pretenda, en parte, reflexionar sobre el poder y sobre lo frágil que este puede llegar a ser, a veces. Una reflexión con un claro toque femenino, propio de Morgan, autora de guiones como Shame, Sufragistas o La Dama de Hierro.

Las cuatro mujeres (Míriam Iscla, Lluïsa Castell, Gabriela Flores y Laura Aubert) nos detallan lo que pasa en la sala del palacio presidencial a través de un relato narrativo que se irá enriqueciendo con las vivencias y las opiniones de cada una de ellas. De ahí que la confusión prevalezca a menos en los primeros momentos de representación, ya que el espectador será testigo de la misma escena en varias ocasiones, aunque relatada desde diversos puntos de vista, algo que le obligará a estar muy atento a lo que se hace y se dice sobre el escenario.

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Por lo que respecta a la puesta en escena, la acción se desarrolla en un espacio dominado por un piano cubierto por bebidas, vasos y copas, hecho este que nos permite confirmar lo privilegiado de su situación y que podremos corroborar al conocer la situación del país de la mano de las cuatro mujeres reunidas. Puede incluso, que estemos asistiendo al último festín organizado por el presidente de la nación.

Y el tema que pretende analizar la obra, que no es otro que el poder o el “final” del poder, queda algo difuso, primero porque nunca sabremos en qué país se desarrolla la acción y porque la reflexión se queda en la mayor parte en titulares, aquellos que acostumbramos, por desgracia, a ver en los informativos y que en pocas ocasiones van más allá de una simple exposición.

La directora, Carme Portacelli ya nos propuso una reflexión acerca del poder o del poder tirano en El president de Thomas Bernhard, estrenada en el TNC el año pasado. En aquel caso la configuración de la obra era en parte similar a la de Esplendor, si bien en este caso a la obra le falta algo más de profundidad y de espíritu combativo, con el cual capturar al espectador y llevarlo a meditar sobre la realidad política actual. Una lástima ya que la temática y la producción prometían, ciertamente,  algo más.

Por lo que respecta a las interpretaciones, todas las actrices están correctas, aunque parece que la trivialidad de la obra en general no les ayuda a elevar sus interpretaciones. El único momento en el que la emoción se desparrama sobre el escenario es hacia el término de la obra en el que la primera dama (Míriam Iscla) nos ofrece un acto final de valentía vital.

Esplendor es una obra compleja, posiblemente demasiado, en su desarrollo escénico e interesante en el tema que trata, que obliga al público a permanecer atento, si bien este es un esfuerzo del que no se extrae demasiado provecho, ya que el espectador abandona el teatro con la sensación de no haber obtenido impulso visceral o reflexivo alguno. Toda una lástima.

Esplendor” se representa en el Teatre Romea del 30 de junio al 17 de julio de 2016

Autora: Abi Morgan
Directora: Carme Portaceli
Traducción: Neus Bonilla Benages y Carme Camacho Pérez
Intérpretes: Míriam Iscla, Lluïsa Castell, Gabriela Flores y Laura Aubert
Espacio escénico: Anna Alcubierre
Banda sonora: Jordi Collet
Vestuario: Antonio Belart
Iluminación: Ignasi Camprodón

Horarios: de martes a sábado a las 21:00 horas y domingos a las 18:30 horas
Precio: 18 – 28 €
Duración: 1 hora y 40 minutos
Idioma: catalán

NOTA CULTURALIA: 6,5
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Jorge Pisa

“Consell Familiar” en la Sala Beckett: Mayoría más que absoluta

Estamos salvados.
Por fin un remedio infalible a los conflictos familiares.
Basta con saber organizarse, establecer una normativa a medida y ejecutarla.

Despleguemos ahora tan eficaz programa.

En primer lugar, Cristina Clemente redacta un texto de desarrollo impecable por cuanto, siguiendo la pauta de una estructura clásica, articula con oficio y arte una presentación del conflicto argumental (cómo una familia burguesa encuentra el equilibrio doméstico a costa de institucionalizarse como equipo extremadamente funcional), forma un nudo tan fuerte como desasosegante (el cuestionamiento del orden establecido por parte del miembro rebelde del grupo) y resuelve (algo precipitadamente, eso sí) un desenlace no por previsible poco coherente, y en resumidas cuentas certero (el elemento externo será el que ajusticie definitivamente tan hermético clan).

Luego llega el inquieto Jordi Casanovas, que firma una dirección sabia, ágil y eficaz. En sus manos, este “Consell Familiar” vibra en todo momento dentro de la armonía escénica, convirtiendo el chispeante verbo de Clemente en espectáculo cómico de primer orden: La sutileza de la puesta en escena, el ritmo con que va creciendo la intriga y la música que enfatiza su naturaleza de comedia ribeteada de un cariz esperpéntico suman un divertimento que aparta de su lado la banalidad y potencia la inteligencia crítica.

La ejecución es directamente atribuible a un reparto de actores en gracia (contenidos, compenetrados) y graciosos (en la palabra y en la expresión gestual). Un Pere Ventura irresistible en su autoritarismo demócrata; una Lluïsa Castell pasiva agresivísima pero también zumbona y seductora; una Georgina Latre encantadora como ingenua rebelde; un divertido Pep Ambròs, nini cuyo desquicio e ímpetu juvenil se adueñan de algunos de las réplicas más resultonas de la función; y un oportuno Marc Rius como Mesías Redentor que viajando en patera de Lufthansa no solo consigue los papeles sino que llega a dejar sin los suyos a la familia de acogida.

Afrontando el final de esta crónica, ya podemos desvelar cuál es la receta anunciada: la transformación en clase política del grupo social de convivencia. Solo así se consigue la felicidad en el hogar. Y no vale votar en blanco…

Por Juan Marea

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Que gane el peor.

 

“Consell Familiar” se representa hasta el 4 de enero.
http://www.salabeckett.cat/?set_language=ca

Crítica teatral: Una història catalana, en el TNC.

Foto_historia_catalana_12_13_cartellA_David_Ruano_TNCEl TNC recupera Una història catalana, una obra de Jordi Casanovas estrenada durante la temporada 2010/2011 dentro del marco del Projecte T6 en la clausurada temporalmente Sala Tallersel primer capítulo de la trilogía con la cual el autor analiza la realidad catalana desde los tiempos de la transición al periodo de la Cataluña post-olímpica.

Parece, pues, que la buena fortuna de Casanovas y de la sala FlyHard alcanza a todas las propuestas que emanan del espacio en cuestión. No solo diversos espectáculos estrenados en la sala han alcanzado a representarse en otros teatros, entre ellos Smiley en el Club Coliseum o La terra oblidada en la Sala Atrium, sino que el Lliure y el TNC apuestan por los textos escritos por Casanovas, como en el caso de Pàtria, cuyas representaciones se prorrogaron en el Teatre Poliorama o la obra a la que hace referencia esta crítica, Una història catalana, escrita y dirigida por el propio Casanovas, que disfruta de una segunda vida actualizada, como si hubiera alcanzado la mayoría de edad, en la Sala Gran del TNC.

Una història catalana realiza un análisis del pasado reciente de la historia de Catalunya, a través de un triple encuadre: Un pueblo de montaña del Pallars que quiere aprovechar la llegada de la democracia y la modernidad para desarrollar económicamente la región; la experiencia sur-americana de un revolucionario catalán en Nicaragua y la voluntad de un quinqui barcelonés de apartarse de la ilegalidad y convertirse en un «honrado» hombre de negocios. Las tres historias, que en un principio nos pueden parecer independientes, se irán entrelazando a medida que avanza la obra, para llevarnos a un final combinado que prefigura el drama de la Catalunya actual.

Foto_historia_catalana_12_13_9_A.HerreraA_David_Ruano_TNCCasanovas, fiel a su estilo creativo, construye un texto adherido, como una segunda piel, a la realidad cotidiana del momento en el que están ambientadas las tres historias. Si en Pàtria intentaba examinar el contexto social y político que ha llevado a la convulsa situación que vive Cataluña en la actualidad, en su intento de desprenderse de todos los males pretendidamente ocasionados por el dominio español ejercido desde Madrid, Una història catalana pretende analizar el trayecto que ha llevado a ello. En este caso no desde un punto de vista político sino desde un enfoque más cotidiano, el experimentado por la gente de a pie, por aquellos que como decía el ex-presidente Pujol «viven y trabajan en Catalunya«.

Por eso el abanico de personajes y realidades de la obra es amplio: los habitantes de un pueblo de montaña aferrados a mitos, costumbres y odios ancestrales; la actividad revolucionaria de un emigrante catalán en Latinoamérica o las ansias de enriquecimiento e integración de los emigrantes y de los hijos de emigrantes de origen español que llegaron a Cataluña a partir de la década de los años 60. Unas historias personales que, como en la vida real, se mezclan, se entrelazan en su quehacer diario, construyendo una realidad social, económica y política compleja que desafía las visiones monolíticas de políticos (y no políticos) de uno y otro bando que se obstinan en no querer ver la realidad plural y diversa que muestra Cataluña en la actualidad.

Casanovas desarrolla, pues, su propuesta a partir de una actuación coral en la que los diez actores y actrices que componen el reparto de la obra irán adoptando identidades diferentes en relación a la triple contextualidad escénica que posee la obra. Todo ello enmarcado en un escenario totalmente vacío y oscuro que se iluminará y amueblará dependiendo del episodio al que corresponde en cada momento la representación. Así, pues, las interpretaciones de cada uno de los actores son tan diversas como las realidades que encarnan, que se basan también, en las diferencias idiomáticas, desde el catalán cerrado de los habitantes de un pueblo de montaña, el castellano hablado por un revolucionario catalán en Nicaragua o el catalán/castellano propio de un inmigrante español criado en el barrio de la Mina de Barcelona.

Foto_historia_catalana_12_13_12A_David_Ruano_TNCLa obra consta de tres actos y dos pausas que suman un total de casi tres horas de representación. Una estructuración escénica que posibilita la existencia de un final del segundo acto memorable (de los más impactantes a los que uno ha asistido) por la deconstrucción de la realidad escénica que comporta y por el uso del tema The Ecstacy Of Gold, del muchas veces insuperable Ennio Morricone, que le transmite al momento un clímax avanzado y que introduce musicalmente la crueldad que reinará en la última parte de la obra.

Casanovas, sin embargo, crea una obra demasiado larga que peca, además, justamente en su parte final, de un desarrollo algo extravagante que desbarata el realismo que marcaba, en gran medida, el avance de la obra, en favor de un desenlace tipo western, que sorprende y desconcierta al mismo tiempo. Un final que fuerza, incluso, al espectador a cambiar de perspectiva, oséase, de butaca, como si de esta forma se materializara la transmutación que sufre la obra que se está contemplando.

Una obra, pues, que impacta por momentos pero que pierde fuelle a medida que avanza su representación, debido, sobre todo, a la hipérbole de su tramo final, que recuerda en parte al hiperdramatismo de Sopar amb batalla, otra de las obras de Casanovas estrenada en el Versus teatre, y que nos muestra, al menos en parte, la naturaleza de la dramaturgia del autor.

Si bien, Una història catalana apuesta por una acertada presentación de los variado de la realidad social e histórica catalana, pierde parte de su sentido en su plasmación textual y escénica. Hará falta, para una valoración final del proyecto estructurado, como saben, en una trilogía, esperar a ver su tercera entrega que llevará el título de Vilafranca, y que sin duda marcará lo acertado de un propósito difícil e incierto, aunque bienintencionado.

«Una història catalana» se representa en la Sala Gran del TNC del 27 de febrero al 7 de abril de 2013.

Autor: Jordi Casanovas
Dirección: Jordi Casanovas
Reparto: Lluïsa Castell, David Marcé, Pep Cruz, Borja Espinosa, Andrés Herrera, Alícia Pérez, Vicky Luengo, Lurdes Barba, David Bagés y Mariona Ribas
Escenografía: Sebastià Brosa y Elisenda Pérez
Vestuario: Albert Pascual
Iluminación: David Bofarull
Sonido: Damien Bazin y Roc Mateu
Caracterización: Lucho Soriano
Asesoramiento lingüístico: Noëlia Motlló (OLLPP-UdL) y Ramon Sistac (OLLPP-UdL)
Producción: Teatre Nacional de Catalunya

Horarios: de miércoles a viernes a las 20:00 horas; sábados a las 21:30 horas y domingos a las 18:00 horas.
Precio: de 19,05 a 38,09 €

Duración de la obra:
Primera parte: 1 hora
Entreacto: 10 minutos
Segunda parte: 1 hora
Entreacto: 20 minutos
Tercera parte: 50 minutos

Crítica teatral: Pàtria, en el Teatre Lliure de Gràcia.

Cuando uno hace una crítica teatral siempre tiende a considerar, aunque a veces la tarea sea harto complicada, la contemporaneidad de la obra que se somete a su examen. De ahí que hasta la performance más exótica o el aquelarre teatral más acrobático sean analizados y explicados en clave de actualidad.

Pues bien, con Pàtria, la obra dirigida por Jordi Casanovas y estrenada el pasado 18 de octubre en el Teatre Lliure de Gràcia, todo esto que les acabo de explicar no es necesario. No es que el propósito de la obra no se deba llevar a la actualidad, sino que, por el contrario, la actualidad que vivimos hoy mismo ha sido trasplantada sobre el escenario del Lliure, lo que convierte en algo fútil el intento del reseñador.

Pàtria nos invita a una reflexión sobre la situación política que vive Cataluña y España en la actualidad. Todo comienza con la noticia de la muerte de la madre de Miquel Raventós, presentador de televisión y moderador del debate político previo a las elecciones autonómicas catalanas. Las últimas palabras de la madre de Miquel lo dejan afligido y bajo de defensas ante las falacias y las mentiras de los representantes políticos, lo que le obliga a expresar claramente su opinión sobre la situación del país ante las pantallas y a hacer pública su proclama: Bona Nit y Llibertat!

Las afirmaciones manifestadas por Raventós en directo asombran a conocidos y familiares y conectan espontáneamente con una sociedad necesitada de argumentos e ideas auténticas que seguir y que la saquen de la grave situación de crisis económica, política y moral en la que vive. La aparición de una ambiciosa asesora de campaña política (Rosa Vila), hará decidirse al periodista a pasar al mundo de la política con un programa y una propuesta rupturista: la independencia de Catalunya.

Casanovas nos presenta, en el segundo capítulo de su trilogía sobre la realidad catalana inaugurada el año pasado con Una història catalana, un juego poliédrico de verdades y mentiras en el que aparecen todos los temas que, seguro, discutimos en familia, entre amigos o en los descansos en la oficina: la mentira engañosa de los políticos; los intereses económicos ocultos tras las siglas de los partidos políticos; la acción oscura y poco ética de los grandes grupos financieros y las corporaciones multinacionales; la utilización por parte de los políticos de proclamas y slogans más o menos fraudulentos para conseguir más votos, el desgastado y mezquino, a veces, papel de la prensa…

Lo que nos propone Casanovas es una reflexión sobre la realidad política, económica y social en la que vivimos inmersos, justo en un momento en el que el debate sobre la complicada relación entre España y Cataluña está más presente y en un panorama en el que parecen consolidadas las propuestas rupturistas, como las imaginadas en Pàtria. En medio de esta vorágine de voluntades y atrevimientos, Casanovas nos viene a confirmar una cosa importante: hasta las verdades políticas están basadas en la mentira.

La trama de Pàtria se fabrica en el escenario a partir de la labor de seis actores que irán mutando de apariencia y de personalidad para narrarnos una historia de ambición y de renovación política. Francesc Orella está magnifico, como de costumbre, en su papel de candidato capaz, por primera vez en la historia, de conseguir el poder en Cataluña como líder de una fuerza política independentista. Su contrincante principal, Alex Casanovas, traza firmemente un personaje antiestético, el de un político capaz de cualquier acto o traición que le permita mantenerse en el poder y mejorar la intención de voto de su partido. Aquí se halla, pues, la base del enfrentamiento teatral de la obra: la pugna entre el intento honesto de hacer política, que, como no podía ser de otra forma, proviene de fuera del mundo de la política y el empeño de las clases gobernantes, corruptas y ambiciosas, de mantenerse en el poder y conservar sus privilegios cueste lo que cueste. ¿Les suena esto de algo?

Este desafío teatral entre Orella y Casanovas, el actor, se acaba de construir gracias a la interpretación del resto del reparto, en el que Marcel Borràs, Lluïsa Castell, Fermí Reixach i Rosa Vila tejen con sus actuaciones una tela de araña interpretativa resistente y flexible, sin la cual la trama de la obra no podría avanzar, y menos de una forma tan convincente.

Pero Casanovas, el director, va más allá de la mera transposición de la actualidad al escenario, y pretende analizar, bajo el formato de una obra de trasfondo político y social, la realidad que subyace tras los símbolos, esos con los que se juega siempre, y que se convierten en sólidos referentes no solo de ideas sino también de acciones. Símbolos como Moragues, Macià o Companys, a los que podríamos sumar El Cid o los Reyes Católicos en España (la Patria a la que hace referencia el título de la obra) y que las más de las veces, por no decir siempre, están construidos artificiosamente sobre verdades a medias, pero que sirven muy bien para movilizar, en base a la emoción y los sentimientos «de tripa», a las personas y a las comunidades en función de intereses invariablemente particulares.

Este es el meollo, a mi parecer, de lo que quiere tratar Casanovas, y para ello construye una trama interesante, actual y con ritmo, en la que la vida repleta de mentiras se enfrenta a la verdad, materializada en el síndrome de Asperger que sufre Marcel Borràs, el hijo de Raventós, que le impide mentir. Un tipo de autismo que se puede considerar como una enfermedad o como una bendición, dependiendo del punto de vista des del que se mire. Y a Casanovas le interesa dejar su opinión en suspenso, para generar un debate ligado al juego político, que no podría sobrevivir sin la mentira y donde el verdadero autista es aquel que dice la verdad.

Casanovas nos propone una reto interesante sobre la realidad más cercana, aquella que inunda nuestro día a día y aquella que habla sobre la veracidad de nuestros referentes históricos y culturales. Por medio nos quiere hacer reflexionar sobre nosotros mismos. ¿Son las mentiras y la perfidia de los políticos un síntoma de una clase corrupta y amoral, o sus defectos son los mismos que sufrimos nosotros? ¿Los políticos están hechos de la misma pasta que la sociedad? Yo por desgracia me decanto por esta última opción, y suelo pensar que los problemas que sufrimos como sociedad, como país, como cultura y si me fuerzan incluso como humanidad, se deben a que, como personas, nos dejamos llevar habitualmente por nuestros intereses más privativos. Un combustible este, que por desgracia ha hecho mover, mueve y moverá durante mucho tiempo, puede incluso que de forma indefinida, el destino del planeta y de las sociedades que en él se desarrollen.

Pàtria” se representa en el Teatre Lliure Gràcia del 18 de octubre al 11 de noviembre de 2012.

Pàtria prolonga su temporada en Barcelona en el teatre Poliorama hasta el 16 de diciembre de 2012.

Dramaturgia y dirección: Jordi Casanovas
Reparto: Marcel Borràs, Àlex Casanovas, Lluïsa Castell, Francesc Orella, Fermí Reixach y Rosa Vila
Escenografía: Jordi Soler Prim
Vestuario: Albert Pascual
Caracterización: Lucho Soriano y Mariona Trias
Iluminación: David Bofarull (a.a.i.)
Sonido: Damien Bazin
Producción: Teatre Lliure y EL CANAL – Centre d’Arts Escèniques Salt/Girona

Horarios: de martes a viernes a las 20:30 horas; sábados a las 21:00 horas y domingos a las 18:00 horas.
Precio: 30,25 €; miércoles, día del espectador 21,30 €; 25,75€ con descuento
Idioma: catalán
Duración de la obra: 2 horas sin pausa

Espectáculo recomendado por el Servei Educatiu del Teatre Lliure

Escrito por Jorge Pisa Sánchez