Hoy os presentamos en Culturalia dos de las últimas e intereantes novedades de historia publicadas por la editorial Ático de los libros, El nacimiento de la democracia de Laura Sancho Rocher y Alarico el Godo de Douglas Boin.
El nacimiento de la democracia, de Laura Sancho Rocher
En el 508 a. C., el líder ateniense Clístenes introdujo un régimen político que, con el paso del tiempo, se denominó democracia. La democracia antigua, hoy día muy estimada por los valores en que se fundó es, sin embargo, muy diferente a las primeras democracias occidentales ya que era directa y no representativa. Durante casi doscientos años, la ciudad de Atenas tuvo el primer gobierno democrático de la historia occidental y uno de los más desarrollados de todos los tiempos, un modelo gestado sin diseño previo ni referentes, frente a cuya resplandeciente imagen se elaboró el negativo de la tiranía.
Laura Sancho, catedrática de Historia Antigua, nos muestra cómo surgió y evolucionó la democracia ateniense, a qué retos se enfrentó a lo largo de casi dos siglos y cómo se fue transformando para superarlos. El sistema ateniense favorecía la participación sin descuidar los mecanismos de control del poder, aseguraba la libertad de los ciudadanos sin olvidar el respeto a la ley y propiciaba la igualdad política sin renunciar a servirse de los méritos de los dirigentes.
El nacimiento de la democracia es una lectura necesaria para entender qué ideas y mecanismos hicieron posible un gobierno del pueblo. Una obra imprescindible para conocer nuestro pasado y reflexionar sobre nuestro presente. Una historia de la primera democracia del mundo.
Título: El nacimiento de la democracia Autora: Laura Sancho Rocher Editorial: Ático de los libros Colección: Ático Historia, nº 39 Formato: Tapa dura con sobrecubierta / 15 x 23 cm Páginas: 336 ISBN: 978-84-18217-33-3 Fecha de publicación: 12 de mayo de 2021 Precio: 22,50€
Alarico el Godo, de Douglas Boin
Nacido cerca del río que marcaba la frontera entre el Imperio y el territorio de los godos, a quienes los romanos consideraban unos «bárbaros» violentos e incivilizados, Alarico tuvo una infancia dura: separado de los brazos de sus padres, creció sin los privilegios de la supuesta pax romana en una sociedad fracturada donde la intolerancia y los prejuicios contra los extranjeros estaban a la orden del día.
Años después, Alarico buscó la gloria alistándose en el Ejército imperial, pero, a pesar de sus hazañas militares, Roma le negó una y otra vez convertirse en ciudadano de pleno derecho. Decepcionado ante tal injusticia, su grito de furia congregó a los godos marginados y los convenció para marchar contra el opresor y poner fin a su injusto gobierno. El historiador Douglas Boin nos revela con maestría narrativa una cara desconocida del mundo romano, consumido por las guerras civiles, la intolerancia religiosa y la discriminación hacia los forasteros, y relata la rebelión de un hombre en busca de respeto y dignidad.
En Alarico el Godo cobra vida la compleja, plural y abierta sociedad de los godos, totalmente alejada del estereotipo de los «bárbaros» y cuyo legado ha dado forma a nuestro mundo.
La historia del soldado que cambió el mundo romano para siempre.
Título: Alarico el Godo Autor: Douglas Boin Editorial: Ático de los libros Colección: Ático Historia, nº 42 Traducción: Cristina Riera Formato: Tapa dura con sobrecubierta / 15 x 23 cm Páginas: 304 ISBN: 978-84-18217-41-8 Fecha de publicación: 15 de septiembre de 2021 Precio: 22,90€
Parece que últimamente el Imperio romano tardío ejerce una atracción creciente sobre los escritores de novela histórica. Afortunadamente cada vez es más habitual encontrar en las librerías de nuestras ciudades novelas históricas ambientadas fuera del esplendoroso y muy trillado siglo I d.C. Muestra de ello son, por ejemplo, Yo, Julia de Santiago Posteguillo, ganadora del Premio Planeta en el año 2018; El saqueo de Roma, de Pedro Santamaría o la más reciente Frumentarius de Juan Manuel Sánchez Valderrama, todas ellas reseñadas en este blog.
Hoy, sin embargo, nos toca hablar de Roma eterna, de Marcos López Herrador, la primera parte de una trilogía que pretende tratar en formato de novela histórica, el final del Imperio romano desde la derrota de Adrianópolis hasta la deposición de Rómulo Augústulo, el último emperador romano de Occidente.
Nadie podía intuir que aquellos acontecimientos significarían el ocaso de Roma en un futuro tan inmediato. En el año 375 d.C., los hunos irrumpen al norte del Mar Negro, masacran a los alanos, destruyen a los ostrogodos y derrotan a los visigodos encabezados por Atanarico. El resto de los visigodos, liderados por Alavivo y Fritigerno, temiendo por sus vidas, piden autorización para atravesar el Danubio e instalarse dentro de las fronteras del Imperio como federados. Aquella decisión significó el principio del fin de Roma.
Pues bien, estamos ante una propuesta valiosa por meritos propios. Lo primero, y como ya sabéis los que me seguís en Culturalia, es el atrevimiento de escribir una novela histórica (perdón, una trilogía) ambientada en un periodo muy, pero que my alejado de las brumas áureas de la época Julio-Claudia, lo que significa que el autor se adentra en un contexto poco conocido aún por el lector general. Lo segundo, por evitar los clichés o prejuicios que la época y los personajes principales pueden generar. Y lo tercero, por elaborar una trama histórica creíble y con tensión que mantiene el interés en el lector.
Así, en esta primera entrega el autor se centra en los hechos que llevaron a la entrada de los visigodos en territorio imperial romano, durante el gobierno de los emperadores Valente y Graciano y los hechos que llevaron a la derrota de las fuerzas romanas en la batalla de Adrianópolis. Para ello, la trama irá saltando entre los principales centros de poder de la época, esto es, las cortes imperiales de Oriente (Constantinopla) y Occidente (Milán) y los asentamientos visigodos liderados por el caudillo Fritigerno.
Herrador mezcla toda una serie de personajes principales históricos como Fritigerno, rey de los visigodos, los emperadores Valente, Graciano y Teodosio o los diversos oficiales y cortesanos romanos, que nos muestran la realidad histórica del momento, con personajes ficticios tanto en el bando germano, como el guerrero visigodo Róderic, como en el bando romano, como el joven legionario Lucio Caro o el malvado ex auriga Sexto Servio, que permiten a la trama salir de la oficialidad histórica y acercarnos un poco más al día a día de la vida del imperio en aquellas fechas.
El autor consigue así fraguar una historia con tensión histórica que cubre un breve periodo de tiempo, esto es, desde la llegada de los visigodos a territorio imperial hasta los años posteriores a la derrota de Adrianópolis y el nombramiento del hispano Teodosio como emperador de Oriente. Y lo hace con diferentes estilos. Si en la primera parte de la novela predominan la descripción de ambientes y los diálogos entre los personajes, a medida que avanza la trama se imponen los párrafos explicativos que hacen referencia al periodo y las escenas y los diálogos cortos, hecho este que hace ralentizar algo el avance de la lectura.
Aún así, Eterna Roma es una propuesta muy interesante, que nos permite conocer la época, el Bajo Imperio romano, y que nos muestra que cualquier periodo histórico, cualquiera, es merecedor de ser visitado por los autores de novela histórica y sacar de ellos su esencia literaria. Felicidades a López Herrador y al sello editorial Sekotia del grupo Almuzara por su tenacidad y por su voluntad de seguir adelante con una trilogía que hará las delicias de los amantes de la novela histórica ambientada en el periodo (final) del Imperio romano.
Título: Roma Eterna. La caída de Roma (I) Autor: Marcos López Herrador Editorial: Sekotia (Grupo Almuzara) Fecha de publicación: 02/04/2021 Páginas: 552 Encuadernación: rústica con solapas | 15 x 23 cm ISBN: 978-84-18414-07-7 Colección: Narrativa con Valores Temáticas: Novela histórica | historia Precio: 23,95 € NOTA CULTURALIA: 7,9 —— Jorge Pisa
Siempre es grato escribir sobre una novela histórica, y más si su autor es León Arsenal, escritor especializado en este género y responsable de La boca del Nilo (Edhasa, 2005), una de las novelas históricas más impactantes que uno haya leído en los últimos tiempos. El pasado 2012 Arsenal publicó, también en la editorial Edhasa, la que es ahora su penúltima obra, Última Roma, un título que sugiere al potencial lector la idea de gran relato que solo la historia y las novelas que tratan de ella puede generar.
«Año 576. Roma ha caído, pero quedan hombres dispuestos a restaurar su poder. En Hispania combaten visigodos, suevos, la antigua nobleza romana, viejas tribus indígenas… En el norte de la península, un senado de terratenientes planea unirse al imperio de Oriente. Hacia allí viaja Basilisco, funcionario imperial, acompañado de caballería pesada al mando de Mayorio. Ambos sueñan con la Renovatio Imperii, la restauración de Roma. También acude desde la Suevia una columna de britones. Con ellos viaja Claudia Hafhwyfar, que tiene un sueño recurrente desde niña: la de un jinete que viene a ella a través de inmensidades desérticas. El rey godo Leovigildo debe actuar a su vez para salvar a su reino. La guerra es inevitable y en ese escenario, con todo en la balanza, se decidirá el futuro de Roma e Hispania«.
Última Roma es un intento, por parte de Arsenal, de trasladar a época tardoantigua y visigoda los éxitos literarios que le acompañan desde hace años. Y es un intento destacable en algunos aspectos, pero incierto en otros. Lo primero por lo que se le ha de valorar es por arriesgarse, de forma consciente, tal y como nos lo indica el mismo autor en el prólogo de libro, a ambientar su historia fuera de los ambientes más conocidos de la historia, lo que supone una osadía aunque también conlleva dejar al lector algo (o muy) desorientado en la lectura. De esta forma, la novela nos presenta un contexto histórico bastante desconocido para la mayoría que nos descubre la historia de la Spania bizantina, la Suevia y la presencia de britones, habitantes de la Britania romana que emigraron, tras la llegada a las islas de los invasores germánicos, al territorio del noroeste de la península Ibérica
León Arsenal
Además, y esto puede ser negativo para muchos lectores, los eventos narrados en la novela no contienen, podríamos decir, ningún hecho destacable en sí, o al menos identificable, por lo que la decepción del lector puede aumentar, sobre todo si observamos la portada del libro y su pomposo título.
En relación a la trama y los personajes, Arsenal sabe crear el contexto novelesco en el que los diversos personajes y poderes se unirán con el objetivo de frenar el avance visigodo en la Península. Si bien en algunos momentos le falta credibilidad a la historia, ya que uno tiene la sensación de que el autor deforma demasiado lo poco que se conoce del periodo histórico para desarrollar la trama de su novela. De esta forma algo ficticia, el lector descubre la existencia de los britones en la Península; el débil equilibrio de las fuerzas bizantinas en el sur o la existencia de territorios que, como la provincia deCantabria (una realidad histórico-política no del todo identificada por los historiadores), permanecían autónomas políticamente en un momento en el que no existía una clara soberanía sobre los territorios peninsulares, algo que el visigodo Leovigildo se esforzaría en remediar.
La historia nos es narrada por Arsenal de forma coral y episódica y nos presenta esa idea de final tan característica de la época en la que sitúa la trama, y como algo característico en él, nos la relata de una forma literaria atractiva, con unos personajes con los que el lector se puede identificar y con los que se puede poner de su lado en su esfuerzo por frenar el avance visigodo y dotar al poder imperial bizantino de nuevos bríos en Occidente. Un relato que, además, nos puede recordar el mundo artúrico, como el propio Arsenal ha reconocido.
Posiblemente los personajes más cautivadores de la novela sean los miembros del bandon de caballería pesada comandado por Mayorio, el último reducto, si bien caído en desgracia, de la otrora potencia militar bizantina. Arsenal, además, destaca a la hora de relatarnos las batallas en las que el bandon participa a lo largo de la trama, seguramente algunos de los momentos en los que mejor luce la pluma del escritor.
Conscientes de las posibles dificultades del lector a la hora de hacerse con el contexto histórico y los personajes de la novela, Edhasa ha decidido, muy sabiamente, incluir toda una serie de códigos QR, hasta un total de 24, que redirigen al lector a toda una serie de material multimedia que le permitirá comprender mejor una época algo oscura para la mayoría. Todo un acierto este que convierte la novela histórica en un elemento de aprendizaje. Asimismo el libro incluye dos mapas históricos, que aunque pueden situar geográficamente al lector, podrían ser mucho más ilustrativos.
Última Roma es un intento por explotar un periodo no habitual en las novelas históricas y menos en las escritas por autores españoles, aunque le falta el brillo que suelen aportan los hechos o los personajes destacados de la historia. Una novela que nos acerca al pasado de una península Ibérica que navegaba lenta pero inexorablemente hacia su estructuración medieval.
Título:Última Roma Autor:León Arsenal Editorial:Edhasa Formato: Tapa dura c/sobrecubierta | 15 x 23.3 cm Páginas: 640 Precio: 26 € Fecha edición: 7 de noviembre de 2012
No es demasiado habitual, al menos que yo sepa, que las novelas históricas de autores españoles tengan continuación, al estilo de los escritores o de las literaturas anglosajona o italiana. Este, sin embargo, es el caso de la novela De buitres y lobos escrita por Francisco Galván, de la que ya publicamos la crítica en Culturalia y de la que existe una secuela, El tesoro de Vulturia, ambas editadas por Algaida. La extrañeza aún es mayor si consideramos que la época en la que están ambientadas ambas novelas, la visigoda, no es la habitual en la novela histórica hispana.
Francisco Galván ha escrito una segunda entrega que engrandece los horizontes históricos de la primera. Si esta la podíamos considerar como una historia de capa y espada, en El tesoro de Vulturia el aspecto histórico está mucho más desarrollado y el horizonte narrativo se ensancha al incorporar un panorama político que abarca el Mediterráneo occidental.
Pero vayamos por lo primero. La acción de la novela se ubica, de nuevo, en las cercanías de Vulturia. Allí se ha establecido pacíficamente la colonia de leprosos que auxilió a los visigodos Wulfric y Sigebert en la anterior aventura. Últimamente algunos de sus miembros y diversos comerciantes han sido asesinados en las cercanías de la ciudad, lo que ha hecho que su actividad comercial se haya resentido. Cecilio, el líder de la colonia de leprosos, acude a pedir ayuda a Wulfric, desconociendo que existen misterios e intereses en Vulturia que superan, sin duda, su entendimiento. Por su parte Tarbalés, descendiente del linaje real alano, pretende viajar a Hispania con el objetivo de descubrir su verdadero origen, ligado a unos extraños tatuajes que muestra en uno de sus brazos.
El tesoro de Vulturia amplía, como decía, considerablemente el horizonte geográfico que nos mostraba la primera novela. Si esta se centraba principalmente en el ámbito hispano y eludía ampliamente el contexto político internacional de la época, El tesoro de Vulturia intenta dar la vuelta a este hecho implicando mucho más el horizonte mediterráneo en su trama. De esta forma el argumento de la novela avanza a partir de diversos focos de acción: los asuntos comerciales de Marpesio Silicio en Italia; la situación política en el África vándala; los luctuosos acontecimientos que acontecen en Vulturia; la iniciación mágica que Valentia, la esposa de Wulfric, recibirá de la mano del Boseildún o las propias aventuras que vivirá Wulfric, en un momento en el que los visigodos se están apoderando de los últimos reductos imperiales en la Península. Una variedad de subtramas que con el avance de la novela se irán unificando en una sola, entonces sí, presidida por la acción del propio Wulfric.
El autor reutiliza para esta segunda entrega a muchos de los protagonistas y secundarios de la primera novela, como el malvado y ruin obispo de Segovia, Boseildún, Valentia, la comunidad de leprosos liderada por Cecilio o el comerciante sin escrúpulos Marpesio Silicio. Con ellos y con otros de nueva creación consigue hilvanar una trama que finaliza en cierta forma lo acaecido en la primera novela, con lo que el lector se puede sentir más ligado a la trama general de la saga. Esta polivisión del argumento también provoca que los protagonistas principales de la primera novela, Wulfric y Sigebert, pierdan presencia, sobre todo el segundo, y que el ingrediente de política internacional gane espacio, haciendo de esta entrega una novela histórica con más fundamento. Otra de las mejoras de la novela es que nos muestra más de cerca el enfrentamiento militar entre visigodos y romanos, con la toma, por ejemplo, de la ciudad de Valencia por lo primeros, un aspecto este muy diluido en la primera entrega.
El estilo del autor continúa siendo ameno y asequible y provee a la historia de un cierto nivel de intriga, vinculado al tesoro al que hace referencia el título de la novela y a los asesinatos en el interior de la comunidad de leprosos de Vulturia, a lo que se suma un elemento de misterio y fantasía relacionado con los poderes “mágicos” de Boseildún o la extraña relación entre los lobos, Wulfric y su hijo recién nacido, algo que se me apetece muy apropiado para la época.
El tono de la acción, sin embargo, sigue siendo algo ingenuo, no tanto en la descripción de los asesinatos y los malvados sino en el retablo que el autor nos presenta de los “buenos” de la historia, que parece demasiado candoroso para la época en la que está ambientado y que le resta algo del realismo histórico que demanda una novela de este tipo.
El tesoro de Vulturia es una oportunidad para enriquecer y finalizar una historia que comenzó en la anterior novela y que concluye, hasta nuevo aviso, en esta entrega, por lo que está especialmente recomendada a aquellos a los que les interese la época y a los lectores que gozaron con las aventuras vividas por el héroe Wulfric en De buitres y lobos.
Título:El tesoro de Vulturia Autor: Francisco Galván Editorial:Algaida Formato: Tapa dura | 17 x 24 cm. Páginas: 528 Fecha de publicación: Mayo 2010 ISBN: 9788498774559
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Como ya sabéis Culturalia sigue muy de cerca, más bien dicho, todo lo que puede, el género de la novela histórica, en el que intenta, aunque a veces no lo logre, estar al día de las novedades o reseñar obras interesantes al respecto. La sección pretende, como también sabéis, dar una visión amplia y diversa del asunto, que aunque centrada en el mundo antiguo, intenta huir de los periodos más manidos por los autores del género.
De ahí que hallará interesante la publicación por parte de la editorial Algaida de De buitres y lobos, una novela escrita por Francisco Galván, autor con experiencia en el género, ambientada en época tardo-antigua, protagonizada por visigodos y con una trama que así, inicialmente, se podría catalogar como perteneciente al género de la novela histórica negra o de misterio.
La novela nos sitúa por aquello del año 470 en la corte visigoda de Burdigala (Burdeos). Eurico pretende conquistar el resto de Hispania que aún no está bajo dominio germano, en un momento en el que el poder romano está allí casi extinto, reducido a la zona nororiental de la Tarraconense. Sin embargo han surgido algunos problemas en el territorio peninsular dominado por los visigodos: han desaparecido diversos niños y jóvenes hispanos y se acusa a los germanos de realizar rituales demoníacos con ellos y practicar el canibalismo. Esta situación, que obstaculiza el avance visigodo, va a ser investigada por Wulfric, un hombre de confianza de Eurico y héroe visigodo reverenciado, que será auxiliado por Sigebert, un miembro de la guardia personal del rey.
La acción de la novela da inicio, así, en Burdigala, la capital goda, en la que los dos protagonistas principales se conocerán y donde les será encomendada la misión. Tras ello seguiremos a los protagonistas en su camino desde Burdigala a Pompaelo (Pamplona), una ciudad recién dominada por los visigodos, y Segovia. Así, pues, la novela nos muestra un lienzo de la Hispania tardo-antigua, justo en ese momento en el que periclitaba el poder de Roma pero antes de que los visigodos fueran los amos de la península. Un periodo histórico interesantísimo y sorprendente y muy poco tratado en la novela histórica.
Aun así, la novela de Francisco Galván la podríamos incluir más que en este género en el de las aventuras con base histórica, esto es, en el de aquellas obras en las que el contexto histórico-político cumple el papel de marco en el que se desarrolla la acción protagonizada por personajes mayoritariamente ficticios. Aparte de esto los grandes hechos y los grandes personajes quedan bastante en un segundo plano. Por otra parte Galván está más interesado en relatarnos la interacción, y la desconfianza a veces, existente entre los conquistadores visigodos y los hispanos, todo ello esmaltado por unos personajes y unas aventuras con rasgos propios de la novela juvenil de aventuras.
Un elemento importante de la novela, como de otras muchas del género, es la relación amorosa que mantendrán el godo Wulfric y la romana Silvia Valentina, la hija de un leñador hispano, que materializa por sí misma la posterior unión entre visigodos y romanos que llevaría a protagonizar el siguiente capítulo de la historia hispana.
Aunque podríamos considerar De buitres y lobos como una novela histórica de aventuras, también encontramos elementos de misterio o thriller histórico, relacionado con la investigación llevada a cabo por Wulfric y Sigebert sobre las desapariciones y la acusación de canibalismo vertida por algunos hispanos, incentivados por la Iglesia, sobre los visigodos, consideraros estos últimos, no olvidemos, herejes arriamos por la población católica hispana. Es en este contexto en el que veremos más claramente, aunque no demasiado, el contexto político del momento, en el que los intereses visigodos, los imperiales y los de la corte constantinopolitana se harán algo más diáfanos.
El estilo de la obra es amable y nos proporciona una visión plácida de un época y de unos personajes que, seguramente, no lo fueron tanto, algo muy relacionado con el intento de convertir a los visigodos, unos personajes y un pueblo cargados por el público general de juicios y pre-juicios negativos, con matices positivos y, a ser posible «civilizados», elementos que observamos en la caballerosidad al estilo medieval de Wulfric y la cordialidad glotona y sensual de su compañero Sigebert, una excusa, esta última, para acercarnos un poco más al arte culinario de la época.
Así, pues, la novela se desarrolla con un estilo sencillo, sin demasiados altibajos, y sin salirse de las coordenadas establecidas por su autor, salvo al final de la historia donde la acción se descarrila para adoptar mayor velocidad. Todo ello, claro está, mezclado en diversos momentos con una narración al estilo de la literatura de «capa y espada».
De buitres y lobos es una novela amable y nos muestra una historia sin grandes pretensiones, con la voluntad simplemente de hacernos pasar un buen rato, y lo consigue, sobre todo por permitirnos conocer, de forma literaria, un poco más el día a día de una época tachada de oscuridad y barbarie por el apriorismo histórico generalizado. De nuevo una lectura ideal para aquellos que durante las vacaciones opten por refrescarse literariamente y zambullirse en un periodo histórico tan desconocido como apasionante.
Y a todos aquellos a los que que les guste la propuesta les recuerdo que Galván es el autor de una segunda parte, El tesoro de Vulturia, en la que los personajes de la primera entrega se ven involucrados en una nueva aventura histórica. Esperamos poder reseñar la novela lo antes posible.
Título:De buitres y lobos Autor:Francisco Galván Editorial:Algaida Colección: Algaida Literaria Páginas: 576 Publicación: Junio de 2011 Formato: tapa blanda bolsillo Precio: 8,00 € ISBN: 978-84-9877-649-2
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Don Rodrigo y la batalla de Guadalete. José María Manuel García-Osuna y Rodríguez
Muerte del rey Ervigio. Égica, rey de los godos.
Égica (687-702)
El día 14 de noviembre del año 687 d.C. el rey godo Ervigio moría, su sucesor, aceptado por la alta nobleza sería Égica, que era el esposo de su hija Cixilo. Égica sería coronado en Toledo el 24 del mismo mes, ocupaba un ducado provincial y era una de las ocho personas con más poder en todo el reino. El nuevo rey pretendía fortalecer su posición regia y la de su familia, incrementando la nueva estructura protofeudal del Estado visigodo. Para todo lo que antecede son necesarias las purgas y confiscaciones entre la siempre levantisca nobleza goda. La tensión social se incrementa por las noticias, que cuentan, con pelos y señales, el avance nefasto del Islam en Ifriqiyâ. El 11 de mayo del año 688 d.C., convoca un concilio general en Toledo, donde se decidió que siempre primaría el interés general de los pueblos hispanos, frente al de una determinada familia en particular. Se ordena al rey que se comporte con justicia con la familia del rey fallecido Ervigio, su suegro le había obligado a jurar solemnemente, que defendería a sus familiares frente al Estado godo hispano y además los había dotado de importantes patrimonios fundiarios. Obispos y nobles del concilio XV, obraron en concordancia con la clase política que conformaban, luchando por mantener la necesaria cohesión frente al monarca, evitando la discordia interna. En este concilio se examinaron las acusaciones de herejía del papa Benedicto II, contra el escrito enviado por los obispos del concilio XIV de Toledo: los obispos decidieron reafirmarse en sus concepciones teológicas e incluso amenazaron a Roma con un cisma.
El rey repudió a su mujer Cixilo, rompiendo con los sectores de la nobleza más próximos a Ervigio. En el concilio de Zaragoza, 1 de noviembre del año 691 d.C., el rey Égica intentó poner freno al incremento del patrimonio de los obispos, que convertían en esclavos personales a los libertos eclesiásticos; asimismo las viudas de los reyes deberían ingresar en el convento, inmediatamente después del fallecimiento del rey.
Conjura contra el rey Égica. Afianzamiento político de Égica.
Hasta tal punto llegó la crispación, que se gestó una conjura masiva contra él, incluso participó en la misma el metropolitano toledano, Sisberto. La represión regia fue muy dura y el rey comenzó a afianzarse frente al sector nobiliario que le cuestionaba. En el concilio XVI de Toledo del año 693, el rey Égica acentúa el carácter sacro de la realeza, lo que de facto permitía al rey intervenir en los asuntos eclesiásticos. Descubierto el complot, el obispo Félix de Sevilla pasará a Toledo, el obispo Faustino de Braga a Sevilla y a la sede hispalense se trasladará el metropolitano Félix de Oporto. El cesaropapismo y los deseos de centralización eclesiástica visigoda son evidentes.
El rey Égica consiguió de los metropolitanos hispanos, la renovación de las penas canónicas contra todos aquellos que profanasen el juramento de fidelidad, maquinando algo contra el rey o la nación; solo el perdón era potestad regia. Se volvían a pronunciar las conclusiones del concilio VI de Toledo; el rey consiguió también el apoyo de la Iglesia hispana para su familia, una vez hubiese fallecido. El concilio XVI redactó una declaración de fe sobre la protección de los patrimonios eclesiásticos rurales frente a la rapacidad de los obispos; también se dictaminó sobre las buenas costumbres y el problema hebreo. Égica realizó una nueva legislación, que pretendía fortalecer su rol como individuo y como rey godo de Hispania. Para evitar las conjuras de la nobleza, intentó refrenar los lazos de dependencia entre los hombres de la Hispania goda, prohibió las vinculaciones mediante juramento entre los nobles, laicos o eclesiásticos, salvo el de fidelidad al rey o el que se debería emitir en un juicio para la defensa de los propios intereses; de esta forma Égica trataba de cortar todos los vínculos formales o jurídicos que se estaban creando entre la nobleza goda.
El reino visigodo de Toledo.
Prohibió el acuerdo previo, pre-sentencia, en los juicios ante el rey o ante cualquier juez del reino. Para lograr todo lo que pretendía decidió fortalecer su base económica y social, debilitando lo máximo posible la de sus enemigos. Égica intentó reforzar el ejército regio con los libertos fiscales manumitidos por orden regia: la ausencia de alguno a la llamada del rey, revocaría la libertad concedida. El arma terrible de las confiscaciones fue utilizada por Égica de forma sobresaliente para los intereses del trono. El clérigo anónimo, que en el año 754 relató el reinado del susodicho rey, lo define como «hic Gohtos acerva morte persequitur«. A los nobles condenados a muerte., se les confiscaron sus propiedades y perdieron sus puestos palatinos.
La violencia contra la nobleza comenzó, tras el frustrado golpe de estado del metropolitano Sisberto. Repuso la antigua disposición del rey Chindasvinto de prohibir que los dueños pudiesen matar a esclavos. En el año 702, promulgó una nueva y pormenorizada ley sobre los esclavos fugitivos, responsabilizando a las comunidades campesinas, en relación a la ocultación de esclavos huidos. Las malas cosechas, con las consiguientes hambrunas, debieron ser muy frecuentes. En el año 639, una epidemia de peste bubónica produjo estragos entre la población de la Septimania; existiría un rebrote cíclico en los años 707 y 709.
Concilio XVII de Toledo. Las leyes contra los hebreos.
Las catástrofes sociales de los años citados con anterioridad, anunciaron las nuevas y más brutales medidas contra los hebreos; ya en el concilio toledano-XVI se prohibió a todo hebreo, la realización de cualquier tipo de negocio con los cristianos, godos e hispano-romanos; se les incrementó, además, los impuestos de todo tipo. El ataque definitivo llegó con el concilio XVII de Toledo, del 9 de noviembre del año 694. La razón aducida fue que los hebreos visigodos tramaban una sublevación general contra el rey Égica, apoyados por los judíos norteafricanos: 1º) Se confiscaron todos los bienes de los hebreos no conversos, los cuales se entregaron a nobles adictos, 2º) Se convertía a los judíos en esclavos y se les dispersaba por todo el reino; sus nuevos amos se comprometían a no dejarles practicar sus ritos, y 3º) En Septimania y las Clausuras pirenaicas, los pocos hebreos que sobrevivieron tras la peste, quedaron a disposición de los gobernadores. El reino visigodo estaba viviendo, lo que se considera la aparición de los cuatro jinetes apocalípticos: el hambre, la peste, la envidia (que se subraya con las querellas intestinas entre la nobleza goda) y la guerra (contra los francos y los sarracenos, presionando por el norte y por el sur); se explica, claramente, entonces el decreto del concilio XVII toledano en relación con las letanías mensuales para pedir la remisión de los pecados del reino de los godos. Se incrementa el número de suicidios, ya que se pensaba que el Juicio Final de Dios era inminente.
Ocaso del reinado de Égica.
Del año 688 hasta el año 694, el rey godo Égica realiza tres campañas militares contra los francos, que resultan fallidas. Se rechaza, no obstante, un intento de desembarco por parte de la marina bizantina en Murcia; el vencedor sería el gobernador Teodomiro de Orihuela. En los últimos siete años, se vuelve a mencionar a la reina Cixilo, por lo que se puede interpretar como una reconciliación en el seno de la pareja real; el rey pretende cerrar fisuras nobiliarias a su alrededor. Égica asociará a su hijo Witiza al trono, en el año 694/695; buscará para ello el consenso y el apoyo de las noblezas laica y religiosa. de nuevo se produce una rebelión peligrosa, por parte de la nobleza, encabezada por el duque Suniefredo, a principios del siglo VIII; el susodicho noble conseguiría apoderarse de Toledo e incluso acuñaría moneda.
Witiza (702-710)
El rey Witiza en el trono toledano.
La revuelta ducal citada pudo ser domeñada, pero cuando Égica murió, en el año 702, su hijo Witiza creyó necesario cambiar, radicalmente, de política. En primer lugar repuso a los nobles castigados en sus puestos y les devolvió las posesiones confiscadas, quemó todas las cauciones que Égica les había obligado a firmar y les favoreció con nuevas donaciones. Witiza mejoró la fama de la monarquía, pero disminuyó la hacienda regia; los trientes del rey Witiza están disminuidos en peso y ley, siendo monedas de plata con baño de oro. El ambiente social está muy enrarecido, con bandas de esclavos fugitivos campando por sus respetos y los hebreos indignados por la represión de que eran objeto.
Roderigo en el trono godo hispano.
«Roderico, hortante Senatu, tumultuose regnum invadit» Tras un interregno de seis meses, se apoyó el alzamiento al trono (por parte de la nobleza meridional y occidental) del duqueRodrigo de la Bética, el cual tenía fama de ser un buen guerrero. Su ascenso al trono tuvo las características de un complot, por parte de la facción de sus partidarios; la oposición nobiliaria laica y eclesiástica hubiese preferido, como monarca, a algún familiar del rey fenecido, ya que entre ellos se encontraba el conspicuo obispo de Sevilla, Oppas, hermano del propio rey Witiza. La inevitable y subsiguiente guerra civil, conllevó la aparición en las regiones orientales (valle del río Ebro, Levante, Cataluña y Septimania) de otro soberano llamado Akhila II (hijo de Teofrastro y nieto del rey Chindasvinto), del que se desconoce el parentesco que pudiese tener con el rey Witiza (éste sería responsable del asesinato de Fafila, que era el padre de Pelayo y de la ceguera de Teofrasto, hijo del rey Chindasvinto).
La batalla de Guadalete.
Los witizianos entraron en contacto con el gobernador de Ceuta, Olián-Julián (el rey Rodrigo se había prendado, en Toledo, según la leyenda de su hija Florinda «La Cava»), el cual había entregado en el año 709, esa fortaleza bizantina a los musulmanes, «ob causam fraudis filiorum Uitizani sarraceni ingressi sunt Spaniam; Sarraceni evocati Spanias ocupant«. La decisión de atravesar el estrecho de Gibraltar se tomó por parte de Musa ben Nusayr, walí de Kairwan, con la ineluctable autorización del Khalifa al -Walid en Damasco, al que se le prometió un botín abundante. A finales de abril del año 711, mientras el rey Roderigo combatía a los vascones cerca de Pamplona, el gobernador de Tánger, Tariq ibn Ziyad, desembarcaba en Algeciras y saqueaba la Baja Andalucía. El rey godo acudió a su encuentro; la batalla decisiva tuvo lugar el 19 de julio del año 711, a orillas del río Guadalete-Wadilakka y se prolongó durante más de una jornada; el ejército godo estaba comandado por el propio rey, le acompañaban la nobleza visigoda del momento y sus clientes armados.
El río Guadalete
En el momento álgido del combate, cuando la todopoderosa caballería goda estaba dominando claramente la situación, los parientes de Akhila II, que comandaban las alas del ejército visigodo, se pasaron al enemigo; con esta traición no conseguirían la corona, pero si mantener la propiedad sobre las tres mil alquerías del patrimonio real del rey Witiza. «Filii uero Vuitizani, invidia ducti eo quod Rudericus regnum patris eorum acceperat callide cogitantes, missos nuntios ad Africam mittunt, sarracenis in auxilium petunt, eosque nauibus aduectus Yspaniam intromittunt«. El propio rey Rodrigo encontró la muerte en el campo de batalla; su cadáver fue llevado a enterrar, por sus fideles, a la ciudad de Viseo.
Los hijos de Witiza se acomodaron a la nueva situación y, por medio del pacto subscrito con el Khalifa de Damasco, se repartieron el patrimonio regio. Akhila se instaló en Toledo; Olmundo en Córdoba; Ardabasto en Sevilla y llegaría a ser conde de los cristianos en Al-Andalus. Tariq marchó entonces, sobre Écija-Astigi, a la cabeza de sus doce mil berberiscos, donde derrotó, no sin un grandísimo esfuerzo bélico, a los fieles del rey Rodrigo reagrupados y sin traiciones previas (mandadas las tropas godas por un sobrino del rey Rodrigo, llamado Bancho). Los hebreos enviaron a sus delegados y rabinos, para ofrecerle su colaboración. Los witizanos colaboraron con Tariq en la tarea, fundamental, de eliminar a la élite dirigente visigoda de la facción rodericiana derrotada.
En el verano el año 712, desembarcó Musa ben Nusayr en Tarifa; su ejército de 18.000 hombres contaba con algunos de los sucesores (tabi`un) del profeta Mahoma. Aquellas tropas traían consigo las viejas reyertas entre qaysíes y yemeníes, que habían ensangrentado el desierto arábigo. Tras tomar Sevilla, Carmona y Alcalá de Guadaira, marchó sobre Mérida, que fue tomada el 30 de junio del 713, los restos de la milicia goda opusieron tenaz resistencia y el botín fue satisfactorio. Con anterioridad, el 5 de abril del año 713, el conde Teodomiro de Murcia había firmado un acuerdo con las nuevas autoridades sarracenas; éstas le ratificaron en su dominio otorgándole plena autonomía para sus súbditos y comprometiéndose el godo, al pago de tributos. Musa llegó a Toledo en los meses invernales de los años 713 y 714, y fue la capital del Islam en Hispania (España y Portugal).
Musa acuñó sueldos de oro, con la frase coránica en lengua latina de: «In nomine Dei non Deus nisi Deus solum non Deus alius«. Su hijo, Abd al Aziz, se casaría con la reina-viuda Egilona y sería considerado el primer emir de la Hispania musulmana. Musa dominaría (año 713) con la ayuda de su hermano Abd Allah una nueva revuelta de la población de Hispalis-Sevilla. En el año 714, Tariq y Musa, que tenían una aguda enemistad entre ellos, hasta tal punto que cuando se encontraron por primera vez, en Toledo, el liberto norteafricano recibió insultos tales como llamarle perro e incluso le agredió con el bastón de mando, estaban en Zaragoza cuando les alcanzó el mensajero Mugith, enviado por el Khalifa de Damasco al Walid, con las órdenes tajantes y perentorias de que regresaran a Damasco para rendir cuentas pormenorizadas de la campaña hispánica. Antes de acatar las órdenes del Khalifa, Musa realizó una gran campaña por la calzada del Ebro; en Tudela el conde godo Casio y su hijo Fortún se convirtieron al Islam, como clientes del Khalifa.
El rey don Rodrigo tras la batalla del Guadalete según el pintor francés Eugene Delacroix (1833)
Por la vía romana que enlazaba Calahorra con León-Legio, llegaron a la que sería, en el devenir del tiempo, la caput regtni del Regnum Imperium Legionensis en el alto-medievo, luego Asturica Augusta-Astorga, Villafranca del Bierzo y Lucus Augusti-Lugo. El nuevo Khalifa Sulayman fue sumamente ingrato con ellos e incluso envió a uno de sus sicarios para asesinar, en el mes de marzo del año 716, en la mezquita de Sevilla a Abd al-Aziz. Su cabeza fue enviada a Damasco. El sobrino de Musa, Ayyub ben Habib al-Lajmí sería el jefe interino de lo conquistado, hasta que en el mes de agosto del año 716, fue enviado, desde Kairwan, un gobernador con nombramiento ya ortodoxo, al Hurr ben Abd al-Rahmán al-Thaqafi; los Omeyas convertían Hispania en una de las provincias de su imperio. El país se denominaría, a partir de entonces, bilad al-Andalus. Los tres o cuatro millones de habitantes hispánicos serían dominados por un auténtico ejército de ocupación. En el límite del año 725, ya no existía ni sombra del poder centralizador toledano de la monarquía visigoda hispánica. es muy probable que los godos no tuviesen, en los primeros momentos, tras su derrota en Guadalete, una idea clara de lo que había significado esa debacle y la futura importancia del desastre bélico del rey Roderigo, por la traición de los witizanos. «Hecha y cumplida la traición propuesta, pactada y comprada, ya no es menester ni necesario el traidor ejecutor». A partir de este triste instante, la Hispania (España y Portugal) visigoda había desaparecido del devenir histórico medieval; serían los astures y los godos, fieles al rey Rodrigo, los que tomarían la antorcha de la reconquista en Covadonga (año 722).
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Existen pocas fechas o pocos acontecimientos a lo largo de la historia que puedan condensar en ellos mismo el cúmulo de experiencias, tendencias y contradicciones que marcan el destino de un país, de un pueblo o de un imperio. Una de estas fechas singulares es el año 378 (el 9 de agosto, para ser más exactos) y uno de estos acontecimientos es, sin duda, la batalla que enfrentó en las cercanías de la ciudad de Adrianópolis, al ejército romano con las fuerzas visigodas y que, en más de una ocasión, se ha presentado como un hecho crucial, un acontecimiento que marcaría, para peor, la historia del imperio creado por los romanos.
Alessandro Barbero presentó en mayo de 2007, de la mano de la editorial Ariel, el libro El día de los bárbaros, la batalla de Adrianópolis, 9 de agosto de 378, una clara apuesta por la difusión histórica sobre uno de los episodios militares más destacables del Bajo Imperio romano.
La obra de Barbero analiza desde una perspectiva histórica y desde un conocimiento exhaustivo de las fuentes antiguas, la batalla en la que fue derrotado el ejército de la parte oriental del Imperio romano y que acabó con la vida del emperador Valente y con gran parte de su alto mando. Un lastre del que costaría recuperarse al Estado romano y que muchos han considerado como el verdadero inicio del fin del poderío romano.
Barbero, en un tono ameno y didáctico, nos provee de todos los datos para entender las causas de este enfrentamiento, su desarrollo y las consecuencias que la derrota romana comportó. De ahí que su análisis comience presentando a los dos rivales en los años y los momentos previos a la batalla. Primero la situación del Imperio romano tras la época de la Anarquía militar del siglo III d.C. y las reformas llevadas a cabo por los emperadores Diocleciano y Constantino. Después, y para tener una visión completa del conflicto, el autor nos presenta al pueblo visigodo y las circunstancias que lo llevaron primero a solicitar su admisión en territorio romano, acosados por el avance de los hunos, y más tarde a rebelarse por el trato que los romanos les dieron una vez instalados en el interior de sus fronteras.
Tras la presentación de los contendientes Barbero inicia el análisis de los hechos que llevaron al enfrentamiento entre romanos y visigodos y que finalizaría con la batalla de Adrianópolis. Lo curioso del tema, y también lo más admirable, es que Barbero realiza un análisis si bien no minuto a minuto, si día a día de los acontecimientos ligados con este conflicto, hecho que solo se puede llevar a cabo cuando el autor conoce, casi al dedillo, la historia, las fuentes y el periodo en cuestión.
Barbero nos muestra de esta forma su maestría en lo que se refiere al conocimiento del período, la Antigüedad tardía, ya sea desde la perspectiva romana como desde el punto de vista visigodo, escribiendo un texto que se acerca más a una novela histórica que a una obra propiamente académica. Pero no se preocupen, El día de los bárbaros no es ni mucho menos ficción, ni la novelización de unos hechos históricos. Babero nos presenta una intensa y documentada monografía y demuestra un gran dominio de la narrativa, lo que le lleva a construir un texto con una gran riqueza en detalles y un alto grado de veracidad histórica, todo ello, como les decía, de una forma amena que permite al lector entender fácilmente el contexto histórico y la descripción de las diferentes fases del conflicto y le impulsa a devorar la obra hora tras hora y en cualquier momento. Y para aquellos a los que el volumen o número de páginas de algunos libros de historia les pueda echar atrás, aún después de leer estas líneas, decirles que Barbero necesita tan solo 239 páginas para llevar a cabo todo lo indicado en esta reseña, de las cuales tan solo 208 pertenecen al relato propiamente histórico. El resto son notas y lecturas recomendadas para aquellos que quieran profundizar algo más en la batalla misma o en la época en la que ésta se produjo.
Alessandro Barbero
Por si fuera poco la obra nos permite conocer no solo el desenlace de la batalla, recuerden, uno de esos combates que marcan un antes y un después en la historia, sino las consecuencias de la derrota romana, y los esfuerzos de las autoridad imperial para recuperar el control de la situación.
No nos ha de extrañar la destreza literaria de Alessandro Barbero, que además de su ocupación como profesor de historia medieval en la Universidad del Piamonte Oriental, tiene experiencia en la ámbito de las publicaciones históricas, entre las que destacan Carlomagno, también editada en Ariel, o La batalla. Historia de Waterloo. Barbero es autor, también, de la novela Diario de Mr. Pybe: aventuras y desventuras de un gentilhombre americano en las guerras napoleónicas.
El libro de Barbero es, y aquí daré, si me permiten, mi opinión personal, una gozada de lectura, no solo por el tema analizado en ella, sino por la forma en la que es tratado (recuerden ameno, ágil y asequible) y por la capacidad del autor a la hora de relacionar hechos, datos y fuentes históricas con el objetivo de proveernos de un relato global y exhaustivo de un episodio histórico que algunos autores han considerado como uno de los acontecimientos clave para entender la posterior historia y el final del Imperio romano. Una pequeña joya del análisis y la difusión histórica que es al mismo tiempo un goce literario y que, además, y este es otro de sus aciertos, no requiere de grandes conocimientos previos por parte del lector, algo que la diferencia de muchas de las publicaciones históricas que podemos hallar en los abigarrados anaqueles de nuestras librerías.
En definitiva, una oportunidad ineludible para aquellos que disfrutan con la historia y que sienten curiosidad por aquellos hechos que, aunque muchas veces desconocidos o poco tratados, se erigen como hitos significativos del devenir de la historia de la humanidad.
Título:El día de los bárbaros, la batalla de Adrianópolis, 9 de agosto de 378 Autor: Alessandro Barbero Editorial: Ariel Colección: Grandes batallas Páginas: 240 Fecha de publicación: 22/05/2007 ISBN: 978-84-344-5321-0 Formato: 15 x 22 cm. Presentación: Tapa dura con sobrecubierta Precio: 19,50 €
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En octubre del año 2010 la editorial Edhasa publicó Gala Placidia, Reina de los bárbaros, la tercera novela del escritor Rufino Fernández (la segunda en el género de la novela histórica). Si en su primera novela histórica Fernández nos trasladaba al gran conflicto militar que se produjo entre cartagineses y romanos a finales del siglo III a.C., en su nueva novela el autor nos permite ser testigos de uno de los momentos que, por sus consecuencias políticas, es uno de los de mayor trascendencia para la historia de Occidente: los años de crisis, decadencia y posterior desaparición, al menos en su parte Occidental, del Imperio romano.
Fernández ha escogido para retratar literariamente este período a la emperatriz Gala Placidia (392-450 d.C.) una de las figuras políticas más fascinantes y con mayor ambición del Imperio romano del siglo V d.C. Aún así, y aunque pueda parecer una contradicción, podríamos decir que Placidia no es, ni mucho menos, el personaje central a partir del cual Fernández crea su novela. La obra está organizada como un relato de múltiples entradas narradas desde el punto de vista de diferentes personajes históricos que junto a Placidia protagonizaron la historia de aquellos «años decisivos» y en las que hallamos a Honorio, hermano de Placidia y emperador de Occidente; a su consejero Olimpio; al general Estilicón y a su esposa Serena, prima y rival de Placidia; a los visigodos Alarico, Saro y Ataulfo; a Pulqueria, la hermana de Teodosio II, el emperador de la parte oriental…
Fernández ha decidido, de esta forma, construir una narración coral, desde múltiples puntos de vista, para darnos una visión mucho más global de la historia de un periodo que, aunque menospreciado por muchos, representó una época clave para el futuro.
Una vez dicho esto, hablemos un poco de la trama. Gala Placidia. Reina de los bárbaros, como decía antes, nos ubica en el período de años que va del 401 al 415 d.C. El Imperio romano se ha recuperado de la crisis visigoda acaecida tras la gran derrota del ejército oriental a manos de los visigodos en Adrianópolis, en el año 378, gracias, en gran medida a la actividad y al pragmatismo del emperador Teodosio. Tras la muerte del gran emperador son ahora sus hijos, Honorio en Occidente y Arcadio en Oriente, los que gobiernan las dos partes del imperio.
Aunque no todos están de acuerdo con esta repartición del poder. Gala Placidia, sin duda alguna la más dotada de los hijos de Teodosio pero relegada a un simple papel «decorativo» por su condición femenina, ha aspirado desde pequeña a alcanzar la púrpura imperial. Si bien Placidia no es la única que aspira al poder. Serena, la mujer de Estilicón, el hombre fuerte de Roma, pretende hacer recaer el poder si no en su marido si en su hijo Eucherio, miembro como ella de la dinastía imperial.
Toda esta lucha por el poder imperial se lleva a cabo en un ambiente atenazado por la amenaza germánica. Desde que penetraron en territorio romano los visigodos, y a su frente el rey Alarico, han llevado a cabo una política de continuo chantaje a la autoridad imperial, actividad que está acompañada, también, por la voluntad si no de ejercer directamente el poder en Roma (o mejor dicho, en Ravena) realizarlo de una forma indirecta, y basada en la fuerza y la intimidación generada por sus violentos guerreros.
Es por tanto la novela de Rufino Fernández una historia que nos habla del poder en una época, el Imperio romanotardío, en la que toda la autoridad estaba concentrada en la persona del emperador y en su camarilla. Una novela de ambiciones y pretensiones políticas en las que acostumbraban a estar implicados un número nada despreciable de los personajes de la corte y de la familia imperial.
Rufino crea un ambiente típico para su novela, en el sentido de la imagen que desde nuestra época se ha tenido y se tiene de aquella centuria en la que despareció el poder romano en Occidente. Una visión de corrupción e inmoralidad que afectaba a los más altos estratos de la política y, también, de la Iglesia, en estos momentos una fiel aliada del poder. Un ejemplo claro de esto lo representan las páginas dedicadas por Fernández al emperador Honorio y a su principal consejero Olimpio, en las que la malicia y la crueldad están siempre presentes.
Aún así, la novela nos transporta a una época de cambio y a unos años donde todo estaba en continua transformación, como era el caso del debilitamiento del poder imperial; la acumulación de poder en manos de la Iglesia, la progresiva instalación de los germanos en suelo imperial… aspectos que nos irán dirigiendo cada vez más al mundo medieval. Es en este marco que Rufino nos relata la vida y las ambiciones de Gala Placida, hija de emperador, hermana de emperador y madre de emperador, una protagonista algo insólita si tenemos en cuenta que en la época en concreto el papel de la mujer en la vida pública era poco más que testimonial.
Rufino nos presenta a una Placidia, joven y ansiosa por alcanzar lo que creía que le pertenecía por herencia. De esta forma su lucha se desplegará en varios frentes: ante la autoridad y la indiferencia de su hermano Honorio y de su secuaz Olimpio; en la competencia con su prima Serena o en sus relaciones con los visigodos, un hecho, este último, que sobre todo marcará la parte final de la novela. Ya que, como sabemos, Gala Placidia fue capturada por los visigodos de Alarico durante el famoso saqueo de la ciudad de Roma en el año 410, hecho que propicio el acercamiento entre Gala y Ataulfo, sucesor de Alarico. La novela, pues, no solo analiza el mundo romano del momento, sino que también nos transporta al mundo germano al que Gala se vio reducida durante algunos años. Un marco histórico, sin duda, al que no estamos acostumbrados en la novela histórica, y menos en el marco de la novela histórica hispana.
Rufino Fernández nos ofrece un fresco histórico plagado de tópicos y de imágenes clásicas. En su relato la violencia está muy presente, y sorprende el detallismo que el autor utiliza a la hora de describir los actos de sangre, muy presentes en la política y en el día a día de la época. Un hecho que sin duda diferencia su libro de la multitud de novelas históricas que no son tan preciosistas en este aspecto.
Otro de los elementos que individualiza la obra es la descripción del saqueo de Roma por parte de los visigodos en el año 410, un episodio histórico del cual nunca había sido testigo en formato literario el que estas líneas escribe. Todo un gustazo si bien el relato de este acontecimiento histórico está muy centrado en la búsqueda y el rapto de Placidia, por lo que pierde la fuerza política, emotiva y simbólica que el hecho tuvo, incluso, en la época.
Como le decía, Gala Placidia, Reina de los bárbaros es un relato histórico en el que tienen un gran peso la política y las ambiciones políticas, en la que también estará presente, aunque de forma secundaria (y sin demasiado sentido, si me permiten la opinión) la parte oriental del Imperio romano, aquella que se centraba en la ciudad de Constantinopla y que, con el tiempo, llegaríamos a conocer como Imperio bizantino. La novela es un auténtico placer para aquellos que gozamos con el relato político de la historia, sea de la época que sea, y que disfrutamos visitando los grandes hechos políticos y a los grandes personajes que dirigen, con la batuta de sus sentimientos, sus ambiciones y sus actuaciones, los destinos de la mayoría. Si es usted uno de ellos no dude, hágase con un ejemplar de la novela y sumérjase de pleno en el siglo V d.C., y conozca de primera mano, aunque sea un relato de ficción, la historia de una mujer que marcaría, sin duda, el destino de un Imperio.
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Título: Gala Placidia. Reina de los bárbaros Autor: Rufino Fernández Editorial: Edhasa ISBN: 9788435062091 Formato: Tapa dura / 15 x 23 cm Número de páginas: 576 Precio: 25 €
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