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Artículo: Don Rodrigo y la batalla de Guadalete.

Don Rodrigo y la batalla de Guadalete.
José María Manuel García-Osuna y Rodríguez

Muerte del rey Ervigio. Égica, rey de los godos.

Égica (687-702)

El día 14 de noviembre del año 687 d.C. el rey godo Ervigio moría, su sucesor, aceptado por la alta nobleza sería Égica, que era el esposo de su hija Cixilo. Égica sería coronado en Toledo el 24 del mismo mes, ocupaba un ducado provincial y era una de las ocho personas con más poder en todo el reino. El nuevo rey pretendía fortalecer su posición regia y la de su familia, incrementando la nueva estructura protofeudal del Estado visigodo. Para todo lo que antecede son necesarias las purgas y confiscaciones entre la siempre levantisca nobleza goda. La tensión social se incrementa por las noticias, que cuentan, con pelos y señales, el avance nefasto del Islam en Ifriqiyâ. El 11 de mayo del año 688 d.C., convoca un concilio general en Toledo, donde se decidió que siempre primaría el interés general de los pueblos hispanos, frente al de una determinada familia en particular. Se ordena al rey que se comporte con justicia con la familia del rey fallecido Ervigio, su suegro le había obligado a jurar solemnemente, que defendería a sus familiares frente al Estado godo hispano y además los había dotado de importantes patrimonios fundiarios. Obispos y nobles del concilio XV, obraron en concordancia con la clase política que conformaban, luchando por mantener la necesaria cohesión frente al monarca, evitando la discordia interna. En este concilio se examinaron las acusaciones de herejía del papa Benedicto II, contra el escrito enviado por los obispos del concilio XIV de Toledo: los obispos decidieron reafirmarse en sus concepciones teológicas e incluso amenazaron a Roma con un cisma.

El rey repudió a su mujer Cixilo, rompiendo con los sectores de la nobleza más próximos a Ervigio. En el concilio de Zaragoza, 1 de noviembre del año 691 d.C., el rey Égica intentó poner freno al incremento del patrimonio de los obispos, que convertían en esclavos personales a los libertos eclesiásticos; asimismo las viudas de los reyes deberían ingresar en el convento, inmediatamente después del fallecimiento del rey.

Conjura contra el rey Égica. Afianzamiento político de Égica.
Hasta tal punto llegó la crispación, que se gestó una conjura masiva contra él, incluso participó en la misma el metropolitano toledano, Sisberto. La represión regia fue muy dura y el rey comenzó a afianzarse frente al sector nobiliario que le cuestionaba. En el concilio XVI de Toledo del año 693, el rey Égica acentúa el carácter sacro de la realeza, lo que de facto permitía al rey intervenir en los asuntos eclesiásticos. Descubierto el complot, el obispo Félix de Sevilla pasará a Toledo, el obispo Faustino de Braga a Sevilla y a la sede hispalense se trasladará el metropolitano Félix de Oporto. El cesaropapismo y los deseos de centralización eclesiástica visigoda son evidentes.

El rey Égica consiguió de los metropolitanos hispanos, la renovación de las penas canónicas contra todos aquellos que profanasen el juramento de fidelidad, maquinando algo contra el rey o la nación; solo el perdón era potestad regia. Se volvían a pronunciar las conclusiones del concilio VI de Toledo; el rey consiguió también el apoyo de la Iglesia hispana para su familia, una vez hubiese fallecido. El concilio XVI redactó una declaración de fe sobre la protección de los patrimonios eclesiásticos rurales frente a la rapacidad de los obispos; también se dictaminó sobre las buenas costumbres y el problema hebreo. Égica realizó una nueva legislación, que pretendía fortalecer su rol como individuo y como rey godo de Hispania. Para evitar las conjuras de la nobleza, intentó refrenar los lazos de dependencia entre los hombres de la Hispania goda, prohibió las vinculaciones mediante juramento entre los nobles, laicos o eclesiásticos, salvo el de fidelidad al rey o el que se debería emitir en un juicio para la defensa de los propios intereses; de esta forma Égica trataba de cortar todos los vínculos formales o jurídicos que se estaban creando entre la nobleza goda.

El reino visigodo de Toledo.

Prohibió el acuerdo previo, pre-sentencia, en los juicios ante el rey o ante cualquier juez del reino. Para lograr todo lo que pretendía decidió fortalecer su base económica y social, debilitando lo máximo posible la de sus enemigos. Égica intentó reforzar el ejército regio con los libertos fiscales manumitidos por orden regia: la ausencia de alguno a la llamada del rey, revocaría la libertad concedida. El arma terrible de las confiscaciones fue utilizada por Égica de forma sobresaliente para los intereses del trono. El clérigo anónimo, que en el año 754 relató el reinado del susodicho rey, lo define como «hic Gohtos acerva morte persequitur«. A los nobles condenados a muerte., se les confiscaron sus propiedades y perdieron sus puestos palatinos.

La violencia contra la nobleza comenzó, tras el frustrado golpe de estado del metropolitano Sisberto. Repuso la antigua disposición del rey Chindasvinto de prohibir que los dueños pudiesen matar a esclavos. En el año 702, promulgó una nueva y pormenorizada ley sobre los esclavos fugitivos, responsabilizando a las comunidades campesinas, en relación a la ocultación de esclavos huidos. Las malas cosechas, con las consiguientes hambrunas, debieron ser muy frecuentes. En el año 639, una epidemia de peste bubónica produjo estragos entre la población de la Septimania; existiría un rebrote cíclico en los años 707 y 709.

Concilio XVII de Toledo. Las leyes contra los hebreos.
Las catástrofes sociales de los años citados con anterioridad, anunciaron las nuevas y más brutales medidas contra los hebreos; ya en el concilio toledano-XVI se prohibió a todo hebreo, la realización de cualquier tipo de negocio con los cristianos, godos e hispano-romanos; se les incrementó, además, los impuestos de todo tipo. El ataque definitivo llegó con el concilio XVII de Toledo, del 9 de noviembre del año 694. La razón aducida fue que los hebreos visigodos tramaban una sublevación general contra el rey Égica, apoyados por los judíos norteafricanos: 1º) Se confiscaron todos los bienes de los hebreos no conversos, los cuales se entregaron a nobles adictos, 2º) Se convertía a los judíos en esclavos y se les dispersaba por todo el reino; sus nuevos amos se comprometían a no dejarles practicar sus ritos, y 3º) En Septimania y las Clausuras pirenaicas, los pocos hebreos que sobrevivieron tras la peste, quedaron a disposición de los gobernadores. El reino visigodo estaba viviendo, lo que se considera la aparición de los cuatro jinetes apocalípticos: el hambre, la peste, la envidia (que se subraya con las querellas intestinas entre la nobleza goda) y la guerra (contra los francos y los sarracenos, presionando por el norte y por el sur); se explica, claramente, entonces el decreto del concilio XVII toledano en relación con las letanías mensuales para pedir la remisión de los pecados del reino de los godos. Se incrementa el número de suicidios, ya que se pensaba que el Juicio Final de Dios era inminente.

Ocaso del reinado de Égica.
Del año 688 hasta el año 694, el rey godo Égica realiza tres campañas militares contra los francos, que resultan fallidas. Se rechaza, no obstante, un intento de desembarco por parte de la marina bizantina en Murcia; el vencedor sería el gobernador Teodomiro de Orihuela. En los últimos siete años, se vuelve a mencionar a la reina Cixilo, por lo que se puede interpretar como una reconciliación en el seno de la pareja real; el rey pretende cerrar fisuras nobiliarias a su alrededor. Égica asociará a su hijo Witiza al trono, en el año 694/695; buscará para ello el consenso y el apoyo de las noblezas laica y religiosa. de nuevo se produce una rebelión peligrosa, por parte de la nobleza, encabezada por el duque Suniefredo, a principios del siglo VIII; el susodicho noble conseguiría apoderarse de Toledo e incluso acuñaría moneda.

Witiza (702-710)

El rey Witiza en el trono toledano.
La revuelta ducal citada pudo ser domeñada, pero cuando Égica murió, en el año 702, su hijo Witiza creyó necesario cambiar, radicalmente, de política. En primer lugar repuso a los nobles castigados en sus puestos y les devolvió las posesiones confiscadas, quemó todas las cauciones que Égica les había obligado a firmar y les favoreció con nuevas donaciones. Witiza mejoró la fama de la monarquía, pero disminuyó la hacienda regia; los trientes del rey Witiza están disminuidos en peso y ley, siendo monedas de plata con baño de oro. El ambiente social está muy enrarecido, con bandas de esclavos fugitivos campando por sus respetos y los hebreos indignados por la represión de que eran objeto.

Roderigo en el trono godo hispano.
«Roderico, hortante Senatu, tumultuose regnum invadit» Tras un interregno de seis meses, se apoyó el alzamiento al trono (por parte de la nobleza meridional y occidental) del duque Rodrigo de la Bética, el cual tenía fama de ser un buen guerrero. Su ascenso al trono tuvo las características de un complot, por parte de la facción de sus partidarios; la oposición nobiliaria laica y eclesiástica hubiese preferido, como monarca, a algún familiar del rey fenecido, ya que entre ellos se encontraba el conspicuo obispo de Sevilla, Oppas, hermano del propio rey Witiza. La inevitable y subsiguiente guerra civil, conllevó la aparición en las regiones orientales (valle del río Ebro, Levante, Cataluña y Septimania) de otro soberano llamado Akhila II (hijo de Teofrastro y nieto del rey Chindasvinto), del que se desconoce el parentesco que pudiese tener con el rey Witiza (éste sería responsable del asesinato de Fafila, que era el padre de Pelayo y de la ceguera de Teofrasto, hijo del rey Chindasvinto).

La batalla de Guadalete.
Los witizianos entraron en contacto con el gobernador de Ceuta, Olián-Julián (el rey Rodrigo se había prendado, en Toledo, según la leyenda de su hija Florinda «La Cava»), el cual había entregado en el año 709, esa fortaleza bizantina a los musulmanes, «ob causam fraudis filiorum Uitizani sarraceni ingressi sunt Spaniam; Sarraceni evocati Spanias ocupant«. La decisión de atravesar el estrecho de Gibraltar se tomó por parte de Musa ben Nusayr, walí de Kairwan, con la ineluctable autorización del Khalifa al -Walid en Damasco, al que se le prometió un botín abundante. A finales de abril del año 711, mientras el rey Roderigo combatía a los vascones cerca de Pamplona, el gobernador de Tánger, Tariq ibn Ziyad, desembarcaba en Algeciras y saqueaba la Baja Andalucía. El rey godo acudió a su encuentro; la batalla decisiva tuvo lugar el 19 de julio del año 711, a orillas del río Guadalete-Wadilakka y se prolongó durante más de una jornada; el ejército godo estaba comandado por el propio rey, le acompañaban la nobleza visigoda del momento y sus clientes armados.

El río Guadalete

En el momento álgido del combate, cuando la todopoderosa caballería goda estaba dominando claramente la situación, los parientes de Akhila II, que comandaban las alas del ejército visigodo, se pasaron al enemigo; con esta traición no conseguirían la corona, pero si mantener la propiedad sobre las tres mil alquerías del patrimonio real del rey Witiza. «Filii uero Vuitizani, invidia ducti eo quod Rudericus regnum patris eorum acceperat callide cogitantes, missos nuntios ad Africam mittunt, sarracenis in auxilium petunt, eosque nauibus aduectus Yspaniam intromittunt«. El propio rey Rodrigo encontró la muerte en el campo de batalla; su cadáver fue llevado a enterrar, por sus fideles, a la ciudad de Viseo.

Los hijos de Witiza se acomodaron a la nueva situación y, por medio del pacto subscrito con el Khalifa de Damasco, se repartieron el patrimonio regio. Akhila se instaló en Toledo; Olmundo en Córdoba; Ardabasto en Sevilla y llegaría a ser conde de los cristianos en Al-Andalus. Tariq marchó entonces, sobre Écija-Astigi, a la cabeza de sus doce mil berberiscos, donde derrotó, no sin un grandísimo esfuerzo bélico, a los fieles del rey Rodrigo reagrupados y sin traiciones previas (mandadas las tropas godas por un sobrino del rey Rodrigo, llamado Bancho). Los hebreos enviaron a sus delegados y rabinos, para ofrecerle su colaboración. Los witizanos colaboraron con Tariq en la tarea, fundamental, de eliminar a la élite dirigente visigoda de la facción rodericiana derrotada.

En el verano el año 712, desembarcó Musa ben Nusayr en Tarifa; su ejército de 18.000 hombres contaba con algunos de los sucesores (tabi`un) del profeta Mahoma. Aquellas tropas traían consigo las viejas reyertas entre qaysíes y yemeníes, que habían ensangrentado el desierto arábigo. Tras tomar Sevilla, Carmona y Alcalá de Guadaira, marchó sobre Mérida, que fue tomada el 30 de junio del 713, los restos de la milicia goda opusieron tenaz resistencia y el botín fue satisfactorio. Con anterioridad, el 5 de abril del año 713, el conde Teodomiro de Murcia había firmado un acuerdo con las nuevas autoridades sarracenas; éstas le ratificaron en su dominio otorgándole plena autonomía para sus súbditos y comprometiéndose el godo, al pago de tributos. Musa llegó a Toledo en los meses invernales de los años 713 y 714, y fue la capital del Islam en Hispania (España y Portugal).

Musa acuñó sueldos de oro, con la frase coránica en lengua latina de: «In nomine Dei non Deus nisi Deus solum non Deus alius«. Su hijo, Abd al Aziz, se casaría con la reina-viuda Egilona y sería considerado el primer emir de la Hispania musulmana. Musa dominaría (año 713) con la ayuda de su hermano Abd Allah una nueva revuelta de la población de Hispalis-Sevilla. En el año 714, Tariq y Musa, que tenían una aguda enemistad entre ellos, hasta tal punto que cuando se encontraron por primera vez, en Toledo, el liberto norteafricano recibió insultos tales como llamarle perro e incluso le agredió con el bastón de mando, estaban en Zaragoza cuando les alcanzó el mensajero Mugith, enviado por el Khalifa de Damasco al Walid, con las órdenes tajantes y perentorias de que regresaran a Damasco para rendir cuentas pormenorizadas de la campaña hispánica. Antes de acatar las órdenes del Khalifa, Musa realizó una gran campaña por la calzada del Ebro; en Tudela el conde godo Casio y su hijo Fortún se convirtieron al Islam, como clientes del Khalifa.

El rey don Rodrigo tras la batalla del Guadalete según el pintor francés Eugene Delacroix (1833)

Por la vía romana que enlazaba Calahorra con León-Legio, llegaron a la que sería, en el devenir del tiempo, la caput regtni del Regnum Imperium Legionensis en el alto-medievo, luego Asturica Augusta-Astorga, Villafranca del Bierzo y Lucus Augusti-Lugo. El nuevo Khalifa Sulayman fue sumamente ingrato con ellos e incluso envió a uno de sus sicarios para asesinar, en el mes de marzo del año 716, en la mezquita de Sevilla a Abd al-Aziz. Su cabeza fue enviada a Damasco. El sobrino de Musa, Ayyub ben Habib al-Lajmí sería el jefe interino de lo conquistado, hasta que en el mes de agosto del año 716, fue enviado, desde Kairwan, un gobernador con nombramiento ya ortodoxo, al Hurr ben Abd al-Rahmán al-Thaqafi; los Omeyas convertían Hispania en una de las provincias de su imperio. El país se denominaría, a partir de entonces, bilad al-Andalus. Los tres o cuatro millones de habitantes hispánicos serían dominados por un auténtico ejército de ocupación. En el límite del año 725, ya no existía ni sombra del poder centralizador toledano de la monarquía visigoda hispánica. es muy probable que los godos no tuviesen, en los primeros momentos, tras su derrota en Guadalete, una idea clara de lo que había significado esa debacle y la futura importancia del desastre bélico del rey Roderigo, por la traición de los witizanos. «Hecha y cumplida la traición propuesta, pactada y comprada, ya no es menester ni necesario el traidor ejecutor». A partir de este triste instante, la Hispania (España y Portugal) visigoda había desaparecido del devenir histórico medieval; serían los astures y los godos, fieles al rey Rodrigo, los que tomarían la antorcha de la reconquista en Covadonga (año 722).

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Publicado originalmente en: Ó Noso Lar (2004)

Crítica literaria: Don Pelayo, El rey de las montañas

Don Pelayo, el rey de las montañas de José Ignacio Gracia Noriega trata, como la mayoría de las obras de este autor, de Asturias. Gracia Noriega vuelve a escribir sobre su tierra, sus lugares, sus costumbres y, sobre todo, sobre su historia y la esencia de su tierra, uno de los temas que más le gustan. Aún así presenta un libro muy ameno. No es esta un obra científica dirigida a los especialistas sino, todo lo contrario, un libro destinado a un público mucho más amplio y escrita con un estilo mucho más literario y narrativo que historiográfico. El autor quiere hacer llegar su personaje y el periodo histórico que lo sustenta, que no es otro que el inicio de la resistencia y posterior Reconquista cristiana de la península Ibérica, a todo lector interesado por el tema y por la historia de España.

La obra se divide en tres grandes capítulos. En el primero de ellos el autor nos presenta la geografía histórica, esforzándose por mostrarnos el espacio donde se desarrollan los hechos tratados en su libro, para poder comprenderlos mejor. En este aspecto hay que tener en cuenta que la mayoría, por no decir todos, de los hechos históricos e incluso estructuras sociales enteras dependen en un alto grado del espacio en el que se ubican. Siendo así, no se puede entender un hecho como la resistencia norteña contra el avance del Islam sin conocer los lugares e incluso la gente y el carácter de la zona. El autor, nos guía, así, por los diversos lugares que materializan la historia de Don Pelayo y de los primeros reyes de Asturias. Desde los Picos de Europa a Covadonga atravesando la Cordillera Cantábrica. Poco a poco Gracia Noriega nos va presentando también las ciudades y pueblos que serán los protagonistas de su historia: Cangas de Onís, San Martín del rey Aurelio, Pravia y, como no, Oviedo. En este capítulo Gracia Noriega nos muestra sus amplios conocimientos de la Asturias tanto física como humana y el amor que profesa tanto a la tierra como a sus gentes, a través de una pluma con experiencia en la literatura de viajes.

El segundo capítulo es el que se centra en la figura histórica de Don Pelayo. Aquí Gracia Noriega utiliza todos los datos conocidos sobre la vida del primer monarca asturiano para ofrecernos una pequeña biografía. Se ha de tener en cuenta que son pocas las noticias históricas que se poseen del auténtico Pelayo. Aún así el autor las agrupa con el objetivo de proporcionar una imagen realista y fiel del hombre y de su época. Se ha comparado muchas veces, tal y como comenta el autor a lo largo del libro, la figura de Pelayo con la de otro personaje mitificado durante la Edad Media y que no es otro que el rey Arturo, con el cual comparte diversos elementos.

Otro de los factores a tener en cuenta es la importancia que tiene Pelayo en el conocimiento del final de la historia de la España visigoda. Muchos historiadores han considerado esta periodo, con la expansión del Islam en el siglo VII (y su llegada a Hispania en el año 711), la posterior organización del Imperio Carolingio y la reestructuración política en el Oriente bizantino, como un momento de cambio, donde se tocan el final de una época, la romana y el inicio de otra, la Edad Media propiamente dicha. Es, de esta forma, muy interesante recordar lo poco que conocemos de la vida de Don Pelayo para acercarnos, un poco más, a este momento histórico tan trascendental en la historia del Mundo Mediterráneo y como no de España. Será justamente el terreno hispano una de las zonas geográficas que más acusen los trastornos y cambios a los que nos referimos.

Cueva y ermita de Covadonga
Cueva y ermita de Covadonga

El tercer capítulo lo dedica el autor a repasar brevemente la historia de los reyes caudillos que sucedieron a Pelayo en Asturias. El recorrido se inicia con su hijo Favila y finaliza con el reinado de Alfonso III y sus hijos a principios del siglo X. Será a partir de este momento en el que el Reino de Asturias, engrandecido y consolidado, trasladará su capital a la reconquistada ciudad de León, y comenzará a hablarse del Reino de León.

En su parte final Gracia Noriega dedica también algunas páginas a la historia de las reinas que compartieron la vida y la corona con los reyes asturianos. Aunque se ha de tener presente que si de algunos de los reyes hay escasísima documentación aún ocupando éstos el escalafón más alto de la sociedad medieval, la información que se posee sobre sus reinas es cuantitativamente inferior. Aún así Gracia Noriega se esfuerza por acercarnos a sus vidas, enmarcándose, en parte, en una de las ramas de la historiografía, la historia de las mujeres, que olvidada durante mucho tiempo por los historiadores, se está revalorizando y desarrollando considerablemente, ampliando de esta forma la visión de la historia que poseemos en la actualidad.

Aún siendo este un libro de historia y tener un enfoque historiográfico, el autor hace pesar su formación periodística, dándole a la obra un ritmo veloz e interesante con el claro objetivo de llegar al amplio público, que queda patente a lo largo de todas las páginas. La obra abarca una amplia cronología del inicio de la Edad Media hispana. Para ello el autor no deja de citar ampliamente las propias fuentes medievales, las Crónicas del momento, y a diversos historiadores que han escrito sobre el tema. De esta forma Gracia Noriega consigue dar realismo y verosimilitud a su obra, no apartándose, a pesar de su formación y de su pasión por la tierra asturiana, de un discurso histórico, que en una obra como esta es necesario.

Es agradable en una época como la actual, donde la ciencia y el progreso se han convertido casi en una religión, echar la mirada atrás y fijarnos en la historia, en este caso en la historia de España, y conocer otras épocas y otras formas de hacer y de pensar distintas a las nuestras y por tanto enriquecedoraS.

Gracia Noriega consigue con este libro acercar al lector, de una forma simpática y accesible, un personaje y una época conocidos muy superficialmente por la mayoría del público. El libro dispone además, como epílogo, de una breve bibliografía que permitirá al lector interesado ampliar su conocimiento sobre el tema encontrando una guía y ayuda para profundizar en el conocimiento sobre la época y el personaje.

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José Ignacio Gracia Noriega nació en el año 1945. Estudió en las Universidades de Oviedo y Madrid y ha trabajado como periodista tanto en radio como en televisión, colabora en el periódico La Nueva España y es el cronista oficial de Llanes. Su obra escrita abarca la narración, ensayoS, artículos y la literatura de viajes, desarrollando también su actividad como crítico literario y cinematográfico.

Entre sus libros más recientes se encuentran Asturias, esa desconocida (2001), Alarcos en Oviedo (2001), El viaje del norte (1999), En un jardín tenebroso (1998) o El reino mágico de Arturo (2009). Ha recibido diversos premios de novela como el Tigre Juan, Casino de Mieres y el Premio Asturias. En la actualidad forma parte del consejo de redacción de la revista de filosofía El Basilisco.

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Título: Don Pelayo, El rey de las montañas
Autor: José Ignacio Gracia Noriega
Editorial: La esfera de los libros
Precio: 24,00 € / tapa blanda 10 €
Páginas: 317
ISBN: 8497345118
Fecha de publicación: 12/9/2006
Colección: Historia Divulgativa

Ficha editorial_ Don Pelayo, El rey de las montañas

Enlaces internet:

Web del autor: http://www.ignaciogracianoriega.net/

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