Cada vez más los autores de novela histórica tienen que expandir su repertorio de épocas, personajes y contextos para hacer valer la originalidad y la creatividad en la elección y elaboración de sus obras. Queramos o no, ciertos momentos, trascendentes o no, de la historia han generado y generan un gran número de novelas, mientras que otros, considerados menos atractivos, se mantienen en la penumbra, iluminados tan solo por débiles soslayos de luz, aunque posean, a priori, tanta validez e interés como aquellos periodos y escenarios históricos más transitados por los escritores.
Si bien, de vez en cuando las mesas de novedades de las librerías nos muestran nuevos temas y, por tanto, nuevas posibilidades para realizar un viaje literario en el tiempo, en la historia, y nos ofrecen “billetes” de lectura con dirección a la Grecia Helenística, a la Roma imperial (aunque ambientada en otros momentos que no sean en los que gobernaron los emperadores de la dinastía Julio-Claudia) e incluso al periodo del Bajo Imperio, una época al parecer prohibida para muchos de los autores y de las editoriales (luce más un Julio-Claudio cualquiera que un Diocleciano, un Teodosio o un Mayoriano posteriores).

Por suerte las cosas cambian, aunque sea poco o poco, y la creatividad literaria desborda los itinerarios marcados por la tradición o el hábito. Un ejemplo de ello lo muestra la publicación de La prisionera de Roma, de José Luis Corral, editado por la editorial Planeta, una novela histórica ambientada a mediados del siglo III d.C. y que narra la vida y las ansias de poder de la reina Zenobia, la mujer que dirigió los designios de Palmira, una de las ciudades más importantes del Oriente romano y que pretendió construir un nuevo imperio independiente del romano y del de su gran enemigo, el imperio persa sasánida. Todo un soplo de aire fresco que permite revitalizar y ampliar la “base de datos” temática del género.
José Luis Corral nos traslada, como les decía, al Oriente romano, un territorio que aunque marcado por la dominación y el poder de Roma, posee un carácter exótico y oriental que lo acerca más al mundo medieval que no al propiamente romano que acostumbramos a hallar en otras novelas. El libro nos relata la vida de Zenobia, la reina más famosa de Palmira, la ciudad de las palmeras, y si me permiten, una de las soberanas más interesantes del Oriente mediterráneo después de la ilustre y famosa Cleopatra. La acción se sitúa, justamente, en los años conocidos como los de la Crisis del siglo III, en la que el poder romano parecía abocado al desastre debilitado por las constantes usurpaciones y conflictos políticos internos, por una crisis económica galopante (la historia siempre se repite), por la amenaza de los enemigos externos, principalmente bárbaros en la frontera del norte y persas en el limes oriental, y por la desestructuración interna, protagonizada por la escisión del conocido como Imperio galo y la independización del Oriente en manos de Palmira.
Corral nos transporta, así, a la ciudad caravanera y comercial de Palmira, que conoció su apogeo político a lo largo de los reinados de Odenato y su mujer Zenobia, y nos presenta a la bella e indomable reina que, tras la muerte de su marido heredó las riendas del poder. Asistiremos, pues, a la materialización de sus sueños de independencia tanto del poder romano como del persa y a la puesta en marcha de una fructífera política entre Oriente y Occidente. Si bien la osadía de Zenobia no será vista con buenos ojos desde Roma, que reclamará el dominio de sus posesiones en Oriente y luchará contra la soberana y contra su ciudad para recuperar su poderío en la zona.
Básicamente el libro se desarrolla entre estos parámetros: el Oriente antiguo, personificado en Palmira e invadido por el olor a las especias y la visión de las mercancías que llegaban del extremo Oriente y de la China, con el comercio de las cuales la ciudad se hizo rica y famosa. Aunque también seremos testigos de las intrigas políticas que la ambiciosa reina llevó a cabo para asegurar la autonomía de su ciudad situada entre los dos imperios más importantes del mundo antiguo. Es así que visitaremos la mágica y portentosa ciudad de Ctesifonte en la que los representantes de Palmira deberán negociar la paz con el Rey de reyes, seremos testigos de la conquista de Egipto por parte de las tropas palmirenas y nos veremos obligados a tener un ojo puesto en Roma, en la gran capital del mundo antiguo, que en su camino de recuperación política y con la llegada al poder de emperadores competentes como Aureliano, pretenderán recuperar su poderío en Oriente y escarmentar a la ciudad y a la reina que pretendió abandonar la égida romana.
Corral nos muestra a una Zenobia joven, hermosa (hermosísima) que anida en su corazón demasiados anhelos y sueños para su ciudad y para su descendencia. Una mujer decidida que llevó a su reino a un periodo de plenitud sin precedentes y que, según los historiadores, defendió el limes oriental romano en uno de los momentos más críticos de su existencia.

Si bien la publicación de La esclava de Roma es todo un acierto, algunos aspectos atenúan sus méritos. El principal de ellos es su extensión de 826 páginas. Sin duda un exceso que hace a la novela algo cansina y difícil de transportar. Es posiblemente un yerro del autor abarcar en la obra desde el mismo nacimiento de Zenobia hasta su cautiverio en Roma y su posterior liberación, de la que, por cierto, los historiadores no están tan seguros. Corral hubiera tenido que resumir o abreviar alguna parte de la historia para hacerla más abarcable “físicamente” al lector. Además en algunos momentos la historia deviene algo lenta, con lo que al sumiso lector le puede parecer que no avanza.
Corral, además, hace prevalecer a lo largo de la obra, y sobre todo en su parte final, los diálogos sobre las descripciones y contextualizaciones, con lo que la trama llega a desfallecer en algunos momentos, dejando al lector sin un espacio o ambiente en el que ubicarlas. Algo incomprensible estando situada la historia en una época y, sobre todo, en una región, el exótico Oriente, cuya fisicidad tendría que perfumar cada una de las páginas y las escenas del libro.
Por último el estilo de Corral nos deja claro muy pronto su dedicación como profesor de historia y su amplia experiencia en la difusión histórica, ya que su última novela, como otras escritas por él anteriormente, pecan, a veces, de una mayor voluntad de enseñar que de narrar. Si bien esto es algo positivo para aquellos de sus lectores que no conozcan demasiado bien la época en la cual se desarrolla la acción, puede afectar negativamente la lectura de aquellos que “controlan” algo más el asunto. Como no podía ser de otra forma, todo tiene elementos positivos y negativos.
Aún así, La prisionera de Roma es un buen ejemplo de la amplitud de miras y del profundo conocimiento que Corral posee sobre el tema y sobre la época, y su consagrado estilo a la hora de narrar un episodio que, aunque desconocido por muchos, constituyó un momento decisivo en la historia del Imperio romano. No sé si tengo la confianza necesaria con ustedes para solicitarles que opten esta vez por salirse de lo “conocido” por todos (al menos de aquellos habituados a leer novela histórica) y se entreguen a la lectura de una novela que, aunque extensa, tiene el atractivo y el encanto de hacernos viajar a uno de los momentos más interesantes de la historia de Roma y nos permite conocer a la reina Zenobia, un grandioso personaje histórico que tuvo el atrevimiento de enfrentarse a los dos imperios más colosales que haya conocido la humanidad y que durante algunos años convirtió a su ciudad, la comercial Palmira, en la base de un gran reino que intentó hacerles sobra.
Título: La prisionera de Roma
Autor: José Luis Corral
Editorial: Planeta
Colección: Autores Españoles e Iberoamericanos
Fecha de publicación: 10/05/2011
Páginas: 832
ISBN: 978-84-08-10203-8
Formato: 15 x 23 cm.
Encuadernación: Tapa dura con sobrecubierta
Precio: 22,90 €
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Escrito por: Jorge Pisa Sánchez