Un simple conflicto entre dos muchachos de Nueva York es el punto de partida de Un dios salvaje, la última película dirigida por Roman Polanski, una sátira sobre la hipocresía imperante entre la clase media (o media-alta) norteamericana que bien podría extenderse al resto de países occidentales.
Polanski presenta un film rodado con sencillez aparente, cuatro únicos personajes (los padres de los niños) encerrados en un piso para discutir cómo solucionar el conflicto entre sus hijos, una riña en la que el pequeño Lonstreet ha perdido dos dientes. Penelope y Michael Lonstreet deciden invitar a los Cowan para pactar qué castigo merece el agresor, y lo que empieza como una reunión afable y conciliadora en la que imperan la amabilidad y los buenos modales, poco a poco se transforma en una situación descontrolada, todos quieren imponer su punto de vista, poseedores de la verdad absoluta, y así, encerrados en un piso del que parece imposible escapar, comienza una acalorada discusión difícil de resolver.
Un dios salvaje es la adaptación cinematográfica de God of Carnage, la obra teatral de Yasmina Reza, y eso se nota en el film, ya que huye de las escenas en exteriores (solo las del principio y el final, rodadas en un parque neoyorkino) para centrar la acción en un único espacio: el salón de los Lonstreet, con apenas un par de fugas al baño o la cocina del apartamento, en el que esos cuatro personajes pretenden solventar la disputa infantil.
Sin embargo rodar en ese escenario claustrofóbico no afecta al buen ritmo de la historia ni es un problema para Polanski, ya que consigue captar la atención del espectador gracias a un brillante guión, un elaborado argumento que parte de la pelea entre los niños, pero que toma un cariz más violento a medida que los personajes abordan otros temas, como los buenos modales en la sociedad actual, la educación infantil, la solidaridad, la vida en pareja, … Esta cordialidad inicial entre los personajes deja paso a una cruenta lucha entre ellos: primero a dos bandos (Lonstreet contra Cowan), más tarde se producen alianzas inesperadas (hombres contra mujeres) para, finalmente, iniciar una descarnada guerra de todos contra todos, con diálogos encadenados de tal forma que generan un caos descontrolado y, en ocasiones, difícil de seguir para el espectador, réplicas crueles intercaladas con instantes divertidos que arrancan sonoras carcajadas del público sin que la tensión pueda afectarles.
Tan solo cuatro personajes aparecen en la película, interpretados por prestigiosos actores que realizan un trabajo extraordinario. El papel del cínico Allen Cowan recae en Christoph Waltz, un abogado impertinente y sin escrúpulos que vive permanentemente enganchado a su teléfono móvil, y que mantiene una postura despreocupada sobre la agresión. Kate Winslet es Nancy Cowan, una mujer sofisticada y en apariencia tolerante que, poco a poco, destapa su lado más despiadado gracias al alcohol. Jodie Foster interpreta a Penelope Longstreet, quien muestra una actitud de superioridad moral respecto a sus invitados. Finalmente encontramos a John C. Reilly como Michael Longstreet, probablemente el gran descubrimiento de este film, un hombre humilde con ganas de agradar a sus invitados en todo momento.
Un dios salvaje es una de las opciones cinematográficas más interesantes de estos días, su excelente guión y las magníficas interpretaciones de los cuatro actores la avalan, una película que demuestra cómo un grupo de adultos pueden comportarse de un modo más infantil que el de sus propios hijos.
Título: Un dios salvaje
Director: Roman Polanski
Intérpretes: Kate Winslet, Christoph Waltz, Jodie Foster, John C. Reilly
País: Alemania, Francia, Polonia
Año: 2011
Duración: 80 minutos
____________________
Escrito por: Robert Martínez Colomé
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...