Es Semana Santa y es imposible en estas fechas no ver en la televisión una película de romanos, ya sea clásica o alguna producción reciente. Este es el caso de Pablo, el apóstol de Cristo, una film religioso que nos da una visión diferente de los últimos días de la vida de San Pablo y del día a día de la comunidad cristiana bajo la persecución del emperador Nerón.
Pablo, el apóstol de Cristo es una película realista en relación al contexto histórico en la que se ubica. Roma acaba de sufrir el incendio más trágico de su historia y el emperador Nerón, consciente de las acusaciones que caen sobre él culpa a los cristianos del incendio. El evangelista Lucas(Jim Caviezel), antiguo discípulo de San Pablo (James Faulkner), contacta con él en el interior de la cárcel mamertina de Roma, donde Pablo espera su ejecución. Durante sus encuentros Lucas redactará la historia de San Pablo, mientras la comunidad cristiana de Roma ha de tomar una importante decisión sobre su destino.
En gran parte Pablo, el apóstol de Cristo es una película oscura por su fotografía y por la historia que relata, ya sea la conversión de Pablo al cristianismo en Jerusalén, realizada a través de flashbacks, como los sinsabores de la persecución de los cristianos por parte del emperador Nerón. Esta última es una propuesta interesante, ya que pocas veces las películas religiosas ambientadas en esa época nos muestran a la comunidad cristiana romana más que como un atrezo de su persecución y de su martirio en el anfiteatro. El film nos muestra por el contario su situación en esos momentos, liderados por Priscila (Joanne Whalley) y Aquila (John Lynch).
Tampoco es muy habitual en este tipo de films la visión de los últimos días de la vida en de san Pablo. Su reclusión en la cárcel mamertina le pondrá en contacto con el prefecto Mauricio Gallas(Olivier Martinez), un oficial romano contrario a la demencia megalómana de Nerón y con el que establecerá una relación de confianza que permitirá a Lucas acceder a la celda donde está preso Pablo. Esta subtrama posibilita a la película afirmar la superioridad del cristianismo sobre el paganismo, debido a la enfermedad de la hija del prefecto.
El film también se interesa en la escritura de los primeros textos cristianos, ya que Lucas es el responsable de El Evangelio según san Lucas y de Los hechos de los Apóstoles. Esta es una trama interesante porque nos muestra la creación de los textos más importantes de la religión cristiana.
La película revela también la situación de creciente oposición política que se produjo contra Nerón al final de su reinado, y que llevó a su muerte en el año 68 d.C. Aunque en ningún momento aparezca el emperador romano en pantalla, su presencia será ominosa y constante a lo largo del film.
Como os decía, Pablo, el apóstol de Cristo sorprende no tanto por lo que explica, los últimos días de vida de san Pablo, su relación con Lucas el Evangelista y la persecución de la comunidad cristiana de Roma en época de Nerón, sino por la forma en la que lo hace, con un amplio respeto a la tradición cristiana y sin excesivos desvaríos generadores de tensión dramática, sino que se deja llevar por un relato realista que nos permite disfrutar televisivamente de la Semana Santa sin tener que hacer mano de los grandes clásicos y proponernos una visión más actual de lo que pudieron ser los primeros tiempos del cristianismo.
Título:Pablo, el apóstol de Cristo
Año: 2018 Duración: 106 min. País: Estados Unidos Dirección: Andrew Hyatt Guión: Andrew Hyatt, Terence Berden Música: Jan A.P. Kaczmarek Fotografía: Gerardo Mateo Madrazo Reparto: Jim Caviezel, James Faulkner, Olivier Martínez, Joanne Whalley, John Lynch, Antonia Campbell-Hughes, Noah Huntley, Yorgos Karamihos, Alessandro Sperduti, Alexandra Vino, Manuel Cauchi, Anthony Edridge, Mario Opinato, Husam Chadat, Joe Azzopardi Productora: Affirm Films / Outside Da Box Distribución: Columbia Pictures / Sony Pictures Género: drama | religión | Biblia NOTA CULTURALIA: 8
Hoy os presentamos una novela histórica reciente, de abril del año pasado, Nerón, El esplendor y la derrota, de Margaret George, un libro que culmina la historia de Nerón, el emperador que vio arder Roma.
Nerón Augusto, junto a Popea, dirige el Imperio romano, en una era de esplendor cultural y artístico sin precedentes. Aún no tiene sucesor, pero su poder es absoluto. Sin embargo, en el décimo año de su reinado, un incendio arrasa la capital del Imperio. Los rumores sobre la relación de Nerón con el fuego empiezan a crear malestar entre el pueblo y los políticos. Nerón sabe que su destino está ligado al de Roma y a su promesa de reconstruirla como la ciudad que deslumbrará al mundo. Pero hay quien ve peligrosa su gloria y falsos amigos y espías conspiran en su contra. Nerón sabe que, si sobrevive, será el primer miembro de su familia en escapar a la red de traiciones de la corte romana. Si no lo logra, también sabe que es el último de su dinastía.
Después de Las confesiones del joven Nerón, llega el cierre de la impresionante historia de uno de los emperadores más popular y odiado de la historia de Roma.
Título:Nerón: El esplendor y la derrota Autora:Margaret George Editorial: Ediciones B Colección: Histórica Fecha publicación: abril de 2019 Formato: Tapa dura con sobrecubierta / 165 X 239 mm Número de páginas: 648 ISBN: 9788466665728 Temática: Novela histórica Precio:
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Maximino el Tracio (235-238) fue el primer emperador de origen humilde que accedió al poder en Roma. Su reinado, si bien de corta duración, dio inicio a la etapa de la historia romana conocida como la Crisis del Siglo III (235-284), «en la cual se hicieron patentes todas las contradicciones políticas, económicas y sociales que arrastraba desde sus inicios el Estado romano».
Busto Maximino el Tracio
Su figura, como la de muchos de los emperadores de este período, no ha suscitado demasiado interés por parte de los estudiosos de la historia romana ni por parte del público en general. Es por eso que vale la pena profundizar, al menos un poco, en una época que si bien es ampliamente desconocida por aquellos interesados, de alguna forma, en la historia de la antigua Roma, nos muestra la evolución de uno de los mayores imperios del pasado y sin duda alguna uno de los más duraderos, en un momento de transición y de profundos cambios que llevarían, tras un largo y penoso trayecto, a la instauración del dominado bajo imperial (284-476 d.C.) que marcaría la fase final de la historia del Imperio romano.
El reinado de Maximino estuvo precedido, por otra parte, por el final de la dinastía severiana, que gobernó el Imperio romano entre los años 193 y 235, por lo que iniciaremos este artículo exponiendo los acontecimientos que llevaron a la muerte de Alejandro Severo, su último representante, y a la proclamación de Maximino como emperador.
El final del gobierno de Alejandro Severo.
Los últimos años de reinado del joven emperador Alejandro Severo (222-235) se caracterizaron por un aumento de la inestabilidad en las fronteras del Imperio romano, tanto en el limes reno-danubiano como en Oriente.
En el año 230 Ardashir, el rey persa sasánida atacó territorio romano, invadiendo Armenia y las provincias de Siria y Capadocia. El último enfrentamiento en Oriente se había producido hacía más de diez años (216-218), cuando el emperador Caracalla invadió territorio parto. La ofensiva romana acabó con la muerte del propio emperador y la firma de una paz vergonzosa por parte de su sucesor Macrino, que comportó el pago de una indemnización de doscientos millones de sestercios a los persas.
El ataque de Ardashir obligó, pues, a Alejandro Severo a dirigirse en el año 232 hacia Oriente para reorganizar las defensas romanas e iniciar un contraataque. El fin de las hostilidades se produjo en el verano del año 233, abandonando los persas los territorios que habían invadido y recuperándose el status quo anterior a la guerra. Aunque las fuentes históricas no son unánimes al respecto, parece que no hubo un claro vencedor de este primer enfrentamiento entre romanos y sasánidas.
Busto Alejandro Severo
El ejército romano se retiró entonces a Antioquía, en la provincia de Siria, con la voluntad de pasar en esa ciudad el invierno. Allí le llegaron a Alejandro noticias de que «los germanos habían cruzado el Rin y el Danubio y estaban devastando el imperio romano; atacaban las guarniciones de las riberas y las ciudades y aldeas con numerosas fuerzas. Por ello los territorios ilirios, limítrofes y vecinos de Italia, estaban en una situación de extremo peligro». Estas incursiones en la frontera norte del imperio estaban protagonizadas por la confederación tribal germánica de los alamanes (alamanni) que, debido al traslado de parte de las tropas romanas que defendían el limes del Rin y el Danubio hacia Oriente, aprovechaban para devastar y saquear territorio imperial. Estas noticias indignaron a las tropas ilirias que integraban parte el ejército de Alejandro Severo, angustiadas por la suerte sufrida por sus familias y sus tierras, indefensas tras su marcha.
Ante este nuevo peligro el emperador decidió volver a Occidente, no sin antes organizar la defensa de la frontera oriental, ya que aunque se había expulsado a los persas de territorio romano, aún no se había firmado ningún acuerdo de paz con ellos. Alejandro regresó a Roma en el año 233, ciudad donde celebró un triunfo por sus campañas en Oriente. No fue hasta finales de ese mismo año o principios del siguiente cuando el emperador inició su campaña contra los alamanes, concentrando las fuerzas romanas en la ciudad de Moguntiacum (Mainz). y ponteando el río «Rin con barcos encadenados unos a otros a modo de puente con la idea de facilitar el paso a los soldados».
A finales del mismo año 233 el ejército imperial había conseguido expulsar a los invasores alamanes de territorio romano. Las cosas, sin embargo, se complicaban para Alejandro ya que entre las tropas corrieron rumores de que el emperador no quería proseguir la campaña en territorio germano, sino que estaba dispuesto a pagar a los bárbaros a cambio de la paz. Hemos de entender, sin embargo, la intención de la autoridad imperial como la aplicación de la tradicional política romana en la zona, la cual a través del pago de subsidios y de la entrega de víveres intentaba sacar provecho de la desunión y de las diferencias entre las tribus germanas, estableciendo, asimismo, la supremacía romana más allá de sus fronteras sin necesidad de arriesgar grandes cantidades de hombres y de recursos en el intento.
Según Herodiano, las tropas romanas no lo entendieron así. Parece que el ejército ya había mostrado su disgusto por la forma tan poco meritoria en la que el emperador había conducido la campaña contra los persas, y por la gran influencia que sobre él tenía su madre Julia Mamea, que acompañaba a su hijo en el campo de batalla. A todo ello se sumaba el hecho de que entre las tropas de Alejandro se hallaban los contingentes ilirios cuyo territorio había sufrido las incursiones de los germanos, y que se sentían traicionados por el hecho de que el emperador quisiera llegar a un acuerdo con ellos en vez de luchar.
Esta situación provocó malestar entre las tropas, lo que llevó al amotinamiento de parte del ejército y al nombramiento de un nuevo emperador en la persona de Julio Vero Maximino, el oficial a cargo de los reclutas. La acción cogió desprevenido a Alejandro y a su séquito que no supo reaccionar a tiempo y calmar los ánimos de los soldados. Maximino, después de haber sido aclamado por todo el ejército, envió a un tribuno y a varios centuriones a la tienda de Alejandro Severo que acabaron con la vida del joven augusto, de su madre y de aquellos acompañantes que se resistieron.
Mapa Imperio romano 230 d.C.
Maximino. El primer emperador soldado.
Maximino era de origen humilde. Su familia era descendiente, seguramente, de soldados romanos asentados en la región del Danubio a principios del siglo II. Herodiano y la Historia Augusta nos informan de que en su adolescencia Maximino había sido pastor. Al destacar de joven por su estatura y su fuerza se alistó en el ejército, según la Historia Augusta, en una unidad de caballería. Las fuentes antiguas, claramente prosenatoriales, hacen referencia, no obstante, a los orígenes bárbaros o semibárbaros de Maximino, una falsa acusación que nos muestra el desprecio que el Senado siempre mostró hacia él, que no podemos olvidar, fue el primer emperador que no pertenecía a las clases superiores de la sociedad romana.
Aunque Maximino no llegaba al poder en un momento apacible, tampoco dio muestras de estar capacitado para hacer frente a los diversos problemas que afrontaba el imperio en aquellos momentos. A partir del estudio de sus efigies en las monedas se ha determinado que Maximino debería de estar cerca de los 50 años cuando accedió al poder, por lo que seguramente habría iniciado su carrera militar en tiempos de Septimio Severo (193-211), ascendiendo a la oficialidad a través de diversos cargos ecuestres. En el momento de su proclamación como emperador Maximino detentaba el cargo de praefectus tironibus, o encargado de supervisar el entrenamiento de los reclutas. Hasta entonces solo el emperador Macrino (217-218) había accedido al poder imperial con una carrera de rango ecuestre. Su gobierno había durado poco más de un año. El resto de emperadores pertenecían al rango senatorial. Este hecho, sumado a los pretendidos orígenes bárbaros de Maximino, permitía a los senadores considerar con cierto desprecio al nuevo augusto.
Maximino, consciente del rechazo que su condición humilde y que su acceso al poder de forma violenta le podían ocasionar, decidió no acudir a Roma tras su proclamación como augusto para obtener el reconocimiento oficial por parte del Senado, un procedimiento, por otra parte, habitual, sino que optó por continuar con la campaña en el norte contra las bandas de invasores alamanes, cuyos ataques habían motivado la reunión del ejército por parte de Alejandro Severo. Por el contrario Maximino decidió enviar a la capital cuadros que mostraban el desarrollo de la guerra, para que fueran expuestos públicamente frente a la Curia, el edificio donde se reunía el Senado. Algunos historiadores han detectado en esta actitud de Maximino el desdén que el emperador sentía hacia una cámara que, integrada por los miembros de la élite política y social romana, no lo consideraban, como sabemos, el candidato idóneo. Aún así, a finales del año 235 y en su ausencia, Maximino fue reconocido oficialmente por el Senado, obligado, en definitiva, debido a que no existían ni en Roma ni en Italia tropas suficientes con las que oponerse al nuevo emperador.
El cambio de régimen comportó la muerte o el relevo del séquito imperial, si bien parece que en esta ocasión no se produjo una matanza generalizada del entorno de Alejandro Severo, ya que algunos de sus consejeros más próximos sobrevivieron, aunque fueron relegados del poder. La proclamación de Maximino, sin embargo, no aglutinó en torno a la figura del nuevo emperador la adhesión de todo el ejército, hecho que se materializó en la trama de dos conspiraciones en contra su persona. La primera de ellas la lideró C. Petronio Magno, noble de rango consular que apoyado por un grupo de oficiales y senadores persuadió a parte de las tropas para acabar con Maximino. Los conspiradores pretendían utilizar para ello el puente de barcos que Alejandro Severo había ordenado construir sobre el Rin. Según parece Magno había convencido a un grupo de soldados encargados de la protección del puente para destruirlo después de que Maximino lo cruzara en su avance contra los germanos. De esta forma se podría acabar fácilmente con él en la otra orilla o dejarlo a merced del enemigo, mientras el propio Magno ocupaba el poder. La conspiración llegó, no obstante, a oídos de Maximino, que condenó a muerte a aquellos implicados en la conjura sin juicio previo, confiscando sus propiedades.
La segunda conspiración estuvo protagonizada por la unidad de arqueros osroenos que Alejandro Severo había traído consigo desde Oriente. Estos, apenados por la muerte del joven emperador y dirigidos por un tal Macedón, nombraron augusto, según parece en contra de su voluntad, a Titio Cuartino, el cual había sido licenciado del ejército por el propio Maximino. Parece que Macedón cambió súbitamente de parecer y aprovechando que Cuartino estaba durmiendo en su tienda, lo asesinó, pensando que así sería recompensado por el emperador. Por desgracia para Macedón la respuesta de Maximino fue la contraria, ya que fue ejecutado acusado de capitanear el motín y de asesinar al propio Cuartino.
Estas dos conspiraciones contra su persona afectaron al carácter de Maximino, que a partir de entonces aumentó su desconfianza hacia los demás, especialmente hacia los senadores. Según Herodiano y la Historia Augusta el carácter del emperador fue a partir de entonces más feroz y cruel «como les ocurre a las fieras, que se irritan más cuando son heridas».
Senado romano
Finalmente, mediado el verano del año 235, Maximino inició la campaña contra los alamanes. Las fuerzas romanas cruzaron el Rin al sur de la ciudad de Mainz y atravesaron la zona de los Agri Decumates enfrentándose a los germanos en su propio terreno. Herodiano nos informa de que Maximino devastó el territorio enemigo, destruyendo las cosechas e incendiando las aldeas tras permitir que el ejército las saqueara. Según este mismo autor romanos y germanos se enfrentaron en una zona pantanosa. El combate comportó importantes bajas para ambos bandos, si bien, según Herodiano, las germanas fueron superiores.
Las operaciones militares contra los alamanes se prolongaron durante los años 235 y 236, y fueron dirigidas, seguramente, desde la base de Castra Regina (Regensburg), en la provincia de Recia (Raetia). El emperador recibió a finales del año 235 el título de Germanicus Maximus. Al año siguiente Maximino se dirigió hacia la provincia de Panonia, donde luchó contra dacios y sármatas, estableciendo su nueva base de operaciones en la ciudad de Sirmio (Sirmium). En el año 236 obtuvo los títulos de Sarmaticus y Dacicus. Fue entonces cuando nombró césar a su hijo, Cayo Julio VeroMáximo, aunque aún era muy joven, con el objetivo de consolidar y dar continuidad a su régimen. La lucha contra sármatas y dacios continuó en el año 237, mientras que la campaña militar del 238 parece que iba a ser dirigida contra godos y carpos, pueblos que durante ese año habían atacado las ciudades griegas de Olbia y Tiras, ambas en territorio romano, causando allí graves daños.
Aunque no existe unanimidad al respecto, la prolongada actividad militar desarrollada por Maximino en la frontera del Riny el Danubio, ha permitido a algunos historiadores confirmar la gravedad de la amenaza germana a la que se había visto obligado a hacer frente Alejandro Severo antes de ser asesinado en el año 235. Las cosas, sin embargo, no mejoraban para el imperio, ya que en el año 236 los persas reanudaron sus ataques sobre territorio romano, tomando importantes ciudades como Nisibis, Carrhae o Hatra.
Estas, sin embargo, no fueron las únicas dificultades a las que tuvo que hacer frente Maximino. Según Herodiano el emperador había prometido a las tropas que promovieron inicialmente su acceso al poder no tan solo un cuantioso donativo, sino también el aumento de su paga, medidas que, seguramente, extendió más tarde al resto del ejército, una pesada carga económica que acabaría comprometiendo su breve reinado.
El ofrecimiento de Maximino no era, no obstante, diferente a las concesiones realizadas por emperadores anteriores. Era habitual, así, que un nuevo augusto concediese un donativo a los soldados como celebración de su acceso al poder. Tampoco era extraño que se aumentara la paga a los soldados, ya que la ley de las monedas hacía tiempo que se estaba devaluando. Ambas medidas servían, además, para que el emperador se ganara la fidelidad del ejército, un requisito de capital importancia para asegurar su permanencia en el poder.
Así, pues, los problemas financieros de Maximino comenzaron a la hora de cumplir la promesa que había contraído con sus propios soldados. Hacía tiempo que el tesoro imperial arrastraba una situación bastante delicada. A los enormes gastos militares del reinado de Marco Aurelio y las reducidas conquistas llevadas a cabo por Septimio Severo, se sumaban las exigencias económicas de la campaña militar de Alejandro Severo en Oriente, que no habían comportado ni grandes victorias ni cuantiosos botines, y las poco lucrativas operaciones militares de Maximino dirigidas contra los germanos que comportaban, por el contrario, un elevado gasto para el tesoro imperial.
Esta comprometida situación económica obligó a Maximino a aumentar la presión fiscal sobre los habitantes del imperio, de lo cual lo acusan las fuentes antiguas. Como era previsible algunas de las medidas que Maximino puso en marcha para aumentar los ingresos con los que hacer frente a sus obligaciones al frente del imperio afectaron negativamente a su imagen. Entre ellas se halla la reducción de las distribuciones gratuitas en Roma de grano y de otros productos, decisión que sin duda hizo aumentar el rencor entre la población de la capital con menos recursos. Parece, además, que Maximino fue incapaz o bien de cumplir sus promesas con los soldados o al menos de hacerlo de la forma inmediata que estos esperaban, por lo que su popularidad en el ejército y, por tanto, la lealtad entre sus hombres, también disminuyó. No hemos de olvidar, tampoco, que la consideración de Maximino en el Senado no era, ni mucho menos, la más idónea, por lo que su posición se fue haciendo cada vez más precaria.
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La Historia de Roma está repleta de grandes personajes que pueblan las hazañas políticas y militares de la época. Uno de ellos es Escipión Africano (236 – 183 a.C.) el general romano que venció a Aníbal el cartaginés en uno de los momentos más críticos de la historia de la República romana. Este conflicto, la Segunda Guerra Púnica, que enfrentó a cartagineses y romanos, marcaría la historia posterior de Roma y sería el inicio de la creación de un imperio que dominaría el mediterráneo hasta el siglo V d.C.
La editorial Da Capo Press reeditaba el pasado 2004 Scipio Africanus, Greater than Napoleon, una biografía militar de Escipión el Africano escrita en el año 1926 por el historiador militar británico B. H. Liddell Hart, obra en la que el autor realizaba una biografía militar del personaje y de su época. La monografía de Liddell Hart es una de aquellas obras de importancia por el esfuerzo de estudio histórico que realizaba y por la capacidad de análisis político y, sobre todo, militar que llevó a cabo el autor.
Si la biografía comienza realizando una breve descripción de la juventud del Africano, breve ya que de esa etapa de su vida han llegado escasas noticias históricas, bien pronto el autor se sitúa en el contexto de la Segunda Guerra Púnica y la dirección de las operaciones militares de Escipión en la península Ibérica, tras la trágica muerte de sus familiares Gneo y Publio Cornelio Escipión.
El libro centra, pues, su análisis principalmente militar en el periodo de la Segunda Guerra Púnica, en la que Escipión no solo dio muestras de su gran capacidad militar, sino que fue capaz de decantar el conflicto en favor de la victoria romana, la que le daría el sobrenombre de el africano, con el que lo conocería la posteridad. Liddell Hart analiza el conflicto en suelo ibérico y su posterior continuación en territorio italiano y africano.
El autor se interesa principalmente en sus habilidades militares, que compara constantemente con otros generales ilustres, ya sean el propio Aníbal Barca, Alejandro Magno, Julio César, el sueco Gustavo Adolfo, o Napoleón, de ahí el título del libro. Liddell Hart lleva a cabo un relato comprensible para el público en general y no demasiado extenso, si hemos de pensar que el libro consta de 281 páginas. Es en este ámbito en el que más se nota el hacer de los historiadores de principios del siglo XX, que desplegaban un estilo y objetivos académicos muy concretos.
Tras analizar el desarrollo de la Segunda Guerra Púnica y la victoria final de Escipión sobre Aníbal en la batalla de Zama (202 a.C.), en el norte de África, Liddell Hart prosigue la biografía del Africano examinando su posterior carrera política, en la que el general romano no demostró las mismas aptitudes que en el campo de batalla. Es seguramente esta época la menos conocida y lustrosa del personaje.
La monografía prosigue con el análisis de la campaña en Oriente de Escipión el Africano y su hermano Lucio contra las fuerzas del rey seléucida Antíoco III, las acusaciones de corrupción que planearon sobre su gestión económica en dicho conflicto y el agrio retiro final de Escipión de la vida política, para finalizar con un capítulo de valoración final de la figura histórica y militar del Africano.
Hemos de tener en cuenta que el libro está escrito originalmente en el año 1926, una época en la que la historia académica no se realizaba de la forma tan técnica como se lleva a cabo actualmente. Asimismo, el autor tiene un objetivo principal que se deja sentir a lo largo de sus páginas, que no es otro que el de ensalzar la figura de Escipión, ya sea confrontándolo con personajes históricos contemporáneos, como su enemigo político Catón el viejo, o comparándolo con generales posteriores.
Por otra parte, Liddell Hart se interesa principalmente por el período de la Segunda Guerra Púnica, y no demuestra tanto interés por épocas posteriores de la biografía del personaje, como su enfrentameinto con Antíoco III o el retiro final de Escipión, hecho que afecta el valor global de la monografía.
Scipio Africanus, Greater than Napoleon es un estudio de aproximación a la figura de Escipión el Africano muy propia de la época en la que se escribió. Aún así, es una obra de agradable lectura, aunque no actualizada, sobre un personaje y una ápoca que cambiaron para siempre la historia de Roma.
Título:Scipio Africanus. Greater Than Napoleon Autor:B.H. Liddell Hart Editorial: Da Capo Press Fecha publicación: 2004 (1ª edición, 1926) Número de páginas: 281
Idioma: inglés ISBN-13: 9780786740703 Género: No ficción / Biografía / Militar / Historia de Roma Precio:
• Tapa dura: 33,39€
• Tapa blanda: 14,56€
• Ebbok: 8,99$ NOTA CULTURALIA: 8
—— Jorge Pisa
Un poco tarde, lo sabemos, pero hoy reseñamos en nuestro site Yo, Julia, una novela histórica que se distingue, así de un primer vistazo, por dos razones. La primera porque está ambientada en la Antigüedad y su protagonista principal es una mujer, algo ni mucho menos habitual en este género. La segunda porque es la última novela de Santiago Posteguillo y además su primer premio Planeta, que no es poco.
Posteguillo tras el éxito cosechado con sus trilogías sobre Escipión el Africano y Trajano, emprende un rumbo nuevo centrándose en un nuevo personaje, Julia Domna, mujer del emperador Septimio Severo y emperatriz de Roma a finales del siglo II y principios del siglo III d.C.
La novela se centra en el ascenso al poder de Severo tras la muerte del emperador Cómodo, en el que no estará solo, sino acompañado de una mujer de origen sirio que alberga una gran ambición de poder. Su único objetivo será que su marido sea proclamado emperador y crear una nueva dinastía imperial, la dinastía de los Severos.
Todo apunta maneras, aunque no siempre se alcanzan. Posteguillo hace bien en escoger un período y unos personajes no tan trillados como los habituales. Esto siempre lo hemos valorado en Culturalia. Eso le da, seguro, grandes posibilidades para confeccionar los personajes y las tramas. Pero creo que esa posibilidad no ha sido explotada al 100%. Quiero decir que el personaje de Julia Domna, desconocida por el amplio público, se acaba haciendo repetitivo a lo largo de la novela: una mujer con un solo objetivo que la hace comportarse siempre de la misma forma. El resto de los personajes se difuminarán, más o menos, ante su presencia.
La trama se inicia durante los últimos años del gobierno de Cómodo, y avanza con los de Pértinax y Didio Juliano, para finalizar en la guerra civil que enfrentó a Severo, Níger y Albino. Posteguillo no acaba de conseguir una prosa del todo adictiva, y algunas veces se hace, también, algo tediosa. Acierta por otra parte al presentarnos la historia desde las distintas perspectivas de los diversos personajes enfrentados, tanto masculinos como femeninos, y construyendo la acción con capítulos y subcapítulos cortos, lo que hace más aliviada la lectura de sus 698 páginas.
La emperatriz Julia Domna (193 – 211)
Pero aunque la novela hace referencia a Julia Domna, una mujer, gran parte de la acción, y de las páginas del libro, está protagonizada por hombres, entre ellos su marido. Hemos de pensar que si bien la novela está escrita en el siglo XXI, la trama transcurre en una sociedad masculina y patriarcal, en la que las mujeres no acostumbraban a tener demasiado contacto con el poder.
De ahí que también sea algo chocante el hecho de hacer a Julia Domna el gran cerebro político de la historia. Todas las decisiones importantes son tomadas, o mejor dicho, insinuadas por ella, y solo después ejecutadas por su marido o por los miembros de su familia, algo que no me parece demasiado realista. Aquí queda patente la pretensión demasiado «reivindicativa» del autor, que poco tiene que ver con la época que nos intenta evocar.
Sin embargo, el global de la trama es más que correcta y sorprendente en diversos momentos, tanto que obliga al autor a incorporar alguna nota a pie de página para convencer al lector de la veracidad de lo que está narrando, algo muy poco habitual en las novelas del género.
Por otra parte, Posteguillo utiliza como capítulos introductorios a las diversas secciones del libro el supuesto «Diario secreto de Galeno« que permite al lector ampliar algo más el punto de vista del avance de la trama, a la par que nos posibilita conocer, aunque sea solo en la ficción, la personalidad y las inquietudes de uno de las más famosos médicos de la historia.
Además, la portada del libro es muy impactante y nos muestra a una Julia Domna que más que hacer referencia a la mujer real de los siglos III y IV nos presenta a una bella joven de tez morena, más parecida a una modelo del siglo XXI. El marketing y las tendencias actuales en la elaboración de portadas de libros tiene mucho que decir al respecto.
Yo, Julia es una propuesta arriesgada: un personajes femenino y una época no referenciada por la mayoría del público. Y aunque se ha convertido en un éxito literario (premio Planeta) y seguro, de ventas, no acaba de ser una novela histórica redonda. Aún así hará las delicias de todos aquellos que quieran sumergirse en el exotismo de la historia romana y quieran conocer la vida de uno de aquellos personajes que no por desconocido fue menos importante en la época en la que vivió.
Título:Yo, Julia Autor:Santiago Posteguillo Editorial: Editorial Planeta Colección: Autores Españoles e Iberoamericanos Serie: Volumen independiente Temática: Novela histórica Páginas: 704 Fecha de publicación: 06/11/2018 Formato
• Tapa dura con sobrecubierta: 22.90 €
• EBook (Epub 2): 12,34 € NOTA CULTURALIA: 7
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Hoy os proponemos en Culturalia la lectura de Gladiadores. El gran espectáculo de Roma, de Alfonso Mañas, un libro que interesará y mucho a todos aquellos y aquellas apasionados por las luchas de gladiadores de la antigua Roma. Una obra muy completa que nos permitirá comprender y valorar el día a día en la arena del anfiteatro romano.
Gladiadores analiza el tratamiento del espectáculo gladiatorio desde su base, sus orígenes religiosos y conectados con la política en la República tardía romana y su evolución como espectáculo de masas en época imperial.
Desde la vida privada de los gladiadores hasta la arquitectura de los coliseos. El primer libro que aborda el mayor espectáculo de masas de la antigüedad: los gladiadores.
Una obra excepcional, profusamente documentada que brinda al lector una mirada global, sociológica e histórica, del primer gran fenómeno de masas de la historia de la humanidad.
Alfonso Mañas es doctor en Historia del Deporte con una tesis sobre gladiadores, tema al que se ha dedicado desde el inicio de su trayectoria investigadora (tiene numerosos artículos científicos sobre gladiadores en las revistas más prestigiosas del mundo). Es licenciado en Filología Inglesa y en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte por la Universidad de Granada. Trabaja como investigador en la misma Universidad y es miembro del Consejo Editorial de The International Journal of the History of Sport. Sus estudios han sido citados por medios internacionales como Fox News, MSNBC, National Geographic o el Daily Mail.
El próximo miércoles 18 de julio el Casal de Barri Torre de la Sagrera programa la conferencia Un día en la Barcino romana, una sesión que nos permitirá conocer la Barcelona romana y sus costumbres de primera mano.
Xerrada: Un día a la Barcino romana Data: Dimecres 18/07/2018 a les 18:00 h Duració: 1 hora i 30 minuts Preu: 6,15€ Lloc:Casal de Barri Torre de la Sagrera (Barcelona) Conferenciant: Jordi Pisa Sànchez (Historiador)
En aquesta xerrada acompanyarem a un jove membre de l’aristocràcia ciutadana, Luci Minici Natal Quadroni Ver, en un dia qualsevol de la seva vida a la antiga ciutat de Barcino. D’aquesta manera coneixerem els principals espais de la ciutat i els costums quotidians d’un membre de la classe dels decurions.
Casal de Barri Torre de la Sagrera Adreça: cr. Berenguer de Palou, 64-66
El próximo jueves 19 de mayo el Centre Cívic Can Felipa programa la conferencia Las Grandes Mentiras de la Historia de Roma, una oportunidad para conocer las falsedades que esconde la Historia Antigua.
Xerrada: Les Grans Mentides de la Història de Roma Data: Dijous 19.05.2016 a les 19.30 h Duració: 1 hora i 30 minuts Lloc:Centre Cívic Can Felipa (Barcelona) Conferenciant: Jordi Pisa Sànchez (Historiador)
Com no podria ser d’una altra forma, la història està ben plena de mentides que s’han acabat imposant en la cultura popular, sobretot arran de l’èxit de la literatura i el cinema i pel desconeixement dels mateixos mitjans de comunicació. En aquesta xerrada estudiarem algunes de les mentides més famoses i consolidades referents a la història Antiga de Roma per veure si superen un escrutini històric i científic.
No puede extrañar a nadie que en un momento histórico como el que vivimos en el que parece que la corrupción sea la ocupación principal de los políticos, los lectores se interesen por el “hecho” de la corrupción a lo largo de la historia. Y si pensamos en la corrupción en alguna época en concreto, parece claro que el mejor periodo para analizarla sea el de la Antigüedad romana, aquel en el que parece que se materializan de forma más cristalina los efectos de la corrupción política.
Este es el objetivo de Corrupta Roma, la novedad de Pedro Ángel Fernández Vega publicada por La esfera de los libros, que hace un análisis de la corrupción en la Roma republicana en un periodo muy concreto, aquel que se extiende entre el inicio de la Segunda Guerra Púnica (218 a.C.) y el decreto senatorial contra las bacanales (186 a.C.), esto es, en el periodo en el que secularmente se ubica la aparición y consolidación de la corrupción en la República romana.
Fernández Vega, profesor de Historia Antigua en la Universidad de Cantabria, lleva a cabo un recorrido pormenorizado sobre diversos aspectos de la corrupción en la Roma antigua. El libro se organiza en seis capítulos que analizan asuntos como la actividad cuestionable de los generales romanos en el campo de batalla y la gestión política de las victorias, los triunfos y los botines obtenidos en la guerra; los diversos escándalos de corrupción que, como en la actualidad, asaltaban la opinión pública cada vez de forma más cotidiana y en el que se vieron implicados figuras tan insignes como las de los hermanos Publio y Lucio Escipión, considerado el primero el salvador de la patria romana frente a la amenaza cartaginesa; la corrupción a la hora de gestionar las votaciones en las asambleas de ciudadanos para elegir los cargos políticos; el control de la información que como en cualquier régimen se utilizaba para decantar a la opinión pública hacia un lado u otro en cualquier asunto de importancia o la progresiva adquisición, por parte de los miembros de la aristocracia romana, de formas de comportamiento social de cuño heleno, mucho más refinadas que las propias romanas, y vistas como un elemento corruptor de la moral tradicional.
La monografía no trata tan solo los actos de corrupción que llevaban a cabo los políticos y aquellos más cercanos a ellos, sino que nos habla de los equilibrios de fuerza que existieron en el Senado de la época y que Fernández Vega compara con las facciones o partidos políticos actuales, aspecto este que le permite analizar la figura de Catón el censor de forma bastante pormenorizada. Y como no podría ser de otra forma, el autor también nos habla de la respuesta de la ciudadanía ante los abusos de la corrupción, que se instauró rápidamente en Roma en el momento en el que esta pasó de ser una fuerza hegemónica en Italia a ser la potencia política del Mediterráneo. Así, pues, la crítica de la población la veremos plasmada en la actuación de las asambleas romanas, integradas, cabe recordar, tan solo por ciudadanos romanos, y en los actos de reprobación llevados a cabo por las mujeres romanas en el ámbito público, que también tuvieron cabida en el marasmo de la política romana de la época, sobre todo en los momentos más trágicos de la Segunda Guerra Púnica.
La obra de Fernández Vega aunque muy descriptiva resulta, sin embargo, algo incompleta en lo que respecta al periodo histórico que analiza. Si bien la mayoría de los investigadores consideran que fue con la Segunda Guerra Púnica y la conversión de Roma en una potencia hegemónica en el Mediterráneo, cuando las costumbres y las formas de hacer política mutaron en la sociedad romana, gracias a la llegada de grandes cantidades de riqueza generada por las continuas guerras de expansión, el espacio de tiempo analizado en el libro (218 -186 a.C.) resulta algo breve y se nos muestra como una elección algo artificial y no del todo bien argumentada.
La obra, por otra parte, no es propiamente de difusión, ya que no posee un contenido fácil de seguir por la mayoría de los lectores, sino que tiene una forma y una estructura de monografía académica, algo ardua a la hora de leer por parte de aquellos que no posean conocimientos previos sobre la época, sobre todo en el momento de seguir la actividad de ciertos personajes y discernir los hechos concretos de la historia política que engloba el periodo al que hace referencia. Además la división en capítulos temáticos y la reaparición de personajes y acontecimientos en diversos momentos de la obra analizados desde puntos de vista diferentes, puede provocar en el lector poco versado en el periodo un cierto despiste, solo solventado por la consulta del breve índice onomástico situado en las páginas finales del libro.
Aún así, Corrupta Roma nos hace reflexionar a través de la corrupción del pasado antiguo sobre la corrupción del mundo actual y más concretamente de la catalana y la española y nos deja bastante claro que la corrupción ha existido siempre, seguramente desde que el hombre es hombre, y que tan solo hace falta que se dé la ocasión para que una persona o un político cualquiera se dejen seducir por la corrupción, y que se acabe imponiendo la naturaleza bastarda que, seguramente de una forma u otra, todos llevamos dentro. Una ocasión para reflexionar sobre lo que somos fijándonos en lo que fuimos… ¿no creen?
Título:Corrupta Roma Autor: Pedro Ángel Fernández-Vega Editorial:La Esfera de los Libros Colección: Historia Fecha de publicación: 01/09/2015 Páginas: 456 ISBN: 978-84-9060-446-5 Género: Ensayo Formato: 16×24 Cartoné Precio: 23.90 €
Pompeya siempre ha sido un icono de la historia de la Roma antigua y, seguramente, uno de los hechos históricos más famosos de la Antigüedad, ya que no es demasiado habitual que una ciudad (en este caso varias, ya que la erupción del Vesubio también afectó a las poblaciones de Estabia y Herculano) fuera arrasada por la lava de un volcán, y de esta forma sus vestigios llegaran a nosotros de una forma tan trágica y espléndida al mismo tiempo. Acontecimiento este que ha generado un gran número de publicaciones, tanto en el ámbito académico, en el de la difusión como, y este es el caso que nos interesa ahora, en el de la novela histórica. No por otra, Ediciones B publicó el año pasado, Vesuvius, de Marisa Ranieri Panetta, una novela escrita, además, por una gran conocedora y divulgadora de la historia romana.
«Flavia lamenta la suerte que la ha obligado a casarse con el rico y viejo Quinto Popeo, propietario de una de las fincas más hermosas de la ciudad de Pompeya. Se trata de un matrimonio de conveniencia, y todo parece hostil: el propio Quinto, la nueva ciudad y el ambiente que reina en el hogar. Solo las atenciones de Lucio Seyo, brillante político, ofrecen a la joven una esperanza de cambio.
Vesuvius nos traslada a una época en la que la vida cotidiana se cruza con la alta política y las pasiones se tiñen de ambición desmedida. Una novela con la que recorremos las calles de Pompeya, entramos en los edificios públicos, oímos a las personas que acudían a las termas, que rezaban a Isis o discutían en las basílicas y que se convirtieron en protagonistas de una de las tragedias más impactantes de la Historia».
Vesuvius es una novela histórica que despista al lector. Tanto su título, la portada del libro como, en parte, su sinopsis, nos pueden hacer creer que la trama se desarrollará durante los momentos previos, o próximos, al fatídico 24 de agosto del año 79 d.C., lo que nos permitirá revivir, de una forma literaria, qué es lo que ocurrió aquella fatídica jornada. Si bien, ya en las primeras páginas nos damos cuenta de que esto no va a ser así. Aunque la trama inicial se ambienta en el año 79 d.C., muy pronto el argumento da un salto en el tiempo que nos traslada al año 64 d.C., esto es quince años antes, para narrarnos la vida de Flavia, y el cambio que va a dar su vida al casarse, por conveniencia, con el rico Quinto Popeo, tras lo cual se traslada a vivir a su residencia en Pompeya.
Marisa Ranieri Panetta
A partir de aquí la novela se centrará en la vida social de los miembros de las clases altas de Pompeya, dedicando una especial atención al relato de sus relaciones, amoríos, y a la narración de las intimidades de una serie de personajes cuya existencia se va acercando ineluctablemente, aunque poco a poco, a la funesta fecha de la erupción del Vesubio.
Como se pueden imaginar, pues, la trama desarrollada en la novela, tiene que ver poco con la erupción del volcán y mucho con la alborozada vida de los miembros de las clases altas de Pompeya. Por desgracia Ranieri, aunque nos describe con una fuerza inusual la realidad cotidiana de la ciudad, algo que la autora tiene por la mano debido a su experiencia en el ámbito académico, no tiene la capacidad para crear toda una serie de personajes que puedan interesar, de la misma manera, al lector, algo en lo que tiene que ver el estilo literario utilizado y los continuos saltos temporales en la narración, que no permiten al lector hacer suya la línea de avance de la novela.
No será hasta muy tarde que llegaremos al clímax de la narración, esto es, la erupción del Vesubio y la tragedia que condenó a la ciudad de Pompeya y a sus habitantes, aunque en relación al paginado de la novela, uno tiene la sensación que no se le ha dedicado el espacio necesario a la narración de la deflagración y sí mucho a la observación de la vida social pompeyana. Además, Ranieri crea algunas líneas argumentativas propias del thriller y del género del misterio, que parece no saber finalizar, otro elemento que puede dejar algo descolocado al lector. A lo que se suma la escasa atención que muestra Ranieri a los acontecimientos políticos en Roma, que aunque citados incidentalmente, parecen no interesar demasiado a la autora.
De esta forma Vesuvius se queda a medias en varios aspectos: como novela histórica; como relato de la erupción del Vesubio al que la trama hace referencia y en el intento de hacer que el lector se haga con la trama y con los personajes, sino de una forma muy superficial. Un menú, este, que seguro dejará a más de uno con las ganas de conocer algo más sobre la erupción que llevó a Pompeya a convertirse en un símbolo de la historia romana, y que marcó la vida de muchos de sus habitantes y de tantos otros a los que nos apasiona la Historia antigua.
Título: Vesuvius Autora: Marisa Ranieri Panetta Editorial:Ediciones B Páginas: 400 Formato: Tapa dura | 15 x 23 cm ISBN: 978-84-666-5541-5 PVP: 19.00 €