En la mesa no se habla.
Pero aquí los comensales lo hacen por los codos.
En la mesa se come uno lo que le pongan.
Y los que a ella se sientan se debaten entre lo que les toca en el plato y lo que verdaderamente quieren tomar.
En la mesa se usan los cubiertos.
Pero ambos asistentes acabarán usando las manos.
“¿Cuchara o tenedor?” es una comedia que explora con generosidad los riesgos personales de la “esquizofrenia social”. A lo largo de dos monólogos alternantes, que van caprichosamente de un protagonista al otro, conocemos con detalle la dificultad de dos personajes cada vez más hartos de la esfera pública que les encumbró, cada vez más desesperados por reivindicarse como criaturas humanas.
La Compañía andaluza Tenemos Gato propone a ritmo de chiste fácil, gesto histriónico y carisma de sus intérpretes una reflexión sobre la importancia de poder querer a otro y, además, de acuerdo con la esencia de uno mismo más allá del encasillamiento social.
Cristina chispeante
El montaje, lejos de artificios escénicos y seguro de la eficacia de su premisa temática, se desarrolla sin apenas pudor por un sendero en el que el oficio de los intérpretes ayuda al público a transitar con cierta decisión. Cristina Rojas se muestra bulliciosa, divertida, desquiciada y excesiva. Siempre deliciosamente vital. Es “cuchara” que nos haría engullir cualquier mejunje que procediera de plato escénico. Su gracia y expresividad son fieles compañeras y momentos como la narración del encuentro con el “negro” resultan irresistibles. Homero Rodríguez Soriano, en cambio, ofrece una progresión más inteligente: A él le tocó “cacarear” al principio según los temibles estereotipos. Y aunque su “plumaje” es esporádicamente resplandeciente, será cuando se despoje de la “cresta” cuando empiece a reinar en escena: El “tenedor” con que nos ataca es incisivo pero afortunadamente no probaremos del todo gustosos bocado hasta que decida clavárselo a su propio personaje. Entonces, Homero exhibe una ternura considerable.
El mantel en el que se sirve este alegre ágape es prometedor por su concreción estética: Cada personaje se encontrará encerrado en los límites de una alfombra que compone con la iluminación y el vestuario un todo: naranja para él, azul para ella. Pero la dirección de Luis Felipe Blasco Vilches no aprovecha dichas posibilidades. Como tampoco el recurso a la fragmentación a la hora de ir desarrollando la historia de cada personaje: La dramaturgia del mismo Blasco Vilches ensambla con cierta habilidad las dos líneas argumentales y, de este modo, potencia el suspense del espectáculo. A pesar de que cada una de ellas es absolutamente independiente y de no encontrarse una y otra más que en aislados momentos para subrayar metateatralmente el mensaje final.
Y, por último, si analizamos el “menú”, constatamos que la ligereza expositiva del argumento, demasiado preocupado por buscar la complicidad inmediata del público, dificulta entrar en el tema que se trata. Pero como a Blasco Vilches le interesa sobre todo que “piquemos algo” y hagamos después una “buena digestión”, abandona cualquier pretensión de abordar con profundidad la cuestión en aras del entretenimiento más inocuo. Y lo consigue. Aunque sea parcialmente porque a este simpático “aperitivo” le sobra media hora.
Por Juan Marea
“¿Cuchara o tenedor?” se representa en La Sala Fundición de Sevilla hasta el 6 de octubre
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