Dones com les d’ara podrien entendre’s amb el mascle que les sedueix. Si treballessin en equip. Llavors, tots guanyarien: Elles deixarien de competir. Ell tindria l’agenda sexual organitzada i supervisada. I que visqui l’amor modern!
A “NUES”, Roberto Santiago sacseja les regles del vodevil i el resultat és una nova modalitat: Aquí, les femelles prenen la iniciativa i, sorprenentment, ho fan sense cap ànim venjatiu. Es reparteixen per torns el casanova de la funció (un Pep Munné amb ofici però sense enginy). A més, Santiago situa l’equip en un context cinematogràfic, que sempre ajuda perquè aporta glamur i embolic. Però no ens enganyem: La trama i el marc no són més que pretextos per a què puguem engrescar-nos amb tres dames diferents i perfectament complementàries: una guionista ni tan badoca ni tan decidida (pintoresca Mònica Pérez), una aspirant a “starlette” molt eixerida (encisadora Alba Sáez) i la productora que, a més, és la cònjuge banyuda (convencional Mone Teruel).
Preparats per jugar a les portes de l’Infern?
No us diré que això es tracta d’una comèdia enginyosa. Tampoc no admetré que estiguem davant d’un experiment innovador. De cap de les maneres. Però sí confesso obertament que el text deixa entreveure alguns esbossos de personatges remarcables: Les tres protagonistes representen el que molts (i aquí canvio el gènere perquè m’hi incloc) aspirem a ser de grans: estimats, amants i solidaris (en aquest ordre).
La posada en escena d’Eduardo Duran i Jaume Morató és rutinària i amb un ritme vacil·lant. Els directors fan poca cosa més que disparar el tret de sortida per a què els actors es moguin amb esportivitat. És per això que els millors moments els viu la platea quan els actors alliberen sense complexos la seva capacitat improvisadora, terreny on corre amb molt d’estil la Mònica, divertida, expressiva i descarada. I escenes com la de la discussió sobre el nom del nadó que una d’elles ha de tenir o els orígens “alburquerquerenys” (amb tres erres) d’una altra s’imposen amb un surrealisme quotidià sensacional.
Quatre no són multitud avui dia, que la fidelitat ha esdevingut el millor atribut de l’hedonisme i a “Nues” el plaer de tots ells és que s’han conegut…
La Villarroel estrenó el pasado 9 de octubre uno de los primeros textos teatrales escritos por David Mamet, Perversiones sexuales en Chicago, una vivisección de la pareja en un mundo de compromisos y relaciones liquidas. Una adaptación de Roberto Santiago, dirigida por Juan Pedro Campoy e interpretada por cuatro jóvenes valores: Cristina Alcázar, Úrsula Corberó, Javier Pereira y Fernando Gil.
Deborah (Úrsula Corberó) y Danny (Javier Pereira) se conocen una noche al coincidir en un local en compañía de sus amigos, Joan (Cristina Alcázar) y Bernard (Fernando Gil). Entre ellos dos se produce, desde el primer momento, un arrebato de pasión y deseo sexual de alta graduación, lo que les lleva a iniciar una relación de pareja. Pero no todo será plácido en su idilio. Sus mejores amigos (Joan, de ella y Bernard, de él) no les pondrán las cosas fáciles, mostrándose ambos reacios al desarrollo de la relación.
Deborah y Danny decidirán irse a vivir juntos, embriagados por el romanticismo que envuelve sus sentimientos. Sin embargo la vida en pareja hará aflorar los primeros problemas originados por el deficiente ensamblaje de los caracteres y la carencia de compromiso entre ellos. Un atolladero sentimental que hará que la relación se transforme en una suma de reproches y falta de entendimiento y en una plasmación de su aún no superada etapa emotiva adolescente.
Mamet, como es propio del autor norteamericano, nos sitúa de pleno, ya desde el inicio de la representación, en un contexto realista, aunque minimalista, que dominará el transcurso de la obra, en el que realiza un estudio, cómico a veces, melodramático por momentos, de las relaciones de pareja en una actualidad liquida y consumista. Un objetivo que pretende alcanzar con una historia interpretada por cuatro personajes, una pareja y sus dos mejores amigos (de cada uno de ellos, no entre ellos) y que se desarrolla con un ritmo ultraligero.
Ante nuestros ojos veremos desarrollarse la relación a una velocidad supersónica, desde el encuentro en un bar de copas entre Deborah y Danny, su intento fatuo de vida en pareja y el propio desgaste que esta provoca sobre la pasión nacida entre ellos. Todo esto a partir de una sucesión de escenas, ya sean monólogos, interpretaciones a dos caras o escenas en las que los cuatro interpretes están en el escenario (las menos), que desfilan a un ritmo vertiginoso, que provoca casi el encabalgamiento de una sobre la otra, fiel representación de la rapidez con la que se mueve el mundo de hoy en día.
En estas escenas, y con un encuadre natural y cotidiano, Mamet reflexiona sobre el comportamiento y las preocupaciones que afectan a los hombres y las mujeres en estos tiempos postmodernos y reduccionistas en los que nos ha tocado vivir: las dudas del individuo ante el otro; la falta de referentes y valores de los jóvenes; la obsesión por el sexo; el miedo al compromiso… Un auténtico avispero de emociones y des-ilusiones que forma parte del día a día de la mayoría de nosotros.
En este marasmo de intenciones se mueven los cuatro intérpretes de Perversiones sexuales en Chicago, intentado hacer suyos los desvelos de una obra escrita en 1974 en un ambiente de cuño estadounidense, con la voluntad, de la mano de la adaptación de Roberto Santiago y la dirección de Juan Pedro Campoy, de traspasarlos a un escenario barcelonés en la segunda década del siglo XXI. Unos jóvenes actores y actrices que tienen experiencia teatral, pero que provienen principalmente del cine y, sobre todo, de la televisión. Y se nota.
Cristina Alcázar, Úrsula Corberó, Javier Pereira y Fernando Gil se deshacen de sus complejos, y de su timidez, para enfrentarse al texto de Mamet. Si bien el resultado es desigual. Si la pareja principal, la formada por Úrsula Corberó (que realiza su primera incursión en los escenarios) y Javier Pereira muestran algunas carencias a la hora de interpretar sus respectivos papeles, el do de pecho lo llevan a cabo los que podríamos considerar los actores secundarios, Cristina Alcázar y Fernando Gil. Este último invierte en su actuación su desarrollada vis cómica, para dar vida a un soltero empedernido, despectivo y que valora en muy poco a las mujeres, sobre todo a Deborah y su amiga Joan. Dignos de resaltar por su comicidad son sus monólogos y la visión machista que tiene de las mujeres y de la vida, al más puro estilo Club de la Comedia; Por otro lado Cristina Alcázar acierta muchísimo en su interpretación de mujer atractiva, realista y con carácter. Seguramente la mejor interpretación del cuarteto.
A este descompensado mosaico teatral se suma el hándicap de que los años no han pasado en balde desde el estreno original de la obra, y lo que ésta nos muestra ya no sorprende tanto como sorprendía a mediados de los años 70 del siglo pasado (y miren que me cuesta hablar del siglo XX como el siglo pasado!!), ya sea en su formato o en su contenido, que ha quedado superado por el simple pasar de los años.
Perversiones sexuales en Chicago adolece, pues, de indefinición actoral y de envejecimiento prematuro, aunque hoy en día casi todo es prematuro… Algo que se soluciona, en parte, con el ritmo desenfrenado de la representación, por lo acertado de la temática, vigente, aunque de otras formas en la actualidad, y por los «sin tapujos» y la falta de recato a la hora de hablar y reflexionar sobre el sexo y la relación de pareja, o lo que podría ser lo mismo, la lucha de sexos, que, reconozcámoslo, no ha desparecido nunca, más bien ha modificado sus ingredientes, para filtrarse de forma sibilina y «políticamente correcta» en las conversaciones de los almuerzos en la oficina, o en los secretos y voluntades inherentes en los grupos de amigos.
Perversiones sexuales en Chicago se queda a medias en el recorrido que pretende transitar, aunque nos muestra la concepción del autor de la obra de que el mal forma una parte «inseparable del corazón humano». No soy yo el que vaya a contradecir una verdad como esa, aunque no sé si la obra, que estará en cartelera en La Villarroel hasta el próximo 4 de noviembre, es la mejor forma para demostrarlo. Juzguen ustedes mismos.
«Perversiones sexuales en Chicago» se representa en La Villarroel del 9 de octubre al 4 de noviembre de 2012.
Autor: David Mamet
Versión: Roberto Santiago
Dirección: Juan Pedro Campoy
Intérpretes: Fernando Gil, Úrsula Corberó Javier Pereira y Cristina Alcázar
Música: Tea Baggers
Escenografía: La Ruta
Producción: La Ruta Teatro en coproducción con el TCM
Horarios: de martes a jueves a las 21:00 horas; viernes a las 21:30 horas; sábados a las 18:30 y a las 21:00 horas y domingos a las 18:30 horas. Precio: 24,4 € Idioma: castellano