Ya no necesitamos imaginar. Nos lo recuerda continuamente el Avance Tecnológico con la creación de mundos artificiales paralelos.
¿Para qué dar forma a los sentimientos? El Consumismo los lava, plancha, dobla y precinta para que podamos llevárnoslos bien envueltos después de haber aceptado pagarlos en cómodos plazos.
El teatro, que afortunadamente no pierde comba, recupera su misión de denuncia y para no ser desterrado de pleno por sus adormilados destinatarios nos está acostumbrando a tomar conciencia de todo ello sin hacer mucho ruido.
Después de los interesantes complots mediáticos de “George Kaplan” en la Sala Beckett, y de los felices escarceos sentimentales de “Smiley” a golpe de “uasap”, ahora llega a la Sala Flyhard “Ego”, una “comedia tecnológica” que no contenta con mezclar con soltura humor y suspense a ratos escalofriante, logra trascender su condición de digno entretenimiento. Y lo hace gracias a la habilidad del autor Marc Angelet para tratar un tema tan preocupante como apasionante hoy día: La progresiva vampirización del ser humano por los medios de comunicación virtuales inalámbricos (seguro que ya sabéis a qué me refiero) a la hora de dirigir el rumbo de su vida.
Oriol Casals y Xavi Francès a punto de disolverse.
Con “Ego”, no solo entramos en un ameno encuentro entre un encantador “freak” (celebrado Xavi Francès), la sabionda novia de su socio y el desequilibrado policía encargado de investigar la desaparición del tercero en discordia. Además (y aquí radica el gran logro de esta propuesta), “Ego” tiene como gran leitmotiv una letal aplicación informática impulsora de la trama, conquistadora del ritmo, dueña absoluta del espectáculo y casi abductora final de los atentos espectadores bajo una cómplice atmósfera inquietante que roza con ingenio la incomodidad.
Angelet estructura su juguetona pieza a base de ir superponiendo los diferentes tiempos narrativos y cuando pasado y presente se confunden la obra alcanza sus momentos más estimulantes por su notable ensamblaje. La propuesta, no obstante, se inclina hacia la comercialidad convencional (lícita y meritoria también), que resta singularidad al todo. A ello coadyuvan la oportunista pero eficaz inclusión de escenas de agradable eco “retro” (Francès cantando con el Dúo Dinámico; el flash-back como superhéroe felador del impávido desaparecido) y los guiños a unos personajes caricaturizados con gracia (el malo es “periquito”; el único personaje femenino es listo pero ligero de cascos). No tan acertada resulta la dirección de actores, algo apagados y con interpretaciones poco matizadas, y el desarrollo de la historia acusa ciertos desajustes en el ritmo. Pero nada de ello ensombrece la contundencia del mensaje: Para ser alguien tienes que dejar de ser. Pon un teléfono inteligente en tu vida y ya no tendrás que latir más.
Por Juan Marea
«Ego» se representa hasta el 30 de diciembre
http://www.flyhard.org/?p=3636