Aunque esta semana se ha retrasado, por motivos personales, la crítica del sexto capítulo de Hispania la leyenda, tanto que casi se encabalga con la de la entrega número siete que se emitirá mañana, no por ello vamos a dejar de colgarla.
En el capítulo del miércoles pasado las cosas se han precipitado casi de un forma violenta tanto en el campamento romano como en el poblado lusitano de Caura. El pretor Galba ha caído enfermo de unas fiebres africanas, acontecimiento que ha hecho disparar todas las alarmas y todas las conspiraciones tanto entre los romanos como entre los lusitanos. La única que podrá curar a Galba es Helena, la hija de Teodoro. Por otra parte Marco, se ha de hacer cargo del campamento durante la “baja” de Galba e intentará, también, “atentar” contra la vida del gobernador, lo mismo que Claudia, su esposa, que tendrá que emplearse a fondo para detener los planes de su marido de dejarla sin testamento.
La dramática situación del campamento no impide que lleguen a él las primeras monedas romanas con el objetivo de normalizar y potenciar la actividad económica en toda la zona, una medida rechazada en pleno por el Consejo de Caura, que ve la llegada de las monedas como un primer paso para dominar el territorio. Será en este contexto en el que Alejo y Teodoro intentarán obtener unos pingües beneficios vendiendo espadas “especiales” a los romanos forjadas con una aleación mejor.
Como siempre, y una vez expuesto brevemente el argumento del capítulo, procederemos a analizar algunos aspectos del mismo.
Un tema que parecía podía ser interesante es el de la llegada de la moneda romana, aunque el planteamiento de la serie no ha sido el más histórico posible. Hemos de tener en cuenta que la moneda ya circulaba por la península Ibérica antes de la llegada de los romanos, ya que los pueblos indígenas comerciaban desde los siglos VII y VI a.C. con fenicios y griegos. Por lo que convertir a los romanos en portadores de la primera moneda a Hispania es erróneo ya que nos muestra a Roma como una cultura avanzada y a los lusitanos como un “pueblo atrasado”. Error que el propio capítulo desenmascara ya que el mismo Alejo de Urso, el prometido de Helena, nos ha comentado que comercia desde hace tiempo con los romanos, con los que también quiere hacer negocios durante este capítulo. Por tanto el slogan de que la guerra no se gana con las espadas sino con la moneda queda un poco descafeinado. Lo que sí podríamos decir a favor de la aparición de la moneda en el capítulo es que con el dominio r
omano la economía peninsular se integra plenamente en el contexto romano y mediterráneo y el intercambio monetario se generaliza, aunque, como es obvio, no llegó a equipararse nunca con el uso que actualmente hacemos de la moneda y de los billetes.
Hemos conocido, aunque muy por encima, la existencia de la medicina romana y la indígena. Una vez que Galba cae enfermo el médico de la legión se hace cargo de él, dejando su puesto más tarde a Helena, la única que conoce la enfermedad y puede remediar sus efectos. Hemos de tener en cuenta que la medicina ya existía en el siglo II a.C., ya que había sido desarrollada desde tiempos inmemoriales, aunque no se puede comparar con la actual, tan tecnificada y desarrollada. El mundo antiguo, e incluso el de épocas muy recientes, no conocían, sin embargo, de la existencia de los virus y las bacterias, ni tampoco demasiado del funcionamiento interno del cuerpo, de ahí que Helena indique que la infección solo se puede materializar a través un contacto entre la sangre y una herida abierta. Siendo así, nos tendríamos que preguntar ¿cómo y dónde se ha contagiado Galba?
Un aspecto interesante del capítulo han sido los testamentos del padre de Claudia y de Galba y del empeño que su posesión y control ha
originado. Los testamentos existían también en época romana. Fijémonos en que los dos testamentos de los que hemos oído hablar en el capítulo son de dos pater familias romanos, ninguno que afectase a los lusitanos. A través de estos testamentos escritos se dilucidaba el destino de los bienes de una persona, un hombre normalmente en estas épocas, cuando la muerte venía a trastocar su existencia. Testamentos famosos fueron, por ejemplo, el de Julio César y el de Marco Antonio en época republicana, y más tarde los redactados por los emperadores, ya que sus últimas voluntades podían señalar y señalaban al heredero de tan vasto poder, como fue el caso de Augusto, Tiberio o Calígula.
Si el tema de los testamentos es un acierto, el asunto de las espadas es un descalabro. El intento de negocio entre lusitanos y romanos con las espadas, llamadas gladius, es casi un sinsentido. Como no podía ser de otra forma Roma suministraba en época republicana a sus soldados las armas necesarias para llevarlos al campo de batalla, por lo que disponía de los talleres y arsenales necesarios para su fabricación y almacenaje, aunque en épocas anteriores fueran los mismos ciudadanos/legionarios los que tenían que aportar su armamento. Hemos de pensar que en estos momentos la actividad militar era considerada un derecho ciudadano, no una obligación, como lo es en la actualidad. Por todo esto es bastante fantasioso que los propios indígenas lleguen a fabricar espadas de cuño romano incluso con una mejor aleación, que por lo visto las hace más eficaces. Aunque este hubiera sido el caso, que no lo fue, la legión se autoabastecía de este tipo de artículos vitales para su éxito final, dependiendo más, cuando estaba en campaña, del abastecimiento de comida, necesidad que podía satisfacer gracias a los impuestos estipulados a los territorios cercanos e incluso con la caza.
Centrándonos un poco más en Viriato, he de decir que tengo aún la sensación de que la serie está robin hoodiando su figura histórica. Si nos fijamos el rebelde y los suyos viven y se ocultan en el bosque y su base de operaciones es una cueva. Si no me equivoco creo que se ha optado por un modelo antagónico a la hora de dibujar tanto a romanos como a lusitanos. Si los primeros son presentados como inmorales, sin principios e incluso malignos, Viriato parece ser un alma cándida y benevolente, a encarnación de los mejores valores de la nación hispana. Hemos de tener en cuenta que la realidad fue, seguro, menos idealista que lo que nos muestra la serie, y los grises abundarían mucho más que no los blancos y los negros, tanto en un bando como en otro. Aunque conocemos casos de pretores que más que gobernar se dedicaban a la rapiña, también conocemos casos opuestos, en los que la actividad de los gobernadores era loada incluso por los propios indígenas y más tarde hispano-romanos.
Por último nos centraremos en la acción llevada a cabo por las esclavas de Claudia, Nerea y Sabina. Esta última ha intentado escaparse del campamento con la ayuda de su compañera, un hecho bastante habitual en la época. No hemos de pensar en la vida de los esclavos como en un infierno, como a veces hemos visto en las películas, sino tan solo en una existencia privada de libertad. Los esclavos eran una propiedad más de sus amos, por lo que a éstos no beneficiaba en nada “estropearla” y maltratarla, cosa que incidiría negativamente en su propia economía. Aún así, no todos los esclavos se tomaban a bien su situación social, por lo que podían intentar escaparse. Para evitar esto se promulgaron leyes que indicaban los castigos a los que se exponía un esclavo evadido. Aún así, y como todos conocemos, en el siglo I a.C., un poco más tarde de la época en la que está ambientada la serie, se produjeron grandes revueltas de esclavos, la más conocida de ellas fue la de Espartaco, que reunió bajo sus órdenes a miles de esclavos y puso en jaque la estabilidad social, económica y política de la propia Roma.

Es de remarcar también el final de estilo gore del capítulo en el que las dos esclavas dan a comer a los cerdos del campamento los restos del cuerpo del liberto que no solo ha evitado la huida de Nerea sino que se ha aprovechado carnalmente de ello forzando sexualmente a Sabina.
Lo dejamos aquí por hoy, de nuevo a la espera de una nueva entrega de Hispania la leyenda.
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Escrito por: Jorge Pisa Sánchez