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Estrenos de cine y críticas de películas.

Estreno cinematográfico: Betty Anne Waters, de Tony Goldwin

 

El próximo 15 de julio llega a las pantallas de nuestro país la película Betty Anne Waters, una historia dramática basada en un hecho real, dirigida por Tony Goldwyn, y que cuenta con Hilary Swank como máxima protagonista.

Tras ser acusado del asesinato de una mujer, Kenneth Waters es juzgado y condenado a cadena perpetua. Únicamente su hermana Betty Anne cree firmemente en su inocencia, y por ello decide hacer todo lo posible para demostrar que la condena es un error. De esta manera, no dudará en emplear dieciocho años de su vida para lograr su fin: en este lapso de tiempo deberá licenciarse en Derecho con la intención de reabrir el caso y así poder defender al acusado ella misma. Obligada a dejar de lado su vida, iniciará una dura batalla legal contra el Estado, que no admitirá fácilmente su error.

Dirigida por Tony Goldwyn (El último beso), Betty Anne Waters cuenta con un reparto encabezado por Hilary Swank (Million Dollar Baby) en el papel de la hermana que inicia una heroica lucha para salvar a su hermano, papel que recae en Sam Rockwell (Iron Man 2). En papeles menores encontramos a Minnie Driver (El mundo según Barney) y Melissa Leo (The Fighter).

Betty Anne Waters se estrenará en nuestros cines el 15 de julio de 2011.

Título: Betty Anne Waters
Nacionalidad: USA
Año: 2010
Director: Tony Goldwyn
Guión: Pamela Gray
Intérpretes: Hilary Swank, Sam Rockwell, Minnie Driver, Melissa Leo, Peter Gallagher, Juliette Lewis, Karen Young, Clea Duvall, Ari Graynor

Estreno cinematográfico: Amigos, de Marcos Cabotá y Borja Manso

El próximo 8 de julio llega a las pantallas de nuestro país la película Amigos, una comedia que cuestiona qué estaríamos dispuestos a hacer para ganar una apuesta, incluso si por ello pondríamos en peligro una sólida amistad, en una obra codirigida por Marcos Cabotá y Borja Manso, y protagonizada por Ernesto Alterio, Diego Martín y Alberto Lozano.

Nacho, Santi, Diego y Víctor son amigos desde la niñez. Unidos por su carácter competitivo, pronto empezaron a realizar apuestas entre ellos, siempre con un riesgo que en ocasiones no tenían del todo controlado; así, tras un accidente provocado por Nacho, el resto del grupo terminó por distanciarse de él, abandonando ese absurdo juego.

Años después, tras la muerte de Nacho el grupo comprueba que el muchacho dejó una última apuesta para ellos: 17 millones de euros están en juego para quien consiga mayor audiencia en un programa de televisión. Una cantidad suficientemente golosa como para dejar escapar esa oportunidad. De esta manera, la competitividad existente entre ellos vuelve a aparecer, haciendo que los tres amigos protagonicen situaciones ridículas e inverosímiles que terminarán afectando la vida personal de cada uno de ellos.

Marcos Cabotá y Borja Manso, directores de esta comedia, han contado con la participación de un trío de actores experimentados en el género del humor como son Ernesto Alterio (El otro lado de la cama), Diego Martín (Días de fútbol) y Alberto Lozano (Mejor que nunca), acompañados de dos actrices menos habituales en este tipo de films como Goya Toledo (Las 13 rosas) y Manuela Velasco (REC y REC 2).

Amigos se estrenará en nuestros cines el 8 de julio de 2011.

Título: Amigos

Nacionalidad: España

Año: 2011

Director: Marcos Cabotá, Borja Manso

Guión: Borja Manso, Borja Cobeaga

Intérpretes: Ernesto Alterio, Diego Martín, Alberto Lozano, Goya Toledo, Manuela Velasco

Distribuidora: Tripictures Spain

Crítica cinematográfica: Transformers: El lado oscuro de la Luna, de Michael Bay


Con la llegada del verano se estrenan en nuestras pantallas las grandes superproducciones norteamericanas, aquéllas que invitan a refugiarse del sofocante calor en un cine armados de palomitas y refrescos. Una de las más esperadas este año es Transformers: El lado oscuro de la Luna, la tercera entrega de la conocida saga de robots que luchan por salvaguardar la paz en la Tierra, un producto que mantiene la firma del director Michael Bay y a Shia LaBeouf encabezando el reparto.

Tras lograr restablecer la paz en el mundo, nuestros protagonistas se enfrentan a otro tipo de tareas: los Autobots, al servicio del gobierno norteamericano, protagonizan pequeñas misiones en zonas de conflictos, mientras que Sam Witwicky centra todos sus esfuerzos en encontrar un trabajo a su medida, una tarea ardua e incomprensible para quien ha salvado el mundo en dos ocasiones. Pero pronto esa tranquilidad se verá interrumpida por un hecho que tiene su origen en la carrera espacial de los años 60 entre EE UU y la URSS, tiempos de guerra fría: una nave Autobot estrellada entonces en el lado oscuro de la Luna hará que la guerra entre Autobots y Decepticons se reabra en la actualidad.
Una vez más, se nos presenta aquí una conocida historia donde la lucha entre el bien y el mal es la protagonista absoluta, donde la acción, la ambición y la traición se erigen como los elementos fundamentales. En este sentido, Transformers: El lado oscuro de la Luna no sorprenderá, ya que sigue los patrones típicos de este tipo de films: el joven héroe ninguneado por las autoridades, la hermosa muchacha que sin quererlo termina metiéndose en la boca del lobo, la fidelidad entre viejos amigos, pequeños apuntes de humor, algún que otro momento emotivo, discursos grandilocuentes y, por supuesto, valerosos soldados norteamericanos dispuestos a morir si de esta manera consiguen salvaguardar las libertades de los humanos.

Como en otras películas de índole similar, el argumento suele estar al servicio de la espectacularidad de las escenas de acción, escenas en las que Michael Bay ya ha demostrado su talento con anterioridad, y de las que aquí van más que sobrados (en especial en la segunda parte del film): a lo largo de todo el metraje se suceden carreras en coches que al instante se transforman en guerreros, trepidantes escenas de acción (algunas tan rocambolescas e inverosímiles que, sin pretenderlo, arrancan la sonrisa del espectador), luchas entre gigantescos robots, etc., en un pantagruélico despliegue de efectos especiales que logran retos tan difíciles como el de presentar la ciudad de Chicago al borde del apocalipsis (impresionante las imágenes en que se desploma un acristalado rascacielos con los protagonistas en su interior), un despliegue de tal magnitud que consigue que, en los últimos 60 minutos, la batalla final no dé tregua al espectador. Además, para ofrecer una mayor espectacularidad, y con toda seguridad para sacar un mayor rendimiento a la inversión efectuada, la película se presenta en 3D, una opción que enaltece el trabajo de los efectos creados por ordenador. Sin embargo, uno no puede evitar preguntarse si más de dos horas y media no es una duración un tanto exagerada para cualquier tipo de película, incluida ésta.
Shia LaBeouf y Rosie Huntington-Whiteley, en una imagen de la película

Shia LaBeouf vuelve a interpretar al joven Sam Witwicky, a quien, en esta ocasión, han cambiado de partenaire: los enfrentamientos de Megan Fox con el director provocaron su desaparición en esta producción, así que ha sido sustituida por Rosie Huntington-Whiteley, una modelo inglesa de labios sensuales y voluptuosas curvas que aquí hace su primera incursión en el cine y que promete hacer olvidar a la antigua compañera de clase de Witwicky. Por otro lado, Patrick Dempsey es el villano que se interpondrá en el camino de los héroes. Ellos, y por supuesto los robots, son los completos protagonistas del film; con todo, entre el amplio reparto cabe destacar el acierto de incluir reputados nombres del cine independiente: John Malkovich, Frances McDormand y John Turturro, como si de una película de los Cohen se tratara, aportan su reconocido talento a la película interpretando personajes cómicos, próximos al histrionismo.

Recomendar una película de las características de Transformers: El lado oscuro de la Luna, un producto pensado para arrasar en taquilla, es una tarea baladí, ya que en estos días de canícula estival no hay nada mejor que arrellanarse en la butaca de un cine a disfrutar de un film sin más pretensiones que la de entretener al personal, algo que sin duda consigue. Así, pues, aquellos espectadores adictos a la acción y a los efectos especiales no se la deberían perder. No saldrán defraudados.

Título: Transformers: el lado oscuro de la Luna / Transformers: Dark of the Moon
Director: Michael Bay
Intérpretes: Shia LaBeouf, Rosie Huntington-Whiteley, Josh Duhamel, Ken Jeong, Hugo Weaving, Tyrese Gibson, Patrick Dempsey, John Malkovich, Leonard Nimoy, Alan Tudyk, Frances McDormand, John Turturro, Peter Cullen, Frank Welker, Tom Kenny
País: EE UU
Duración: 155 minutos
Distribuidora: Paramount

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Escrito por: Robert Martínez Colomé

Estreno cinematográfico: Blackthorn. Sin destino, de Mateo Gil

El próximo 1 de julio llega a las pantallas de nuestro país la película Blackthorn. Sin Destino, un film que recupera para el cine la figura del ladrón Butch Cassidy, y que aquí nos devuelve al western más genuino, en una obra dirigida por Mateo Gil y protagonizada por Sam Shepard y Eduardo Noriega.

La versión oficial defiende que Butch Cassidy, un legendario ladrón de bancos y trenes de EE UU, murió en Bolivia tras un tiroteo junto a su amigo Sundance Kid, sucedido en 1908. Pero la realidad, según narra Blackthorn. Sin Destino, es otra bien distinta: escondido durante veinte años, ha dejado atrás la losa de su personaje y ha adoptado el nombre de James Blackthorn para seguir con su vida.

Sin embargo, en este tiempo no ha podido olvidar todo lo que dejó en su país, por lo que cree que ha llegado la hora de regresar a los EE UU junto al hijo que nunca conoció. Pero no será fácil: en su camino se cruzará un joven ingeniero español que acaba de robar la mina en la que trabajaba y que huye de sus perseguidores. Así, pues, ambos iniciarán una huida en mutua compañía.

Este western vuelve a cruzar los caminos de dos viejos amigos: en la dirección encontramos al que fuera guionista de Amenábar en sus primeros filmes, Mateo Gil, quien a su vez ha elegido como protagonista a Eduardo Noriega, actor fetiche de Gil, con quien rodó, entre otros proyectos, su primer largometraje, Nadie conoce a nadie. Completan el reparto Sam Shepard en el papel Butch Cassidy, Stephen Rea y Magaly Solier.

Blackthorn. Sin Destino se estrenará en nuestros cines el 1 de julio de 2011.

Título: Blackthorn. Sin Destino
Nacionalidad:
España
Año:
2011
Director:
Mateo Gil
Guión:
Miguel Barros
Intérpretes:
Sam Shepard, Stephen Rea, Eduardo Noriega, Magaly Solier, Dominique McElligott, Nikolaj Coster-Waldau, Padraic Delaney

Estreno cinematográfico: Confucio, de Hu Mei


El próximo 24 de junio llega a las pantallas de nuestro país la película Confucio, el biopic del reconocido filósofo chino, en una lujosa superproducción, dirigida por Hu Mei y protagonizada por Chow Yun Fat, que en China se convirtió en uno de los acontecimientos del año, con 2500 copias en su estreno.

Confucio se centra en los últimos años del filósofo, un periodo que abarca desde el instante en el que toma posesión de su cargo político (a los 51 años) hasta su muerte, a los 73 años, una turbulenta época en la sociedad del momento, en la que los enfrentamientos entre los diferentes estados chinos eran habituales.

En ese estado de permanente conflicto, el rey Lu pide ayuda a Confucio para intentar calmar los conflictos internos de su estado con su carisma e inteligencia. Pero no será bien recibido por las grandes potencias del estado, quienes creerán verse amenazados por el filósofo, provocando el exilio voluntario del propio Confucio.

Este drama histórico está dirigido por Hu Mei, autora de premiadas series de carácter histórico, como Yong Zheng Dynasty y The Emperor in Han Dynasty. El reparto de esta superproducción lo encabeza uno de los actores chinos más internacionales, Chow Yun Fat, a quien ya vimos en Tigre y Dragón, y aquí está acompañado por Zhou Xun (Balzac y la joven costurera china), Lu Yi (Siete Espadas), Ren Quan (Assembly) y Qiao Zhenyu (The Book and the Sword).

Título: Confucio
Director: Hu Mei
Guión:
Hu Mei
Actores:
Chow Yun Fat, Zhou Xun, Lu Yi, Ren Quan, Qiao Zhenyu
Nacionalidad:
China
Año:
2010

Crítica cinematográfica: Blitz, de Elliott Lester

El binomio “poli bueno – poli malo” ha dado como resultado un sinfín de películas, creando un nuevo género en sí mismo: las denominadas buddy films, o “películas de colegas”, protagonizadas por dos personajes de métodos opuestos que aseguran el conflicto entre ambos. Un nuevo título que añadir a este género es Blitz, thriller de atmósfera angustiosa dirigido por Elliott Lester que nos devuelve a la gran pantalla a Jason Statham, uno de los últimos y más rentables héroes de acción, en esta ocasión acompañado de Paddy Considine en su lucha contra el crimen.

Jason Statham y Aidan Gillen

El sargento Brant no está viviendo su mejor momento: sus métodos poco ortodoxos han puesto en alerta a sus superiores, quienes, presionados por los periódicos, dudan si seguir contando con él o expulsarlo definitivamente de la comisaría. Sin embargo, la aparición en escena de un asesino en serie de policías (a quienes los medios de comunicación, siempre ansiosos de carnaza, bautizarán como Blitz) impedirá que tomen una drástica decisión; de esta manera, la única opción posible es asignarle un nuevo compañero a Brant, el sargento Nash, de métodos menos contundentes, más sensatos y comedidos, con el que deberá pulir diferencias para poder detener a tiempo al asesino, iniciando una cursa contrarreloj por las calles de Londres.

Basada en una novela de Ken Bruen, Blitz aúna aquellas películas de protagonistas con caracteres antagónicos y las películas de asesinos en serie, dando como resultado un entretenido film, aunque menos adrenalítico de lo que el nombre de Statham nos tiene acostumbrados: Lester parece más interesado en el aspecto psicológico de la historia y en la búsqueda de pistas que permitan dar con el criminal que en explotar las escenas de acción, que las hay, pero prácticamente reducidas a una persecución por las calles de Londres y poca cosa más. Y eso que la primera escena nos muestra a Brant en una pelea callejera contra tres delincuentes, a quienes se enfrenta armado únicamente con un palo de hockey.

Así, Blitz toma prestados los tópicos de los psico-killers que tantas veces hemos visto con anterioridad: un asesino que pone en jaque a la policía, un sargento que deberá iniciar una heroica persecución, la prensa de por medio, con un periodista ávido de fama, el soplón de la policía que trata de sacar partido de todo ello, etc., sin que el interés del espectador se resienta, ya que Lester consigue un producto bien dirigido, en ocasiones próximo al videoclip, pero sin excederse. Con todo, Blitz aporta algún que otro aspecto interesante a los ya conocidos, como el hecho de que cada uno de los policías tenga su propio infierno interno: Brant tiene tendencia al exceso en sus intervenciones, su jefe acaba de enviudar, Nash ha sido trasladado de comisaría por cometer un error en una detención e intenta, sin éxito, que las mofas de sus compañeros no le afecten, una agente infiltrada en una red de tráfico de estupefacientes que acaba enganchada a la cocaína,… traumas que deberán dejar a un lado si no quieren sucumbir en manos del asesino.

Considine y Statham

El encargado de dar vida al sargento Brant es Jason Statham, en esta ocasión algo más comedido en la violencia de lo que en él eshabitual, dotando a su personaje, un policía rudo, primitivo, de carácter torturado, descuidado tanto en su higiene como en sus modales, de una especial ironía y descaro, que sirven, además, para dar mayor relevancia a las diferencias con su compañero de aventuras, el sargento Nash, un policía elegante, inteligente y gay (este último aspecto es el que más le cuesta aceptar a su compañero), todo un gentleman encarnado por Paddy Considine en una solvente interpretación. Sin embargo, en las películas de psicópatas resulta tan importante el perseguidor como el perseguido, y en este sentido brilla Aidan Gillen interpretando al despiadado asesino de policías, en una histriónica actuación no exenta de crueldad.

A pesar de alguna pequeña trampa argumental propia del género, Blitz resulta un correcto entretenimiento, un producto bien filmado y con buenas interpretaciones, especialmente recomendada para aquellos adictos a los thrillers con psicópatas que persiguen calmar su sed de sangre.

Título: Blitz
Director: Elliott Lester
Intérpretes: Jason Statham, Paddy Considine, Aidan Gillen, David Morrissey, Luke Evans, Chris Wilson, Elly Fairman, Richard Riddell, Nicky Henson, Taya De La Cruz
País: EE UU
Duración: 100 minutos
Distribuidora: EMON

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Escrito por: Robert Martínez Colomé


Crítica cinematográfica: Templario, de Jonathan English

IroncladEl siglo XII vivió el nacimiento del caballero templario, un guerrero que formaba parte de la orden militar fundada por Hugues de Payens en Jerusalén (1118) con la finalidad de auxiliar a los pelegrinos que visitaban los Santos Lugares, y cuya indumentaria era un característico manto blanco con una gran cruz roja. Los templarios fueron claves en la ambición expansionista del Occidente medieval, así que no es de extrañar que su figura fuera susceptible de interés por parte de aquéllos fascinados por las contiendas medievales; éste es el caso de Jonathan English, director que ha otorgado el protagonismo absoluto de su último filme a uno de esos caballeros, Templario, ficción que toma como punto de partida el asedio histórico al castillo de Rochester por parte del rey de Inglaterra Juan I.

Inglaterra, año 1215. Humillado tras ser obligado a firmar la Carta Magna en la que perdía buena parte de sus privilegios, el rey Juan I no acepta su derrota frente a los nobles del país, así que, ávido de sangre y venganza, recluta un ejército de mercenarios daneses con el fin de escarmentar a aquéllos que han osado enfrentarse a él. De esta manera, uno a uno irán cayendo los castillos gobernados por sus enemigos, pasando a sus habitantes por el frío metal de su espada. ¿A todos? No: un valeroso templario logra escapar con vida de la masacre, y se unirá, así, a un pequeño grupo de rebeldes comandados por el barón Albany, quien encontrará en el castillo de Rochester el lugar estratégico para pararle los pies al iracundo rey, iniciando un agotador y sangriento asedio.

TEMPLARIO_1La época medieval siempre ha tenido un halo de misterio seductor para quienes se han interesado por ese extraordinario período histórico. No obstante, a menudo se cae en el error de ofrecer una visión preciosista del momento, y en pocas ocasiones una película logra transmitir cómo eran en realidad esos tiempos: una época dura, sucia, a menudo violenta, a veces castigada por crueles gobernantes sin compasión hacia sus súbditos. Éste no es el caso de Templario: English logra hacer creíble este viaje a la Inglaterra del siglo XIII, una tierra gélida e inhóspita, de cielo plomizo, en la que sobrevivir al día a día era el único objetivo, y sin escatimar escenas sangrientas. En este sentido, el uso de una fotografía gris y un nervioso estilo de filmar los enfrentamientos, cámara en mano para involucrarse en la acción hasta el punto de acabar salpicada de sangre, son todo un acierto que consigue implicar al espectador en la trama.

El reparto de Templario lo encabeza James Purefoy como el caballero que regresa de Oriente buscando la paz en su tierra y se encuentra en medio de la revuelta, con una actuación correcta, aunque excesivamente hierática (mantiene el mismo rictus serio a lo largo de todo el metraje, sin apenas matices), al que acompañan Kate Mara como la joven y hermosa esposa del señor de Rochester (papel que defiende con solvencia el veterano Derek Jacobi) que hace temblar las firmes creencias del templario (a pesar de la poca química existente entre ambos); no obstante, Paul Giamatti es la sorpresa del filme dando vida al megalómano rey Juan I, una iluminada interpretación para la que probablemente se inspiró en el Nerón de Peter Ustinov.

TEMPLARIO_2_picnikA pesar de utilizar algunas pequeñas licencias cinematográficas (qué fácil resulta empuñar una espada por parte de unas frágiles mujeres), Templario es un correcto ejercicio de cine histórico, una entretenida propuesta para aquellos espectadores con ganas de revisar una contienda que resultó clave en el devenir de la historia de Inglaterra.

Templario se estrenará en nuestros cines el 22 de julio de 2011.

Título: Templario / Ironclad
Director: Jonathan English
Intérpretes: James Purefoy, Kate Mara, Paul Giamatti, Derek Jacobi, Jason Flemyng, Brian Cox, Aneurin Barnad
País: Coproducción Reino Unido y EE UU
Duración: 121 minutos

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Escrito por: Robert Martínez Colomé

Crítica cinematográfica: Sin identidad, de Jaume Collet-Serra


En los últimos tiempos los EE UU viven con una desmesurada obsesión el estreno de sus películas: todos los esfuerzos publicitarios van encaminados a conseguir una estratosférica recaudación en su primer fin de semana en los cines e imponerse así al resto de novedades de la semana, algo que casi siempre logran los grandes blockbusters firmados por directores puramente made in Hollywood. Sin embargo, no siempre sucede así: por primera vez un estreno fulgurante lleva la firma de un autor catalán, Jaume Collet-Serra, quien logra enganchar al espectador con su desconcertante thriller Sin identidad, filme que protagonizan Liam Neeson y Diana Kruger en una trepidante huida por las calles de Berlín.

Liam Neeson

El doctor Martin Harris y su esposa Elizabeth aterrizan en Berlín para participar en un importante congreso científico. Llegados al hotel, Harris comprueba que ha extraviado su maletín. Por desgracia para él, de camino hacia el aeropuerto su taxi sufre un accidente y cae al río. Resultado: el doctor queda en coma por cuatro días, periodo tras el cual comprobará, horrorizado, que otro le ha suplantado su identidad, le ha robado su vida, apropiándose de todo cuanto era suyo, incluida su mujer. Sin el apoyo de las autoridades alemanas, que no le creen, y perseguido por unos asesinos que pretenden hacerle callar, Harris deberá iniciar una angustiosa carrera por recuperar su existencia, con la única ayuda de Gina, la taxista sin papeles que le salvó la vida en el río.

Sin identidad es la adaptación libre de la novela La doble vida de Martin Harris, de Didier Van Cauwelaert, un relato que se centra en el drama existencial del protagonista y su crisis de identidad, con un resultado más contenido que el que ofrece este filme. Explica Collet-Serra que siempre se ha preguntado, no sin temor, qué sucedería si uno se despierta un buen día y otro le ha usurpado la vida. Éste es el punto de partida de Sin identidad, cómo resolver esa situación con el agravante añadido de encontrarse en un país desconocido y sin la ayuda de nadie, ni siquiera de su esposa. Con estas premisas el director catalán teje un intrincado argumento que pone en serios aprietos a su protagonista (un excelente Liam Neeson en un papel alejado al que nos tiene acostumbrado), que inicia una angustiosa cuenta atrás para salvar su vida y, a su vez, demostrar quién es en realidad.

En la película encontramos referencias a las clásicas películas de espionaje junto a elementos del thriller más habitual, con buenas dosis de acción y carreras en coche por la gran ciudad. En este sentido, Berlín (elegida por el director en lugar de París, la ciudad en la que se desarrollaba la acción en la novela original) se muestra como un lugar inhóspito al protagonista, su atmósfera gélida y sus edificios sucios y grises no le serán de gran ayuda, incluso podríamos añadir que mantiene un paralelismo con la situación del protagonista: se trata de una ciudad que en el pasado estuvo dividida en dos y que, por esta razón, en la actualidad aún padece una importante crisis de identidad. Asimismo, si un nombre planea sobre la película como influencia es el de Alfred Hitchcock: el mismo Collet-Serra admite su admiración por el director británico, y por ello utiliza una forma de narrar similar a la suya (de hecho, el mismo Hitchcock admitía que prefería desvelar en los primeros compases del metraje el conflicto para tener la complicidad del público; aquí, apenas transcurren cinco minutos cuando se produce el accidente que marcará el destino del protagonista).

Diana Krueger

El secreto del éxito de Sin identidad radica, no sólo en su complejo argumento ni en el magnífico planteamiento por parte de Collet-Serra, ni siquiera en su oscura fotografía, sino también en la elección de sus protagonistas: Liam Neeson ejerce de héroe de acción con credibilidad, sin que su madurez sea un hándicap para su cometido, logrando desde el primer instante que el espectador establezca empatía con él; Diana Kruger ejerce de perfecto contrapunto femenino al protagonista, tan bella como valiente en las escenas de acción, en una nueva demostración de su talento; en papeles menores, aunque de vital importancia, encontramos a Frank Langella y Bruno Ganz; pero si un nombre destaca entre el resto es el de January Jones, elegida para encarnar a la hermosa y glacial esposa de Harris, un personaje envuelta en misterio y que es un sugerente homenaje a aquellas mujeres de espectacular melena rubia tan delicadas como elegantes que solían protagonizar las películas de Hitchcock (sí, Hitchcock otra vez).

Así, su excelente combinación de thriller y misterio, con un trepidante y ambiguo argumento plagado de constantes sorpresas que mantienen al espectador en tensión hasta el desenlace final, hacen de Sin identidad una de las opciones más entretenidas y de mayor calidad que en estos días podemos encontrar en nuestros cines.

Título: Sin identidad / Unknown
Director: Jaume Collet-Serra
Intérpretes: Liam Neeson, Diana Kruger, January Jones, Bruno Ganz, Frank Langella, Aidan Quinn, Olivier Schneider
País: EE UU
Duración: 113 minutos
Distribuidora: Warner Bros.

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Escrito por: Robert Martínez Colomé

Crítica cinematográfica: Midnight in Paris, de Woody Allen


Un año más buena parte de la profesión cinematográfica se ha dado cita en la Costa Azul para celebrar la LXIV Edición del Festival de Cannes. En esta ocasión, el encargado de inaugurar el festival ha sido Woody Allen con su última película, Midnight in Paris, su particular visión de la capital francesa a partir de los ojos de su protagonista, un escritor norteamericano de turismo por la ciudad y fascinado por el París de los años 20.

Gil es un guionista de Hollywood de viaje con su prometida, Inez, y los padres de ella por la capital francesa. La intención del joven, un idealista romántico, es abandonar su trabajo para centrarse en la publicación de su primera novela, y, a pesar de las reticencias de su pareja, cree firmemente que París sería el lugar perfecto en el que instalarse e iniciar así su carrera como escritor. Una noche, paseando sin rumbo por la ciudad, y justo cuando las campanadas marcan la medianoche, un vetusto coche se detiene a su paso y sus ocupantes le invitan a conocer aquel París que, hasta ese instante, únicamente residía en su imaginación, un viaje que le sumirá en una profunda desazón que le hará replantear su existencia.

Woody Allen mantiene su frenético ritmo de estrenar una película por año, un ritmo discutible, a tenor de las tibias repercusiones que sus últimos filmes tuvieron. Sin embargo, en esta ocasión, Midnight in Paris ha resultado una agradable sorpresa para todos aquellos que creían que ya no tenía nada más interesante que añadir a su filmografía: sin ser una obra maestra (para ello quizás ya es tarde, pero siempre nos quedarán sus películas más clásicas), resulta una interesante y divertida historia, una fábula sin pretensiones que permite al espectador conocer el París actual y el París de los años 20, aquella ciudad en permanente ebullición creativa, punto de encuentro de innumerables artistas que buscaron refugio en ella a principios del siglo XX.

Midnight in Paris juega con la eterna cuestión de si cualquier tiempo pasado fue mejor, fruto de nuestra imaginación y de nuestra capacidad para idealizar un período de tiempo determinado, en este caso el París bohemio de la década de 1920, un ejercicio interesante pero fácil de desmontar: el mismo Gil afirma que en el pasado no encontraríamos las medicinas a las que estamos acostumbrados en la actualidad, un simple hecho que por sí mismo invita a dejar para la imaginación los viajes en el tiempo.

En ese viaje que lleva a cabo Gil podremos disfrutar de aquel fascinante París de elegantes fiestas, una ciudad al compás del acordeón y en cuyos cafés solían reunirse artistas acompañados de un buen vino o una copa de absenta para compartir ideas, unas mentes privilegiadas que Allen convierte en personajes que desfilan uno tras otro por su película, escritores como Hemingway o T. S. Elliot, el matrimonio formado por Scott y Zelda Fitzgerald, el músico Cole Porter, el torero Belmonte, el fotógrafo Man Ray, el cineasta Luís Buñuel (a quien el protagonista sugiere el argumento de El ángel exterminador ante la incredulidad del propio Buñuel) o pintores de la talla de Picasso y Dalí (un inconmensurable y surrealista Adrien Brody).

Owen Wilson es el espléndido protagonista de esta historia, Gil, un escritor en crisis que bien podría tratarse del álter ego de Allen tantas veces interpretado por él, un novelista algo torpe, de balbuceo habitual y aire despistado que vive ensimismado con sus fantasías sobre la capital francesa y sus personajes más conocidos, y que en sus paseos nocturnos acaba enamorándose de Adriana, musa de Picasso que toma prestadas las sensuales maneras de Marion Cotillard. El tercer vértice de este atípico triángulo es Rachel McAdams, la irritante prometida del protagonista, mientras que Michael Sheen es el contrapunto a Wilson, un profesor sabelotodo que mantendrá un divertido pulso intelectual con Gil. Aunque quizás el papel que más expectación había generado entre el público era el de la guía que acompaña a los turistas, un breve papel que defiende de forma aséptica y sin estridencias la primera dama francesa, Carla Bruni.

A pesar de caer en algunos tópicos parisinos y de recrearse en bellas estampas de París al servicio de su nueva función como guía para turistas (los dos primeros minutos del metraje son totalmente gratuitos), Woody Allen consigue crear con Midnight in Paris una hermosa historia, divertida, a ratos hilarante, que arranca espontáneos aplausos en el espectador y que hará olvidar sus fallidas últimas películas.

Título: Midnight in Paris
Director: Woody Allen
Intérpretes: Owen Wilson, Rachel McAdams, Marion Cotillard, Michael Sheen, Lea Seydoux
País: EE UU
Duración: 100 minutos
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Escrito por: Robert Martínez Colomé

Crítica literaria: Los tesoros de Alfred Hitchcock, de Laurent Bouzereau.


No hay cineasta en el mundo cuya obra haya sido analizada de manera más minuciosa en innumerables libros como Alfred Hitchcock. El maestro, poseedor de una de las filmografías más poderosas de la historia fue, a su vez, el director que mejor supo vender su propia imagen. Ya desde sus primeras películas se ocupó de que los espectadores jugaran a descubrirle en ingeniosos cameos, creó una caricatura en forma de silueta a modo de logo mercantil, concedía entrevistas (preferiblemente gráficas o en shows televisivos), participaba en los avances comerciales de sus films, produjo y presentó sus propias series de televisión… Físicamente, no hay ningún otro profesional en lo suyo tan identificable. “Hitch” era una marca. Se le reconocía por dominar el suspense, pero también por representar él mismo al propio género, con su oronda figura y su manera pausada de hablar enfatizando los chistes macabros. Quizás, en las artes, su caso pueda ser comparable al de Salvador Dalí quien, por cierto, llegó a colaborar con nuestro protagonista en 1945 para la película “Recuerda”, diseñando las secuencias oníricas. En definitiva, la cosa se trataba de una combinación en la que participaba un producto artístico muy bien valorado por crítica y público y un creador conocedor, sospecho que conscientemente, de habilidades para vender su trabajo a través de sí mismo. Una mezcla perfecta cuando el artífice y el producto son de primera calidad.

Por supuesto, no podemos obviar las biografías en las que se ha pretendido recrear su vida personal, o incluso las referencias a las particulares filias y fobias que pueden detectarse en sus trabajos (el miedo a la policía y a ser encerrado en una cárcel injustamente, la adoración por determinado tipo de mujeres…). Tanto se ha visto y escrito que parece casi imposible descubrir facetas o aspectos nuevos sobre él. Personalmente, tengo por volúmenes de cabecera, tratándose de uno de mis directores predilectos, dos títulos imprescindibles: como estudio de su obra, el que está considerado el mejor libro sobre cine jamás escrito, el firmado por François Truffaut con el título “El cine según Hitchcock”, en el que se transcriben sus entrevistas con el director de “Vértigo”. En el plano biográfico, “La cara oculta del genio”, de Donald Spoto que, sin ser un texto definitivo, ofrece una visión retrospectiva muy completa de sus peripecias vitales.

A esos dos, habría que sumarle ahora el “libro-objeto” “Los tesoros de Alfred Hitchcock”. Se trata de un artefacto lujosamente presentado en gran formato y que resulta atractivo por varios motivos que, de manera feliz, han propiciado un reencuentro fascinante con el querido personaje.

El primero y fundamental: El autor. Laurent Bouzereau es un respetable documentalista y, me permito decirlo, el mejor director de “making-off’s” (documentales sobre producciones y rodajes cinematográficos). Conocido por los aficionados, en especial a partir de la comercialización de DVD’s con contenidos extra, Bouzereau se ha convertido en el experto que ha añadido valor a las ediciones especiales, con piezas que, en ocasiones, han superado en metraje a los propios films. Es, entre otros, el productor de los contenidos que acompañan a las películas de Steven Spielberg y, claro está, ha dedicado también esfuerzos para recuperar los recuerdos de los compañeros del “mago del suspense” que siguen vivos, con el fin de incluir la mayor cantidad de información en los “Cómo se hizo” de sus principales títulos. Sumar a ello el estudio pormenorizado de cada cinta le ha permitido, además, tener una visión en conjunto mucho más completa al elaborar los escritos que conforman la base de este ensayo.

Laurent Bouzereau

Otra cuestión importante es el enfoque. Sabedor de que prácticamente está todo dicho y que resulta difícil abordar una trayectoria tan conocida sin caer en la repetición, Bouzereau se ha inclinado por mostrarnos las principales características de lo que se entiende por el estilo “hitchcokiano”, marcado por ciertas reglas muy reconocibles e imitadas por otros cineastas. El libro está dividido en capítulos que describen esos elementos que conforman el estilo creado por el británico, las señas de identidad con las que perfeccionó un arte que se hizo el más popular del siglo XX: Los falsos culpables y antihéroes, las mujeres (a ser posible rubias, ya saben), los villanos y, por supuesto, el famoso “toque Hitchcock”, que se compone de varias características: un férreo guión; una estructura narrativa sorprendente incluyendo el uso del “macguffin” (término inventado por él, que se refiere a algo que hace avanzar la trama sin que, en realidad, tenga ninguna importancia para la película -algo así como una excusa argumental-); un equipo solvente que le permitiera no tener que asistir al rodaje (“es lo más aburrido de hacer una película”, decía); y, de manera muy especial, emplear técnicas de filmación diferentes en cada proyecto. Hitchcock llegó a hacer infinidad de experimentos visuales y sonoros para remarcar los momentos cumbres de su carrera, desde ser pionero en el 3D (“Crimen perfecto”, 1954) a filmar toda una película en un solo plano (“La soga”, 1948); proyectar, junto al diseñador Saul Bass, una secuencia de tres minutos con cincuenta planos y más de setenta ángulos de cámara (me refiero, claro está, al asesinato de la ducha en “Psicosis”, 1960); crear una tensa, larguísima y trepidante secuencia final de doce minutos sin diálogo, tan solo con la música de la “Storm Cloud Cantata” de Walter Benjamín interpretada en el Royal Albert Hall (“El hombre que sabía demasiado”, 1954); montar una secuencia de acción sin ni siquiera música (la de la avioneta en el desierto para “Con la muerte en los talones”, 1958); presentar otra película sin nada de música pero con sonidos electrónicos a cargo de Bernard Herrmann (“Los pájaros”, 1963); o hacer que el espectador contemple lo difícil que puede llegar a ser matar a alguien (lo hizo en “Cortina rasgada”, de 1966, con una secuencia portentosa que supera los cuatro minutos en la que la víctima, naturalmente, se resiste a ser asesinada). En cada proyecto, Hitchcock se comprometía con esos detalles y aún hoy resulta asombrosa la alegría con la que colocaba la cámara en los lugares más insospechados para ofrecer otro punto de vista al espectador. Todos estos aspectos, deteniéndose en sus representaciones más reconocibles, hacen del libro una guía interesante sobre lo que nos legó Hitchcock, su manera de utilizar el cine para explicar historias.

Pero el peso del volumen, y nunca mejor dicho, lo encontramos en el material gráfico. Y aquí destacaré que, sin la colaboración de los herederos, en especial de Patricia Hitchcock que firma el prólogo, no hubiera sido posible contemplar, por primera vez, fotos familiares y de rodaje que nos permiten descubrir el lado humano del director. De hecho, se nos indica que es el primer libro realizado con autorización expresa de la familia. La edición, en este sentido, es espléndida. Y no queda otra que felicitar a Libros Cúpula por haber respetado el formato original que contiene, para deleite de los coleccionistas, documentos facsimilares presentados en “páginas-sobre”. Así, tendremos en nuestras manos su certificado de nacimiento y el de matrimonio fielmente reproducidos; un telegrama dirigido en 1940 a David Selznick; unas notas extraídas de un bloc con membrete del barco Queen Mary, en las que detalla las cualidades más relevantes que debe tener una buena película; también encontramos storyboards, fragmentos de guiones manuscritos, bocetos de vestuario… Como ya indica el título, auténticos tesoros que hacen del ejemplar una deliciosa caja de sorpresas.

Quizás no descubrirán nada que no sepan, pero el libro de Bouzereau les permitirá recordar pasajes maravillosos de la historia del cine, detectar elementos que pudieran revelarles sincronías entre la vida del director y sus películas, volver a admirar a las grandes estrellas de Hollywood y disfrutar como niños con esas sorpresas que contienen sus páginas de color dorado, fragmentos de la vida de uno de los hombres más influyentes de la cultura del siglo pasado.

Título: Los tesoros de Alfred Hitchcock
Autor: Laurent Bouzereau
Prólogo: Patricia Hitchcock O’Connell
Traducción: Natalia Galiana Debourcieu
Editorial: Libros Cúpula (Barcelona, 2010)
Precio: 42 €

Escrito por: José A. Muñoz