“El hombre visible” de Loscorderos.sc: Con los ojos vidriosos

Hay misántropos consecuentes y pasean su desapego social por las aristas hirientes de sus domicilios.

Otros son auténticos farsantes. Porque a quienes en realidad no soportan es a ellos mismos. Y entonces convierten sus hogares en presidios infernales.

El hombre que vemos en La Seca-Espai Brossa va a vencer su patología a lo largo de la función. El tratamiento consistirá en vehicular tanta frustración existencial mediante piruetas coreográficas, la performance intelectual y el recital de aforismos poéticos.

Los riesgos que se encuentran David Climent y Pablo Molinero en el camino se manifiestan pronto y sin rubor: el virtuosismo, lo críptico y la pretenciosidad. Triple desafío: Superar la tentación de la perfección técnica, apartar la ambición de ser más listo que nadie, desistir del deseo de demostrar que uno debe aleccionar a los demás. Climent juega con todo ello en un escenario donde se eleva (cuando baila de forma vehemente y enardeciendo el mecanicismo de ese personaje que le toca interpretar), empequeñece (bajo la retahíla de reflexiones de Fernando Pessoa y Oliverio Girondo) y hasta queda sepultado (bajo ese túnel de libros en los que no logra encontrar respuesta válida a su aliento vital, recurso ya algo recurrente).

David no se amilana y da su mejor reacción ante el caos doméstico con electricidad corporal. Tampoco le supone un gran escollo la poesía oficial de la dramaturgia: David sabe verbalizarla aireándola y alejando oportunamente la enfatización de su camino. Entonces, su visibilidad es emocionante y mágica. Pero el espectáculo empaña nuestra mirada por un excesivo afán de reunir tantos apuntes trascendentales sobre los temas que pretende tratar: la cobardía del individuo frente a la vida que no espera (el ocurrente relato de su tardanza vistiéndose); la soledad como refugio (la facilona ironía sobre su antisociabilidad y la sociología y otras extravagancias ingeniosas); la enajenación como huida (la obsesión por la transmigración); el impulso de expresar emociones que domina el cuerpo por entero (la posibilidad de escucharle y recordar cómo se puede “llorar por las rodillas, por el ombligo…llorarlo todo” desde ese poema fascinante «Llorar a lágrima viva» de Girondo); y, al fin, la agradecida moraleja servida con el esteticismo esencial del acto de devorar con fruición la cebolla impregnándose sin prejuicios de la tierra que la hacía crecer a modo de lamento sin consuelo posible mientras pronuncia “dadme la celda que queráis, que yo me acordaré de la vida”.

Este hombre, farsante y genuino, visible e invisible, se curará en el momento en que caiga el telón. Porque su tremendo optimismo se vislumbra tras cada fracaso, que siempre precede a un nuevo intento.

Por Juan Marea

“El hombre visible” se representa en La Seca-Espai Brossa hasta el 22 de junio.
http://www.laseca.cat/es/obra/71/elhombrevisible–loscorderossc/

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 Climent se viste porque tiene invitados.