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Crítica teatral: Navegants, en el Teatre Gaudí.

31577_457135434348805_988256385_nEl Teatre Gaudí reestrenó el pasado 4 de diciembre Navegants, obra escrita por Toni Cabré y ganadora el año 2000 del premio crítica Serra d’Or de Teatre, un sugestivo análisis teatral, dirigido en esta ocasión por Marc Molina, sobre los cambios que la implantación de internet ha provocado en nuestras vidas.

Cabré realiza una reflexión en la que pesa el recelo hacia el nuevo contexto social facilitado por la tecnología y la desconfianza hacia un medio en el que la mentira virtual y el anonimato se pueden imponer a la realidad. Adviértase que he escrito «realiza» cuando sería mejor utilizar «realizó», ya que hemos de pensar que la obra fue escrita en el año 1998, cuando el uso de internet comenzaba a difundirse en España.

Un chico y una chica se conocen en el ciberespacio. Sus almas y sus deseos han conectado desde el principio. Deciden quedar y conocerse, si bien optan por mantener sus falsas identidades sintetizadas en internet y continuar con sus personajes ficticios en la vida real. Aunque los dos aceptan la ficción, la imposibilidad por parte de ambos de descifrar que es verdad y que es mentira en el otro se irá imponiendo en su relación dirigiéndola hacia un final insólito.

Navegants es una reflexión teatral sobre la revolución que ha supuesto internet en los hábitos y costumbres de la sociedad occidental y en ella se pueden otear las impresiones iniciales que el medio generó en el autor, comprometido en sus obras con la reflexión social, como ya quedó patente con el estreno el año pasado, también en el Gaudí, de Teoria de catàstrofes.

La obra, sin embargo, peca de un exceso de desconfianza sobre internet, comprensible hace 14 años y entendible cuando nos asaltan en los informativos noticias sobre los peligros y amenazas que nos acechan en la red, muchas veces, por desgracia, relacionadas con los abusos a menores o con estafas económicas.

432339_448441685218180_1690764852_nCabré hace hincapié en la obra en lo ficticio del espacio virtual, condición que permite a sus dos únicos protagonistas no solo crearse falsas identidades basadas, claro está, en el anonimato difuso favorecido por la web, sino también hacerlas reales en el mundo físico en el que verdaderamente habitan. Si bien la imposición de lo virtual sobre lo auténtico comportará que la relación iniciada entre ellos carezca de los ingredientes básicos para su correcto funcionamiento, y que no son otros que la sinceridad y la confianza entre los miembros de la pareja.

Así pues, la falta de autenticidad convertirá a la relación mantenida entre ambos en un auténtico infierno en el que realidad y ficción compartirán espacio, hecho que se evidencia en la metáfora de los cocteles utilizada por Cabré, omnipresentes en la obra y que no son otra cosa que la suma de los ingredientes, en parte desconocidos, que se mezclan.

El autor nos muestra «el lado oscuro» de internet, el que aparece en las noticias de sucesos, el que nos amenaza desde la inmensidad de la red. No da cancha, sin embargo, a su lado positivo, aquél que utilizamos a diario y que ha acabado solucionándonos un gran número de problemas cotidianos; nos ha proporcionado horas y horas de entretenimiento o, incluso, nos ha permitido encontrar a aquella persona que tanto ansiábamos conocer y que éramos incapaces de hallar en nuestra dimensión física.

La obra nos mete el miedo en el cuerpo sin posibilidad de zafarnos de sus voluntad narrativa. De ahí proviene su único lastre, una visión en exceso pesimista del tema, si bien una opinión que es posible que se haya modificado con el tiempo.

Al mismo tiempo Navegants nos permite reflexionar sobre el uso que damos a la tecnología. En realidad internet no es más que un utensilio, y como en el caso de un simple y afilado cuchillo, la «ética» de la red virtual (si es que la tiene) no depende tanto de la naturaleza de la herramienta como de las acciones que realizamos con ella, o lo que es lo mismo, de la voluntad humana que se acomoda delante de un monitor y un teclado.

ROMUALD GALLOFRÉ_0324-2Navegants nos plantea una propuesta que aunque algo derrotista posee más de un acierto. El primero es la interpretación entusiasta de sus dos protagonistas. Roser de Castro da vida a una joven volcánica y a veces despiadada necesitada de algo de picardía y excitación en su aburrida vida diaria. Por su parte Andreu Sana interpreta a un joven necesitado de amor que accede a participar en el peligroso juego que le propone ella forzado por sus carencias afectivas.

El escenario experimenta, por su parte, un tratamiento virtual, casi falsario, en el que si bien existe lo físico, sus rastros se desvanecen en una atmósfera tendente a lo irreal en la que todo puede aparecer y desaparecer según las necesidades de la obra.

El texto, por otra parte, es intenso, tanto como la actitud de sus dos protagonistas, y dirige el ritmo de la acción hacia un lado u otro (candidez/malicia; amor/crueldad) dependiendo del momento de la representación, y consigue hacer crecer la tensión y la expectación a medida que nos acercamos al desenlace, eso sí, algo fantástico, de la obra.

Navegants es un fiel retrato de los retos y de los miedos que puede generar la vastedad débilmente iluminada de internet y un análisis del comportamiento humano que es capaz de acomodarse a cualquier circunstancia y de adaptar, asimismo, cualquier medio a sus más humanas e insondables necesidades físicas y emotivas. Una oportunidad para descubrir donde reside el mal, si es que lo hace en algún sitio.

«Navegants» se representa en el Teatre Gaudí del 4 de diciembre de 2012 al 30 de enero de 2013.

Autor: Toni Cabré
Dirección: Marc Molina
Reparto: Roser de Castro y Andreu Sans
Escenografía: Marina Pineda
Vestuario y caracterización: Xel Mogas
Iluminación: MICS BCN y Marc Molina
Producción: FACTEA Creacions y Produccions Teatrals

Horarios: martes y miércoles a las 20:30 horas.
Precio: 18 €
Idioma: catalán

Escrito por Jorge Pisa Sánchez

Crítica teatral: Oxigen, en el Teatre Gaudí barcelona


No es una exclusiva comunicativa el constatar que el Teatre Gaudí Barcelona está llevando a cabo, desde hace tiempo, una programación de carácter «generacional» (en el sentido de generación, de grupo de edad), ni aseverar que, además, la calidad y el acierto están siendo elementos tenidos muy en cuenta. Y supongo que tampoco es un notición afirmar que los responsables de la programación artística se están «luciendo» a la hora de materializar textos, escenografías e ideas de una forma próxima, amena y actual.

Pues perdónenme ustedes, pero si esto no es un notición en el ámbito de la escena teatral de la ciudad, no sé lo que lo puede ser. Sobre todo si tenemos en mente que el teatro en cuestión no es uno de los principales de la ciudad en lo que se refiere a los «mimos» que recibe de la administración (o al menos, eso pienso yo!!), como tampoco lo es el circuito escénico que configura de forma conjunta con el Versus Teatre.

No hace falta, así, escudriñar demasiado en el pasado para ver que numerosas de las últimas producciones representadas en el Gaudí (Pasta Fullada, Dos punkis i un Vespino, In on It, o Mediocres) han sido todo un acierto en el aspecto artístico, al que hay que esperar que haya acompañado el éxito de público.

Este es, también, el caso de Oxigen, la obra escrita y dirigida por Mar Monegal e interpretada por Helena Bagué, Francesc Ferrer, Albert Mèlich y Betsy Túrnez y que analiza, en tono de tragi-comedia, las consecuencias que tiene para dos parejas jóvenes la búsqueda y la llegada de la descendencia. Un escenario y una trama cercanos a la mayoría de nosotros y que se puede convertir en un momento crítico en la existencia de cualquier pareja.

Y esta es la cuestión que trata la obra de Monegal. La directora utiliza un caso doble (y diverso) para acercarse al mundo de las relaciones, del amor y de la reproducción. Dos parejas en muchos aspectos opuestas y en muchos otros muy parecidas. Una de ellas, la formada por Marta (Betsy Túrnez) y Alex (Francesc Ferrer), es más convencional, más hecha a la antigua y mantienen una relación de amor/desamor, aunque, en realidad, se necesitan y se quieren demasiado el uno al otro. La otra, la formada por Ona (Helena Bagué) y Roger (Albert Mèlich), es una pareja más moderna, más actual, «algo más alternativa» que vive su vida al momento.

Todo esto cambiará, se transformará cuando ambas parejas, por motivos diferentes, se dispongan a tener un hijo. Esta «dramática» decisión, que transforma muchas veces a una pareja en una familia, tendrá amplias consecuencias en la vida de los cuatro protagonistas, pondrá en tensión a las dos relaciones y mostrará el «modo de ser» real de cada uno de ellos. Los preparativos de los padres; la adaptación del espacio familiar para recibir al nuevo miembro; la fecundación a veces más complicada de lo que debería; las interminables compras; los inevitables antojos; los continuos cambios de humor; las eternas discusiones de como se ha de hacer esto o como se ha de realizar lo otro; la necesidad de compromiso; las renuncias, las infidelidades, el sexo…

Las vicisitudes de estas dos parejas permiten a Monegal desplegar un muestrario más amplio de las consecuencias y las secuelas de la toma de tan importante decisión. Si en el caso de Marta y Alex asistimos a las respuestas dadas por una pareja más tradicional, en la cual Alex delega gran parte de la actividad familiar y doméstica de forma sumisa en manos de Marta, auténtico motor y director de la relación, en el caso de Ona y Roger parece que dos espíritus gemelos se han encontrado, lo que ha hecho crecer el mundo compartido por ambos. Un verdadero amor que embarga sus personalidades. Aún así, la decisión de tener un hijo afectará a ambas relaciones y las someterá a las tensiones y las presiones más impetuosas a las que se habían enfrentado hasta el momento. Todo un reto!!

Pero no teman. Lo que les explico, y que en algunos casos se puede convertir en una aguda crisis de pareja, se transforma en una tragicomedia que equilibra la interpretación de los dos actores y las dos actrices. Si las situaciones «padecidas» por Marta y Alex provocan un torbellino de hilaridad y de carcajadas, el día a día de Ona y Roger nos mostrará una reflexión más interior y espiritual, en la cual podremos observar como la aportación de cada miembro de una pareja a la relación no es ni mucho menos equitativa. Mientras que Ona se ha retirado a la vida familiar conjunta, Roger no ha abandonado del todo su vida «independiente» anterior, y sus obligaciones como padre desbordarán las más de las veces sus pocas aptitudes naturales.

Oxigen es una obra donde el humor está muy presente, una herramienta ésta que nos permite ver que nada en la vida es totalmente blanco o totalmente negro, ya sea en el día a día de dos parejas o en la existencia de cualquiera de nosotros, en la que, normalmente, predominan los grises de tonos más o menos vivos.

La obra se compone de una actuación coral a ocho manos. Sobre el mismo escenario se crearán desde casi la nada los hogares de las dos parejas, que se irán alternando uno tras otro en base a la necesidades de la representación, y se irán materializando con ayuda de los mismos intérpretes. Veremos pasar las semanas, los meses e incluso los años de la vida de los protagonistas de una forma fugaz pero nítida, lo cual nos revela el dominio de la textura escénica por parte de la directora, de los actores y del equipo artístico. Es una interpretación coral y con cierto grado de feedback entre los actores y el público, lo que nos hará pensar que más que estar en el teatro estamos visitando a unos conocidos. Otro acierto de la producción, el acercamiento entre el público y la representación.

Pero si entre las cuatro interpretaciones tuviera que destacar alguna, me quedaría, sin duda, con los chispazos que generan la pareja de Marta (Betsy Túrnez) y Alex (Francesc Ferrer), auténticos amperios de humor que comunican a sus personajes un altísimo grado de comicidad y «realismo doméstico». Aún así, y vuelvo a repetirlo, sería injusto valorar una o dos de las actuaciones por encima del resultado global que quiere dar a la obra su directora.

Oxigen, un título que hace referencia a aquello más básico que necesitamos para vivir, es un respiro de aire «teatral», de aquellos que todos requerimos de tanto en tanto. Una obra que habla de nuestro día a día, de los objetivos que nos marcamos en la vida y de los recursos que invertimos en su consecución. Es un drama, el de la vida, y es comicidad, que emana también de la vida misma, y nos provee de una buena dosis de oxigeno con el que desconectar de nuestros propios problemas y «disfrutar» de los problemas de los otros (que al mismo tiempo son los nuestros). Un soplo de aire fresco que, sabiendo como está la cosa «ahí fuera», todos deberíamos aprovechar.


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«Oxigen» se representa en el Teatre Gaudí de Barcelona del 27 de enero al 25 de marzo de 2012.

Dramaturgia y dirección: Mar Monegal
Intérpretes: Helena Bagué, Francesc Ferrer, Albert Mèlich y Betsy Túrnez
Compañía: Teatre Gaudí
Espacio sonoro: Javi Gamazo
Diseño de luces: Dani Gener
Espacio escénico: Mar Monegal
Fotografías: Josep Aznar

Horario: de jueves a sábado a las 20:45 horas y domingo a las 18:00 horas
Precio: 18 €
Idioma: catalán
Duración: Una hora y veinte minutos
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Escrito por: Jorge Pisa Sánchez