El Circo Carrusel está deseoso de empezar la función. Lo malo es que no hay público que quiera girar con sus monstruos. Será que pasó su momento. Mas no por ello cejan en su empeño. El programa se nutre de la ternura con que malvive la compañía bajo una carpa aislante: El espectáculo debe continuar, sí, solo que no parece haber nadie dispuesto a motivar su arranque. ¿Nos aventuramos a dar un garbeo?
En esta obra de Alberto Rizzo, luce con alarmante peligro la historia de una iniciación. La de un joven de alma cándida preparado para encontrar su “grandiosidad”. Y lo hará en medio del patetismo de artistas olvidados. Probablemente arrinconados por las invencibles descargas de internet, las impertérritas series televisivas y las abductoras aplicaciones de teléfono móvil. ¿Qué más da? Rincones como Cincómonos Espai d’art se prestan con generosidad a obrar el milagro.
Aquí se trata de convocar a los supervivientes de un arte otrora capaz de consolar con sus trucos a quienes no necesitaban la credibilidad. Alberto sitúa a su héroe (sensible David Ortiz) en medio de un despliegue de personajes paradigmáticos y, aunque no se atreve a ahondar en sus miserias, los sacude con sugestión en una exhibición de números entrañables. La sangre no llegará al río porque la propuesta funciona, sobre todo, como fresco costumbrista. Para que no perdamos de vista que hace algún tiempo los forzudos no lo eran tanto pero nos gustaba creer en sus bíceps. Que los ventrílocuos podían verse atemorizados por las ínfulas estelares de sus muñecos (inquietante Guillermo García). Que, por debajo de las barbas de la mujer vellosa, podía manar una melodía cautivadora (dulce Laia Pérez). Que para ser malabarista sonreír con esmero era condición casi suficiente. Y que las bailarinas (pizpireta Alba Mesa) se podían erigir en cálidas voces de la conciencia.
El montaje se ve malogrado por un ritmo irregular y la dirección de actores de Rizzo oscila entre el balbuceo y las buenas intenciones. Sin embargo, la atmósfera que envuelve la sala a lo largo de la representación constituye un tentador elemento para desear desdibujarnos en la platea: La mezcla de tiniebla, ensoñación y solidaridad que une al equipo de La Coquera la toman prestada de un lugar del que no logramos escapar por más que nos empeñemos.
por Juan Marea
CARRUSEL se representa en Cincómonos Espai d’art de Barcelona (c/ Consell de Cent, 283) los domingos a las 19.30 horas.
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