El Festival Grec ha llegado a Barcelona y con él el calor y el colorido sobre los escenarios de la ciudad condal, con una programación, la de este año, en la que está muy presente la reivindicación social y en la que se han hecho hueco algunas propuestas transgresoras e innovadoras.
Uno de los primeros estrenos del festival lo constituye El veneno del teatro, obra escrita por Rodolf Sirera, adaptada por José María Rodríguez Méndez y dirigida por Mario Gas que nos propone una reflexión sobre la profesión del teatro y nos remite a un debate siempre existente entre la veracidad y la simulación sobre el escenario.
Nos hemos de situar en una gran sala de recepción de una lujosa mansión. Allí, el actor de teatro Gabriel de Beaumont lleva más de una hora esperando a que un enriquecido y presuntuoso marqués le reciba. Tras una pequeña disputa con el extraño mayordomo Gabriel es finalmente recibido por el potentado, que lo ha citado con la voluntad de que interprete un texto escrito por él y que ahonda en la muerte de Sócrates, allá a finales del siglo V a. C. época en la que agonizaba junto a él el modelo de ciudad-estado griega. Gabriel enardecido por la singular proposición acepta el encargo sin sospechar los oscuros propósitos de su anfitrión.
La propuesta de Sirera/Gas nos guía hacia uno de los grandes qués del teatro, la necesidad de la simulación y del artificio para conseguir construir la realidad que se consume encima del escenario. ¿Puede ser una obra de teatro algo más que una suma de impostura y técnicas de actuación que tratan de asemejarse o de copiar a la realidad en la que vivimos?
El texto de Sirera, escrito en 1993, profundiza sobre esta cuestión llevando la representación teatral hasta el límite de sus posibilidades, mostrándonos una situación tensa y angustiosa regada por lo sombrío de la misma, en una propuesta que recuerda en algunos momentos a una obra como La huella, adaptada para el cine por Joseph L. Mankiewicz en el año 1972 e interpretado magistralmente por Laurence Olivier y Michael Caine, en el que el juego entre la verdad y la mentira estaban muy presente. Mario Gas, por su parte, dirige la obra con mano firme pero con la flexibilidad necesaria para que fluyan las personalidades de sus actores protagonistas.
El veneno del teatro nos propone, en un contexto más actual, una reflexión sobre la capacidad de dominio que una minoría adinerada, encarnada en el personaje del marqués, dispone para obligar a aquellos sus inferiores, en este caso un simple pero afamado actor de teatro, a hacer aquello que sus caprichos morales y estéticos le apetecen. Una situación esta que se puede trasladar fácilmente a la actualidad en la que se agiganta cada vez más el dominio sintomático de los ricos sobre los pobres a medida que los mercados y los poderes financieros imponen sus designios sobre la sociedad.
La obra se construye, por otra parte, a partir de una escenografía exigua pero contundente que crea un espacio sobrio y lúgubre, como lo es la trama que se representa sobre el escenario, sintetizada a su vez por las interpretaciones de los argentinos Miguel Ángel Solá y Daniel Freire, cuyo trabajo potencia el tono hiriente de una representación que se convierte en un tour de force entre ambos actores.
Una propuesta, en definitiva, indicada para reflexionar sobre el teatro y sobre la agonía que se transfigura a lo largo de su representación, de la que, no olviden, solo queda una semana de representación.
«El veneno del teatro» se representa en el Teatre Romea del 2 al 13 de julio de 2013.
Autor: Rodolf Sirera
Versión: José María Rodríguez Méndez
Dirección: Mario Gas
Reparto: Miguel Ángel Solá y Daniel Freire
Escenografía: Paco Azorín
Vestuario: Antonio Belart
Iluminación: Juan Gómez-Cornejo
Diseño de sonido y música original: Orestes Gas
Producción: Concha Busto Producción, Teatros del Canal, CLECE y MAJI
Horario: de martes a sábado a las 20:30 horas y domingos a las 18:30 horas.
Precio: de martes a jueves 24 – 30 €; de viernes a domingo 26,5 – 31,5 €.
Idioma: castellano
Duración: 65 minutos
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Escrito por Jorge Pisa Sánchez