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Crítica teatral: Invernadero, en el Teatre Lliure

Es extraño, muy extraño, avanzar en una temporada teatral sin asistir a una representación de alguna de las obras de Harold Pinter, un valor seguro para aquellos que disfrutan con el teatro abierto a la reflexión. Este mes de febrero, hemos tenido, pues, la oportunidad de poder ver en el Teatre Lliure, Invernadero, una de las primeras obra de Pinter dirigida por Mario Gas, versionada por Eduardo Mendoza e interpretada entre otros por Gonzalo de Castro, Tristán Ulloa, Jorge Usón, Javivi Gil Valle e Isabelle Stoffel.

“El invernadero, el establecimiento de reposo al que hace referencia la obra, es todo lo contrario de lo que parece o de lo que su pretensión indica: un lugar balsámico y de rehabilitación. Antes bien, es un espacio en el que se ha instalado el horror y la aniquilación psíquica y total, la negligencia y el desamparo y, cómo no, el asesinato, la desaparición impune, y el mutismo institucional”.

De nuevo, y como adn de su dramaturgia, Pinter nos muestra una situación y una atmósfera muy concreta: la actividad en una institución que bien bien nunca sabremos a qué se dedica realmente. Las escenas que nos muestra Pinter más que hacer referencia a un hecho en concreto nos hacen reflexionar sobre el funcionamiento de la extraña institución que da nombre a la obra y, más concretamente, sobre el comportamiento de todos aquellos que están vinculados a ella. Sin embargo, nunca veremos sobre el escenario a los internos, a los que el autor ha reducido a meros números, y que, consecuentemente no tienen ninguna importancia para los responsables de la Institución.

En el invernadero casi nada parece que “funcione” correctamente salvo las estrictas normas de comportamiento que alguna vez tuvieron sentido. De ahí que sus trabajadores vivan una existencia alienada sin ningún objetivo, excepto el cumplir las normas que imperan en la institución y no llamar demasiado la atención de los demás.

invernadero_teatre_lliure_1En el caso de Invernadero Pinter mezcla una “atmósfera” escénica muy particular con un claro elemento distópico que aproxima a la obra a novelas como Un mundo Feliz de Huxley o 1984 de Orwell, dándole a la representación un toque todavía más oscuro y trágico. El tercer elemento del que se constituye la representación es el de la farsa, una farsa negra y con un sentido del humor algunas veces algo absurdo, hecho este que potencia el componente ominoso en el que se enfunda la obra.

Invernadero posee una escenografía fría y distante compuesta por una plataforma giratoria que nos muestra los espacios donde se desarrolla la acción y que potencia el elemento oscuro del texto de Pinter. Y por lo que respecta a las interpretaciones, destacan las de Gonzalo de Castro, que interpreta a un director de la institución que ha traspasado claramente los límites de su autoridad; Jorge Usón, que proporciona a la obra ese toque humorístico del que hablaba antes y Tristán Ulloa que encarna al asistente de dirección puntilloso y calculador que provee a la obra del toque siniestro que predomina.

La dirección está a cargo de Mario Gas, que sabe dar a la obra el toque pinteriano que requiere, algo a lo que no es ajeno la versión llevada a cabo para la ocasión por Eduardo Mendoza, un trabajo que eleva, sin duda alguna, la nobleza de la propuesta.

Invernadero está coproducida por Teatro de La Abadía y Teatro del Invernadero, este último un nuevo proyecto teatral que inicia su singladura con una propuesta que hará las delicias de aquellos que disfrutan del teatro en esencia y de aquellos que gozan del teatro de Harold Pinter. Una oportunidad para reflexionar sobre quien dirige a aquellos que nos dirigen y de dónde están los límites de la grandeza y la bajeza humana.

Invernadero” se representa en el Teatre Lliure Montjuïc del 10 al 21 de febrero de 2016.

Autor: Harold Pinter
Versión: Eduardo Mendoza
Dirección: Mario Gas
Reparto: Gonzalo de Castro, Javivi Gil Valle, Carlos Martos, Ricardo Moya, Isabelle Stoffel, Tristán Ulloa y Jorge Usón
Escenografía: Juan Sanz y Miguel Ángel Coso
Vestuario: Antonio Belart
Iluminación: Juan Gómez-Cornejo (a.a.i.)
Espacio sonoro: Carlos Martos Wensell
Producción: Teatro del Invernadero y Teatro de La Abadía

Duración: 1 hora y 40 minutos
Idioma: castellano

Nota Culturalia: 8
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Jorge Pisa

Crítica teatral: El diccionario. Palabras, más o menos.

diccionario_1(1)Desde pequeño, me fascinan las palabras. Y aún más el uso que les damos. Porque las convertimos de ese modo en parte de nuestro ser. Y, con ellas, amamos mejor. Y viajamos. Y dejamos de escondernos.

Esta es una historia sobre una palabra. O, mejor dicho, sobre el significado que a ella le da un ser especial. Para ello, una entusiasta Vicky Peña se entrega a la causa de defenderla hasta la exasperación. Aunque no sea suficiente. Porque no le acompañan ni un texto sugerente, ni un escenario envolvente y ni siquiera unos partenaires convincentes.

Y hablando de “ente”, os presento al protagonista titular de tan pomposo espectáculo: una inacabable obra enciclopédica de las palabras tras la cual se arrastra María Moliner, tanto como su tozudez le permite alejarse de ese mundo contaminado de intolerancia política, social y de género que le tocó rechazar.

Dicho diccionario, moroso, excesivo y rancio, no consigue hacer relucir sus páginas a lo largo de la representación escénica. Se empeña continuamente en privar a su público de la posibilidad de querer hojearlo con sus propias manos.

eldiccionario3_prensa_rosribas_1Porque no arriesga al pasar sus páginas, que se entrelazan de acuerdo con diversos encuentros de la ínclita María (Vicky bienintencionada pero sobreactuada) con los que debieron ser los dos hombres más importantes de su vida: el doctor que le trató su enfermedad degenerativa (Helio Pedregal afectado y poco preocupado por dejar de estarlo) y el marido que le cortó las alas sin apenas ruborizarse (un Lander Iglesias que pasaba por ahí y, aun teniendo un teléfono cerca, lo pudo resistir, parafraseando a Aute). Entre ambos se debate este retrato de mujer tenaz, perseverante y concienzuda sin que el aparente marco (un escenario abarrotado de libros) logre que aflore el lienzo donde debía transmitir el artista (José Carlos Plaza dirigiendo) una paleta de colores vehemente, acelerada y única. Porque el afán del autor del texto (Manuel Calzada) por ofrecer datos biográficos, junto a un continuo esfuerzo por contextualizar históricamente, borran lamentablemente los pocos trazos que podríamos distinguir del alma de esa mujer que hay que reivindicar. Desde un alma personalizada y hasta que nos sacuda con el patetismo de su encierro.

Y cuando ya lo dábamos todo por perdido, emerge en el firmamento escénico la palabra clave y, con ella, la salvación: María confiesa que la necesidad de conceptualizar correctamente “libertad” fue el motor de entregarse a tan ardua tarea de crear su propio diccionario. Y al exponer sus razones en un soberbio monólogo (lástima que sea el final), Vicky renace, junta las cenizas de este convencional “biopic”, y emprende el vuelo arrebatándonos esa emoción que no habíamos conseguido soltar hasta entonces. Ahora sí que tocamos el cielo. Aunque solo sea durante los últimos minutos de este espectáculo.

«El diccionario» se representa en el Teatre Romea  del 16 de enero al 10 de febrero de 2013.

Autor: Manuel Calzada
Dirección: José Carlos Plaza
Reparto: Vicky Peña, Helio Pedregal y Lander Iglesias
Voz: José Pedro Carrión
Escenografía: Francisco Leal
Vestuario: Pedro Moreno y Cristina Rodríguez del Yerro
Iluminación: Francisco Leal
Música y espacio sonoro: Mariano Díaz
Producción: Teatro de La Abadía y Anadramápete

Duración: 1h 30 min (sin entreacto)
Idioma: castellano

Escrito por Juan Marea