Es cierto que la vida nos depara siempre caminos que nos alejan de algún sitio, ya sea del pasado, de la casa familiar o de las personas y de los lugares que han sido importantes para nosotros. De todo ello es de lo que habla La terra oblidada, una producción reestrenada el pasado 27 de febrero en la Sala Atrium y producida por la compañía de teatro Arcadia en su momento para otro espacio teatral destacado de Barcelona, la sala FlyHard.
Lo que nos narra La terra oblidada es una historia intensa y actual, en la que no están presentes los grandes y a veces deslumbrantes sentimientos de los clásicos pero que habla al público de tú a tú, tan cerca de los espectadores que más que una obra de teatro parece, en muchos momentos, un episodio cotidiano captado por cualquiera de nosotros en un momento cualquiera. Una denominación de origen, claro está, típicamente Flyhardiana.
Todo comienza con la decisión de un padre de dejar de hablar a sus hijos. Un padre impedido desde hace tiempo por la enfermedad, destrozado por la amargura acumulada a lo largo de toda una vida. Un hombre de campo que ha luchado siempre por mantener e incluso ampliar las tierras de labranza que heredó y que en su intento ha descuidado a la familia, a su padre, a su mujer y a sus hijos. Estos últimos han optado, los más afortunados, por abandonar la casa familiar e iniciar nuevas vidas en la ciudad. La menos afortunada, la hija mediana, por quedarse en el pueblo y hacerse cargo de su padre una vez que su madre murió. El mutismo del padre, que aunque necesitado de la asistencia de sus hijos opta por no comunicarse con ellos, hará que la familia se reúna de nuevo en casa, y que las disputas, los recelos y las recriminaciones vuelvan a estallar entre ellos.
La terra oblidada ya obtuvo un gran éxito el año pasado en la Sala FlyHard. Algo que se entiende al asistir a la representación de la obra, de unos 70 minutos de duración. Un espectáculo que reflexiona sobre la familia y la enfermedad y cómo tanto una como la otra persisten a lo largo del tiempo. En su estudio de los lazos familiares Llàtzer Garcia, al frente de la compañía Arcadia, opta por una presentación sencilla y natural, en la que desaparece casi por completo, como arte de magia, la sensación de cuarta pared y el público se ve sumido en una realidad familiar cruda, que se irá convirtiendo en durísima a medida que avanza la obra.
Una obra que no deja indiferente, ya que todos los espectadores, bien de forma directa o a través de conocidos o familiares, ha vivido situaciones parecidas a las mostradas en el escenario de la Sala Atrium, transformado en el salón de la casa familiar, en las que los lazos familiares más que generar un entorno de amor y de amparo, producen una atmósfera envenenada que marca de por vida a todos aquellos que se ven atrapados en ella. En este caso un universo de simplicidad campesina y de menosprecio humano que ha hecho explotar en mil pedazos a una familia después de la muerte de la madre, el único lazo real que los unía a todos.
La obra se construye con muy poco (que a veces es mucho!). Con un texto bien escrito, con unas interpretaciones intensas y realistas y con una situación dura, dramática y a veces asfixiante, que es la clave de la obra. La autoría y dirección corren a cargo, como les decía, de Llàtzer Garcia, que sabe darle a todo un asunto un toque hiperrealista y afilado, en el que casi todas las frases hieren en algún momento. Las interpretaciones, de fondo, corren a cargo de Marta Aran, Muguet Franc, Guillem Motos, Laura Pujolàs i Gal Soler, y consiguen trasformar el escenario de la Sala Atrium en un verdadero infierno familiar, en el que todas las rivalidades, las carencias y los anhelos, explotan a fuego lento. Es difícil destacar la interpretación de alguno de los actores y actrices en este obra, en la que todos conocen a la perfección como han de desarrollar sus papeles. Si bien, y aunque sea por razón de edad, déjenme subrayar la interpretación de Gal Soler, basada no en la palabra, sino en los gestos y en la expresión facial y corporal (casi hasta el final de la obra), para dar vida a una persona amargada y que ha tensado hasta el límite el núcleo existencial de la familia.
Les puedo asegurar que La terra oblidada llega muy adentro y, lo que es mejor, de una forma no adulterada. La obra no necesita de ningún ingrediente exquisito y ostentoso, sino que comunica de forma directa y a un ritmo franco. Podríamos decir que trasmite de corazón a corazón, con los riesgos emotivos para el público que ello comporta.
Vale la pena, de esta forma, destacar la labor de un espacio pequeño como la Sala Atrium, que centra su actividad en la programación de calidad y que no realiza excéntricos viajes escénicos, sino que se interesa por la realidad cotidiana, a veces positiva y a veces no tanto, que en muchos casos, vivimos día a día.
«La terra oblidada» se representa en la Sala Atrium del 27 de febrero al 10 de marzo de 2013.
Texto: Llàtzer Garcia
Dirección: Llàtzer Garcia
Intérpretes: Marta Aran, Muguet Franc, Guillem Motos, Laura Pujolàs y Gal Soler
Ayudante de dirección: Javier J. Moyano
Espacio escénico y vestuario: Albert Pascual
Producción: FlyHard Produccions S.L.
Producción ejecutiva: Roser Blanch
Horarios: de miércoles a sábado a las 21:00 horas y domingo a las 19:00 horas.
Precio: 19 €
Idioma: catalán
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Escrito por Jorge Pisa Sánchez