Una sala de cine abarrotada como nunca que premia con tímidos aplausos, primero, que se tornan ovación después, a medida que avanzan los títulos de crédito y los espectadores se recuperan de lo sucedido en los últimos 120 minutos. Así terminó la proyección de La piel que habito a la que un servidor asistió el pasado 3 de septiembre, una forma de reconocer el buen hacer de los actores protagonistas y la insólita historia que firma Pedro Almodóvar, adentrándose por primera vez en un terreno, el del thriller con elementos de terror gótico, al que no nos tiene acostumbrados; eso sí, sin renunciar a sus particulares obsesiones.

El doctor Robert Ledgard, eminente cirujano plástico, ha dedicado los últimos años de su vida a investigar cómo conseguir una piel artificial capaz de resistir cualquier agresión externa. Los resultados de sus investigaciones los da a conocer en una conferencia ante sus colegas, obviando un dato de vital relevancia: para lograrlo ha utilizado una cobaya humana (Vera), prisionera en su lujosa mansión toledana, una situación que, de ser descubierta por el resto de la comunidad de científicos, supondría su inhabilitación inmediata de la profesión, además de reportarle serios problemas con la justicia. Por ello, la existencia de Vera en su vivienda es un secreto que sólo conoce Marilia, mujer de confianza que toda la vida ha estado al servicio de la familia Ledgard.
Basándose en Tarántula, una novela de Thierry Jonquet, Pedro Almodóvar teje una historia tan compleja como oscura de amor incondicional, pasión, odio, venganza y obsesiones varias alrededor de tres personajes, un argumento para el que se ha dejado influenciar por múltiples obras: por un lado, es evidente reconocer algo del clásico de Mary Shelley, Frankenstein; por otro lado, el giallo del que Darío Argento era máximo exponente planea a lo largo de la primera parte del metraje; finalmente, el mismo director manchego cita los thrillers de Fritz Lang y la película Ojos sin rostro de Georges Franju como películas clave para entender cómo surge La piel que habito.

Almodóvar presenta una historia filmada de forma sobria, más contenida de lo que en él es habitual, con una cuidada escenografía que nos muestra la moderna y lujosa mansión en la que Vera se encuentra encerrada. Tras 18 películas a sus espaldas, el director demuestra que ha aprendido cómo involucrar al espectador en su historia, envolviéndolo con sus tramas misteriosas, dominando el ritmo con el que desarrolla el argumento, una experiencia que le permite saber cuándo intercalar una escena que arranque las carcajadas del público y relajar, así, la tensión del momento (memorable el cameo de su hermano Agustín junto a su sobrino). Además, La piel que habito queda estructurada en dos partes, la primera en la que predominan la tensión y los antagonismos entre los dos protagonistas principales, mientras que la segunda, tras sendos flashbacks, da lugar a una historia distinta, con un magistral golpe de efecto que turbará el público definitivamente, y que desemboca en un diálogo final, sencillamente, extraordinario.
Rodar con Almodóvar es el sueño de buena parte de los actores españoles; de esta manera, es fácil contar con un extenso elenco repleto de caras conocidas que ofrezcan una sólida interpretación a aquellos personajes secundarios tan necesarios, como Fernando Cayo, Eduard Fernández, Jan Cornet, Teresa Manresa o Bárbara Lennie. Sin embargo, dos de estas actuaciones no son tan acertadas como podrían ser: por un lado, Blanca Suárez ofrece una actuación desconcertante, poco convincente, mientras que cuesta creer que Roberto Álamo sea el mismo actor que recibió exacerbados elogios interpretando a Urtain, un actor que participa en el film vestido con un ridículo disfraz de tigre y que dota a su personaje de un absurdo e ininteligible acento. Con todo, los grandes triunfadores son la siempre fiel Marisa Paredes, una magnífica Elena Anaya, todo belleza y flexibilidad, que realizó para la ocasión una intensa preparación a base de ejercicios de yoga, y eso se nota, y, por supuesto, un sorprendente Antonio Banderas, el científico enajenado del film, un actor que por fin demuestra que es capaz de actuar sin histrionismos ni efectuar constantes aspavientos. Mención aparte merece la intervención de Concha Buika, una voz excepcional que Almodóvar ha acertado incluir en la película con dos canciones, Por el amor de amar y Se me hizo fácil, todo un regalo.
Sin duda, La piel que habito será una película controvertida que tendrá tantos incondicionales como detractores, y quizás sea éste el mayor triunfo para uno de los directores más importantes del cine español que, lejos de repetirse y refugiarse en mundos conocidos, decide arriesgarse y enfrentarse a nuevos retos, algo que merece el mayor de los reconocimientos.
Título: La piel que habito
Director: Pedro Almodóvar
Intérpretes: Antonio Banderas, Elena Anaya, Marisa Paredes, Blanca Suárez, Fernando Cayo, Eduard Fernández, José Luis Gómez, Jan Cornet, Roberto Álamo, Susi Sánchez, Bárbara Lennie, Teresa Manresa
País: España
Duración: 120 minutos
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Escrito por: Robert Martínez Colomé