Cuando estaba estudiando la carrera de Historia allá a finales del siglo XX, una de las cosas con las que más disfrutaba era con la lectura de textos de autores antiguos griegos y romanos. Mi especialización estaba entre la Edad Antigua (Imperio romano) y la Edad Media (Antigüedad Tardía). De ahí mi disfrutre al leer directamente a autores como Séneca, Suetonio, Herodiano, Orosio…
Uno de ellos fue Flavio Claudio Juliano, conocido también como Juliano el Apóstata, emperador romano del siglo IV del cual han llegado a nosotros por suerte varias obras, entre ellas diversas cartas. Y una de estas cartas me afectó hondamente al tratar el emperador de la pérdida y de la muerte a través de la historia del sabio Demócrito de Abdera, conocido como el filósofo «sonriente».
Un relato que hoy os presentamos en Culturalia y que nos ofrece una reflexión muy adecuada para los tiempos de pandemia que vivimos en la actualidad.
Al prefecto de Egipto Himerio sobre su mujer
No sin lágrimas leí tu carta en la que me escribías sobre la muerte de tu compañera y me comunicabas tu extremo dolor. Pues, además de que lo sucedido sea en sí mismo penoso, que una mujer joven, recatada, encantadora para su esposo y, además, madre de unos hijos admirables sea arrebatada antes de tiempo, como una antorcha brillantemente alumbrada que pierde su llama de improviso, no me parece menos penoso el que precisamente este dolor haya caído sobre ti. Pues nuestro buen Himerio era el hombre de todos que menos merecía probar un dolor así, él que es un hábil orador y el más querido con mucho de nuestros amigos.
Sin embargo, si fuera otro hombre a quien tuviese que escribir en estas circunstancias, necesitaría mayores discursos para hacerle ver que lo sucedido es humano, que es necesario soportarlo y que nada puede conseguirse con un dolor excesivo […]. Aguanta, pues, que te cuente la historia de un sabio, o a lo mejor es un relato auténtico, que quizá no te sea extraño, pero que para la mayoría, como es natural, es desconocido, y, valiéndote sólo de él como de un remedio que hace olvidar la aflicción, puedas encontrar una solución a tu dolor […]
Se dice, en efecto, que Demócrito de Abdera, cuando el rey persa Darío estaba afligido por la muerte de su bella esposa, no pudo encontrar palabras que le bastasen de consuelo, y le prometió volver a traer a la luz a la desaparecida con tal de que quisiera procurarle los medios necesarios para el caso. Él le ordenó no ahorrar nada que pudiese impedirle mantener su promesa y, tras aguardar un momento, dijo Demócrito que tenía todos los medios para la realización de su tarea, pero que le faltaba una sola cosa, que él no sabía cómo hacerse con ella, pero que Darío, como rey de toda Asia, seguramente podría encontrarla sin dificultad. Al preguntarle éste qué podía ser aquello que le estaba sólo a un rey permitido conocer, Demócrito respondió que, si inscribía en la tumba de su mujer los nombres de tres personas que no hubieran soportado una aflicción, al instante su esposa resucitaría, emocionada por la ley de este rito.
Como Darío estuviese en grandes dificultades y no pudiese encontrar ningún hombre que no hubiera tenido que soportar algo penoso, Demócrito, echándose a reír según su costumbre, dijo: «¿Por qué, pues, oh el más absurdo de todos los hombres, te lamentas sin medida como si fueses el único golpeado por semejante dolor, tú que no has podido encontrar ni un solo hombre de los que han vivido en cualquier época que no haya tenido su parte en un dolor familiar?».
Como veis, una buena reflexión sobre el mundo en el que vivimos y sobre la gestión de las emociones y de la aflicción que todos hemos de superar en algún momento de nuestra vida.