Crítica cinematográfica: Midnight in Paris, de Woody Allen


Un año más buena parte de la profesión cinematográfica se ha dado cita en la Costa Azul para celebrar la LXIV Edición del Festival de Cannes. En esta ocasión, el encargado de inaugurar el festival ha sido Woody Allen con su última película, Midnight in Paris, su particular visión de la capital francesa a partir de los ojos de su protagonista, un escritor norteamericano de turismo por la ciudad y fascinado por el París de los años 20.

Gil es un guionista de Hollywood de viaje con su prometida, Inez, y los padres de ella por la capital francesa. La intención del joven, un idealista romántico, es abandonar su trabajo para centrarse en la publicación de su primera novela, y, a pesar de las reticencias de su pareja, cree firmemente que París sería el lugar perfecto en el que instalarse e iniciar así su carrera como escritor. Una noche, paseando sin rumbo por la ciudad, y justo cuando las campanadas marcan la medianoche, un vetusto coche se detiene a su paso y sus ocupantes le invitan a conocer aquel París que, hasta ese instante, únicamente residía en su imaginación, un viaje que le sumirá en una profunda desazón que le hará replantear su existencia.

Woody Allen mantiene su frenético ritmo de estrenar una película por año, un ritmo discutible, a tenor de las tibias repercusiones que sus últimos filmes tuvieron. Sin embargo, en esta ocasión, Midnight in Paris ha resultado una agradable sorpresa para todos aquellos que creían que ya no tenía nada más interesante que añadir a su filmografía: sin ser una obra maestra (para ello quizás ya es tarde, pero siempre nos quedarán sus películas más clásicas), resulta una interesante y divertida historia, una fábula sin pretensiones que permite al espectador conocer el París actual y el París de los años 20, aquella ciudad en permanente ebullición creativa, punto de encuentro de innumerables artistas que buscaron refugio en ella a principios del siglo XX.

Midnight in Paris juega con la eterna cuestión de si cualquier tiempo pasado fue mejor, fruto de nuestra imaginación y de nuestra capacidad para idealizar un período de tiempo determinado, en este caso el París bohemio de la década de 1920, un ejercicio interesante pero fácil de desmontar: el mismo Gil afirma que en el pasado no encontraríamos las medicinas a las que estamos acostumbrados en la actualidad, un simple hecho que por sí mismo invita a dejar para la imaginación los viajes en el tiempo.

En ese viaje que lleva a cabo Gil podremos disfrutar de aquel fascinante París de elegantes fiestas, una ciudad al compás del acordeón y en cuyos cafés solían reunirse artistas acompañados de un buen vino o una copa de absenta para compartir ideas, unas mentes privilegiadas que Allen convierte en personajes que desfilan uno tras otro por su película, escritores como Hemingway o T. S. Elliot, el matrimonio formado por Scott y Zelda Fitzgerald, el músico Cole Porter, el torero Belmonte, el fotógrafo Man Ray, el cineasta Luís Buñuel (a quien el protagonista sugiere el argumento de El ángel exterminador ante la incredulidad del propio Buñuel) o pintores de la talla de Picasso y Dalí (un inconmensurable y surrealista Adrien Brody).

Owen Wilson es el espléndido protagonista de esta historia, Gil, un escritor en crisis que bien podría tratarse del álter ego de Allen tantas veces interpretado por él, un novelista algo torpe, de balbuceo habitual y aire despistado que vive ensimismado con sus fantasías sobre la capital francesa y sus personajes más conocidos, y que en sus paseos nocturnos acaba enamorándose de Adriana, musa de Picasso que toma prestadas las sensuales maneras de Marion Cotillard. El tercer vértice de este atípico triángulo es Rachel McAdams, la irritante prometida del protagonista, mientras que Michael Sheen es el contrapunto a Wilson, un profesor sabelotodo que mantendrá un divertido pulso intelectual con Gil. Aunque quizás el papel que más expectación había generado entre el público era el de la guía que acompaña a los turistas, un breve papel que defiende de forma aséptica y sin estridencias la primera dama francesa, Carla Bruni.

A pesar de caer en algunos tópicos parisinos y de recrearse en bellas estampas de París al servicio de su nueva función como guía para turistas (los dos primeros minutos del metraje son totalmente gratuitos), Woody Allen consigue crear con Midnight in Paris una hermosa historia, divertida, a ratos hilarante, que arranca espontáneos aplausos en el espectador y que hará olvidar sus fallidas últimas películas.

Título: Midnight in Paris
Director: Woody Allen
Intérpretes: Owen Wilson, Rachel McAdams, Marion Cotillard, Michael Sheen, Lea Seydoux
País: EE UU
Duración: 100 minutos
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Escrito por: Robert Martínez Colomé

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