Los clásicos tienen algo de imperecedero que los mantiene vigentes a lo largo del tiempo, algo que los vincula a las convicciones y a las emociones de la humanidad y que hacen que su revisión siempre aporte algo al espectador.
Muerte de un viajante (Arthur Miller, 1949) es uno de esos casos en los que una trama, aunque lejana en el tiempo y en el contexto (los EE.UU. de los años 40 y 50) siempre interpela al espectador de una forma intensa y emotiva. En esta ocasión la propuesta está adaptada por Natalio Grueso, dirigida por Rubén Szuchmacher y capitaneada por Imanol Arias, en un intento de analizar la incertidumbre de la vida y las crueles consecuencias que pueden provocar nuestros actos.
«Willy Loman es un viajante de comercio que ha entregado todo su esfuerzo y su carrera profesional a la empresa para la que trabaja. Su único objetivo es darle una vida mejor a su familia, su mujer y sus dos hijos, que le adoran y a los que quiere inculcarles la ambición por triunfar y progresar en la escala social. Trabajador infatigable, ahora, con sesenta y tres años, exhausto y agotado tras una vida sin descanso, ve como su posición en la empresa se tambalea. Su matrimonio tampoco va bien, y la relación con sus hijos esconde un antiguo secreto que les llena de resentimiento y que amenaza con destrozar la estabilidad familiar. Lo que llevará a los protagonistas a una espiral de autodestrucción inevitable».
El texto de Miller ahonda en muchos temas, latentes en la época en la que se escribió y en la actualidad también, los cambios en el mundo laboral, los agrios efectos del capitalismo inhumano, la familia, las relaciones padre-hijo, las consecuencias de la infidelidad y los sueños que muchas veces quedan rotos en el camino.
El proyecto se ha llevado a cargo de forma óptima, en una propuesta que hace lucir a Imanol Arias, actor que monopoliza por momentos la representación, interpretando a Willy Loman, el viejo viajante inmerso en una crisis vital que acabará explotando en el interior de la familia. A Arias le acompañan Virginia Flores que da vida a la resignada esposa que es la única que apoyará a su marido de forma emotiva y triste a la vez. Andreas Muñoz da vida a Biff, el hijo más rebelde que provocará los choques más intensos con su padre y Daniel Ibáñez que interpreta a Happy, el segundo vástago de los Loman.
La dirección por parte de Rubén Szuchmacher ha conseguido captar la emotividad y la tensión de un texto que lleva a los espectadores desde el asombro a la tensión y el dramatismo de las situaciones que se irán acumulando a lo largo de la representación. El único aspecto que no acaba de funcionar del todo es la escenografía, demasiado minimalista para contener la intensidad de la historia que nos es narrada.
Imanol Arias está, pues, de enhorabuena, escénicamente hablando, ya que tras su participación en El coronel no tiene quien le escriba, un clásico escrito por Gabriel García Márquez y dirigido por Carlos Saura, ahonda en el éxito con esta versión de Muerte de un Viajante, una delicia teatral a la que se ha de acudir con un espíritu sereno a la par que escrutador, con el que analizar la esencia de la vida ya sea la de un viajante estadounidense de los años 40 – 50 o la de la vida que vivimos cada uno de nosotros y nosotras en un mundo tan voraz como el que nos ha tocado vivir.
«Muerte de un viajante» se representa en el Teatro Infanta Isabel de Madrid del 7 al 25 de septiembre de 2022.
Dirección: Rubén Szuchmacher
Adaptación: Natalio Grueso
Reparto: Imanol Arias, Andreas Muñoz, Miguel Uribe, Fran Calvo, Cristina de Inza, Virginia Flores, Daniel Ibañez
Diseño de escena y vestuario: Jorge Hugo Ferrari
Diseño de iluminación: Felipe Ramos
Diseño sonoro: Barbara Togander
Horarios: miércoles, jueves, viernes y sábados a las 19:00 horas y domingos a las 18:00 horas.
Precio: Web Teatro Infanta Isabel
Duración: 110 Minutos
Idioma: castellano
NOTA CULTURALIA: 8,9
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Jorge Pisa