El Hijo del Difunto debería respirar aliviado: Ahora ya podrá alzar el vuelo. La Viuda del Difunto se lanza a la bebida: No quiere levantar cabeza. Antes de que el primero despliegue sus ansias creadoras lejos del panteón en que el Difunto quiso encerrarle en vida tendrá la oportunidad de limpiar su conciencia. Lo hará en brazos de la segunda, que así podrá jugar a emanciparse levemente después de tanta autoridad.
En cualquier caso, este es un recital para dos instrumentos musicales de humana condición y para un violoncelo que increpa, desafía y hasta humilla.
SERENATA PARA UN PAÍS SIN SERENOS es un ejercicio fallido que orquesta un velatorio en el que poner en tela de juicio la veracidad de un triunfador social a costa de caer en todos los tics de la corrupción. También deja lugar a una reflexión sobre el teatro como medio de arraigo para el individuo. Y hasta explora las posibilidades que ofrece la música de cámara para dialogar en un contexto dramático.
En el primer aspecto, la historia de Lluïsa Cunillé y Paco Zarzoso almacena una cantidad ingente de tópicos intentando hacer verosímil una trama de patriarca castrador en un contexto eminentemente localista. Pero ni los personajes respiran en medio de tanto lugar común, ni la crítica de cierto poder fáctico de nuestra sociedad más próxima (el Todopoderoso Fútbol) llega a ser sangrante. Y los actores, como almas en pena por el depurado escenario, evidencian su desamparo.
En cuanto a la segunda cuestión, la obra milita en pro de una función del arte escénico terapéutica pero también social desde el testimonio de alguien que, con él, podría por fin enderezar su vida cortando los hilos con que le aprisionaba el fallecido. Ahí busca una razón de ser pero no osa adentrarse y a duras penas tantea el terreno.
A la tercera debería ir la vencida. Al menos, aquí distinguimos la peculiaridad de la “Serenata”: La elegancia del violoncelo logra que vaya ganando terreno como personaje. De este modo, su quejido le lleva a asumir el punto de vista externo a esta pareja que vela y no logra desvelarse. Y, utilizando su variedad de registros, se transmuta en los rivales más despreciables de los otros protagonistas. Sin embargo, la exquisitez de la propuesta aumenta el distanciamiento emocional del espectador y limita el juego interpretativo: No es posible así la interacción. En cambio, sí que intensifica el estupor. El del Hijo y la Viuda, cuya soledad ahora es más patente; y el del espectador, con una incomodidad nada desdeñable, no tanto por la eficacia del recurso sino más bien por verse obligado a descodificar esas conversaciones músico-verbales. Y esa tarea, dificultosa, es altamente estimulante.
Por último, la frase que el Hijo recuerda a la Viuda: “Tú piensas en continentes. Y yo, en mares”. Lo terrenal es ser sereno. Pero lo que nos hace avanzar, lanzarnos al agua que empapa constantemente el horizonte.
Por Juan Marea
SERENATA PARA UN PAÍS SIN SERENOS se representa en La Seca-Espai Brossa de Barcelona hasta el 31 de enero.
http://www.laseca.cat/es/obra/100/serenata-para-un-pais-sin-serenos–lluisa-cunille-y-paco-zarzoso/