Fire’2014: Hogueras marginales

Este año el FIRE! Mostra Internacional de Cinema Gai i Lesbià nos ha conmocionado. Con el asalto implacable de unos golfos a un burgués parisino aprovechando la debilidad de su ilusionada entrepierna. En EASTERN BOYS, el director Robin Campillo nos lo robó todo: el recelo, la prevención y las ganas de seguir siendo ciudadanos pasivos. Y ni siquiera se nos pasó por la cabeza (cabecita loca la nuestra, como cantaba Amaral) acudir a la compañía de seguros o a la policía. Porque esta película es un estudio extraordinario sobre la emancipación individual de alguien que, de juguete sexual emigrado y no articulado (refrescante Kirill Emelyanov) pasa a ser hijo legítimo de la República Francesa. Y en su proceso de liberación, mediarán la dependencia de la banda descarriada (bajo el yugo de un magistral Daniil Vorobyov cuya chulería y patetismo son apellidos complementarios) y un “amour fou” como solo el país vecino suele tratar: con naturalidad, profundidad emocional y apertura de mente. Todo bajo la atenta mirada de Olivier Rabourdin, utilizando su inexpresividad facial como recurso eficaz para transmitir la firmeza necesaria de su rol de quien tiende la mano (aunque pareciera que solo se trataba de la polla). “Eastern boys” se abre con un plano secuencia admirable presentando a las víctimas en la estación, sigue con una fiesta espeluznante en casa del protagonista conjugando con sabia ambigüedad la perversidad y la ternura (la humillación sufrida por el anfitrión, la ingenua “joie de vivre” de sus “invitados”). Y a nuestro desasosiego se suman después las ganas de conocer (y vivir) más, garantía de que hay una historia.

El FIRE! también ha coqueteado con nosotros. Como cuando proyectaba FIVE DANCES, producto vacuo realizado por Alan Brown que convierte “Fama” de Alan Parker en una obra maestra. Se trata aquella de una colección de estampitas muy bien fotografiadas sobre una sala de ensayos y sus moradores (hermosos, talentosos, supercools), a los que ocurre lo mismo que a nosotros ocurrió cuando teníamos su edad pero se nos cuenta de una forma relamida y muy manida. La película incluye (de hecho, es su columna vertebral) varios números de danza donde los protagonistas se lucen exhibiendo una técnica impecable y una fotogenia arrebatadora. Como preámbulo, vimos el cortometraje HOLD (Erik Linghede), de un talante más transgresor: Una pareja de bailarines ejecuta una coreografía moderna, sensual y refrescante entrecruzando brazos para ser uno en un espacio diáfano enorme al que dotan de calidez.

Con el FIRE! pudimos despertar: con la grandeza de esa pareja que se empeña en ser familia de forma casi casual y movida por el ánimo solidario: ANY DAY NOW responde a la modalidad de lucha personal contra la adversidad por la intransigencia jurídica. Pero lo hace sin sensiblería y mediante unos personajes enternecedores: el drag queen apasionado, comprometido y con un carisma apabullante (sensacional Alan Cumming); su segundo de a bordo (resultón Garret Dillahunt) , adulto, leal y sensible y un adolescente con síndrome de Down (eficaz Isaac Leyva) cuya adopción será el luminoso objeto de deseo. El guión, además, que no opta por la vía previsible, propone unos cuantos lugares de reposo para que nos riamos, lloremos e incluso decidamos. Antes de emocionarnos con esta obra de Travis Fine, y sin apenas hacer ruido, intervenía con voz propia LA CLASE DE BAILE (Camilo Cogua Rodríguez), cortometraje de animación pedagógico (incluso para niños como nosotros) sobre niñas repipis que ensayan “El lago de los cisnes” y cómo emerge del rincón más profundo de la clase el príncipe redentor, cuento gratificante sobre la transexualidad cotidiana sin estridencias y con mucha delicadeza.

por Juan Marea