Como ya sabéis, las obras y los espectáculos de base histórica que se realizan en la actualidad, tanto en el cine, en la televisión, como en el teatro, pretenden revisar, normalmente sin los conocimientos y las aptitudes necesarias, figuras claves de la historia, para acercarlas y hacerlas más inteligibles a los públicos de hoy en día, ávidos de poca reflexión y mucho entretenimiento. Y sabéis también que en Culturalia nos gusta especialmente reseñar este tipo de espectáculos. Hoy es por tanto el día de El testamento de María, el monólogo teatral estrenado en el Teatre Lliure de Montjuïc, escrito por el irlandés Colm Tóibín, adaptado y dirigido por Agustí Villaronga e interpretado de forma magnífica, por Blanca Portillo.
Asistimos, pues, a un monólogo intenso que nos permite acceder a la mujer que existió tras la figura de la María «Madre de Dios» cristiana y que nos muestra cómo vivió los episodios mesiánicos protagonizados por su hijo. El Testamento de María es una pequeña gran obra. Pequeña por su formato, ya que, en verdad, tan solo necesita a Portillo para su realización, y grande porque hace bien lo que se propone, y os puedo asegurar que la reconstrucción histórica en general las más de las veces fracasa en sus intentos.
Y con eso no quiero decir que la obra sea un testimonio histórico real de la mujer, ni mucho menos (de la que, por cierto, fuera de la Biblia, una obra de carácter no histórico, no sabemos nada), pero el esfuerzo hecho en la escritura del texto es inteligente, consistente y en parte prudente, aunque en algunos momentos juegue con la polémica. La obra, además, está dirigida por Agustín Villaronga, autor de un éxito de cine histórico reciente como Pa negre (2010) ambientado en la posguerra española. De ahí que la construcción del personaje hecho entre él mismo y Blanca Portillo, nos permita acercarnos a una dimensión humana «posible» de la «Madre de Dios».
Por lo que respecta a Portillo, cabe decir que la actriz está esplendida, tanto en la interpretación como en la en la recitación del texto, trasladando al espectador a un drama que la «interfaz» católica nunca ha permitido que fuera visto. María teme, María duda, María llora y María huye, todo ello a través de la interpretación y del cuerpo, que aunque físicamente no se asemeje demasiado al estereotipo establecido en la imaginería cristina, invade de emotividad al público, sobre todo en algunos momentos del monólogo, como el de la Resurrección de Lázaro o la Crucifixión de Jesús.
La María de Portillo es un portento que nos permite conocer la «pretendida realidad» que existió detrás de la María del Nuevo Testamento, aunque la historicidad del personaje sea ficticia. Tóibín juega, además, con la polémica al tratar de una forma irreverente alguno de los episodios de la vida de la «Madre de Dios», ya sea la paternidad de Jesús, la huída de la propia María tras la muerte de este en la Cruz y sobre todo, su «apostasía», al acabar en la ciudad de Éfeso protegida por los apóstoles adorando una imagen de la diosa pagana Artemisa. Algo indemostrable, por otra parte, pero consistente si repensamos la vida de María desde un punto de vista más realista y actual como lo hace Tóibín. Son materia de reflexión, además, la acusaciones que realiza varias veces María a lo largo de la representación sobre la veracidad de los hechos narrados en el Nuevo Testamento, una crítica, sin duda al peso de la Iglesia a lo largo de la historia e incluso en la actualidad.
Un punto negativo de la propuesta es la composición de una escenografía, obra de Frederic Amat, que no acaba de conectar con el espíritu minimalista de la obra y con lo que quiere comunicar. Una des-conexión que le hurta más bien poco a la magnificencia de un texto esplendoroso, una dirección firme y considerada y una interpretación de una calidad que no hallamos habitualmente sobre los escenarios. Portillo es, por otra parte, el alma de la obra, y la que influye de forma decisiva en el resultado final de la misma, rompiendo en varios momentos la barrera entre público y actriz.
El Testamento de María es un intento atinado de acercarse a los contornos y los sentimientos de la Madre de Dios, algo de por sí imposible siquiera de imaginar para la mayoría, en un siglo, el XXI, que no acepta ninguna figura consagrada por la historia y/o la religión, y que se esfuerza por desvelar sus fueros internos aunque sea a partir de apuntes e hipótesis nimias. La diferencia, aquí, reside en la calidad del conjunto, el texto, la dirección y como envolviéndolo todo, la interpretación de Portillo.
«El testamento de María» se representa en el Teatre Lliure (Montjuïc) del 5 al 22 de marzo de 2015.
Autor: Colm Tóibín
Adaptación y dirección: Agustí Villaronga
Intérpretes: Blanca Portillo
Traducción: Enrique Juncosa
Escenografía: Frederic Amat
Vestuario: Mercè Paloma
Iluminación: Josep Maria Civit
Sonido: Lucas Ariel
Música original: Lisa Gerrard
Producción: Testamento, Grec 2014 Festival de Barcelona, INAEM – Centro Dramático Nacional y Avance – Producciones Teatrales
Horarios: de martes a viernes a las 20:30 horas; sábados a las 21:00 horas y domingos a las 18:00 horas.
Precio: 29 € / existencia de descuentos
Idioma: castellano
Duración: 1 hora y 15 minutos (sin pausa)
NOTA CULTURALIA: 8,5 SOBRE 10
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Jorge Pisa