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Crítica musical: Lamparetes, d’Antònia Font

És evident que, en l’actualitat, la música cantada en català està vivint un dels seus moments més dolços: en els darrers anys s’han consolidat nombrosos grups de qualitat, com els Mishima, al mateix temps que han aparegut noves i sorprenents formacions, com Els Amics de les Arts, mentre que d’altres estan experimentant una inesperada segona joventut, com Els Pets. Tot això ha fet que els nous treballs d’alguns d’aquests grups s’hagin convertit en esdeveniments celebrats amb extraordinària passió pels seus fidels seguidors, fins al punt de fer-los encapçalar les llistes de vendes a nivell estatal. Si fa unes setmanes això era el que passava amb els Manel i el seu nou disc, més recentment s’ha viscut un fenomen similar amb Lamparetes, el darrer treball dels illencs Antònia Font, el primer disc del grup mallorquí amb material nou en cinc anys (el darrer, Coser y cantar, era una revisió amb arranjaments d’orquestra clàssica d’alguns dels seus majors èxits).

Imatge promocional d’Antònia Font

Lamparetes conté catorze cançons amb ritmes ben variats, des de mitjos tempos com els d’ Es far de Ses Salines fins a altres més alegres (Sospitosos), i per descomptat lletres de tornades i cors molt divertits, com ja és característic en el seu pop galàctic. El single de presentació d’aquest treball és Clint Eastwood, tot un homenatge, no només a l’actor de Sant Francisco i les seves nombroses pel•lícules, amb mencions especials als seus darrers films com a director, sinó sobretot a aquella manera de fer que el mateix Eastwood representa, és a dir, aquells homes durs amb cert aire a western que tot sols s’enfronten a mil i un perills.

Els Antònia Font són un dels grups més originals i amb més talent de la seva generació, i per aquest motiu no és d’estranyar que, d’una crisi d’inspiració, en puguin treure una cançó tant singular i divertida com Me sobren paraules; o que siguin capaços de cantar amb accent estranger per glosar tots aquells encants que tenen a ses illes (Islas Baleares); també hi ha lloc per a retre homenatge a antics exploradors i aventurers d’altres èpoques (Pioners); fins i tot una bonica història d’amor, passada pel seu particular filtre, i utilitzant els Modern Talking com a banda sonora de fons, es converteix en l’extraordinari himne que és Calgary 88.

Com en els altres treballs, Pau Debon posa veu a les lletres de Joan Miquel Oliver, encarregat també de fer les fotos del llibret que acompanya el CD, uns textos on evidentment hi ha una forta presència del mar i els seus elements més característics, ja siguin ones, barques, fars o pobles de pescadors, que conviuen amb elements més propers a la cultura pop, com ara les diverses cites cinematogràfiques, amb els canons de Navarone i Don Vito Corleone compartint protagonisme amb els diversos personatges d’Eastwood, fins i tot podria funcionar com un peculiar retrat generacional, on conviuen les cintes de cassette i altres «coses modernes» amb la música d’aquells gloriosos anys 80 –Atlantis is Calling (S.O.S. for Love)-.

Els Antònia Font estan en plena forma, han tornat amb més ganes que mai, i el seu públic ho celebra, tal i com va quedar demostrat en el concert de presentació de Lamparetes, una actuació que va fer petit el Casino de l’Aliança del Poble Nou i d’on, com no podia ser d’altra manera, en van sortir triomfants.

Títol: Lamparetes
Autor: Antònia Font
Edició: Robot Innocent Companyia Discogràfica
Distribució: Discmedi
Més informació: www.antoniafontoficial.com

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Escrit per: Robert Martínez Colomé

Crítica cinematográfica: Sin identidad, de Jaume Collet-Serra


En los últimos tiempos los EE UU viven con una desmesurada obsesión el estreno de sus películas: todos los esfuerzos publicitarios van encaminados a conseguir una estratosférica recaudación en su primer fin de semana en los cines e imponerse así al resto de novedades de la semana, algo que casi siempre logran los grandes blockbusters firmados por directores puramente made in Hollywood. Sin embargo, no siempre sucede así: por primera vez un estreno fulgurante lleva la firma de un autor catalán, Jaume Collet-Serra, quien logra enganchar al espectador con su desconcertante thriller Sin identidad, filme que protagonizan Liam Neeson y Diana Kruger en una trepidante huida por las calles de Berlín.

Liam Neeson

El doctor Martin Harris y su esposa Elizabeth aterrizan en Berlín para participar en un importante congreso científico. Llegados al hotel, Harris comprueba que ha extraviado su maletín. Por desgracia para él, de camino hacia el aeropuerto su taxi sufre un accidente y cae al río. Resultado: el doctor queda en coma por cuatro días, periodo tras el cual comprobará, horrorizado, que otro le ha suplantado su identidad, le ha robado su vida, apropiándose de todo cuanto era suyo, incluida su mujer. Sin el apoyo de las autoridades alemanas, que no le creen, y perseguido por unos asesinos que pretenden hacerle callar, Harris deberá iniciar una angustiosa carrera por recuperar su existencia, con la única ayuda de Gina, la taxista sin papeles que le salvó la vida en el río.

Sin identidad es la adaptación libre de la novela La doble vida de Martin Harris, de Didier Van Cauwelaert, un relato que se centra en el drama existencial del protagonista y su crisis de identidad, con un resultado más contenido que el que ofrece este filme. Explica Collet-Serra que siempre se ha preguntado, no sin temor, qué sucedería si uno se despierta un buen día y otro le ha usurpado la vida. Éste es el punto de partida de Sin identidad, cómo resolver esa situación con el agravante añadido de encontrarse en un país desconocido y sin la ayuda de nadie, ni siquiera de su esposa. Con estas premisas el director catalán teje un intrincado argumento que pone en serios aprietos a su protagonista (un excelente Liam Neeson en un papel alejado al que nos tiene acostumbrado), que inicia una angustiosa cuenta atrás para salvar su vida y, a su vez, demostrar quién es en realidad.

En la película encontramos referencias a las clásicas películas de espionaje junto a elementos del thriller más habitual, con buenas dosis de acción y carreras en coche por la gran ciudad. En este sentido, Berlín (elegida por el director en lugar de París, la ciudad en la que se desarrollaba la acción en la novela original) se muestra como un lugar inhóspito al protagonista, su atmósfera gélida y sus edificios sucios y grises no le serán de gran ayuda, incluso podríamos añadir que mantiene un paralelismo con la situación del protagonista: se trata de una ciudad que en el pasado estuvo dividida en dos y que, por esta razón, en la actualidad aún padece una importante crisis de identidad. Asimismo, si un nombre planea sobre la película como influencia es el de Alfred Hitchcock: el mismo Collet-Serra admite su admiración por el director británico, y por ello utiliza una forma de narrar similar a la suya (de hecho, el mismo Hitchcock admitía que prefería desvelar en los primeros compases del metraje el conflicto para tener la complicidad del público; aquí, apenas transcurren cinco minutos cuando se produce el accidente que marcará el destino del protagonista).

Diana Krueger

El secreto del éxito de Sin identidad radica, no sólo en su complejo argumento ni en el magnífico planteamiento por parte de Collet-Serra, ni siquiera en su oscura fotografía, sino también en la elección de sus protagonistas: Liam Neeson ejerce de héroe de acción con credibilidad, sin que su madurez sea un hándicap para su cometido, logrando desde el primer instante que el espectador establezca empatía con él; Diana Kruger ejerce de perfecto contrapunto femenino al protagonista, tan bella como valiente en las escenas de acción, en una nueva demostración de su talento; en papeles menores, aunque de vital importancia, encontramos a Frank Langella y Bruno Ganz; pero si un nombre destaca entre el resto es el de January Jones, elegida para encarnar a la hermosa y glacial esposa de Harris, un personaje envuelta en misterio y que es un sugerente homenaje a aquellas mujeres de espectacular melena rubia tan delicadas como elegantes que solían protagonizar las películas de Hitchcock (sí, Hitchcock otra vez).

Así, su excelente combinación de thriller y misterio, con un trepidante y ambiguo argumento plagado de constantes sorpresas que mantienen al espectador en tensión hasta el desenlace final, hacen de Sin identidad una de las opciones más entretenidas y de mayor calidad que en estos días podemos encontrar en nuestros cines.

Título: Sin identidad / Unknown
Director: Jaume Collet-Serra
Intérpretes: Liam Neeson, Diana Kruger, January Jones, Bruno Ganz, Frank Langella, Aidan Quinn, Olivier Schneider
País: EE UU
Duración: 113 minutos
Distribuidora: Warner Bros.

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Escrito por: Robert Martínez Colomé

Crítica cinematográfica: Midnight in Paris, de Woody Allen


Un año más buena parte de la profesión cinematográfica se ha dado cita en la Costa Azul para celebrar la LXIV Edición del Festival de Cannes. En esta ocasión, el encargado de inaugurar el festival ha sido Woody Allen con su última película, Midnight in Paris, su particular visión de la capital francesa a partir de los ojos de su protagonista, un escritor norteamericano de turismo por la ciudad y fascinado por el París de los años 20.

Gil es un guionista de Hollywood de viaje con su prometida, Inez, y los padres de ella por la capital francesa. La intención del joven, un idealista romántico, es abandonar su trabajo para centrarse en la publicación de su primera novela, y, a pesar de las reticencias de su pareja, cree firmemente que París sería el lugar perfecto en el que instalarse e iniciar así su carrera como escritor. Una noche, paseando sin rumbo por la ciudad, y justo cuando las campanadas marcan la medianoche, un vetusto coche se detiene a su paso y sus ocupantes le invitan a conocer aquel París que, hasta ese instante, únicamente residía en su imaginación, un viaje que le sumirá en una profunda desazón que le hará replantear su existencia.

Woody Allen mantiene su frenético ritmo de estrenar una película por año, un ritmo discutible, a tenor de las tibias repercusiones que sus últimos filmes tuvieron. Sin embargo, en esta ocasión, Midnight in Paris ha resultado una agradable sorpresa para todos aquellos que creían que ya no tenía nada más interesante que añadir a su filmografía: sin ser una obra maestra (para ello quizás ya es tarde, pero siempre nos quedarán sus películas más clásicas), resulta una interesante y divertida historia, una fábula sin pretensiones que permite al espectador conocer el París actual y el París de los años 20, aquella ciudad en permanente ebullición creativa, punto de encuentro de innumerables artistas que buscaron refugio en ella a principios del siglo XX.

Midnight in Paris juega con la eterna cuestión de si cualquier tiempo pasado fue mejor, fruto de nuestra imaginación y de nuestra capacidad para idealizar un período de tiempo determinado, en este caso el París bohemio de la década de 1920, un ejercicio interesante pero fácil de desmontar: el mismo Gil afirma que en el pasado no encontraríamos las medicinas a las que estamos acostumbrados en la actualidad, un simple hecho que por sí mismo invita a dejar para la imaginación los viajes en el tiempo.

En ese viaje que lleva a cabo Gil podremos disfrutar de aquel fascinante París de elegantes fiestas, una ciudad al compás del acordeón y en cuyos cafés solían reunirse artistas acompañados de un buen vino o una copa de absenta para compartir ideas, unas mentes privilegiadas que Allen convierte en personajes que desfilan uno tras otro por su película, escritores como Hemingway o T. S. Elliot, el matrimonio formado por Scott y Zelda Fitzgerald, el músico Cole Porter, el torero Belmonte, el fotógrafo Man Ray, el cineasta Luís Buñuel (a quien el protagonista sugiere el argumento de El ángel exterminador ante la incredulidad del propio Buñuel) o pintores de la talla de Picasso y Dalí (un inconmensurable y surrealista Adrien Brody).

Owen Wilson es el espléndido protagonista de esta historia, Gil, un escritor en crisis que bien podría tratarse del álter ego de Allen tantas veces interpretado por él, un novelista algo torpe, de balbuceo habitual y aire despistado que vive ensimismado con sus fantasías sobre la capital francesa y sus personajes más conocidos, y que en sus paseos nocturnos acaba enamorándose de Adriana, musa de Picasso que toma prestadas las sensuales maneras de Marion Cotillard. El tercer vértice de este atípico triángulo es Rachel McAdams, la irritante prometida del protagonista, mientras que Michael Sheen es el contrapunto a Wilson, un profesor sabelotodo que mantendrá un divertido pulso intelectual con Gil. Aunque quizás el papel que más expectación había generado entre el público era el de la guía que acompaña a los turistas, un breve papel que defiende de forma aséptica y sin estridencias la primera dama francesa, Carla Bruni.

A pesar de caer en algunos tópicos parisinos y de recrearse en bellas estampas de París al servicio de su nueva función como guía para turistas (los dos primeros minutos del metraje son totalmente gratuitos), Woody Allen consigue crear con Midnight in Paris una hermosa historia, divertida, a ratos hilarante, que arranca espontáneos aplausos en el espectador y que hará olvidar sus fallidas últimas películas.

Título: Midnight in Paris
Director: Woody Allen
Intérpretes: Owen Wilson, Rachel McAdams, Marion Cotillard, Michael Sheen, Lea Seydoux
País: EE UU
Duración: 100 minutos
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Escrito por: Robert Martínez Colomé