Manuel Calderón es un artesano de la musivaria de la Historia. Tesela a tesela recrea la tétrica atmósfera viciada del final del franquismo. Él hace una obra impresionista. Pinceladas que componen un retrato que sólo cobra sentido al contemplarlo en su totalidad. Por esta poliédrica narración deambulan personajes dispares. Héroes, delincuentes, fascistas, artistas, verdugos. Como si se tratase de un coro imposible Bruce Lee, Cruyff, Luis Ocaña, Samarach o los Tupamaros nos cantan cómo fueron los setenta. Cada uno aporta su visión, el papel que les tocó o quisieron desempeñar.
El libro está lleno de referencias culturales y contraculturales (Imprescindible la obra Los 70 a destajo de Pepe Ribas) que nos ayudan a entender la Barcelona en la que asesinaron a Salvador. La ciudad underground donde la gauche divine reía pero la periferia charnega no.
Calderón añade matices a esta historia de venganza donde la muerte es el hilo conductor. La Rosa de fuego ya había sido testigo del asesinato de Ferrer i Guardia 65 años antes a escasos cuatro kilómetros de la cárcel donde mataron a Puig Antich. En la víspera del día de Reyes del año sesenta le tocó su turno a Quico Sabaté; éste se había convertido en un referente (casi más estético que ético) para el MIL, organización de la que formaba parte Salvador. El siguiente asesinado, Enrique Ruano, también precipitó la creación del Movimiento Ibérico de Liberación.
La banda, fue encadenando expropiaciones en sucursales bancarias con éxito pero la policía les seguía la huella. En el fatídico día de la detención de Salvador murió Francisco Anguas, uno de los policías encargados en la desarticulación de la organización. Aunque en su cadáver se encontraron impactos de bala no solo del arma de Puig Antich, este será el motivo oficial por el que se le condenará a muerte.
Pero la intrahistoria es otra. A Salvador lo condenan ETA, con la operación Ogro, y el órdago del arzobispo Añoveros. Arias Navarro cedió frente a la Iglesia pero quiso dar un golpe en la mesa frente al terrorismo. Salvador Puig Antich se convirtió en la víctima perfecta.
Para maquillar el escenario de una venganza el franquismo buscó un paria que asesinar junto al anarquista. El misterioso delincuente común, Heinz Chez, sería ajusticiado en Tarragona (La muerte de nadie, 2004, Joan Dolç) en el mismo momento en el que el verdugo divisionario hacía funcionar el garrote vil en la ciudad condal (Queridísimos Verdugos, 1977, Basilio Martín Patino). Todo un ejemplo de la lógica macabra de la justicia tardofranquista que se materializa en la zafia portada trucada de El caso donde se buscaba justificar ambas muertes. Como en La Torna de Els Joglars, en la obra de Manuel Calderón se perfila una sociedad esperpéntica y violenta que oculta sus rostros bajo máscaras oníricas de sinrazón.
Título: Hasta el último aliento. Puig Antich, un policía olvidado y una guerrilla contracultural en Barcelona
Autor: Manuel Calderón
Editorial: Tusquets
Publicación: marzo de 2024
Número de páginas: 401
Precio: 21,9€
Sebastian Bettosini


