La inteligencia convertida en arte escénico fue servida en Fira Tàrrega’2013 por la Compañía Vaca 35. Y pocas veces se me ocurriría expresarlo mejor: Se trata esto no solo de un espectáculo, sino también de una disección pormenorizada de las relaciones entre teatro y sociedad desde la microscópica muestra que propone la presentación en escena de dos actrices que interpretan “Las criadas” de Jean Genet y que además exhiben poco después su conversión en seres humanos dependientes: Se sirven entre ellas en ese día a día que el espectáculo nos muestra sin remilgos: Se alaban, se desprecian, se humillan para finalmente aceptar con una resignación fascinante que no pueden vivir la una sin la otra. Por ello, las vemos conviviendo de una forma deliciosamente impúdica: de la colada a la cocina; del baño a la cama pasando por el previo cuento de hadas para finalmente conciliar el sueño juntas en una misma cama.
Damián Cervantes, el director, maneja con precisión quirúrgica los temas que desea retratar y logra una conjunción admirable del tratamiento del espacio (el “Safareig” de Tàrrega escupe sordidez y encanto añejo a la vez), el enfrentamiento de las actrices (maravillosamente equilibradas: la rotunda Mari Carmen Ruiz desafía una y otra vez a la escuálida Diana Magallón; la ternura oronda de la primera casa estupendamente con la discreción estridente de la segunda) y, sobre todo, la dramaturgia, que merece párrafo a parte.
Diana y Mari Carmen, adorables servidoras
Y ahí va. La compañía mexicana funde en una propuesta única la crueldad del texto de Genet, el humor socarrón de las dos “divas” después de la función para hacer una crítica despiadada del cretinismo de la profesión, y la miseria de la vida cuando no nos queda más remedio que aceptar al otro como único medio de supervivencia. Y añadamos a todo ello el simbolismo del juego escénico, certero: Las protagonistas se pasan la función barriendo el suelo, como verdaderas “criadas” que son de esta vida no siempre deseable y de la que nos empeñamos en borrar continuamente nuestros propios rastros.
Todo ello para hablar una vez más de la realidad desde la ficción teatral. O al revés.
por Juan Marea
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