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«Camilo Tango Show» en el Teatre del Raval: Catálogo de pasiones

Solemos asociar al tango la sensualidad. También una técnica rigurosa. Porque con este baile los amantes, unidos por un sentimiento infinito, se hallan emparejados como si en cualquier momento fuera a romperse su querer. Y los cuerpos de los artistas que lo bailan deben disociarse: por un lado, la rigidez de sus figuras cara a cara al entrelazarse; por otro, la vehemencia de sus piernas buscando cubrir con ansiedad el leve hueco que les separa; y aun el vuelo de ella orbitando dócilmente alrededor de los decididos brazos de él.

Estos días tenemos en Barcelona a la Compañía Tango Amado dirigida por Verónica Palacios y Omar Quiroga que, cual acróbatas en una acogedora pista de «tango show» instalada en el Teatre del Raval, exhibe el resultado de su esfuerzo encadenando un repertorio de números de danza popular argentina. Apenas hay en su propuesta sensualidad pero sí un virtuosismo relevante. Porque «Camilo Tango Show» es un espectáculo que persigue impresionar y, por ello, la entrega de su equipo artístico resulta disciplinada, laboriosa y eficaz.

La dramaturgia, casi inexistente, cede generosa a la sucesión de números de baile. Ello nos permite contemplar la polivalencia de la compañía, que recorre en apenas setenta minutos el folklore del Río de la Plata alternando dúos de tango alado con coreografías cómicas abruptamente interrumpidas al hacer acto de presencia el elemento dramático, con cierto cariz de denuncia sociopolítica.

La apuesta de Tango Amado es legítima y admiramos la variedad de su programa. Sucede, no obstante, que mientras los aplicados tangueros ejecutan sus pasos medidos y hasta elevados, el sentimiento desaparece y nos sentimos huérfanos. De abrazos escénicos. De besos artísticos. De sonrisas verdaderas. Nuestro deseo de amar se ve satisfecho en los momentos en que Omar puede proyectar de forma minimalista su entusiasmo (el número con María José González Prado es hermoso por la elegancia de ella y la frescura de él; su duelo con un esforzado Jorge Pahl  en medio de un fervor festivo), o cuando invade el escenario con su ilusión primeriza el cuerpo de baile invitado balanceándose como si formase un tiovivo de suave giro. También con la simpatía de Anabel Gutiérrez Otero y David Samaniego cuando ella le seduce sin piedad y él acepta resignado ser su tierno monigote. Estos instantes, esbozos de magia teatral, junto con las impresionantes piruetas de Palacios y sus compañeros, permiten olvidarnos del tal Camilo y que dejemos de preguntarnos qué pinta por allí.

Por Juan Marea

«Camilo Tango Show» se representa en el Teatre del Raval de Barcelona hasta el 13 de abril.
http://www.teatredelraval.com/

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Amores voladores